Enigmas y avatares de «El cielo de Salamanca»

Por Colaborador Invitado, el 13 abril, 2022. Categoría(s): Astronomía • Historia
Fig. 1. Aspecto actual de “El Cielo de Salamanca”. Imagen: PRS.

En el patrimonio monumental de Salamanca hay un recinto relativamente pequeño, que forma parte del Museo de la Universidad (en el Patio de Escuelas Menores), donde se encuentra una bóveda conocida popularmente como “El Cielo de Salamanca”. Está pintada con motivos astrológicos y originalmente se encontraba en la antigua biblioteca de la Universidad, de la que sólo se conserva una tercera parte de la original. En los años 50 del s. XX fue arrancada, restaurada y trasladada a su ubicación actual.

Su historia es fascinante y la interpretación de su significado ha sido en múltiples ocasiones dado por resuelto, pero está lejos de que sea así.

Aquí contamos el camino que hemos seguido por resolver definitivamente, una vez más, los enigmas que esconde.

La historia

En algún momento de 1901, alguien observó que en una cámara oculta de 4 metros existente en un falso techo de la Capilla de San Jerónimo del Edificio de Escuelas Mayores de Salamanca se escondía una impresionante bóveda mural pintada con lo que parecían ser motivos astrológicos. La inspección visual mostró que sólo se trataba de una tercera parte de lo que debió ser. Ante tal descubrimiento, se iniciaron los estudios para determinar su origen.

El avance del siglo XV supuso una época de esplendor para la Universidad de Salamanca. Ante la llegada de nuevos estudiantes y la ampliación de su colección documental, fue entre 1473 y 1479 cuando se decidió construir una biblioteca que se adaptase a la llegada de nuevos libros para la institución. Se ubicó sobre la capilla de la facultad, dedicada a San Jerónimo y su estancia, de una única crujía, coronada por una cubierta rematada en una bóveda de cañón sustentada y dividida en tres tramos por dos arcos fajones. A sus extremos lucía bóvedas ochavadas. Fue decorada por el retablista Fernando Gallego, quien empleó una técnica mixta de óleo y temple. Comenzó en 1483 y prolongó su trabajo durante tres años.

Entre 1503 y 1506, el edificio experimentó una serie de reformas que significaron la reubicación de la librería y el derribo del nivel que dividía ambas estancias. Como resultado de estos cambios, “El Cielo de Salamanca” pasó a coronar la ampliada capilla, pero estas modificaciones alteraron la integridad de la pintura y se sumaron a deterioros previos causados por la humedad. Ante ello, se decidió llevar a cabo un proceso de restauración a manos de Juan de Yprés, que acabó siendo todavía más dañino: sus intrusivos repintes fueron incompatibles con los materiales utilizados por Gallego.

A partir de 1761, la capilla de la facultad recibió una reforma integral con la idea de adaptarse a los nuevos gustos de la época. La pintura, por su parte, se encontraba en un estado deplorable, lo que provocó la idea de destruirla. Finalmente, tras una votación, se decidió cubrirla con un falso techo que, estando cuatro metros por debajo, la sumió en el olvido.

Fig. 2. Recreación de la evolución de la biblioteca y la capilla. De izquierda a derecha: Siglos XV, XVI y XXI. Imagen: PRS (2019).

Mas de dos siglos después, como hemos contado, se redescubrió en 1901. Pero no fue hasta la década de 1950 cuando las pinturas fueron estudiadas, arrancadas de la bóveda original mediante la técnica del strappo y enviadas a Barcelona para su restauración a manos de los hermanos Gudiol. Durante este proceso, una parte de estos arranques desapareció y nunca regresó a Salamanca. Las piezas intervenidas fueron pasadas a lienzo, reenviadas a su ciudad de origen y posteriormente instaladas en una estructura de madera, donde se exhiben en la actualidad.

Descripción

Después de leer su historia, muchos se preguntarán qué tiene o tenía de especial esta bóveda, o por lo menos lo que queda de ella.

Durante su plenitud, seguramente enfocada a un interés artístico o didáctico para la cátedra de Astrología, la pintura acogió a lo largo de sus tres tramos, una representación gráfica de las constelaciones y de los planetas visibles. Por las descripciones que nos han llegado de la época sabemos que la bóveda llegó a mostrar más de sesenta elementos sobre su superficie:

  • Los siete planetas.
  • Las doce constelaciones zodiacales.
  • Las treinta y seis constelaciones ptolemaicas.
  • Los doce vientos.

