Nota: esta es la primera de una serie de dos entradas sobre el Sistema Solar a escala de Ciudad Rodrigo, puedes encontrar la segunda aquí.
De cómo me enamoré del proyecto
El 7 de marzo de 2020, una semana antes de la declaración por parte del Gobierno de España del estado de alarma debido a la pandemia por COVID-19, me encontré con este tuit:
Estamos trabajando en un sistema solar a escala para Ciudad Rodrigo.
Os lo vamos a mostrar en los próximos días y, mientras tanto, podéis ir viéndolo en la web. https://t.co/6jTnryiaQc#Science #Ciencia #Cultura #Divulgación #Astronomía pic.twitter.com/c6Vl4LT1Hq— Astróbriga (@astrobriga) March 7, 2020
En realidad se trata de un hilo de Twitter que describe un proyecto: Astróbriga, la asociación astronómica de Ciudad Rodrigo (en Salamanca, España), pretendía construir ni más ni menos que un Sistema Solar a escala. Pero no uno que midiese varios metros, ni siquiera que tuviese la extensión de un campo de futbol, no: la idea era que los planetas interiores se distribuyeran por toda la ciudad y los exteriores… ¡por toda la comarca!
El hilo transmite la ilusión, la pasión y el cariño que me he encontrado en todos los protagonistas de esta historia durante estos dos últimos años. Mirad la sonrisa de los mirobrigenses cuando los responsables de Astróbriga les contaron el proyecto.
Dejad que os desgrane la historia y las singularidades de este fascinante sueño hoy hecho realidad. En esta entrada os contaré como se concibió y construyó el proyecto, mientras que la segunda arranca con su inaguración y en ella os haré una visita guiada al Sistema Solar a escala de Ciudad Rodrigo. Vamos.
El Sistema Solar es grande, los planetas chiquititos
A los humanos se nos da regular tirando a mal los números tanto muy grandes como muy pequeños. Entendemos lo que es un millón de euros (un montoncito de hipotecas…), pero no alcanzamos a asimilar lo que suponen 150 millones de euros (¿Siete Neymars?) Las referencias de tamaños de objetos cotidianos nos ayudan y por eso en los medios generalistas las superficies grandes a veces se expresan en “campos de futbol” y los volúmenes en “piscinas olímpicas”.
Y ya si tenemos que mezclar cosas de tamaños muy distintos…
Pues bien, el diámetro del Sol es 1400000 kilómetros, el de la Tierra unos 13000 kilómetros y la distancia entre ambos se va hasta los 150 millones de kilómetros. Casi nadie es capaz de imaginarse esos tres tamaños que abarcan cuatro órdenes de magnitud de forma combinada. Y si se nos ocurre usar nuestro buscador de Internet favorito para encontrar imágenes que nos orienten… consiguen lo contrario: o muestran mal la distancia o reflejan mal el tamaño… ¡y no pocas veces ambas cosas a la vez!
Un ejemplo paradigmático es el sistema Tierra-Luna, que a menudo aparece con ambos cuerpos a una distancia (que parece ser) de menos de un diámetro terrestre cuando en realidad la Luna se encuentra a unas 30 tierras de nosotros.
Pero claro, si el Sistema Solar se representa de forma realista en una imagen de ordenador, los planetas desaparecen por debajo del pixel. Es necesario una escala mucho más grande para que Mercurio y Marte afloren como pequeñas bolitas.
Escala humana
Sistemas solares a “escala humana” los hay en varios lugares del mundo.
El más grande está en Suecia, con el Sol representado por el estadio (semi)esférico Avicii Arena. A la escala resultante (1:20 millones) los modelos 3D de los planetas están en el mismo Estocolmo (en el interior de museos u otros edificios públicos) y Neptuno se encuentra a más de 200 km de distancia.
El siguiente en tamaño tiene como Sol la cúpula de 37 m del telescopio anglo-australiano del observatorio de Siding Spring, en Australia. La escala es 1:38 millones, lo que coloca a Neptuno a unos 120 km.
El tercero, en Maine, es un proyecto comunitario de bajo presupuesto: la escala es 1:93 millones, el Sol es un arco de madera de 15 m de diámetro y los planetas están representados de forma muy cruda, Neptuno a 49 km.
