Entrevista con Marcia Bjornerud: Pensar como geólogos

Por Colaborador Invitado, el 21 marzo, 2022. Categoría(s): Geología
Marcia Bjornerud

Todavía hay quienes creen que La Tierra no tiene más de seis mil años. Algunas cronologías ridículas sitúan su nacimiento en el año 4004 antes de Cristo. Afortunadamente, la geología tiene algo científico (y no teológico) que decir al respecto. Es bien sabido que la historia del mundo es mucho más antigua (tiene un tercio de la edad del universo, aproximadamente). La geóloga Marcia Bjornerud ha escrito Conciencia del tiempo (Grano de Sal, 2019), un recorrido fascinante por las rocas, los sedimentos y las hipótesis científicas que nos llevaron hasta la tectónica de placas y la geología actual. Como verá, pensar como geólogos puede ayudarnos a frenar el calentamiento global. Déjese caer por esta entrevista como un canto rodado:

ANDRÉS LOMEÑA: Uno de mis mejores profesores de instituto era el profesor de biología, que en realidad era geólogo. Nos hablaba sobre rocas y pliegues de una forma sumamente interesante y me asombraba el amor intelectual que sentía por la materia inerte. ¿Cómo se enamoró usted de la geología?

MARCIA BJORNERUD: A mí me fascinaban los fósiles cuando era niña; había trilobites en las rocas del Cámbrico de un valle fluvial cerca de casa. Tal y como describo en el libro, recuerdo haber visto una película en la escuela sobre la creación de una nueva isla volcánica frente a la costa islandesa en los años sesenta, lo que me emocionó porque insinuaba una fuerza vital secreta en el interior de La Tierra. En aquel entonces, nadie me dijo que los geólogos estudiaban ese tipo de cosas, y en mi instituto, como ocurría en la mayoría de centros del país y del mundo, la geología no aparecía en el programa de ciencias.

En el primer cuatrimestre de la universidad me apunté a un curso de geología sin saber siquiera qué esperar y comprobé que era una manera de hacer ciencia distinta a la que me enseñaron en la escuela. Exigía una lectura atenta del mundo natural como las que se hacen en las carreras de humanidades, pero también se necesitaba un conocimiento riguroso de física y química para cosas tan indómitas como los volcanes y los océanos. Hacía falta una gran imaginación que a la vez fuera disciplinada, así como la capacidad de visualización a través de grandes extensiones de espacio y tiempo. Además, vi que la geología tenía un enorme poder explicativo. Siempre me habían deslumbrado el origen de las palabras y cómo estas abren una ventana hacia el pasado, pero la geología me proporcionó algo aún más grande: nada menos que la etimología del mundo.

 

A.L.: Un antiguo estudiante suyo le advirtió sobre cómo habían citado una de sus investigaciones para afirmar que la Tierra es joven. ¿Ese creacionismo sigue siendo peligroso?

M.B.: Por desgracia, sí, el creacionismo de La Tierra joven está bien vivo en Estados Unidos (junto a un montón de sistemas de creencias falsos). Creo que esta clase de literalismo bíblico, al igual que otras formas de fundamentalismo, proviene del miedo. Cuando las personas perciben un riesgo existencial, prefieren historias simplonas que no admitan ambigüedades ni matices, y que no precisen de razonamientos ni de una interpretación individual. Me entristece que algunas personas rechacen ver lo obvio, la evidencia ubicua de que La Tierra es muy antigua y que su conocimiento puede leerse en el registro fósil de las rocas. Soy profundamente agnóstica, pero la comprensión científica de La Tierra me inspira temor y reverencia, algo parecido al sentimiento espiritual.

 

A.L.: Esas sectas y religiones que niegan la antigüedad del planeta Tierra son cronofóbicas. ¿La solución a esos miedos pasa por volverse cronofílico, amante del tiempo?

M.B.: ¿Podemos aprender de veras a ser cronofílicos? No estoy nada segura. Siempre será difícil enfrentarse al hecho de que nosotros y las personas a las que queremos envejecerán y terminarán falleciendo. Aun así, podemos (y debemos) hacer las paces con el tiempo y reconocer el poder que tiene para alterar, enredar, magnificar, ramificar, complicar y transformar las cosas inexorablemente. Esa es la esencia de pensar como un geólogo. Casi todos los problemas ambientales serios que afrontamos en la actualidad provienen de la negación del tiempo. Son el resultado del fallo que se da en la primera mitad del siglo XX a la hora de anticipar cómo la ciencia y las nuevas tecnologías (el motor de combustión interna, los fertilizantes químicos, los antibióticos, los plásticos, etcétera) interactuarían a lo largo del tiempo con sistemas naturales complejos y dinámicos.

 

A.L.: Muchos dirán que pensar en las sucesivas extinciones masivas de especies es de lo más deprimente. En cualquier caso, prácticamente todas esas extinciones masivas están relacionadas con el calentamiento global y sabemos que nuestros esfuerzos son insuficientes para frenar el cambio climático. Si los climatólogos están de acuerdo, ¿qué falla entonces?

M.B.: La situación es innegablemente mala. Como alguien que se dedica a la enseñanza, tengo que creer en la educación como una parte esencial de la respuesta. Necesitamos enseñar de forma urgente a los habitantes de La Tierra cómo funciona el planeta, y en mi experiencia como autora y como conferenciante, he de decir que la gente tiene ganas de aprender. Escribo para grandes audiencias porque creo que cuantas más personas entiendan nuestro destino e historia compartida como habitantes de La Tierra, mejor podremos tratarnos unos a otros y también al planeta.

