Dar clase es genial porque siempre tienes por ahí un alumno brillante que te hace una pregunta que no sólo nunca habías escuchado, sino que nunca te habías planteado. Y aunque conozcas muy bien tu tema y lleves años dando esa clase, ese momento de desubicación es sorprendente y muy estimulante. A veces puedes contestar ahí mismo, reorganizando tu conocimiento hacia esa nueva cuestión; otras veces es tan inesperada que debes decir “te lo respondo en la siguiente clase”, porque de hecho es tan buena la duda que te obliga a ir y analizarla con cuidado. Estos momentos no son muy comunes, pero definitivamente hacen que la actividad docente valga mil veces la pena.
Y claro, luego están los que preguntan burradas.
Pero no hay nada como un profe que pueda tomar esas cosas sin titubear y responderlas con humor.
Una vez en una clase de Modelación Matemática, el profe Eduardo García estaba explicándonos cómo representar un problema con variables interdependientes, lo cual es más bien complicado. La modelación debe hacerse con cuidado porque si la forma en la que lo haces no es eficiente, luego la computadora tarda un montón en poderlo resolver. El caso es que llenó el pizarrón con un montón de gráficas y flechas y tablas, y todo mundo teníamos que poner mucha atención para no perder el hilo. Al final vimos con claridad la técnica que nos quería mostrar, y cómo se relacionaba con todas las partes del rompecabezas.
Un alumno, queriendo quizá hacerse el interesante, pero sufriendo un cortocircuito entre las neuronas y la boca a media pregunta, preguntó, “Oiga profe, pero en dado caso ¿usted qué haría?”
El profe García ni se inmutó y dijo, “Pues dada cosa.”
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En otra ocasión, en una clase de mecánica, estaba tomando clase con un profe que era famoso por su temperamento y por malhumorarse ante las preguntas torpes. Ya varios habíamos tenido ocasión de verlo desesperarse.
Tomando el gis, empezó a hacer un dibujo en el pizarrón, diciendo, “supongamos que tenemos aquí esta viga y estas dos fuerzas actuando en sus extremos: vamos a calcular su compresión…”
Otro alumno interesante, de los que nunca faltan, interrumpió para decir, “¿pero qué pasa si se expande?”
Recuerdo la escena perfectamente: el profe detuvo el gis a medio dibujo y giró su cabeza lentamente a ver a quien había hecho la pregunta, que aún estaba con la mano alzada. Con seriedad absoluta, dijo, “el único material que se expande bajo presión es la kriptonita y no es muy fácil de encontrar, por eso no hacemos vigas con ella.”
Ahora bien, de hecho sí existe un fenómeno muy interesante que se llama Compresión Lineal Negativa y sí, hay materiales extraños que se expanden (poquísimo) al aplicárseles presión, pero son materiales creados en laboratorio. El dicianoaurato de zinc, por ejemplo, es un cristal que tiene esa propiedad, pero la clase que refiero fue en 1986 y el estudio de los metamateriales exóticos aún estaba lejano.
El caso es el mismo: se necesita una extraña combinación de conocimiento, paciencia y humor para poder tomar al vuelo una pregunta inesperada y convertirla en un momento memorable.
Nací en México y vivo en China desde el 2000, donde estudié idioma e historia, y luego fui investigador visitante en el Centro Internacional Wan Lin Jiang de Economía y Finanzas, así como profesor de economía e historia para extranjeros en la Universidad de Zhejiang. Actualmente dirijo el Mexico-China Center y doy conferencias acerca de ciencia y cooperación tecnológica internacional.