En ninguno de los sistemas solares a escala más grandes del mundo el Sol es una esfera construida ad-hoc para representar al Sol: o bien son domos de observatorios astronómicos, o plazas circulares, arcos de madera o anillos de metal… Hasta que se construyó el que hoy es décimo en tamaño pero primero en belleza y realismo: el de Ciudad Rodrigo.
Vamos a traer el Sistema Solar a Ciudad Rodrigo… ¡literalmente!
La idea de hacer un Sistema Solar a escala en Ciudad Rodrigo surge de la mente siempre en ebullición de Nicolas Cahen, el presidente de Astróbriga, durante la XIII Reunión Científica de la Sociedad Española de Astronomía que se celebró en Salamanca en julio de 2018. Nicolas estaba asistiendo a una ponencia de la sección Enseñanza y divulgación de la astronomía que le hizo soñar con traer el Sistema Solar a las calles y la comarca de Ciudad Rodrigo. Nicolas, de origen franco-belga, lleva varios años viviendo en Ciudad Rodrigo con su pareja mirobrigense Cristina Iglesias (Cris) y se ilusiona con la idea de devolver a los vecinos parte de lo que le han dado a él.
Impulsado por su amigo Domingo Benito, en ese momento Primer Teniente de Alcalde del Ayuntamiento, el propio Ayuntamiento de la ciudad y junto a la Organización Salmantina de la Astronáutica y el Espacio (OSAE), organizan en octubre de 2018 “El cielo de Ciudad Rodrigo”, un fin de semana repleto de actividades que pretendían “tender puentes entre los mirobrigenses y la astronomía”, en palabras de Nicolas.
Tendiendo puentes
¡Y vaya si los tendieron! Además del éxito en cuanto a participación ciudadana surgió otro puente que acabaría siendo esencial en esta historia: Javier Rodríguez-Pacheco, Catedrático de la Universidad de Alcalá e Investigador Principal del Instrumento de Detección de Partículas Energéticas (EPD) de la misión Solar Orbiter (SolO) de la Agencia Espacial Europea y NASA y popular mirobrigense (con permiso de Gallegos de Argañán, se crio entre ambas localidades) felicita a la organización y se pone a su disposición para cualquier otra actividad en esa línea.
Nicolas le habla entonces de su idea del “Sistema”, como lo acabaremos llamando todos cariñosamente, y Javier se engancha. Saben perfectamente que para que el proyecto sea viable ha de contar con multitud de apoyos, así que deciden dar a conocer su visión a la ciudadanía usando como pretexto una charla de Javier, «El Sol como nunca lo habías visto» … y el plan funciona a la perfección: al poco de acabar la charla unas 20 personas se asocian para arrancar el proyecto, entre ellas Juan José Rodríguez Lemus (Juanjo, vicepresidente de Astróbriga y culpable de que el Sistema sea tan grande: “¡El Sol tiene que tener cinco o seis metros!”), Oscar Corvo (astrofotógrafo que ayudó a dar forma a la idea), María Isabel Hernández Pérez (tesorera), Estefanía Mángas Santos (secretaria)…
Reuniones, buenas ideas, bocetos, ideas descabelladas, risas… tras esta charla de febrero de 2019 el Sistema despega.
Cuestión de escala
Ciudad Rodrigo quería un Sol que fuese un Sol, “pero no podíamos poner una bola de hidrógeno en fusión”, razona Nicolas. Así que se optó por una esfera grande, dorada, imponente, que atrajera las miradas, a la vez un punto de encuentro y de partida para un paseo a lo largo del Sistema Solar. Pero tampoco demasiado grande lo que dispararía el presupuesto y sacaría a los planetas interiores de la Ciudad, lo que impediría recorrerlos a pie… Además se trataba de que el resto de planetas estuvieran en localizaciones relevantes de la comarca y no en medio de la dehesa.
Tras muchos números se dio con la escala adecuada: 1 a 290 millones.
A esta escala el Sol tiene un diámetro de 4,80 m, formidable pero factible, y permite situar a los planetas más allá de Marte en distintos pueblos de la comarca, incluyendo al planeta enano Plutón en la misma frontera con Portugal… ¡Chúpate esa Michael Brown!
