Imaginación y creatividad… Tesoros que el niño nunca debería perder

Por Colaborador Invitado, el 27 noviembre, 2021. Categoría(s): Divulgación

Ríos, mares y océanos de tinta han sido derramados a lo largo de la historia, muchos de ellos con la pretensión de describir las características más peculiares del niño. Y, entre “tanta tinta”, como dirían los hermanos Muñoz, “alguna que atonta”, pues como no puede ser de otra manera, no toda tinción ha sido bien vertida. No obstante, en este caso, el tiempo apremia y, por ende, solamente serán interés de este artículo las tintas bien modeladas. Así, entre estas puede encontrarse la empleada por Constantino Tovar Verdejo para componer su obra denominada “El creador”, una composición carnavalera, “comparsística” y gaditana en la que como eje principal y vertebrador se descuella aquello de: “porque un niño es un creador, es un hacedor, es un inventor, que solo conoce la herramienta del amor…” [1]. Y es que, sobre el niño pueden debatirse múltiples cuestiones, pero hay una cosa que es indubitable: nunca puede dudarse de la capacidad “creatoria” o creatividad de un pequeño. Dudar de ello es “pecaminístico”, puesto que el niño es el ser en el que alberga por excelencia el don de la imaginación, el nicho donde se cobija la creatividad. Los niños son acróbatas sin red capaces de otorgar a lo inerte una piel llena de vida o una vena rebosante de sangre. Para ellos la imaginación es un mundo sin fronteras, dado que en esta ni siquiera existe la línea divisoria entre lo vivo y lo no vivo, porque lo no vivo puede vivir y lo que vive, en un santiamén, puede pasar a no hacerlo. Es decir, la imaginación es el alimento del cual se nutre la creatividad, por ello los niños son creativos, pues son ricos en imaginación; son los jeques de la misma…

Hasta lo aquí narrado todo pudiera parecer maravilloso; empero, no es oro todo lo que reluce ni plata todo lo que brilla, dado que si bien la imaginación y, por consecuencia, la creatividad son abundantes en los niños, no pasa lo mismo en los adultos. O sea, lo que parece suceder es que las capacidades anteriormente nombradas van mermando paulatinamente conforme los años trepan por la vida humana. Por supuesto, como puede intuirse, estas virtudes no se marchitan por simples cuestiones azarosas ni derivas genéticas complejas, sino que lo hacen mayormente a causa del tipo de sociedad en la cual los seres humanos nos hallamos. Así, no hace falta ser una luciérnaga para observar cómo los niños van perdiendo su imaginación y creatividad conforme van tomando parte de la sociedad; un constructo en el que cada vez se incentiva en menor medida las susodichas capacidades. Una ejemplificación de lo aquí narrado puede vislumbrarse de manera sencilla observando retrospectivamente la forma que tienen los niños de jugar. De esta guisa, en las sociedades de antaño los más pequeños para poder divertirse necesitaban emplear sus recursos imaginativos y creativos para construir realidades paralelas. Sin embargo, este menester de concebir mundos ficticios está desapareciendo; ahora el niño ya no precisa de imaginar y crear historias, puesto que la diversión proviene en gran medida del videojuego, una forma de entretenimiento donde casi todo es desarrollado previamente por unos productores, pero no por el propio niño.