De hecho, los geólogos (y otros científicos naturales) sirven como una especie de cuerpos diplomáticos internacionales (no oficiales). Ellos demuestran que es posible, tanto para la gente de países desarrollados como en vías de desarrollo, de regímenes capitalistas o socialistas, de teocracias y democracias, cooperar, debatir, discutir y buscar el consenso; todos están unidos por el hecho de que somos ciudadanos de un planeta cuyos elementos atmosféricos, hidrológicos y tectónicos ignoran las fronteras nacionales. Finalmente creo, en la undécima hora y a las puertas de esta nueva e incierta época conocida como antropoceno, que estos caóticos años están empezando a llegar al ciudadano medio, que ejercerá presión sobre los líderes políticos y las élites económicas para que pasen a la acción.

 

A.L.: En su libro habla de la hipotética Tierra bola de nieve. ¿Por qué ocurrió este fenómeno?

M.B.: La Tierra bola de nieve fue un largo periodo de frío extremo que tuvo lugar hace mucho tiempo, entre 730 y 560 millones de años. Fue un acontecimiento más duro que la Edad de Hielo del pleistoceno que tuvo lugar “hace unos días”, hablando desde el punto de vista geológico (entre 2,5 millones de años y 10.000 años).

La principal hipótesis de este enfriamiento es que los continentes estaban agrupados en un gran supercontinente llamado Rodinia (una generación más antiguo que el más familiar Pangea), cuya superficie terrestre se encuentra principalmente en latitudes bajas. Esta ubicación supuso el apagón de un importante “termostato” para La Tierra cuando se produjo un ligero enfriamiento en el clima. El mecanismo de control termostático empieza con la erosión de las rocas de silicato, que constituyen la mayor parte de la corteza: el dióxido de carbono en la atmósfera se combina con el vapor de agua para crear un ácido que desgasta y descompone los minerales de las rocas en sus elementos constituyentes (como el calcio y el silicio). Los ríos transportan al mar esos elementos, donde son precipitados como nuevos minerales (en buena medida por organismos marinos): cuarzo, y minerales carbonatados como la calcita, que forma la piedra caliza. Las calizas, de hecho, almacenan más del noventa y nueve por ciento de todo el dióxido de carbono que los volcanes han puesto en la atmósfera a lo largo del tiempo geológico.

En la época de La Tierra bola de nieve, con la masa de tierra de Rodinia rodeando las regiones ecuatoriales, este proceso de secuestro de carbono continuó con toda su fuerza incluso cuando el hielo empezó a acumularse en las latitudes altas. Esto llevó a un mayor enfriamiento como resultado de la alta reflectividad del hielo (el efecto albedo). Así que La Tierra se quedó atrapada en una edad de hielo. Procesos como la fotosíntesis y el ciclo hidrológico casi desaparecieron, pero no fue así con el sistema tectónico. Los volcanes continuaron liberando dióxido de carbono a la atmósfera y al final hubo suficiente C02 acumulado para vencer el efecto albedo y calentar el planeta de nuevo, lo más seguro que de forma bastante repentina.

El intervalo de La Tierra bola de nieve fue un verdadero punto de inflexión en la historia de La Tierra. La vida ha estado en el planeta durante tres mil millones de años antes, pero era casi enteramente unicelular. Cuando el planeta finalmente se calentó de nuevo tras el fenómeno bola de nieve, los animales irrumpieron en escena a principios del Cámbrico.

 

A.L.: Es fácil liarse con la terminología de los geólogos: eones, eras, periodos, etcétera. ¿Tiene o recomienda alguna regla mnemotécnica?

M.B.: En mis clases de introducción a la geología, a menudo pido a los estudiantes que busquen sus propias reglas mnemotécnicas para aprenderse la escala temporal y entonces la clase vota por la mejor de ellas. A veces son un poco obscenas, pero si ayudan a recordar cuándo ocurrieron los periodos Cámbrico o Cretácico, me doy con un canto en los dientes.

En cuanto a mí, las divisiones del tiempo geológico son como lugares geográficos. He interiorizado el mapa del tiempo profundo y no necesito ningún recurso para la memoria. Puedo ir al Proterozoico o al Pleistoceno del mismo modo que tú visualizas los continentes en un mapa del mundo.

 

A.L.: Le agradezco su tiempo, nunca mejor dicho.

M.B.: La Tierra es como un palimpsesto descomunal raspado reiteradamente por la erosión y reescrito una y otra vez. A pesar de los estragos del tiempo, todavía se puede leer esta crónica autobiográfica en expansión. Una vez que se aprende a ver las rocas como textos, La Tierra entera se vuelve una biblioteca monumental. Los libros de esta biblioteca planetaria incluyen historias reconfortantes de resiliencia y cuentos admonitorios de catástrofes. Cuando te familiarizas con la historia de La Tierra, ves que la vasta amplitud del tiempo geológico está repleta de narraciones (innumerables protagonistas conectados por tramas que se entrecruzan) y podemos empezar a reconocernos en los cuentos de los anteriores terrícolas.

Sentir la presencia envolvente del pasado lleva a tomar conciencia de que algún día nosotros también seremos antiguos ancestros con su pasaje en el manuscrito de La Tierra. Tenemos el poder de elegir el género de ese pasaje. ¿Será un cuento de paz y prosperidad o una tragedia griega clásica, es decir, una historia de civilización cuyas grandes promesas se fueron al traste por culpa de la ignorancia y la hibris?

 

Esta entrevista nos la envía Andrés Lomeña Cantos (@andresitores). Estudió periodismo y se especializó en teoría de la literatura y literatura comparada. Trabaja como profesor de filosofía en un instituto de educación secundaria e investiga sobre los mundos imaginarios de las novelas.

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Por Colaborador Invitado, publicado el 21 marzo, 2022
Categoría(s): Geología