Paseando a la velocidad de la luz
Más aún, a la escala elegida la velocidad de la luz corresponde a algo menos de 4 kilómetros por hora, más o menos la velocidad de un paseo a ritmo relajado, así que cuando paseamos visitando el Sistema Solar a escala de Ciudad Rodrigo… ¡lo hacemos a la velocidad de la luz!: algo más de tres minutos desde el Sol hasta Mercurio, seis a Venus y ocho y medio para alcanzar nuestro planeta.
La localización exacta de cada modelo de planeta contaba con la flexibilidad que permiten las órbitas elípticas, y se ajustó con criterios de puesta en valor del patrimonio y el entorno, la lógica de circulación de un elemento a otro y la vulnerabilidad al vandalismo.
El permiso de Patrimonio
Los vecinos están entusiasmados, el Ayuntamiento está en el bote, sobra ilusión… pero hay que superar un gran desafío: el permiso de la Comisión Provincial de Patrimonio Cultural de Salamanca y de la Dirección General de Patrimonio Cultural de Castilla y León (en adelante, “Patrimonio”). Y es que Ciudad Rodrigo está declarada Conjunto Histórico-Artístico de España desde hace más de 75 años, el casco histórico intramuros cuenta con el estatus de Bien de Interés Cultural (además de otros ocho individuales), y es un firme candidato a Patrimonio de la Humanidad de la mano de la candidatura portuguesa de ciudades abaluartadas: poner un Sol de casi cinco metros de diámetro en un lugar relevante de la ciudad no va a ser fácil.
Es preciso contar con un proyecto sólido, detallado, sin fisuras, muy bien argumentado. Afortunadamente Astróbriga cuenta con tres arquitectos: Juanjo (ya mencionado arriba), Antonio Pérez Solórzano (Toño), y Francisco José Iglesias Barco (Fran), que trabajaron ardua y desinteresadamente en la definición del Sistema. Juanjo idea los pilares además de defender incansablemente el descomunal tamaño del Sistema, Toño es el artífice del preciosísimo diseño del Sol y coordinador de la construcción del conjunto, y Fran monta la peliaguda memoria técnica que se someterá al escrutinio de Patrimonio.
El Sol, baricentro del sistema
La idea original para la localización del Sol, que afectará a la localización precisa del resto de elementos del Sistema y en especial de los planetas interiores, parte de Juanjo: un grupo de árboles próximo a la Puerta de El Conde, acomodado en el glacis en zigzag que precede a las murallas de la ciudad. El sitio era ideal por que hubiese permitido tener línea de visión desde Mercurio y Venus (¡podríamos haber observado tránsitos!) pero ya durante las conversaciones previas con los técnicos de Patrimonio quedó claro que tal cosa no iba a ser posible ya que el impacto visual sobre los elementos de la fortificación hubiese sido excesivo.
Se pensó entonces en la glorieta del Árbol Gordo, una localización emblemática de Ciudad Rodrigo muy próxima a la inicialmente prevista, con lo que afectó moderadamente a las localizaciones de los planetas interiores. Tras recalcular el Sistema con su baricentro en el Árbol Gordo, el proyecto se presentó en enero de 2020.
Entretanto la jovencísima Astróbriga se embarca en otro berenjenal: solicitar una subvención de la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT) – Ministerio de Ciencia e Innovación, un proceso que quien lo ha sufrido sabe que no es fácil ni mucho menos. Sin muchas esperanzas de que sea aprobada, la solicitud quedó subida a la web de FECYT tan solo dos minutos antes del cierre del plazo.
El Sol, corazón del sistema
El Sol es el corazón del Sistema, el elemento que dota de personalidad al proyecto. La mayoría de los sistemas solares a escala del mundo lo representan como una (triste) bola amarilla lisa. El de Ciudad Rodrigo, sin embargo, tenía que tener alma además de un semblante congruente con el extraordinario marco de la ciudad medieval. Astróbriga buscaba un diseño que transmitiese la idea de que nuestra estrella está activa, viva, y que conectase con los vecinos.
La inspiración le vino a Toño de la cúpula del Pabellón de exposiciones de la Secesión vienesa. Conocido localmente como goldenes Krauthappel, el repollo dorado, la cúpula está formada por 2500 hojas y 300 bayas doradas que le dotan de un aspecto orgánico muy sugerente.
