Ciencia, por casualidad

Por Susana Escudero, el 4 abril, 2019. Categoría(s): Ciencia • Curiosidades

Un cuento tradicional persa tiene como protagonistas a tres príncipes de la actual Sri Lanka que solucionaban sus problemas, e incluso se salvaron de una condena a muerte, gracias a increíbles casualidades. Este relato popular, titulado “Los tres príncipes de Serendip” (Serendip es el antiguo nombre persa de la isla de Ceilán, hoy Sri Lanka), es el germen de uno de los conceptos más populares en ciencia: “serendipia”. Serendipia es un descubrimiento o hallazgo que se produce de forma inesperada por casualidad o cuando se está buscando otra cosa distinta. A lo largo de la historia de la ciencia se han dado frecuentes casos de serendipia. Seguramente a todos se os vengan a la cabeza los más populares, como la penicilina, el velcro, los post-it, el microondas, los rayos X o el teflón… pero hay muchos más y muy trascendentes. Os propongo un top 5 de los grandes éxitos de la serendipia científica.

1. De un ruido en el sistema, a un Nobel.

New Jersey. 1964. Laboratorios Bell. Los físicos Robert Wilson y Arno Penzias trabajan buscando fuentes de radio, tanto terrestres como astronómicas, y para ello cuentan con una vieja antena en desuso de la empresa. Todas las muestras obtenidas, tanto de día como de noche, registran un ruido de fondo que les trae de cabeza. Durante semanas revisaron de arriba abajo la antena, montándola y desmontándola y nada… el maldito ruido de fondo seguía allí. Parecía venir de todas partes. Finalmente dieron con la fuente del dichoso ruidito: acababan de descubrir, ni más ni menos, que la denominada “radiación cósmica de fondo”, una radiación emitida por el Universo cuando apenas tenía 300.000 años de edad, y cuyo registro constituyó la mayor prueba de la teoría del Big Bang. Aquel ruido que les quitó tantas noches el sueño les trajo el Nobel de Física en 1978.

2. Una medicina para el órgano del amor… equivocado.

Años 90. Los Laboratorios Pfizer buscan una nueva medicación para tratar las cardiopatías. El candidato con el que están realizando un ensayo clínico es el sildenafil, un componente que parece bueno a la hora de dilatar los vasos sanguíneos. Las cosas no van según lo previsto; los pacientes no muestran mejoría y las enfermeras que les administran la medicación están un poco mosqueadas: cada vez que van a visitar a los pacientes varones, las reciben boca abajo y un tanto avergonzados; no quieren que vean las erecciones que sufren tras tomar sildenafil. Y los muy pillines les piden comprimidos para llevárselos a casa. Sí, la pastillita azul hoy comercializada como Viagra demostró por casualidad ser buena para el órgano del amor, pero no para el corazón sino para el otro.

3. De un hundimiento al nacimiento de la quimioterapia.

Segunda Guerra Mundial. 1943. Puerto de Bari. Los nazis hunden el bomberdero del ejército norteamericano John Harvey, en el que los americanos almacenaban en secreto 100 toneladas de gas mostaza. Y digo “en secreto”, porque el gas mostaza estaba prohibido tras la Primera Guerra Mundial. Cuando los médicos estudian a los afectados por el hundimiento, descubren que la exposición a este agente químico ha producido una disminución drástica de los glóbulos blancos. Esto les llevó a pensar que, administrado en pequeñas dosis, podría ser un nuevo tratamiento para la leucemia o el linfoma, enfermedades con un exceso de glóbulos blancos cancerígenos. Sí, la casualidad quiso que en un bombardero hundido naciera la quimioterapia.

4. Un accidente muy afortunado.

París. 1903. Un día cualquiera, en su laboratorio, el químico Édouard Bénédictus está un poco torpe y se le cae al suelo un matraz. No tuvo que sacar la escoba para recogerlo todo porque curiosa (y casualmente) no estalló en mil pedazos, sino que sólo se resquebrajó por completo manteniendo su forma original. Y es que el recipiente contenía una solución de nitrato de celulosa, que se había evaporado pero había dejado una película adherente en sus paredes interiores, que fue la que evitó que los cristales saltaran por los aires. Entonces Bénédictus recordó que había leído en la prensa el problema que suponía en los accidentes de los primeros vehículos la rotura de los cristales, que herían a los peatones. En 48 horas tenía el primer prototipo de lo que hoy conocemos como “vidrio de seguridad”.

5. A un panal de rica miel (o de dulce orín) cien mil moscas acudieron. 

1889. Imperio Alemán. Dos eminentes médicos especialistas en el páncreas, Josef Von Mering y Oskar Minkowski, se encuentran casualmente y se enzarzan en una discusión sobre el papel de este órgano en la digestión. La discusión llegó a las manos: las que utilizaron para meterse en el laboratorio en donde extirparon a un perro el páncreas para ver quién tenía razón. Desde que se queda sin páncreas, el pobre perro no para de orinarse por todos los lados, y lo que es más curioso, de ser seguido por una cohorte de moscas, lo que llamó la atención de los galenos, que analizan la orina del animal y se encuentran con que tiene un exceso de glucosa… el alimento favorito de las moscas. Al dejarle sin páncreas, el perro se había convertido en diabético. Por casualidad, habían demostrado que el páncreas era clave para mantener el nivel adecuado de glucosa en sangre.

 

Si quieres saber más de serendipia, de estos y otros casos te hablamos en este episodio de “El Radioscopio”: Radioscopio por serendipia (¡Cucha!¿Y esto?)



Por Susana Escudero, publicado el 4 abril, 2019
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