Serpientes en el hyperloop

Por Iván Rivera, el 5 septiembre, 2019. Categoría(s): Ciencia • Ingeniería • Tecnología
No encontré una foto de serpientes en el hyperloop, así que esta foto de serpientes en un avión tendrá que servir. Foto de Andrew Huff (CC-BY-NC).

No sé vosotros. Yo llevo años con la impresión de que las serpientes de verano, esas noticias que surgían en plena canícula para aderezar las vacaciones de hechos inverosímiles y, sin embargo, falsos, se han desestacionalizado. Igual que si comiéramos turrón en abril o sandías en diciembre, las exageraciones, amarillismos o directamente bulos nos asaltan en toda época desde cualquier medio «serio».

Uno de los blancos favoritos de mis filípicas, mi querido hyperloop, no iba a ser una excepción. Aquí tenéis las reglas del juego de hoy: no revisaré, una vez más, su inviabilidad. En su lugar fijaré mi atención sobre una de las últimas loas en prensa. Una al azar, que hay muchas. La desmenuzaré, trocito a trocito, para vuestro jolgorio y mi preocupación, un poco al estilo del imprescindible Malaprensa de Josu Mezo. O viceversa, que la risa no tiene por qué no ir de la mano con el mordimiento de uñas. Por aquí, por favor…

Antes de empezar

Probablemente sea útil dar una pincelada acerca de qué se supone que es un hyperloop. Siempre es posible que este artículo sea leído por arqueólogos del siglo XXX; también es posible vivir debajo de una piedra respecto de algunos temas, como mi palmario desconocimiento de todo lo relacionado con temas deportivos atestigua. De modo que ahí va. Muy brevemente:

El hyperloop es una propuesta de medio de transporte masivo terrestre que constaría de un tubo al vacío, por el que circularía una cápsula levitando mediante imanes e impulsada mediante motores de inducción lineal situados en el tubo. Se supone que algo así debería poder alcanzar velocidades cercanas a la del sonido con un gasto energético relativamente pequeño.

Se supone. Y ahora, al tajo.

Tren supersónico

La pieza por desmembrar empieza fuerte: el antetítulo «tren supersónico» precede a la letra gruesa del titular. «Hyperloops o cómo llegar de Cádiz a Barcelona en una hora». Abridlo. Leedlo. Id comparándolo con lo que voy contando por aquí.

Dos primeras palabras, dos primeras mentiras: ni el hyperloop es un tren ni es supersónico. Un tren es un objeto muy concreto compuesto de una secuencia ligada de vehículos similares, pero por el tubo de hyperloop las cápsulas circulan solitarias. Se ha repetido hasta la saciedad que la velocidad máxima del aparato sería cercana a la del sonido, pero inferior. Es decir, que no es supersónico.

Más propio de una película de ciencia ficción que de la realidad

Justamente. La bajada del artículo (el resumen justo debajo del título) insiste en calificar a nuestra bestia tubular como «tren» y «supersónico». No es que el concepto sea lento —todo lo contrario— pero cuando incluso la inmensa mayoría de los desarrolladores habla de un régimen de funcionamiento cercano a la velocidad del sonido, pero por debajo. Una empresa china (China Aerospace Science and Industry Corporation), entrando de lleno en la competición por publicar la machada más gruesa, divulgó hace dos años su T-Flight, que debería circular a ¡4000 kilómetros por hora! Eso sí es supersónico. Por mucho.

La imagen

¿Esto es un hyperloop? No, hijo, no… Imagen: op. cit.

El artículo viene acompañado de una imagen de la que podría decirse que le hace completa justicia: no muestra un hipotético hyperloop o incluso alguno de los prototipos parciales que se han construido por aquí y allá, sino un maglev: un tren (este sí) de levitación magnética como el que funciona entre Shanghai y su aeropuerto. Un maglev algo idealizado, eso sí: no me imagino que nadie quisiera tener tanta agua cerca de la «vía» donde están instalados los equipos eléctricos que lo hacen levitar.

Las impresoras 3D de Star Trek (una digresión)

Una forma habitual de comenzar un texto en el que se habla del futuro es hacer referencias a la ciencia ficción. Lo menos que podía haber hecho el articulista aquí es procurar que sus alusiones fueran correctas. ¿«Los androides de la mítica Metrópolis»? Debería reconocer que no la ha visto, porque solo había un Maschinenmensch, la falsa María —aunque quién quiere más teniendo una así.

La falsa María. ¿Mola o no? Imagen: Metrópolis, Fritz Lang.