Sin embargo, de entre los restos que hoy se conservan, es posible distinguir y destacar lo siguiente:

  • Dos planetas: El Sol y Mercurio.
  • Cinco signos del zodíaco: Leo, Virgo, Libra, Escorpio y Sagitario. Forman un arco que divide las constelaciones según sus hemisferios.
  • Diez constelaciones, de las cuales, cuatro son boreales (Boyero, Hércules, Ofiuco y Serpiente) y seis son australes (Hidra, Crátera, Cuervo, Centauro, Ara y Corona Austral).
  • Cuatro vientos, ubicados en los extremos inferiores.
Contenido general de la bóveda. Imagen: PRS y GSL (2022).

Fernando Gallego plasmó esta información en base a una serie de referencias iconográficas. Por un lado, adaptó varios de sus diseños, vistos previamente sobre retablos, a unos grabados venecianos de 1482, a raíz de lo mostrado en el Poeticon Astronomicon de Higino (Siglo I a. C.). Las semejanzas de las figuras de la bóveda y las ilustraciones del facsímil son más que evidentes. Por otro lado, en los próximos apartados, veremos qué factores pudieron haber condicionado al artista para distribuir los cuerpos celestes de tal forma sobre la pintura.

¿Representa algún momento del pasado?

El pintor de la bóveda, como hemos visto, basó su trabajo a una serie de referencias iconográficas, pero cabe la posibilidad de que también se apoyase, seguramente, de las indicaciones de los astrólogos de la Universidad.

Los astrólogos/astrónomos de la Salamanca del siglo XV, basaban sus cálculos el sistema geocéntrico de Claudio Ptolomeo (s. II). Este modelo se describe en uno de los libros más relevantes de la historia, conocido como “Almagesto”. Sus textos suponían que la Tierra estaba en el centro del universo, rodeada por ocho esferas: en las siete primeras estaban los planetas (El Sol, la Luna, Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno) y en la octava, las estrellas que se suponían fijas.

El Sol, al desplazarse alrededor de la Tierra, siguiendo lo que se conoce como plano de la eclíptica, va ocultando las 12 constelaciones que llamamos zodiacales según un ciclo anual.

Fig. 4 Alberto Durero: Mapas astrales, 1515. Vista del plano boreal (Hemisferio Norte), a la izquierda, con las constelaciones zodiacales en la circunferencia exterior, y el austral (Hemisferio Sur), a la derecha.

Tras instalación de “El Cielo de Salamanca” en su nuevo emplazamiento de las Escuelas Menores, algunos autores han buscado una asociación entre lo representado y el cielo real en una determinada fecha.  Este camino lo inició Ernst Zinner (1886-1970), autor de Astronomía del Renacimiento y la Historia de los Instrumentos Astronómicos, que en 1960 sostuvo que “El Cielo de Salamanca”, podía seguir la estela de algunas representaciones pictóricas en iglesias italianas del s. XV. Además, decía que la bóveda se pintó cuando Abrahan Zacut, uno de los grandes astrónomos de la época residía en Salamanca, quien pudo asesorar al pintor durante sus trabajos. Zinner indicó que “El Cielo de Salamanca” podría corresponderse a la noche del 6 de agosto de 1475.

En la misma línea, la Profesora Gisela Noehles-Doerk, en 1992, pide consejo al astrónomo de Münster Hilmar W. Duerbeck, quien le responde que, según la posición del Sol en Leo y Mercurio en Virgo, con la ausencia de la Luna y del resto de los planetas en la configuración de la bóveda, las fechas más próximas a la representación de la pintura que cumple con estas condiciones eran las comprendidas entre el 14 y el 29 de agosto del año 1475.

Otros autores, incluido uno de nosotros [G. Sánchez], han buscado esta asociación. Lo que parecía seguro, es que si lo representado era el cielo real en una determinada fecha, debía corresponder a la posición de las constelaciones durante el mes de agosto, que es cuando el Sol está en la constelación de Leo.

Utilizando el programa The SKYX Professional y buscando la fecha previa más próxima a la creación de la pintura (c. 1483), pudimos extraer la Fig. 5. El resultado coincide con lo propuesto por Münster Hilmar. Sin embargo, es conveniente aclarar, pues nos será útil más adelante, que la Fig. 5, para poder ser comparada con la Fig. 3, se representa el cielo referido a la esfera celeste y no como un observador lo vería. Se incluyen constelaciones que quedarían debajo del horizonte, como es el caso de la versión de Centauro que está presente en “El Cielo de Salamanca”.

Fig. 5. Simulación del cielo tomando como referencia a Salamanca, a fecha de 1475-08-21 (calendario juliano) 20:00h UMT. Se muestra volteado para asemejar la orientación de “El Cielo de Salamanca”. Imagen: GSL (2022).

