Soy el Ozono

Por Colaborador Invitado, el 8 diciembre, 2017. Categoría(s): Divulgación • Ecología

Todavía recuerdo el día que los humanos me descubrieron…

Pero claro, no podían darse cuenta quien era yo… aún tenían una tecnología muy primitiva.

Fue un humano llamado Martinus van Marum, mientras estaba haciendo unos experimentos con la entonces novedosa “energía eléctrica” produciendo chispas sobre un poco de agua, cuando notó un olor fuerte y penetrante.

No sabía lo que era, pero pensó que el olor tenía que ver con la electricidad, y dejó anotada su percepción.

50 años mas tarde, un tal Christian Friedrich Schönbein, haciendo algunos experimentos similares percibió nuevamente el penetrante olor y lo describió como “el mismo que se huele después de caer un rayo”…  pensó que sería alguna sustancia desconocida.

Poco tiempo después logró aislarme y comprendió que era un gas nuevo, desconocido hasta entonces: Me llamó “Ozono”, en remembranza de la palabra ozein, que en alemán significa “olor”.

Debieron pasar algunos años más, hasta que un tal Jacques-Louis Soret lograra dar con mi composición real: tres átomos de oxígeno unidos.

ozono1

Como toda cosa nueva, muy pronto comenzaron a adjudicarme propiedades de lo mas diversas…

Que era bueno para la salud… que mejoraba la “vitalidad”…  que servía para combatir la tuberculosis… ¡hasta afirmaron que el cólera era causado por mi ausencia!

Todavía hoy, piensan que puedo ser “saludable” y algunos inescrupulosos predican las bondades de la “ozonoterapia”… en fin, ustedes los humanos son tan proclives a fantasear con las “bondades” de cualquier cosa nueva que descubran, que realmente me divierto mucho, aunque no me sorprende que sean presa fácil de cualquier charlatán, incluso después de tantos años.

Lo cierto es que soy tóxico, y no tengo ninguna propiedad “medicinal”, por lo que no te recomiendo exponerte a concentraciones mayores 0,1 ppm (0,2 mg/m3)… aunque te quieran convencer de lo contrario.
Si lo haces, no te garantizo que no tengas consecuencias.

Pero volvamos a mi historia…

Con el tiempo comenzaron a descubrir cómo producirme… después de todo, no soy mas que una molécula de oxígeno un tanto diferente de mis primas, esas que respiras y utilizas para poder vivir.

Con algunos generadores de electricidad suficientemente potentes como para producir un arco voltaico podían obtenerme, pero pronto se percataron de que no era tan dócil como pensaban… una cosa es producirme y otra almacenarme. Cuando pretendían hacerlo, simplemente me convertía en oxígeno común y corriente (ese, de dos átomos por molécula) en muy corto tiempo.

Primero les causó extrañeza, pero al analizarme un poco mas detenidamente se dieron cuenta de mi “inestabilidad” (no se lo digas a nadie, pero lamentablemente no puedo vivir por mucho tiempo).

Si entro en contacto con cualquier cosa reacciono y ¡zas! me convierto en simple oxígeno.

Además, como soy un potente oxidante, rápidamente podría corroer los envases que pudieran contenerme… solo unos pocos materiales como el vidrio, ciertos plásticos y algunos aceros inoxidables son capaces de soportarme. Definitivamente no puedes conservarme, y solo te seré útil en el momento en que me produzcas.

La buena noticia que puedo darte es que, gracias a esa reactividad, soy un muy buen desinfectante, y debido a mi gran capacidad oxidante puedo destruir células y tejidos de bacterias y otros organismos con facilidad. (Como sospecharás, por ese mismo motivo no soy “recomendable” para tu salud).

Pero seguramente ya has oído de mí, aunque no por esta historia… ¿no es verdad?

Claro… quieres saber qué tengo que ver con eso del “agujero de ozono” del que tanto se ha hablado en las últimas décadas.

Primero volvamos a la forma en que me descubriste:

¿Te acuerdas de aquello de una corriente eléctrica sobre el agua? ¿Y de aquello del “olor” de las tormentas?

Bien, como sospecharás, los rayos, con su inmensa energía, también pueden producirme a partir del oxígeno del aire, por lo tanto, tras de cada tormenta habrá un poco de ozono en el aire que respiras, aunque no por mucho tiempo.

También puedo aparecer en tu ambiente a causa de ciertos contaminantes atmosféricos como el NO2 y algunos hidrocarburos, provenientes de la actividad humana.

Sin embargo, no es ese “ozono” del que se habla cuando mencionan al infame “agujero”.

Mucho mas arriba, a más de 20 Km de altura, el escaso oxígeno atmosférico está siendo permanentemente expuesto a la radiación ultravioleta del sol:

Las  moléculas de O2  (oxígeno)  expuestas a los rayos UV se rompen y recombinan en O3  (ozono), el que dura muy poco tiempo y vuelve a convertirse en O2 .

Así se genera un proceso dinámico, un estado de frenético equilibrio entre ozono y oxígeno, que logra algo fundamental para tu vida:
La radiación ultravioleta involucrada se ve absorbida por ésta proceso dinámico, creando una “barrera” que la bloquea e impide que siga su viaje hasta la superficie terrestre.

Así que, aunque no lo creas, gracias a mí estás vivo.

¿Qué no alardée? Piénsalo dos veces:

  • ¿Cuánto crees que durarías un día soleado si te expusieras directamente a la radiación ultravioleta del sol, sin sufrir dolorosísimas quemaduras?
  • ¿Cuánto tiempo vivirías sin que se formara un bonito melanoma sobre tu piel a causa del efecto ionizante de la radiación UV?
  • ¿Qué comerías si todos los vegetales estuvieran “fritos” bajo el ardiente sol, y los animales que se alimentan de ellos, muertos?