Asimismo, ha de expresarse que no solamente el progreso tecnológico de la industria del entretenimiento influye negativamente en el desarrollo de las capacidades imaginativo-creativas del niño, puesto que entre otras muchas razones, el presente sistema educativo tampoco es que ponga demasiado empeño en estimular las capacidades en cuestión. A la luz queda la poca importancia que hogaño se les otorga a asignaturas como, por ejemplo, la música o la educación plástica [2]; materias en las que la imaginación y la creatividad son fundamentales. Lamentablemente, esta poca estima que se le otorga a este tipo de disciplinas es debido a que parte de sus competencias son difícilmente apreciables a los sentidos, acto que lleva a la gran mayoría poblacional a menospreciar las aportaciones de estos estudios; craso error, dado que estas materias son importantes por lo que se ve, pero más aún por lo que no se ve. Sirva como referencia de lo expresado la película “Karate Kid”, más concretamente, aquella escena en la que el Señor Miyagi ordena a sus alumnos a “dar cera y pulir cera” a los coches sucios, un acto que si se valora visiblemente carece de sentido, pero que si es evaluado por su trasfondo permite advertir los aprendizajes primarios de los katas [3]. Hablando en plata, estas materias son infravaloradas en muchos casos porque no se tiene en cuenta su enorme producción intangible; un sinsentido, pues que lo perceptible sea más evidente no implica que lo imperceptible carezca de existencia y, por lo tanto, de dignidad valorativa.

Además de lo expuesto previamente, cabe mencionar que las capacidades imaginativo-creativas cuentan con otro hándicap importante. En este caso, se hace referencia al desprestigio que sufre esta tipología de pensamiento cuando se le parangona con otras capacidades, dígase por ejemplo el pensamiento crítico. Esta circunstancia viene propiciada en gran medida por la aparente intranscendencia de las capacidades imaginativas y creativas en edades tempranas. Y es que, este tipo de competencias en niños de corta edad están plenamente destinadas a fabricar hechos fantasiosos, unos hechos que suelen ser considerados como triviales por el sistema poblacional. No obstante, nada más lejano de la realidad que lo propuesto en la reflexión anterior, dado que si bien es cierto que las capacidades imaginativo-creativas en los pequeños no producen “in situ” circunstancias aprovechables, son esenciales para el devenir del propio ser. Ello es debido a que el desarrollo de fantasías es la forma primaria que el niño emplea para desarrollar las capacidades referidas, unas capacidades que si son fomentadas debidamente ayudarán al niño en un futuro a resolver problemas de forma eficaz y eficiente.

Como puede observarse, la imaginación y la creatividad son capacidades que en nuestra sociedad no gozan de la importancia que debieran. Evidentemente, lo sensato sería cambiar el rumbo social; sin embargo, ha de serse realista, la sociedad no va a cambiar de golpe y porrazo, no va a mudar su piel de serpiente. La sociedad es la que es. A la sociedad no puede dársele la vuelta como a un calcetín. Es más, quizás a la sociedad no pueda cambiársele ni un ápice. Igualmente, de la sociedad tampoco puede huirse por rey de la misantropía que se sea. El humano está encadenado a convivir en ella; como ya dijera Aristóteles «el hombre es un ser social» [4]. ¿Y qué se puede hacer entonces? Preguntarán algunos. Lo de siempre… resistir a pequeña escala, ser uno de los 300 hoplitas espartanos que lucharon junto a Leónidas en las Termópilas; sin pretensión de eternidad, a sabiendas de muerte segura. ¿Y eso cómo se hace, si no somos hoplitas espartanos? Preguntarán otros. Sensiblemente no somos espartanos, pero las cosas son lo que se ven y lo que no se ven. Uno puede ser tan espartano como Leónidas, no en lo físico, no en un documento identitario, sino en el trasfondo, en el ideal de convicción de luchar por lo que merece la pena. Ahí es donde el espartano actúa, ahí donde todo parece perdido; porque al espartano le da igual lo difícil de la empresa, él lo hace a su manera, de la mejor forma posible, con el mejor de los talantes. Así, un espartano trabajaría las capacidades citadas en la medida de sus posibilidades. No con la pretensión de cambiar el mundo, sino con la de cambiar la de su entorno cercano. A pequeña escala. Si se es padre, con los niños. Si se es docente, con los alumnos. Indudablemente, como decía el filósofo Juan Carlos Aragón: “con ello no se arreglará el mundo porque el mundo no tiene arreglo, pero al menos, en nuestras posibilidades, intentamos empujarlo hacia otra esquina donde estorbe menos” [5].