Cotejando el “cielo real” (Fig. 5) con el plasmado por Gallego (Fig.6), encontramos discrepancias: para las fechas indicadas, y con la orientación que se muestra en «El Cielo de Salamanca», el Sol debería ubicarse entre los pies de Leo (en lugar de su cabeza) y por debajo de la cabeza de Hidra. Lo mismo se puede decir para Mercurio, que debería estar encima de Virgo y debajo de Cuervo. Además, no se encuentran coincidencias entre las estrellas reales y las representadas en la bóveda.

Fig. 6. Hipotética ubicación de Mercurio y El Sol dentro de la pintura en el caso de haber coincidido con lo visto en la Fig. 5. Imagen: PRS (2022).

En definitiva, lo único que podemos decir es que entre el 14 y el 29 de agosto de 1475, el Sol estaba en el mismo sector que el signo del zodiaco Leo, lo mismo para Mercurio en Virgo, y que no había ningún planeta en Libra, Escorpio y Sagitario. Deducir a partir de esto que “El Cielo de Salamanca” representa un cielo real es muy especulativo. Hay muchas fechas en las que podría darse una situación como la representada, alrededor de dos veces por siglo, aunque no sigue un patrón regular.

¿Y si no es algún momento del pasado, qué es?

Algo nos decía que quizás no estábamos afrontando el problema correctamente. Tal vez, la hipótesis de la que partíamos de que lo representado correspondía a un cielo real no era correcta. Entre otras cosas, no teníamos seguro por qué el autor había elegido esa fecha concreta y, aunque se habían propuesto algunas justificaciones, no nos convencían. Y si no tenemos información de por qué el pintor ha dibujado los planetas en esa disposición siempre podemos encontrar una correspondencia entre lo representado y una fecha determinada. Por ejemplo, si en el lugar de Libra apareciese dibujado Júpiter y el resto fuese igual, utilizando un programa de simulación, veríamos que encaja con el anochecer del 4 de agosto de 1496, y seguro que en más fechas. Y lo mismo podemos hacer para otras disposiciones que sean coherentes con el modelo ptolemaico.

Los autores que suponen que “El Cielo de Salamanca” representa un cielo real asumen las mismas hipótesis que Ernst Zinner: el supuesto asesoramiento del astrónomo Zacut a Fernando Gallego y la influencia de algunas representaciones pictóricas en iglesias italianas del s. XV. Buscamos información sobre las iglesias que Zinner menciona explícitamente en la que podría inspirarse “El Cielo de Salamanca”. En concreto se refiere a la cúpula de la sacristía Vecchia de la basílica de San Lorenzo de Florencia, pintada entre 1442 y 1446, unos 40 años antes que “El Cielo de Salamanca”. Como se puede observar en la Fig. 7, estaríamos ante una representación astronómica parecida a lo que es un planisferio moderno, donde el Sol es un sol, y la Luna una luna, y no tratándose, por lo tanto, en una representación mitológica, como ocurre con “El Cielo de Salamanca”. Además, aparecían estrellas claramente identificables en algunas constelaciones y las líneas de la eclíptica estaban indicadas de manera explícita. Margherita Hack y Corrado Lamberti (Astronomia. N 62. 987-enero) estimaron que este cielo se correspondería a la noche del 4 de julio de 1442.

Fig. 7. Bóveda de Giuliano d’Arrigo (c. 1442-46), representando el cielo estrellado sobre Florencia la noche del 4 de julio de 1442. Basílica de San Lorenzo, Florencia. Imagen: arthistory390 (2007) [Consultada el 04/04/2022. https://www.flickr.com/photos/24364447@N05/6556379601]
Ernst Zinner también cita a la Cappella Pazzi en la basílica de Santa Croce también en Florencia, pintada años después. Para nuestra sorpresa, es una copia exacta de la cúpula de la sacristía Vecchia a la que nos hemos referido. Sin embargo, un estudio de 2018 concluye que realmente estas cúpulas no representan un cielo real. De hecho, el primer planisferio que realmente representa un cielo real es el Usus Astronomicus Planisphaerii Stellati de 1624, publicado en Estrasburgo por Jacob Bartsch.

Y si no mostraba el cielo real, ¿qué se representa? ¿Simplemente es una elección estética del pintor o tiene alguna base astrológica? Contactamos con el experto arqueastrónomo Juan Antonio Belmonte, que nos indicó lo siguiente: “Yo creo que es una representación simbólica, casi mitológica, de los cielos. Me recuerda a las discusiones sobre los techos astronómicos egipcios y la conclusión a la que hemos llegado es que ninguno de ellos representa un cielo real sino ideal e imaginario o simbólico”.