No solo tú, sino toda tu especie… es mas, toda la vida sobre la tierra, depende en gran medida de que yo exista, breve y fugaz pero persistente, allí en lo alto de tu atmósfera.

Si… ya se, quieres saber del agujero… ya falta poco:

Si haces un gráfico de la concentración de ozono a medida que asciendes en la atmósfera, verás algo como esto:

ozono2

Como ves, hay una especie de “capa” con alta concentración relativa de ozono a una altura entre 20 y 30 km sobre tu cabeza.

Esa  “sombrilla” que te protege de morir calcinado por el sol… soy yo.

No puedes verme, no puedes olerme, pero allí estoy, cuidando de la vida en tu planeta para que puedas (entre otras cosas) leerme hoy.

Esa capa rodea toda la tierra, pero como la atmósfera de tu planeta es un proceso dinámico, hay épocas del año donde, en ciertos lugares, la “sombrilla” se vuelve un poco mas delgada… mas “transparente” a la luz ultravioleta.

Ese “hueco” que se produce año a año sobre la Antártida, se intensifica en el invierno y comienzo de primavera austral, causando un aumento de la radiación ultravioleta sobre la superficie de la tierra bajo la misma.

Si pudieras reproducir exageradamente en un gráfico el “grosor” de esa capa, verías algo así:

ozono3

Es un proceso totalmente natural, y año a año se revierte, cerrando el “agujero” en la época de verano austral, completando un ciclo anual que a acompañado a la vida en la tierra desde los tiempos mas remotos.

Pero luego llegó tu especie y toda su tecnología…

y como era de esperar, comenzó a producir cambios en la composición de la atmósfera, agregando mas y mas gases… algunos inocuos, pero otros realmente dañinos.

Algunos de ellos,  son especialmente perjudiciales para el delicado equilibrio entre el ozono y el oxígeno en las alturas… allí comenzó el verdadero problema.

Piénsalo de ésta forma:

La “sombrilla” que te protege depende totalmente de que yo pueda crearme y destruirme cíclicamente, absorbiendo en el proceso la radiación que de otra forma te mataría.

Si algo impide que ese proceso dinámico ocurra, la sombrilla desaparece… y tu pagarás las consecuencias.

la mala noticia es que durante décadas, tu tecnología de refrigeración se basaba en ciertos gases llamados CFC (compuestos clorofluocarbonados), los que no se disolvían en la humedad ambiental, y ascendían lentamente hasta la capa de ozono… y por efecto de la misma luz ultravioleta, liberaban un átomo de cloro… ese cloro, altamente reactivo, lograba romper mi estructura y destruirme.

Entonces, sobre la Antártida, durante el invierno cuando a luz ultravioleta es menos intensa como para formarme a partir del oxígeno, el cloro lentamente comenzó a reducir mi concentración y año a año, la sombrilla era más y más delgada.

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Por suerte los hombres de ciencia lograron darse cuenta a tiempo… comprendieron que si continuaban expulsado ese tipo de gases a la atmósfera estaban matándome… y conmigo a ellos mismos.

Expusieron el problema a tus líderes políticos, y tras años de debates (había demasiados intereses en juego) lograron un consenso: Los países reducirían paulatinamente la producción de CFC y lo reemplazarían por otros gases menos agresivos.

Debo felicitarte por ello…

Con el correr de los años, el objetivo se cumplió con creces, y hoy en día he vuelto a tener mi vitalidad de otras épocas, y puedo protegerte con esmero.

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En septiembre de 2017 se llegó a observar el máximo del “agujero de ozono” mas débil desde 1987. Treinta años de esfuerzo no fueron en vano.

Ahora… déjame preguntarte algo:

Si tú y los de tu especie conseguisteis llegar a un acuerdo, resolver este grave problema para protegerme… salvándose también ustedes mismos de una catástrofe,

¿Qué les impide hacerlo con otros factores que claramente están destruyendo la vida en su planeta?

Sí… ya sé que algunos políticos miopes y necios no quieren aceptarlo… que las industrias globales se mueven como babosas, aunque declamen grandezas…

Ya sé todo eso.

Conozco a tu especie desde mucho antes que aprendieran a dominar el fuego o construir sus armas de piedra.

He visto cuánto han sido capaces de lograr con su ingenio y tenacidad, pero también he visto sus miserias…

¿Sabes qué?

Te propongo algo.

Empieza tú. Estarás solo por un tiempo… pero no te desanimes.

Pronto tus hijos y tus vecinos te seguirán… luego otros y otros… a lo ancho del planeta.

En cada pueblo, en cada ciudad, en cada aldea, otros como tú tal vez me escuchen y comprendan, e inicien el cambio que beneficia a todos.

Así, más temprano que tarde, los políticos comprenderán… Tal vez no sea demasiado tarde.

 

Este artículo nos lo envía Daniel Hazeldine. Ingeniero químico de profesión, docente por vocación, divulgador por pasión.Vive y hace docencia en un colegio técnico en una pequeña ciudad del interior de Argentina. Podéis visitar su blog Curioseantes y seguir sus actualizaciones en su twitter @curioseantes.

Puedes leer todos los artículos de la peculiar y personal serie “Soy…” de Daniel en este enlace.



Por Colaborador Invitado, publicado el 8 diciembre, 2017
Categoría(s): Divulgación • Ecología