Ecosistemas limitados por la disponibilidad de agua y las amenazas que afrontan por el cambio global

Por Colaborador Invitado, el 18 abril, 2022. Categoría(s): Divulgación • Ecología

La escasez de agua y su distribución ha venido siendo un importante problema ambiental en las últimas décadas, pero en los últimos años la disponibilidad de este recurso clave para la vida se está recrudeciendo aún más. Y las expectativas de futuro son aún menos alentadoras, ya que se espera que las zonas limitadas por agua lo estén cada vez más, lo que revertirá en una aumentada aridez y desertificación. El objetivo de este artículo es crear conciencia social sobre la fragilidad en la que se encuentran los ecosistemas limitados por la disponibilidad de agua y la urgencia de protegerlos frente a los rapidísimos cambios a los que estamos sometiendo a nuestro planeta.

Desiertos

Vamos a empezar por los ecosistemas que reciben menos agua de todos, que son los desiertos. Cuando la mayoría de nosotros pensamos en un desierto nos imaginamos un ecosistema muy seco, cálido y lleno de dunas. Sin embargo, en este artículo veremos que es cierto que son zonas secas, pero no tienen por qué ser cálidas ni tener dunas.

Un desierto es una zona en la que llueve muy muy poco, menos de 250 mm al año. Esta aridez se debe a que el aire está muy seco, y esto puede estar causado por dos motivos: el primero es que estas regiones estén ubicadas lejos de las grandes masas de agua, como mares o ríos, y para cuando llega el aire allí ya ha perdido la humedad que llevaba. La segunda posibilidad es que estén separadas de las masas de agua por cadenas montañosas, y esto hace que sistemáticamente, el aire ascienda para pasar la montaña, y al ascender se enfría y precipita, dejando toda la humedad que llevaba en las montañas, y para cuando llega al otro lado de la montaña ya está seco. Este es el caso del desierto de Atacama, uno de los lugares más secos del mundo, donde hay estaciones meteorológicas que nunca han detectado lluvia. Cualquiera de estas dos circunstancias provoca una región destinada a recibir muy poca agua debido a su ubicación, y esto se puede dar tanto en latitudes bajas, dando lugar a desiertos cálidos o en latitudes altas que generan desiertos fríos.

Al ser lugares tan secos, los desiertos son capaces de albergar muy poca vegetación. Esto hace que durante el día, los rayos de sol alcancen directamente el suelo ya que no hay ni nubes ni plantas que amortigüen la radiación, y como consecuencia la temperatura sube muy rápidamente. Cuando cae la noche, la falta de vegetación y nubes vuelven a propiciar un enfriamiento muy brusco de la superficie. Esto hace que los desiertos cálidos puedan pasar de los 50 ºC de día en verano a temperaturas bajo cero por la noche en invierno.

Esta enorme variación en las temperaturas poco a poco va fragmentando las montañas y la superficie de los desiertos mediante procesos de meteorización, de forma que la repetida expansión y contracción va transformando la zona en el típico desierto cálido que muchos tenemos en mente: una zona seca y formada por dunas de arena y polvo. Sin embargo, sólo el 20% de los desiertos del mundo está formado por dunas, ya que la mayoría de ellos son planicies cubiertas de rocas donde domina la erosión eólica. En estas zonas, el viento se lleva la arena producto de la meteorización y queda sólo un suelo desnudo y agrietado. En los desierto fríos, el aire está tan frio que apenas es capaz de albergar humedad, así es que llueve muy poco, y lo poco que llueve suele ser en forma de nieve y es arrastrado por los fuertes vientos, lo que disminuye aún más la disponibilidad de agua.

La principal amenaza para estas zonas es que con el cambio climático aumente aún más su aridez, de forma que las zonas semiáridas se conviertan en desiertos, lo que conllevaría una pérdida de biodiversidad a todos los niveles: fauna, flora y microorganismos, que empeorará el funcionamiento de todo el ecosistema.

Ecosistemas mediterráneos

La cuenca mediterránea tiene un clima peculiar: inviernos relativamente fríos, otoños y primaveras lluviosos, y el verano es siempre muy cálido y seco. Curiosamente, no sólo tenemos este clima en la cuenca mediterránea sino también en una parte de California, el centro de Chile y el sur de África y de Australia.