Y para con este fin, lo primero que debe comprenderse es lo ya expresado por Martin Heidegger con respecto a la filosofía [6], esto es “parafraséticamente”: no debemos enseñar el pensamiento imaginativo-creativo. Estas capacidades, por contradictorio que parezca, no pueden enseñarse en tanto que ya están en el ser humano. A un niño no hace falta que se le enseñe la imaginación ni la creatividad, puesto que estas características ya las traen de serie. No hay que pagar un extra por ellas, vienen en la versión estándar. No puede enseñarse algo que ya se sabe. Es una incoherencia. Además, no solo no se puede enseñar lo que ya se sabe, sino que intentar enseñar este tipo de capacidades es un posicionamiento erróneo, ya que parte del supuesto de que las personas tienen que ser introducidas en esta tipología de pensamiento, un hecho que por de pronto sitúa fuera del pensamiento imaginativo-creativo al ser humano. Empero, ninguna persona está fuera de dicho pensamiento, dado que aunque no se practique, estamos ya en él, porque está en nosotros, porque nos pertenece. Esta razón es por la que no puede abordarse la enseñanza del pensamiento imaginativo-creativo desde una posición exógena, sino que hay que tomarlo endógenamente. No se enseña, se estimula, porque lo único que ocurre es que la sociedad lo ha dejado adormilado, le ha dado un chute de diazepam…, o de cannabis ““terapéutico”” …, que ahora está más en boga.

Una vez ya sabido que este tipo de pensamiento no hay que enseñarlo, sino que hay que ponerle música para que no se adormezca, solamente quedaría por entender cómo se hace esto desde edades tempranas. Y para con ello, lo primero que ha de conocerse es que existen tantas posibilidades para estimular estas capacidades como, paradójicamente, puedan imaginarse y crearse. Entre estas formas, puede revelarse aquella en la que se pretende espolear las capacidades imaginativo-creativas en niños mediante la pintura. Por ejemplo, una tarea que permite estimular las competencias anteriores mediante este tipo de arte es aquella en la que se insta a los más pequeños a pintar algo que aún no posee existencia. Más específicamente, verbigracia, retar al niño a que pinte un nuevo personaje de su serie de dibujos favorita, dígase un nuevo “Pokémon”, un nuevo “Minion”, un nuevo “Guardian de la Galaxia” o, un nuevo “lo que más le guste al niño” … Por supuesto, es de vital importancia destacar que lo plasmado en la parte material y tangible, o sea, lo dibujado, es de nimio interés. Dicho con otras palabras, no importa la elegancia de lo imaginado, ni tampoco la firmeza a la hora de ejecutar los trazos o la pigmentación elegida para dar creación al dibujo; aquí lo que importa es lo abstracto de la imaginación, así como, la intencionalidad de ejercer como creador, de originar algo, de ofrecer algo nuevo que previamente no había o, al menos, el niño no lo conocía… De lo que aquí se trata es de dejar espacio al niño para que juegue sin presiones con su imaginación y creatividad… Que para eso es suya…

