Moscas, mosquitos y otros bichitos

Por Colaborador Invitado, el 1 octubre, 2019. Categoría(s): Biología • Divulgación
  • Bzzzzzzz heey, ¡mira cómo mola! ¡Hay eco!!

  • Bzzzzzz baja de ahí, que te van a oír. ¡Eso es la oreja!

Dos mosquitos cualquiera molestando un poquito.

 

El mundo es un lugar maravilloso. En él, miles de animales y plantas viven compartiendo un mismo espacio. Además de los adorables gatos que vemos en internet, aquí también viven otros seres vivos quizá no tan elogiados… ¡Exacto!, me refiero a los mosquitos y a las moscas.

Mosquito Aedes Aegypti

Siempre revoloteando inoportunos, de estos animalillos nos molesta su zumbido, sus picaduras, su cada vez mayor profusión y, sobre todo, su presencia casi ubicua. Tienen indudablemente merecido el premio a los seres más odiados, no sólo por causar picaduras molestas, sino porque algunas especies sirven como vectores de bichitos causantes de terribles enfermedades.  Aunque hemos de reconocer que pocos animales nos han enseñado tanto sobre la comprensión de las ciencias de la vida– y de nuestra relación con el planeta– como lo han hecho las moscas y los mosquitos. Por el contrario, a los humanos se nos ha otorgado el vergonzoso pero merecido premio a los mejores exterminadores de especies. Entonces, ¿por qué no extinguimos a estos insectos voladores? Por más que usemos repelentes, raquetas electrificadas, espray anti-insectos o incluso fumigaciones masivas, no somos capaces de librarnos de ellos. Su tasa reproductiva les otorga el poder de la omnipresencia. De hecho, son tantos que, si se pusieran de acuerdo para atacarnos, no tendríamos nada que hacer, pues nos superan ampliamente en número. Existen cientos de millones de moscas y mosquitos por cada uno de los 7000 millones de personas que viven en el mundo. Casi que nos podrían enterrar a todos si se organizaran bien. Las moscas y los mosquitos sirven de alimento a anfibios, reptiles y otros muchos animales, por lo que su desaparición en la cadena trófica tendría consecuencias desastrosas.

Uno siempre tiende a pensar que tiene un imán que los atrae, pero realmente los humanos no somos su plato preferido. De hecho, prefieren chuparle la sangre a ciervos, caballos, perros o cerdos. Nosotros somos su última opción y, al contrario de lo que rezan los mitos populares, se ha demostrado que los mosquitos no se guían por el “dulzor” de la sangre sino por por otras cosas como el rico olor corporal de la víctima, el dióxido de carbono que desprende o si estás embarazada.1,2

Sorprendentemente, de las más de 3000 especies de mosquito, un centenar pueden molestar a los humanos y solamente tres actúan como transportistas de parásitos infecciosos: Aedes (<<odioso>> en griego), Anopheles (<<inútil>> en griego) y Culex (<<mosquito>> en latín). Pero es que, además, sólo las hembras de estas especies nos pican y lo hacen simplemente porque necesitan de nuestras proteínas sanguíneas para poner más huevos. Lo mismo ocurre en las 160000 especies de moscas, donde sólo una pequeña proporción actúa como vectores de microorganismos infecciosos. Esto significa que solamente un porcentaje minúsculo del total de moscas y mosquitos nos transmite parásitos causantes de enfermedades devastadoras como el paludis­mo, la fiebre amarilla, el dengue, o la tripanosomiasis que provocan millones de muertes anuales.

Mosquitos vectores de enfermedades infecciosas. Fuente: [3]
Se trata de un problema de espacio, de tener compartir los recursos del planeta que habitamos.  Estamos, pues, ante un problema de relaciones, de simbiosis (del griego: syn, <<con>> y -biosis,<<vivir>>), en definitiva, un problema de biología.  Aunque todos los seres vivos nacieron con el objetivo de ser fuertes, libres e independientes, al final todos nos hemos visto obligados a competir con otros organismos para seguir vivos. Sea temporal o permanente, las asociaciones entre especies son tan indispensables para sobrevivir que a menudo los organismos se vuelven tan inseparables como Timón y Pumba. Como la convivencia entre animales y plantas conlleva inevitablemente a tener compartir el mismo espacio ecológico, en la naturaleza se han desarrollado tres estrategias para resolver el problema de compartir lugar:

La primera de ellas es el mutualismo. Siempre hemos oído que <<el roce hace el cariño>> y en la naturaleza esto también ocurre con frecuencia. Cuando dos especies distintas prefieren vivir juntos en amor y compañía, acostumbrándose cada uno a la presencia del otro, lo consideramos mutualismo. Podríamos decir que los organismos mutualistas responden al lema de <<juntos mejor>>. Un ejemplo representativo de estos seres vivos son los pájaros que viven encima de los búfalos africanos: mientras uno le deja vivir en su lomo, el otro le quita las garrapatas a cambio. La segunda solución a este problema es el comensalismo. En este caso, uno de los organismos, el comensal, recibe sin dar nada a cambio. Se trata de una variante del mutualismo en el que el lema ya no sería el de que <<juntos mejor>>, sino más bien el de <<déjame vivir aquí>>. A título de ejemplo, las bacterias que habitan en nuestro intestino son comensales alimentándose a cuerpo de rey. Nosotros no estamos recibiendo nada de ellas a cambio, aunque tampoco nos importa porque no nos molestan. Pero a veces no podemos resolver el problema de vivir juntos tan pacíficamente y encontramos un tercer tipo de asociación: el parasitismo. En esta situación, un organismo, al que identificaremos como gorrón, se aprovecha de otro para vivir a su costa causándole un daño.