Además, de sus palabras, pudimos extraer una serie de puntos de interés:

  1. La presencia de la constelación de Centauro carece de sentido, pues en el s. XV no era visible desde Salamanca.
  2. El Sol estaba junto a Leo, que, en astrología, es su única casa planetaria.
  3. Otro tanto ocurría con Mercurio, que estaba en Virgo, una de sus dos casas, junto a Géminis, y que aparecen reflejadas en las ruedas de su carro (Fig. 9).
  4. Lo representado son los signos zodiacales y no las constelaciones, pues las imágenes zodiacales mostradas en la pintura mantienen entre sí un tamaño similar, cuando en la realidad, las constelaciones de Escorpio o Virgo son mucho más grandes que la de Libra.

¿Por qué en “El Cielo de Salamanca” se incluía Centauro, que no era visible desde la Salamanca del s. XV? La respuesta que encontramos es la siguiente: Sabíamos que la bóveda original incluía todas las constelaciones ptolemaicas. Se conocen como tales las incluidas en el “Almagesto” de Ptolomeo y Centauro era una de ellas. Se sabe que Ptolomeo hizo sus observaciones (127-141 d.C.) desde Alejandría (Norte de Egipto) y probablemente utilizó datos de Hiparco de Nicea (s. II a.C.), el mayor astrónomo de la antigüedad. Por aquel entonces, la constelación del Centauro era visible desde Alejandría, pero en siglos posteriores, se ha ido desplazando hacia el Sur. Esto se debe a lo que llamamos precesión de los equinoccios, descubierta por el propio Hiparco.

El catálogo de Ptolomeo fue utilizado durante siglos, incluido en la fecha que se pintó “El Cielo de Salamanca”. Si se busca una relación temporal, hay que tener en cuenta que los signos y las constelaciones zodiacales, coincidían en el s. III a. C. pero debido a la precesión de los equinoccios (el cambio que va experimentando el eje de rotación de la Tierra en un ciclo de 25.700 años), se han ido desplazando.

Cada vez nos parecía más claro que estamos ante una representación simbólica, sin pretensiones de representar un cielo real. ¿Había algún motivo astrológico, como apuntaba J.A. Belmonte, para elegir la posición de los planetas en los signos en los que aparecen?

Lo que creemos que podría tratarse de ser la respuesta correcta, nos la dio, el Tetrabiblos de Ptolomeo.

Es un tratado astrológico que estaba plenamente vigente en el s. XV dedicado a la astrología. En el capítulo XX su primer tomo, Ptolomeo establece los sitios preferidos de cada planeta, las casas (o domicilios), asociadas a los signos zodiacales y dividiéndolas en diurnas y nocturnas.

Fig. 8. Las casas planetarias según el Tetrabiblos de Ptolomeo.

De la Fig. 8, podemos extraer y asociar a los planetas y los signos del zodiaco de la siguiente forma:

I – El Sol con Leo y La Luna con Cáncer.

II – Mercurio con Géminis (diurna) y Virgo (nocturna).

III – Venus con Libra (diurna) y Tauro (nocturna).

IV – Marte con Escorpio (diurna) y Aries (nocturna).

V – Júpiter con Sagitario (diurna) y Piscis (nocturna).

VI – Saturno con Capricornio (diurna) y Acuario (nocturna).

Esta disposición es coherente con la representada en “El Cielo de Salamanca”: El Sol está junto a Leo y Mercurio junto a Virgo. Por lo tanto, creemos que el resto de planetas, ahora ausentes al perderse con los otros dos tercios de la bóveda, pudieron estar junto a sus respectivas casas nocturnas: La Luna en Cáncer, Venus en Tauro, Aries en Marte, Júpiter en Piscis y Saturno en Acuario.

Lo curioso es que parte de esta solución ya lo apuntó J.M. Martínez Frías en 2017 (“El Cielo de Salamanca”. Ed. Universidad de Salamanca.): «El Sol se dirige a su casa diurna, Leo, al que se ha efigiado en la rueda del carro, en actitud triunfante […] Mercurio, al ser el planeta más cercano al Sol, […] camino de su morada nocturna, que es Virgo». Como podemos observar en la Fig. 9, en las ruedas del carro de Mercurio están Géminis y Virgo, respectivamente, tal y como aparece reflejado en los grabados mostrados por el Poeticon Astronomicon que consultó Fernando Gallego.

