Versión ampliada del artículo originariamente publicado el domingo 20 de noviembre de 2016 en el Suplemento «El Zoco» de Diario Córdoba.
Aunque la sonda estadounidense “Nuevos Horizontes” (New Horizons, NASA) sobrevoló al planeta enano Plutón el 15 de julio de 2015 hemos tenido que esperar 15 meses para recibir los datos que sus instrumentos tomaron en pocas horas. Como cuentagotas, New Horizons usó su pequeña antena para mandar poco a poco toda la información recogida durante el sobrevuelo. Era una apuesta algo arriesgada: si algo le pasaba a la nave en ese tiempo los datos se perderían para siempre. Por otro lado, al hacerlo así se abarataba mucho el coste de la misión. El 25 de octubre por fin llegó a la Tierra el último paquete de datos: New Horizons lo envió desde la friolera distancia de 5 mil millones de kilómetros (5 horas y 8 minutos a la velocidad de la luz), mientras se sigue alejando de nosotros a la caza del objeto transneptuniano 2014 MU69, donde llegará el 1 de enero de 2019.
Los datos enviados por New Horizons son una mina de oro para los científicos planetarios y están dando sorpresa tras otra, incluyendo volcanes de hielo, glaciares de metano, extrañas planicies, e incluso quizá nubes en la atmósfera plutoniana. ¿Quién iba a esperar que este diminuto cuerpo congelado en las fronteras del Sistema Solar llegara a ser tan interesante?

Esta semana se hizo público en la prestigiosa revista científica Nature un artículo que usa datos mandados hace meses por New Horizons para presentar nueva información de Plutón. Liderado por el científico planetario Francis Nimmo (Universidad de California Santa Cruz, EE.UU.) este artículo concluye que debajo de la superficie helada del planeta enano podría existir un océano de agua líquida.
Aunque la hipótesis del océano subterráneo de Plutón se había sugerido antes, Nimmo y colaboradores llegan a esta conclusión tras analizar con detalle los datos de la que posiblemente es la zona más curiosa de la superficie de Plutón, la gran cuenca Sputnik Planitia (la mitad occidental del famoso “corazón de Plutón”).
Según coinciden los expertos, Sputnik Planitia se originó hace miles de millones de años por el choque de un gran asteroide o cometa. Algunas estimaciones sugieren que podría haber sido como 20 veces mayor que el cometa que impactó con la Tierra hace 65 millones de años, asociado a la gran extinción que se llevó por delante a los dinosaurios. Poco a poco el cráter se fue llenando de hielo de nitrógeno, metano y dióxido de carbono. Al pasar millones de años esta estructura se fue moviendo hasta que se alineó directamente en el lado opuesto de Plutón que da a Caronte (su satélite). En el sistema Plutón – Caronte no sólo Caronte siempre muestra la misma cara a Plutón (como le pasa a la Luna con la Tierra) sino que Plutón muestra la misma cara a Caronte, ambos están “anclados por la gravedad”.
Precisamente en la misma edición de Nature otro artículo, dirigido por James Keane (Universidad de Arizona, EE.UU.), también defiende la reorientación de Plutón usando como evidencias fracturas observadas por la superficie del planeta enano. Se ha calculado que la probabilidad de que esta alineación sea una coincidencia es del sólo 5%, por lo que los científicos creen que es real. Pero hay un problema: como Sputnik Planitia es una gran depresión no tiene suficiente masa como para conseguir la orientación observada hoy. Hay algo que falta.

¿Dónde está esa masa perdida? Nimmo y colaboradores exploraron las «anomalías de la gravedad» alrededor de Sputnik Planitia siguiendo varios escenarios (ver figura superior). Si el enorme cráter se hubiese llenado de hielo de nitrógeno tendría que tener una profundidad de 40 kilómetros, lo que no es posible con los datos que se tienen de Plutón (diagrama b). Sin embargo, una capa de nitrógeno de 7 kilómetros de profundidad sobre un océano subterráneo (diagrama c) sí explicaría las anomalías de la gravedad encontradas en Sputnik Planitia por New Horizon. El agua líquida, con material como amoniaco que actúa como anti-congelante, se encontraría debajo de una gruesa capa de hielo de unos 150 kilómetros de espesor.
La hipótesis del océano subterráneo explica que Sputnik Planitia se desplazara 1200 kilómetros de su lugar de origen para alinearse con el eje de las mareas de Plutón y Caronte, colocándose en la cara que no mira al satélite. No obstante sólo observaciones detalladas con una sonda futura podrán confirmar estas ideas y verificar que existe el océano subterráneo de Plutón.
Se licenció en Física Teórica en la Universidad de Granada (2000) y es Doctor en Astrofísica en la Universidad de la Laguna y el Instituto de Astrofísica de Canarias (2006). Trabaja como astrofísico multifrecuencia en el Australian Astronomical Optics (AAO) y en el Departamento de Física y Astronomía de la Universidad de Macquarie (Sydney, Australia). Parte de su trabajo es dar soporte observacional en el Telescopio Anglo-Australiano, del que es responsable de uno de sus instrumentos científicos. Desde 2003 escribe en la bitácora astronómica «El Lobo Rayado», y en «Universo Rayado» dentro de Naukas desde 2015. Es vicepresidente de la Agrupación Astronómica de Córdoba (AAC), representante en la Red Andaluza de Astronomía (RAdA) y miembro de la Unión Astronómica Internacional (IAU), la Sociedad Española de Astronomía (SEA) y la Sociedad Australiana de Astronomía (ASA). Es el coordinador ProAm (relaciones entre astrofísicos profesionales y astrónomos aficionados) de la SEA.