Si pudieses hacer una pregunta, solo una pregunta, a un extraterrestre de una civilización muy avanzada… ¿Cuál sería?
Ninguna. Quizá si ellos preguntaran algo tendríamos posibilidades de contestar.
Lo digo completamente en serio. Para empezar: ¿qué significa «muy avanzada»? Es perfectamente posible que un calificativo tan teleológico no tenga ningún sentido. Sin embargo, en aras de nuestra tranquilidad de ánimo y de mi capacidad para escribir algo con un mínimo interés, entenderemos que nos estamos refiriendo a alguna escala normalizada de «avance» respecto de algún parámetro medible. Por ejemplo, la capacidad de disposición energética o potencia disipada por una civilización. El astrofísico Nikolái Kardashov hizo en los años 60 una propuesta de vara de medir particularmente fácil de recordar:
- Civilización de tipo I: maneja toda la capacidad de generación de energía de su planeta natal. Por poner una cifra, 10¹⁶ W. Nosotros no llegamos al tipo I.
- Civilización de tipo II: puede manipular la energía generada por una estrella completa. 10²⁶ W, vatio arriba, vatio abajo.
- Civilización de tipo III: puede controlar la energía generada por toda una galaxia. A ojo, 10³⁷ W.
La escala de Kardashov es criticable desde muchos frentes, pero al menos establece una referencia. Con ella en la mano podemos decidir que entendemos «muy avanzada» como «de Tipo II o superior». ¿Es posible comunicarse con una civilización así?
La comunicación entre inteligencias de cualquier nivel supone la existencia previa de referentes compartidos. ¿Qué podremos tener en común con unos seres completamente distintos a nosotros en lo físico y provenientes de quién sabe qué extraño planeta, o tal vez de un lugar artificial en medio del propio espacio? Esa pregunta no tiene ninguna respuesta plausible fuera del mundo de la imaginación. Sin embargo, en nuestro propio planeta hay algunas especie distinta de Homo sapiens y a la que reconocemos cierto nivel de inteligencia. Toda una tentación para extrapolar.
Tomemos a Tursiops truncatus, el famoso delfín mular o —más cariñosamente— de cuello de botella. Naturalmente, Flipper y sus congéneres no han creado una civilización tecnológica. Sin embargo, muestran un comportamiento inteligente que incluye la habilidad para comunicarse entre sí, coordinarse para la caza e incluso cierto grado de transmisión oral de conocimientos. También podemos estimar su gasto energético, aunque en su caso no sea tecnológico, sino tan solo metabólico. Su única «tecnología» son ellos mismos. ¿Cuál será el «tipo de Kardashov» de la civilización de los delfines?
Sacando algunos números de la web de los parques marinos SeaWorld podemos hacer algunos cálculos en un pósit. Veamos. Un delfín de cuello de botella puede pesar entre 150 y 200 kg. Supongamos 200 para hacer los números más sencillos. Comen alrededor del 5% de su peso corporal al día. Si se alimentaran solo de sardinas, a 2000 kcal/kg, tendríamos un consumo de 20000 kcal/día.
Estimemos una población mundial de un millón de delfines —los números que da SeaWorld son parciales, aunque dada la extensión de las zonas cubiertas por las estadísticas poblacionales no parece una cantidad absurda. Eso significa que todos los delfines consumen una cantidad de 80 TJ/día, lo que arroja una potencia disponible de (redondeando un poco) 1 GW.
Ya llegamos. El nivel de una civilización con una potencia disponible de W en la escala de Kardashov puede calcularse con esta sencilla fórmula:
Por tanto, podríamos considerar que los delfines cuello de botella viven en una civilización de nivel 0,3 en la escala de Kardashov. Nuestro propio nivel, del que dije hace un rato que no llegaba al 1, está estimado en la actualidad en el 0,72. Una diferencia de algo más de cuatro décimas en la escala y la comunicación ya parece muy compleja; tal vez imposible. Desde luego ningún delfín nos ha transmitido jamás ningún concepto abstracto, por no hablar de hacernos una pregunta. En el otro sentido tampoco ha habido grandes progresos. Denise Herzing lleva casi tres décadas investigando a los delfines en su hábitat natural y cuenta en esta charla TED los progresos con un dispositivo portátil para la comunicación humano-delfín. Fascinante pero extremadamente limitado.
De todas formas, ¿qué podría preguntar un delfín que se enfrenta a la destrucción sistemática de su hábitat y su forma de vida a manos —nunca mejor dicho— de un ser extraño de otro mundo con el que no comparte prácticamente referentes? Imaginad lo que nos costaría comprender un simple «por qué». Imaginad lo infinitamente más difícil que sería contestar.
Otra instancia más de Homo sapiens. De pequeño quiso ser científico, astronauta y ganar dos premios Nobel. Conforme fue creciendo estas aspiraciones sufrieron progresivos recortes: finalmente se quedó en ingeniero de telecomunicaciones. Con más años de experiencia de los que quiere reconocer en la intersección del tren con las tecnologías de la información, trabaja en la actualidad en el apasionante campo de la innovación ferroviaria como director de innovación en Telice, S.A.. Tímido en rehabilitación y con más aficiones de las que puede contar, cuando tiene tiempo escribe sobre cualquier cosa que le llame la atención: ciencia, espacio, ingeniería, política…