Hablando de cosas que yo mismo no he visto: ¿qué trenes supersónicos salen en Blade Runner? Puede que diera alguna cabezada viendo la película. Sí, solo la he visto una vez. El noir no es lo que más me llama. Por otro lado, lo que sale en Star Trek son replicadores, no simples impresoras 3D. Todos esperamos que la tecnología de la impresión en tres dimensiones mejore, pero dudo que si desarrollamos un aparato capaz de reproducir en segundos cualquier objeto, alimentos incluidos, lo denominemos de la misma manera.

Historia antigua

Un grabado decimonónico de una de las propuestas de ferrocarril atmosférico.

El origen del hyperloop no es reciente, en efecto. Pero tampoco es el que reclama el articulista. La primera idea similar viene de un tal George Medhurst, que patentó su concepto de motor «de Eolo» para impulsar coches de pasajeros en 1799 —hay que recordar que lo que se entendía por «coche» en esa época siempre llevaba caballos delante.

Brunel (Isambard Kingdom, que en el artículo solo se da el segundo y menos importante nombre en su tercer párrafo) no pudo, en cualquier caso, desarrollar esa idea «a finales del siglo XIX»… porque murió en 1859. Unos años antes, en 1847, estrenó su prototipo de ferrocarril atmosférico basado en una patente de los hermanos Samuda. Fue un fracaso estrepitoso que mezcló costes descontrolados con ratas comiéndose partes de las válvulas. Acabó con el sobrenombre de «Chorrada Atmosférica».

Historia moderna

Aparece por primera vez en el texto (cuarto párrafo) nuestro querido amigo y trasunto de Iron Man en la vida real, Elon Musk. Sin embargo, esta brillante aparición no conlleva una desaparición de los errores. Musk no presentó ningún prototipo en 2012: fue la fecha en la que se le oyó decir por primera vez lo de «qué mal está el tráfico, esto lo arreglo yo con la punta de…». Justo en ese momento pasó un camión de cinco ejes al lado, pero se cree que dijo «mi lápiz».

El primer prototipo más o menos completo se debe a una empresa en la que Musk no tiene participación: Virgin Hyperloop One. Y la primera prueba de integración de cápsula y tubo de vacío data de mayo de 2017. Ni este prototipo ni ningún otro han funcionado nunca apoyando la cápsula sobre un colchón de aire —quién iba a decir que esto, que fue la primera idea de Musk, se iba a llevar de tortas con lo de mantener el tubo al vacío. Así que no, el «supuesto ejercicio de arrogancia» no terminó convirtiéndose en realidad, querido articulista.

Prueba del prototipo de Virgin Hyperloop One. Foto: Virgin Hyperloop One.

Peor todavía en el sexto párrafo. Virgin Hyperloop One e HyperloopTT no son «conceptos» de Musk y «su marca SpaceX». Son empresas completamente independientes que se ganan la vida vendiendo estudios de viabilidad —que dan por hecho que hyperloop es viable en sí, mientras montan tubos y carenados aerodinámicos para ir alimentando la maquinaria de marketing. Además, SpaceX no es una «marca» (también es una empresa), e HyperloopTT no tiene la sede en China, que sepamos. Tampoco hay ninguna pista de pruebas construida allí: el tubo de HyperloopTT está en Toulouse, Francia, junto a un pequeño aeródromo. Mide 400 metros. El futuro no está todavía aquí; preguntad otra vez mañana.

Problemas renovables

A partir de este punto, el articulista se lanza a tumba abierta presentando un listado de rutas para esta revolución del transporte. Pero en breve parece extrañarse de que haya quien dude: «Rutas que, incluso actualmente, adolecen de las dudas […]». Minipunto por usar el verbo adolecer correctamente, minipunto negativo por inventarse un problema de hyperloop del que nadie, que yo sepa, ha hablado: la «erosión de los tubos». ¿Por qué habría de erosionarse algo que no se toca?

Será, sin embargo, por falta de problemas posibles: tolerancias de alineación, evacuación en caso de emergencia, existencia de bifurcaciones, necesidad de válvulas que puedan abrir o cerrar el tubo rápidamente (con cuatro metros de diámetro de tubo esto es una cuestión nada baladí), mantenimiento de un volumen de vacío miles de veces mayor que cualquiera en la actualidad, control térmico en las cápsulas, tiempos de embarque, capacidad de transporte limitada, y el combinado estrella de bolsa para el mareo y pañal que habría que proporcionar con cada billete. Lo primero porque las aceleraciones laterales contempladas dejan en mantillas las de cualquier otro medio de transporte —son más parecidas a las de una montaña rusa. Lo segundo, porque precisamente por eso, habría que estar atado con arneses en todo el recorrido. Más de una hora sin poder levantarse a orinar igual no es la mejor idea.