A Toño se le ocurrió usar manos, multitud de manos de latón y aluminio dorado entrelazadas en un gran cuerpo esférico de ferralla metálica, simbolizando cómo muchas colaboraciones pequeñas pueden hacer cosas grandes, además de tender una mano a las impresiones manuales en negativo representadas en pinturas rupestres en distintas cuevas del mundo.
Cada vez que veo una mano [en una pintura rupestre] entiendo que me saluda. Y que quien la plasmó quería comunicarse con la eternidad» – Dr. Hipólito Collado Giraldo, arqueólogo experto en arte rupestre y coordinador de HandPas, el catálogo de manos rupestre paleolíticas en la península ibérica.
El resultado, en mi opinión, no podría ser más bello.
¡Vía libre!
La gran noticia llega el 4 de marzo de 2020: ¡Patrimonio da vía libre al proyecto!
Tras los abrazos y las felicitaciones Astróbriga se pone manos a la obra con la siguiente fase del proyecto: buscar financiación. “Manos a la obra”, nunca mejor dicho: tan sólo dos días después se presenta el proyecto a Ciudad Rodrigo y arranca la campaña participativa ¡Echa una mano!, mediante la que cualquier persona o institución puede aportar 10€ y poner su nombre grabado en una de las manos de latón que conformarán el Sol del Sistema. A la postre la campaña fue un éxito: de las 2941 manos que tiene el Sol, casi 2000 se financian de esta forma, lo que dio para una buena parte de su construcción.
Al día siguiente Astróbriga publica en Twitter el hilo que abre esta entrada y que me enganchó al proyecto.
Los planetas y las lunas
Además del Sol, el Sistema cuenta a día de hoy con los planetas del Sistema Solar, algunas lunas representativas (la Luna, las cuatro galineanas de Júpiter, Titán de Saturno y Tritón de Neptuno) además del planeta enano Plutón. Estos elementos están localizados en pilares situados en algún punto de su órbita de acuerdo a la posición del Sol y la escala del Sistema.
Los pilares son impactantes estructuras de 2 m de altura de acero corten con acabado natural, sin tratamiento ni barniz protector, ancladas a un dado de hormigón armado. A media altura tienen un espacio hueco para exponer el objeto astronómico rodeado de vidrio de seguridad y están coronados por una bandeja con luminarias LED, un pequeño captador solar y baterías para iluminar al conjunto durante las noches.
Inicialmente se consideró la posibilidad de que los planetas girasen en torno a su eje, con inclinación y velocidad adecuadas, pero la complejidad técnica era tremebunda. A lo que no querían renunciar los diseñadores era a transmitir la idea de que los astros flotan en el espacio, ambicionaban prescindir de usar un soporte sólido que arruinase esa sensación.
Tras descartar opciones como la levitación magnética o colgar a los planetas usando un entramado de hilos transparentes (que resultarían evidentes de noche bajo iluminación), se optó por suspender a planetas y lunas en un baño líquido.
Éter
Pero ¿qué liquido? Los elementos estarán a la intemperie y tendrán que aguantar las temperaturas salmantinas a lo largo de todo el año, desde los 35 °C del verano hasta las cotas bajo cero de enero, y el líquido se debe mantener siempre líquido, además de dilatarse y contraerse lo menos posible. Más aún, la sustancia debe ser trasparente, resistente a la radiación ultravioleta, no reaccionar con el resto de materiales (en particular la pintura de los astros), estéril para la vida (aunque es sugerente la idea de que el modelo de Marte hubiese desarrollado colonias bacterianas…) y no tóxica (por un posible derrame en caso de un eventual accidente).
Se consideraron así las resinas de tipo gelcoat y epoxi, pero se determinó que tienden a amarillear con el tiempo, además de su coste prohibitivo (¡se han usado 1200 litros!). Surgió entonces la glicerina como una muy buena solución, pero tampoco es nada barata. Afortunadamente el laboratorio Acofarma tuvo a bien involucrarse en el proyecto donando toda la glicerina necesaria.
Los propios planetas y lunas no son meras esferas, sino que están representados en relieve preciso gracias a la impresión 3D (¡localiza el monte Olimpo en Marte!) Los planetas interiores y las lunas se imprimieron con tecnología Polyjet que permite incorporar hasta seis resinas y 365000 colores en un único modelo con precisión de 0.014 mm. El resto de elementos explotaron otras tecnologías de impresión no tan exquisitas, pero siempre con precisión sub-milimétrica, y se pintaron tras ser impresos.