Como es de evidencia, la pintura como incentivadora de las capacidades imaginativo-creativas no tiene por qué actuar en solitario, sino que puede hacerlo en conjunto con otras artes o ciencias. Así, entre las muchas combinaciones posibles, una de las más bellas y utilitarias es aquella en la que se entremezclan pintura y música. Y, más concretamente, dentro de esta entremezcla el quehacer más popular sería aquel en el que se incita al niño a pintar la música. Esta tarea propuesta, a diferencia de la tarea narrada anteriormente posee un grado más de dificultad, pues el niño no posee ningún modelo previo de soporte. Es decir, en la tarea anterior el niño debe dar origen a un nuevo personaje, empero, para ello posee modelos previos, o lo que es lo mismo, un arquetipo en el que poder hallar una mínima inspiración. Sin embargo, en este nuevo quehacer esta circunstancia no ocurre, puesto que no existe una matriz previa a través de la que cimentar imaginación y creatividad. Es por ello por lo que en esta tarea las capacidades imaginativas y creativas necesitarán expresarse en mayor grado con respecto a la tarea propuesta anteriormente. Otra ejemplificación en la que puede observarse la adaptabilidad combinatoria de la pintura es aquella en la que se aglutinan pintura y filosofía. En esta unión, una de las labores de la cual pueden extraerse múltiples resultas es aquella en la que se pide al niño que plasme en un dibujo algunos conceptos abstractos como pueden ser el silencio, la verdad, el bien, la maldad, la sinceridad, el amor, la amistad, etcétera. Como puede intuirse, esta labor es aún más compleja que las dos anteriores, dado que antes de proceder a imaginar y crear el concepto abstracto el pequeño debe realizar primeramente un proceso introspectivo a través del cual vislumbre qué significa para él ese propio concepto. Como puede verse, la pintura es un recurso muy maleable, ya que puede combinarse con otras artes o ciencias, pero también puede adaptarse fácilmente a los diferentes niveles pedagógicos.

Otra de las formas en las que puede estimularse la imaginación y creatividad en los niños es mediante la literatura, en este caso, mediante una literatura adecuada a los más pequeños: el cuento. Y es que, el cuento no solo tiene porque ser un material de simple narración, sino que además puede ser empleado como elemento “estimulativo” cuando se incita al niño a explicar cómo imagina el espacio en que se sucede la narración, cómo son los ropajes de los personajes intervinientes… Igualmente, también puede optarse por emplear los “cuentos sin final”, unos cuentos en los que el final es abierto, todo ello con el objetivo de que sea el niño el que a través de sus capacidades imaginativas y creativas sea quien ponga broche al mismo. Por supuesto, en esta tarea pueden emplearse los cuentos que más gusten al niño, aunque lo ideal quizás sea lo sugerido por Arturo Pérez Reverte: “combinar cuentos rosas donde los piratas son buenos, los tiburones amables sardinillas y las brujas bondadosas con otros cuentos como Caperucita Roja, El soldadito de plomo o Los tres pelos del diablo, hoy tachados de violentos, militaristas…” [7].

Otra materia a través de la cual pueden estimularse las capacidades ya tantas veces citadas es mediante el cine. En particular, una de las actividades más relevantes en este sentido es aquella en la que primeramente hay que tomar como referencia una escena de película para a continuación recrearla lo más fielmente posible en la vida real. Esto es, a modo de ejemplo, tomar una escena de la película Harry Potter para luego intentar, dentro de lo posible, llevar dicha escenificación a nuestra realidad. Es de evidencia que para trabajar correctamente esta actividad nunca debe optarse por comprar materiales que ayuden en la emulación de la escena, pues el valor de la actividad reside en emplear los recursos disponibles para llevar la susodicha representación a cabo. De esta manera, la “vivenciación” será más pura, un hecho de suma importancia, pues como dijera García Morente respecto a la filosofía, “para realmente aprender ha de vivenciarse, y, para ello, es indispensable entrar en la realidad como se entra en una selva; explorándola” [8]. Como expresaría Bergson, “un hombre podría estudiar todos los planos y monumentos de París, no obstante, su conocimiento de la ciudad sería una mera idea, una elaboración intelectual; en cambio, veinte minutos de paseo por la capital gala son una vivencia; lo que real y verdaderamente se siente, se tiene, en toda plenitud de la palabra tener” [8].