Fig. 9. Comparación de Mercurio a partir de las similitudes entre lo pintado por Gallego y el grabado del Poeticon Astronomicon. Imagen: PRS.

En definitiva, una interpretación astrológica simbólica y artística como la descrita nos parece más coherente con el contexto y el contenido de lo pintado que buscar una relación entre “El Cielo de Salamanca” y una fecha concreta.

Desvelando el pasado

En base a lo descrito, al estudio de otros mapas astrológicos de la época y sumando la información extraída de los restos de la bóveda que se conservan en su ubicación original (sobre la capilla de la Universidad), uno de nosotros [P. Recio] elaboró en 2019 una representación coherente con lo que hemos contado. Consiste en una hipótesis de cómo pudo haber estado distribuido el contenido iconográfico de la bóveda antes de su destrucción. Podemos pronunciar las siguientes conclusiones:

  • Estarían presentes las doce constelaciones zodiacales, alineadas entre sí y formando un arco que atravesaba la bóveda con la idea de dividir los hemisferios. Irían acompañadas, a su vez, de sus respectivas regencias planetarias (siete) y se extenderían a lo largo del plano Boreal.
  • El resto de las constelaciones (creemos que treinta y cinco) se encargaría de completar las áreas vacías de la bóveda. Las boreales, del lado de los planetas, y las australes, del de los signos del zodíaco.
  • Los vientos, en caso de ser doce, se distribuirían por la zona inferior de la bóveda, sumando cinco en cada extremo ochavado y dos en el tramo central.
Fig. 10. Recreación de la posible distribución de los elementos de la bóveda en base a nuestras deducciones. Estudio en planta a partir del gráfico creado por R.M. Hiniesta (2006). Imagen: PRS (2019).

La propuesta no se detuvo tras el desarrollo de la Fig. 10: también se trató de obtener un resultado más realista para la reconstrucción de la bóveda.

El trabajo comenzó con el tramo central, el más próximo a los restos conservados. Se decidió recurrir a sistemas de dibujo digital para la confección de las figuras celestes y la posterior edición de los resultados. Los grabados del Poeticon Astronomicon fueron tomados como punto de partida y, sobre ellos, se adaptaron las nuevas propuestas siguiendo los cánones de diseño de Fernando Gallego. Se trabajó tomando como referencia numerosas obras previas del retablista, conocido por reutilizar sus propios diseños para diferentes proyectos.

Fig. 11. Fotomontaje del posible aspecto original de “El Cielo de Salamanca”. Imagen: PRS (2019).

Aquí hemos justificado que “El Cielo de Salamanca” se ajusta al criterio astrológico del Tetrabiblos de Ptolomeo, que es coherente con el pensamiento y la función de una cátedra de astrología del s. XV, que asistía a la de Medicina en la elaboración de cartas astrales. La idea de que representa un cielo real, además de presentar algunas incoherencias, es una visión reciente que implica asumir varias suposiciones. Incluso puede que Gallego solo siguiese criterios estáticos en la ubicación de los planetas. Con el criterio de la Navaja de Ockham la explicación mas simple es la preferible. No obstante, la única forma de dilucidar este tema de forma definitiva es conseguir nuevas pruebas. En particular si dispusiésemos la posición de los planetas que faltan quedaría claro. Una disposición planetaria concreta no se repite en milenios. Incluso solo un planeta más restringiría drásticamente las especulaciones

Una de las opciones a tener en cuenta podría ser la de realizar un análisis de las fotos tomadas por los hermanos Gudiol durante la década de 1950. Están documentadas en el archivo del Instituto Amatller de Barcelona, fundado por el propio José Gudiol y resultarían clave para el estudio del aspecto original de la bóveda antes de ser modificada y arrancada. Quizás nos ayudarían a descubrir nuevos puntos de referencia sobre los que alinear o ajustar la propuesta de reconstrucción. A este estudio, además, se podría sumar una inspección de los restos conservados en las Escuelas Mayores a través de tecnologías modernas como la reflectografía infrarroja, pudiendo así ubicar posibles restos de dibujos subyacentes en la pintura.

 

Este artículo nos lo envían: Guillermo Sánchez León, que ha escrito además varios artículos y de los relatos de divulgación científica en Naukas que podéis encontrar en el siguiente enlace, Pablo Recio Sánchez, Máster en Conservación y Restauración del Patrimonio. UPV, que ha basado su aportación a este artículo en: Recio Sánchez, P. (2019). La bóveda astrológica del Cielo de Salamanca. Aportaciones para la recreación de su aspecto original.



Por Colaborador Invitado, publicado el 13 abril, 2022
Categoría(s): Astronomía • Historia