De cómo me involucré en el proyecto
Fue un flechazo a primera vista.
Leyendo el hilo que abre esta entrada me imaginaba recorriendo el adarve de Ciudad Rodrigo con mis hijos de la mano, dejando atrás el Sol de manos bajo la luz del Sol astronómico tiñendo de oro las murallas de la ciudad, camino del siguiente planeta… Y al día siguiente presentaba en mi empresa GMV la idea de patrocinar el proyecto.
El sector espacial es un pilar fundamental para GMV y nuestra involucración en misiones a Marte es notable (ExoMars, Mars Sample Return…) así que planteamos a Astróbriga la posibilidad de patrocinar en exclusiva el planeta rojo. La junta de Astróbriga aprueba la idea por unanimidad y en unas semanas el convenio está firmado. Meses después Nicolas me confesaba el montante de tesorería de Astróbriga antes de la entrada de GMV: un total de 30€.
El 13 de marzo de 2020 se declara el estado de alarma en España seguido por el confinamiento domiciliario de todo el país para frenar la transmisión de la COVID-19, pero el Sistema ya está orbitando: los aportes del programa ¡Echa una mano! fluyen sin parar y a finales de junio se recibe otra buena noticia: ¡la FECYT concede una subvención por 25000€! Espoleados por este nuevo éxito, Astróbriga redobla sus esfuerzos de captar inversión: Fran seduce a la Asociación para el Desarrollo de la Comarca de Ciudad Rodrigo (ADECOCIR) que contribuye con otros 25000€, a los que siguen contribuciones de la Diputación de Salamanca, Iberdrola, el Ayuntamiento de Ciudad Rodrigo y otros de la comarca… así como multitud de aportaciones más modestas de comercios locales; es estimulante ojear la página donde se recogen las subvenciones y patrocinios que hicieron realidad el proyecto.
Formación (y migración) estelar
A finales de la primavera de 2021 se tiene la financiación para empezar a construir los elementos del Sistema. El objetivo de Astróbriga es que la gran mayoría de los trabajos se lleven a cabo por constructores, herreros, cristaleros y electricistas de la comarca.
Todo va viento en popa… cuando surge una nueva dificultad: resulta que cualquier modificación a la glorieta del Árbol Gordo, al pasar por ella la carretera que lleva a Béjar, debe contar con un permiso adicional: el de la Dirección General Carreteras e Infrastructuras de Castilla y León, entidad que, alegando motivos de seguridad (que se pueden entender: una esfera gigante brillante en una glorieta puede no ser el elemento más seguro para el tráfico) desestima el proyecto…
¡Y vuelta a empezar! Hay que encontrar otra localización, lo más cerca posible de las dos anteriores, que cuente con el beneplácito de todos los actores. Afortunadamente uno de los tres vértices del Parque de la Glorieta de Ciudad Rodrigo apunta al Árbol Gordo, y justo en esa esquina del parque hay una zona solada rodeada de árboles, poblada por el Monumento al Garrochista (o “el caballista”, como le conocen los mirobrigenses) y la bibliocaseta (donde cualquiera puede entrar y dejar o recoger libros sin mayor complicación) con suficiente espacio para una estrella de tipo G de la secuencia principal a escala 1:290 millones. Pues nada, se retocan las posiciones del resto de los elementos y el Sol de Ciudad Rodrigo ya tiene localización definitiva; el proyecto actualizado se presenta por San Fermín. Tras ello, los elementos del Sistema se colocan durante el verano.
El Sistema se inaugura a principios de septiembre de 2021 en el marco de una gran fiesta de la astronomía… pero esta entrada ya es suficientemente larga, dejémoslo para su segunda parte.
Me licencié y doctoré en química con una Tesis sobre la simulación por ordenador del ADN, pero cuando hacía la maleta para el post-doc se me presentó la posibilidad de trabajar haciendo cositas para misiones espaciales, y en eso ando. Comunico ciencia desde el Twitter Apuntes de ciencia. Más acerca de mi (incluyendo mis artículos y presentaciones online) aquí.