Ejemplo de asociación biológica en la naturaleza. Fuente: [4]
Las asociaciones han sido tan cruciales para resolver los problemas de espacio ecológico que no hay planta o animal que se libre de convivir con otro organismo simbionte. Aunque el mutualismo, el comensalismo y el parasitismo son fenómenos generales de adaptación, los parásitos son sin duda los que más nos preocupan. De hecho, cuando un parásito vive en otro organismo, ni siquiera pensamos que es un tipo de adaptación, sino que usamos una palabra más peyorativa: infección.

Al ser microscópicos, los parásitos suelen pasar inadvertidos y, para gran parte de la población occidental, parecen casi desconocidos. Tienen nombres tan raros que al común de los mortales ni les suenan porque pensamos que nunca nos infectarían directamente. Sin embargo, son las moscas y los mosquitos los que, a través de su picadura o mordedura, nos pueden inocular un parásito que nos haga enfermar por infección. Dicho de otro modo: las moscas y los mosquitos son los taxis de los parásitos perjudiciales y nosotros somos las gasolineras en las que repostan. Desafortunadamente para nosotros, cada vez que nos pican para cargarse de rico combustible humano, pueden trasmitirnos un pequeño parásito como el Plasmodium causante de la malaria, el virus del Zika o los parásitos del género Leishmania, con nefastas e incluso mortales consecuencias. Además, como a las moscas y los mosquitos les gusta el calorcito, son los países tropicales– especialmente, aquéllos en vías de desarrollo– los que se cobran cada año índices de mortalidad altísimos por enfermedades infecciosas de este tipo. Tanto los parásitos (virus, protozoos o bacterias) como los vectores (moscas y mosquitos) se reproducen con una rapidez vertiginosa, lo cual les hace ser más peligrosos que un ejército de orcos enviados por Saruman.

Como se trata de un problema de asociación biológica, algunos investigadores han intentado usar la carta del parasitismo en contra de estos mismos parásitos; como intentar darles de su propia medicina. Existe una bacteria llamada Wolbachia, un microorganismo simbionte que infecta sobre todo a mosquitos. Los científicos han descubierto que los mosquitos que tienen Wolbachia pierden la capacidad de transmitir virus a los humanos, lo que disminuye considerablemente los brotes de Zika, dengue o fiebre amarilla.5 Pero ¿cómo podemos utilizar esto a nuestro favor? Curiosamente, cuando la bacteria infecta a sus víctimas voladoras ocurre lo siguiente: si un macho tiene Wolbachia y se aparea con una hembra que no, los huevos que ésta ponga no llegan a eclosionar nunca. Por otra parte, si es el mosquito hembra el que tiene la bacteria y se aparea con un macho (infectado o no), pondrá huevos que eclosionarán. Sin embargo, cuando eclosionan, todos los recién nacidos bebé-mosquito tienen la Wolbachia. Visto de otro modo, la Wolbachia tiene dos opciones: o impide la eclosión de huevos o permite la eclosíon, pero con ella dentro. De esta forma, si se infecta una pequeña población de mosquitos con la bacteria, después de unas cuantas generaciones, la mayoría de los mosquitos tendrán Wolbachia y, por tanto, serán incapaces de transmitir enfermedades a los humanos.6

Este maravilloso– y todavía desconocido– mecanismo evolutivo ha sido utilizado en nuestro beneficio en los llamados Programas de Control de Vectores.7 Se trata de usar biología contra un problema de biología.  La Wolbachia sólo es una solución a este puzle que todavía no hemos completado y en el que aún queda mucho por hacer.  Sigue existiendo un problema epidemiológico de salud pública internacional en el que las políticas sanitarias son realmente urgentes. Los seres humanos tenemos una capacidad intelectual increíble para acabar con las enfermedades, así que pensemos como especie, invirtamos en investigación, usemos el conocimiento en nuestro beneficio y así podremos hacer lo que llevamos haciendo miles de años: adaptarnos.

 

Este artículo nos lo envía Enrique Ortega Forte (Murcia, 1994) bioquímico e investigador en la Universidad de Murcia. Realiza su Doctorado en Ciencias Químicas investigando el mecanismo de acción de nuevos fármacos anticancerígenos. Actualmente empezando nuevos proyectos de divulgación científica. Link: about.me/enriqueortega  

Referencias científicas y más información:

  1. van Loon, J. J. A. et al. Mosquito Attraction: Crucial Role of Carbon Dioxide in Formulation of a Five-Component Blend of Human-Derived Volatiles. J Chem Ecol 41, 567–573 (2015).
  2. Lindsay, S. et al. Effect of pregnancy on exposure to malaria mosquitoes. The Lancet 355, 1972 (2000).
  3. Carpenter, S. J. & LaCasse, W. J. Mosquitoes of North America (north of Mexico). University of California Press, 360 (1955).
  4. Unsplash. Buffalo, wildlife, animal and mammal | HD photo by Charl Durand (@charl_durand) on Unsplash. Available at: https://unsplash.com/photos/_YVhRwUlL4Y.
  5. Wolbachia. Available at: http://www.eliminatedengue.com/our-research/wolbachia.
  6. Werren, J. H., Baldo, L. & Clark, M. E. Wolbachia: master manipulators of invertebrate biology. Nature Reviews Microbiology 6, 741–751 (2008).
  7. WHO | Neglected tropical diseases. WHO Available at: http://www.who.int/neglected_diseases/en/.


Por Colaborador Invitado, publicado el 1 octubre, 2019
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