Y hasta aquí, este artículo de divulgación, el cual se desea que haya sido de su satisfacción, pues como diría el filósofo Juan Carlos Aragón, de ello proviene en gran medida la aceptación. Y así, si este escrito le ha despertado cierta concienciación, póngase de este lado sin más contemplación, porque en este lado, que es el del “Capitán Aragón” [9], “solamente hay un peligro, que se te contagie el mismo ritmo la misma respiración, escribas luego el mismo libro y cantes la misma canción…” . Y si en la canción, compuesta de oración, no se pierde la intención, se dará por ganada la conflagración, pues la falta de imaginación y creación será paliada dentro de los márgenes posibles de actuación. Y esos márgenes no abarcarán un gran marco de ocupación, pero eso como ya se ha dicho no debe ser de preocupación, ya que no puede abrazarse la total extensión, pero sí una pequeña parcela de intervención. Y es aquí, donde radica toda fundamentación, pues aunque el ámbito abarcado sea de reducida dilatación, lo importante es actuar dentro de las fronteras de operación, no haciendo oídos sordos de la problemática social en acción. Es por todo ello por lo que a modo de finalización, ha de conjeturarse la siguiente expresión: “crepiten dientes por la perseveración en la lucha por hallar para los niños días y noches eternas de amnistía y liberación”. Lo contrario solo posee una significación, la cual no es otra que subirlo a un patíbulo en condenación, pues sin imaginación y creación, el niño es una novia sin luna de miel perdida en la abstracción. Porque así no puede ejercer su ocupación, la creación; y es que, no hay creador que sin musas haya encontrado inspiración…

 

Este artículo nos lo envía Miguel Ángel Puch Garduño, Graduado en Ciencias de la Actividad Física y del Deporte, en colaboración con María José López Barrio, Graduada en Psicología; Aida Ezequiel Rodríguez, Graduada en Ciencias de la Actividad Física y del Deporte; Claudia Gutiérrez Correa, estudiante del Grado en Nutrición Humana y Dietética y Patricia Guirado Marcilla, estudiante del Grado en Psicología. Tanto su autor como todos los colaboradores forman parte del proyecto ¡No Todo es Ciencia! Un proyecto de Divulgación Científica y Pensamiento Crítico y Creativo en Ciencias de la Salud. Para más información consultar web del proyecto (https://www.notodoesciencia.es/) y/o redes sociales (https://www.instagram.com/notodoesciencia/).

Referencias, citas y bibliografía:

[1]          Constantino Tovar Verdejo, Cádiz. El creador, (2016). Accedido: nov. 16, 2021. [En línea Video]. Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=MFwtj8A9l3U

[2]          «BOE.es – BOE-A-2015-37 Real Decreto 1105/2014, de 26 de diciembre, por el que se establece el currículo básico de la Educación Secundaria Obligatoria y del Bachillerato.» https://www.boe.es/buscar/act.php?id=BOE-A-2015-37 (accedido nov. 16, 2021).

[3]          John Guilbert Avildsen, Karate Kid, (1984). Accedido: nov. 16, 2021. [En línea Video]. Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=oDFK8m2UTuU

[4]          Aristóteles, Política. Ediciones AKAL, 2005.

[5]          Juan Carlos Aragón, El pasodoble interminable, Decimotercera. El paseo, 2017. Accedido: nov. 24, 2021. [En línea]. Disponible en: http://elpaseoeditorial.com/es/inicio/19-el-pasodoble-interminable-9788494588563.html

[6]          M. Heidegger, Introducción a la filosofía. Cátedra, 1999.

[7]          Arturo Pérez Reverte, «Vampiros buenos y lobos simpáticos», ABC, jul. 02, 2021. Accedido: nov. 17, 2021. [En línea]. Disponible en: https://www.abc.es/xlsemanal/firmas/arturo-perez-reverte/vampiros-buenos-y-lobos-simpaticos-arturo-perez-reverte.html

[8]          Manuel García Morente, Lecciones preliminares de filosofía. Porrúa, 1971.

[9]          Juan Carlos Aragón, Universidad de Málaga. Comparsa Catastrophic Magic Band, (oct. 18, 2018). Accedido: nov. 17, 2021. [En línea Video]. Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=-d3D2FSchgc



Por Colaborador Invitado, publicado el 27 noviembre, 2021
Categoría(s): Divulgación