Versión completa del artículo originariamente publicado el domingo 5 de marzo de 2017 en el Suplemento «El Zoco» de Diario Córdoba.
La noticia científica de la semana pasada fue el anuncio público de la detección de siete planetas de tipo rocoso alrededor de una estrella enana roja cercana al Sistema Solar. Con sólo el 8% la masa del Sol y ligeramente mayor que Júpiter en tamaño, la estrella TRAPPIST-1 se ha convertido en protagonista mediático estos días, aunque muchos científicos somos más escépticos a la hora de considerar esto como “la noticia del año”. En efecto, mucho se ha escrito en la prensa general sobre “los siete enanitos de TRAPPIST-1”: no hay que negar que todas estas noticias atraen mucho la imaginación del público. Por eso muchas veces es fácil caer en el sensacionalismo y en la falta de rigor en busca de conseguir una audiencia mayor.
El primer bulo que hay que desmontar es el siguiente: este descubrimiento no lo ha hecho NASA (Agencia Espacial Estadounidense). Ha sido el resultado de la investigación de un equipo internacional liderado por el astrofísico belga Michaël Gillon (Universidad de Lieja), cuyos resultados se publicaron la semana pasada en la prestigiosa revista científica Nature. Se usaron datos de ocho telescopios distintos: además del telescopio espacial Spitzer (que sí es administrado por NASA), el equipo científico usó telescopios de los observatorios de Chile, Canarias y Hawaii. Pero el descubrimiento inicial se hizo con unos telescopios muy modestos: los dos “Telescopios para Transitos de Planetas y Planetesimales”, TRAPPIST, (por su acrónimo en inglés) Norte (en Marruecos) y Sur (en Chile), que con sus 0.6 metros de tamaño se dedican a buscar eso “eclipses” de exoplanetas alrededor de estrellas de baja masa. De hecho 3 de los planetas de TRAPPIST-1 ya se habían descubierto en 2015. No hay que negar que NASA se lleva “el gato al agua” en cuanto puede, aumentando mucho la repercusión mediática que tiene cualquier descubrimiento asociado a ella.
El segundo aspecto que no siempre se ha explicado bien es el concepto de que “estos mundos sean habitables”. Al menos 3 de los exoplanetas alrededor de TRAPPIST-1, además de tener un tamaño (que no masa, este dato no lo sabemos aún) parecido a la Tierra, están dentro de lo que se conoce como “zona de habitabilidad”. Es un nombre desafortunado, porque sólo indica la región del espacio alrededor de una estrella donde podría existir agua líquida en la superficie de un planeta. Nada más. Los planetas en esa zona están ni muy lejos ni muy cerca de su estrella. De ahí a que exista vida extraterrestre hay un largo trecho. Se deben dar muchas otras condiciones: además de efectivamente tener agua líquida, el planeta debe tener atmósfera y evitar (quizá con un campo magnético) la radiación intensa de la estrella (que en las enanas rojas puede ser muy violenta). Otro problema es que quizá los planetas “siempre miran con la misma cara a su estrella” (como ocurre con la Luna), lo que haría que sólo en los lugares donde está el sol bajo sobre el horizonte podrían ser propicios para la vida.
Lo que hace a TRAPPIST-1 tan interesante es que está muy cerca de nosotros, as sólo 39 años luz de distancia (los exoplanetas descubiertos por la misión Kepler están a centenares o incluso miles de años luz). Como vemos “pasar” los exoplanetas delante de la estrella, los grandes telescopios presentes y futuros podrán analizar con mucho detalle las características de estos cuerpos. Quizá esas observaciones futuras nos revelen que alguno tenga atmósfera (no lo sabemos aún, de hecho, quizá alguno hasta podría ser más parecido a Urano que a la Tierra) y, aún más, detectar marcadores de vida al analizar la luz de estos planetas. Esto sí sería la gran noticia a ser portada en todos los periódicos del mundo. Quizá no tenemos que esperar mucho para verlo. Pero ese momento aún no ha llegado.
Más información:
- Nota de prensa del Observatorio Europeo Austral.
- Entrada en Eureka, el blog de Daniel Marín.
- Artículo de Jorge Zuluaga en el blog de Investigación y Ciencia.
Ángel López-Sánchez es astrónomo y comunicador científico en la Escuela de Ciencias Matemáticas y Físicas de la Universidad de Macquarie (MQ) con sede en Sydney, Australia. Es un reconocido experto en el estudio de cómo el gas se convierte en estrellas en galaxias cercanas y cómo esto afecta la evolución de las galaxias, particularmente el enriquecimiento químico. Dirige el programa «HI KOALA IFS Dwarf galaxy Survey» (Hi-KIDS), que utiliza el instrumento KOALA en el Telescopio Anglo-Australiano (AAT) de 3,9 m para diseccionar 100 galaxias enanas cercanas ricas en gas para comprender su historia y evolución. También brinda apoyo a los astrónomos visitantes del AAT. Es un miembro activo en grandes estudios de galaxias espectroscópicas y los próximos estudios de galaxias ópticas y de radio.
Tras recibir la licenciatura en Física Teórica en Granada en 2000 completó su Tesis Doctoral en Astrofísica en el prestigioso Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC, España) en diciembre de 2006. Se trasladó a Australia en 2007, cuando se incorporó al CSIRO «Astronomy and Space Science» para trabajar en el «Local Volumen HI Survey ”(LVHIS), que realizó observaciones radio-interferométricas de galaxias ricas en gas en el Australian Telescope Compact Array. En 2011 se unió al Australian Astronomical Observatory (AAO) y a la Universidad de Macquarie combinando soporte de instrumentación telescópica, investigación, conferencias y divulgación. En mayo de 2023 fue incorporado como investigador académico a tiempo completo en la Escuela de Ciencias Matemáticas y Físicas de la Universidad de Macquarie.
Es el actual presidente de la asociación de Investigadores Españoles en Australia-Pacífico (SRAP, Spanish Researchers in Australia-Pacific), entidad de la que es miembro fundador, y participa activamente en RAICEX (Red de Asociaciones de Investigadores Españoles en el Extranjero) dentro de la comisión de comunicación y en diplomacia científica. Es el vicepresidente de la Agrupación Astronómica de Córdoba (AAC), representante de la Red Andaluza de Astronomía (RAdA) y miembro de la Unión Astronómica Internacional (IAU), la Sociedad Española de Astronomía (SEA) y la Australian Astronomical Society (ASA).
Es miembro de la comisión ProAm (relaciones entre astrofísicos profesionales y astrónomos aficionados) de la SEA, de la que fue coordinador entre 2016 y 2020, y participa activamente en poner en contacto el mundo de la astrofísica profesional y de la astronomía aficionado. Es un apasionado astrónomo aficionado que utiliza su propio equipo para capturar la belleza del Cosmos.
Fue el primer astrofísico español en tener un blog de divulgación astronómica («El Lobo Rayado», en 2003) y es miembro fundador de la red Naukas, donde tiene el blog «Universo Rayado» desde 2015.