Que el hyperloop use energías renovables es, en este punto, una obviedad. El tren también: Adif podría comprar certificados de electricidad verde para todo su consumo eléctrico… Si sirvieran para algo, naturalmente. Pero eso es otra historia.

A pasos de gigante

India es, efectivamente, donde los poderes públicos más están arriesgando en el tema hyperloop. ¿Se «consolida el proyecto», como se afirma en el párrafo nº 11? Cualquier obra pública del planeta requiere un anteproyecto, un proyecto, una redacción de pliego de condiciones basado en él, y una licitación pública (las cosas no se dan a dedo salvo escándalo en ciernes). Entonces, solo entonces, se empieza a construir.

Quizá por consolidar el proyecto se pretende decir que el gobierno regional de Maharashtra haya anunciado que el consorcio Virgin Hyperloop One y DP World han sido nombrados «proponentes originales del proyecto». Esto implica que tendrían mano en la redacción del pliego de condiciones, pero no que éste vaya a ser finalmente redactado. Tampoco que el concurso público no tenga que declararse desierto por falta de ofertas o de capacidad creíble de ejecución de los licitantes.

Lo que no es cierto es que DP World (DP son siglas de Dubai Port) haya desembolsado 500 millones de dólares. Ha contribuido a la última ronda de financiación de su partner Virgin Hyperloop One con 90 millones.

Del enlace de hyperloop entre Abu Dabi y Dubái que tenía que estar listo para la exposición universal de esta última ciudad en octubre de 2020 no se sabe nada. Cualquier línea de tren tiene muchos meses de pruebas de puesta en marcha tras su finalización, por lo que es de suponer que esta magnífica infraestructura debería estar ya casi terminada. ¿Dónde está? ¿Por qué no hay fotos en ningún sitio? ¿Tan secreta es? Hay quien rumorea que la cosa se soslayará con un simulador de experiencia hyperloop en el pabellón de los Estados Unidos.

Cádiz-Barcelona

En Madrid hay una taberna en la que se puede entrar «por Cádiz» y salir «por Barcelona», y dentro uno puede pasarse fácilmente una hora ¡o más! tomando cañas. Sería el garito más grande del mundo si no fuera porque está en la esquina de las céntricas calles con esos nombres. Quizá este sea el motivo de que este verano se haya hablado de un hyperloop Cádiz-Barcelona: no hay nada oficial detrás de la noticia, que una vez más el articulista da por cierta (párrafo nº 13).

Traslado a Toulouse del fuselaje fabricado por Airtificial para HyperloopTT. Foto: Airtificial.

La provincia de Cádiz, eso sí, tiene el privilegio de servir como sede para la empresa que ha construido el primer fuselaje de una cápsula de hyperloop para HyperloopTT. Para nada «la primera cápsula»: el fuselaje estaba hueco. Para eso se había contratado a Airtificial (antigua Carbures, ya no se llama así pese a lo que se afirma en el texto). Tampoco el primer fuselaje, porque en la prueba de Virgin Hyperloop One ya habían construido uno.

El gigante invisible

«[…] la tecnología y la innovación avanzan a pasos de gigante, consolidando un hyperloop cuyo primer esbozo oficial podría ver la luz en el año 2030».

Todo avanza a pasos de gigante, pero es un gigante invisible y cuidadoso: sus pasos no se ven ni se sienten. Salvo en los medios de comunicación, que no tienen empacho alguno en inventar datos y fechas al son que tocan en las notas de prensa de las empresas que venden sueños, velocidad, tubos y cápsulas.

Por cierto, ¿en Minority Report se alcanza la velocidad del sonido, como se afirma al final del artículo? Parece otra referencia a una película que el articulista no ha visto. Y lo entiendo. A mí también se me hace bola Tom Cruise. Tampoco la he visto. Pero hay fuentes que dan velocidades más modestas para los aparatejos que se ven moviéndose por ahí.

The Trust Project

Todos los artículos de El Mundo, y este no es ninguna excepción, lleva como colofón el texto «conforme a los criterios de The Trust Project». The Trust Project es, traduciendo de su sitio web:

[…] un consorcio internacional de organizaciones de noticias que construyen estándares de transparencia y trabajan con plataformas tecnológicas para reafirmar y expandir el compromiso del periodismo con la transparencia, la veracidad, la inclusividad y la imparcialidad, de modo que el público pueda tomar decisiones informadas sobre las noticias.

La veracidad.

En serio.



Por Iván Rivera, publicado el 5 septiembre, 2019
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