El hecho de que los veranos sean tan secos y cálidos, determina totalmente la ecología de las plantas que habitan en estas zonas, ya que se han visto obligadas a adaptarse de distintas formas para sobrevivir a estas condiciones tan duras. Vamos a ver cómo se las ingenian: las herbáceas mueren en verano porque al tener las raíces superficiales no pueden acceder al agua de las capas más profundas del suelo, quedando su descendencia latente en el suelo como un banco de semillas. Son frecuentes los matorrales leñosos, espinosos y aromáticos como la jara, el romero o la lavanda, ya que estas adaptaciones les permite reducir la cantidad de agua que pierden por los estomas de las hojas. Los árboles de estas zonas suelen ser esclerófilos, es decir, que tienen hojas pequeñas y oscuras cubiertas de una capa externa de cera que le ayuda a retener la humedad, como el alcornoque, la encina o el olivo.

Otra característica importante de estos ecosistemas y que también está condicionado por la sequía estival, es la recurrencia de los fuegos. Muchas de nuestras plantas son pirófitas e incluso dependen del fuego para poder reproducirse. Esto es consecuencia de que, hace algunos cientos de años, los cada vez más frecuentes fuegos causados por el hombre seleccionaron a las especies pirófitas mientras que las menos adaptadas al fuego se hicieron más escasas. Sin embargo, las condiciones en las que se quema nuestro monte están cambiando: las técnicas de manejo están orientadas a reducir los incendios, lo que provoca que el material vegetal senescente se acumule y en vez de quemarse con frecuencia en fuegos de pequeña magnitud, se originen fuegos menos frecuentes pero muy grandes y virulentos, tanto que ni siquiera las especies pirófitas sobreviven a ellos.

Muy ligado a nuestros ecosistemas está el uso que hacemos de ellos y cómo los hemos manejado históricamente. Así, nuestros bosques mediterráneos originales, formados por una diversa arboleda acompañada de una densa capa de matorrales, han derivado en un paisaje muy frecuente en nuestra península: la dehesa. El clareo selectivo de la arboleda ha desplazado a las especies que no producen ningún bien de interés comercial y ha aumentado la frecuencia de las especies que sí lo tienen, como el alcornoque o la encina. También se ha eliminado gran parte de los arbustos para favorecer el crecimiento de pastos para alimentar al ganado. De esta forma, estos emblemáticos espacios seminaturales permiten simultanear el pastoreo y el cultivo con otras actividades tradicionales como la caza y la apicultura.

Los ecosistemas mediterráneos son unos de los más amenazados y vulnerables del mundo. Muchas de estas áreas están degradadas o han perdido parte de su hábitat por la intensificación de la agricultura, la urbanización, la supresión de los fuegos o las especies invasoras como el hongo phytophthora cinnamoni que contribuye a la seca en las encinas.

Sabana

Aunque es cierto que este ecosistema esté limitado por el agua estacionalmente, durante el resto del año recibe bastante agua: es la sabana. La típica sabana, es esta pradera llana e infinita donde están los ñus pastando y los leones tirados a la sombra de unos cuantos árboles desperdigados. Frecuentemente se asocia este ecosistema a las praderas africanas, sin embargo, también podemos encontrarlas en Sudamérica y en Australia, aunque, claro está, sin ñus ni leones.

El clima en estos ecosistemas es bastante cálido durante todo el año y hay poca variación de un mes a otro, aunque si hay bastante variabilidad térmica entre el día y la noche, ya que al irse el sol baja la temperatura drásticamente. Con respecto a las precipitaciones, hay dos estaciones muy claramente separadas: hay aproximadamente unos 5 o 6 meses muy secos, y todas las precipitaciones se concentran en la otra mitad del año. La estación seca suele ser más fría y se considera el invierno, mientras que el verano es muy lluvioso y puede llegar a registrar temperaturas de hasta 40 ºC.

Estos ecosistemas suelen hacer la transición entre zonas semiáridas y selvas. Como hay pocos árboles, esto permite que la luz llegue hasta el suelo y se forme un tapiz continuo y denso de herbáceas ¡que en ocasiones puede llegar a medir hasta 3 metros de altura! La vegetación de esta zona tiene un enraizamiento potente y profundo para aguantar los meses secos, y los árboles suelen ser caducifolios y de troncos bajos. Estos extensísimos pastizales son capaces de albergar enormes manadas de herbívoros como ñus, cebras, antílopes…de hecho, la sabana es el ecosistema con mayor diversidad de herbívoros del mundo.

Y ya se sabe, donde abundan los herbívoros no faltan los depredadores, por lo que hay una gran variedad de ellos, como leones, guepardos o leopardos. También hay carroñeros, como hienas y buitres. Muchos de los animales que pueblan estas regiones, tienen como estrategia migrar durante la estación seca fuera de la sabana y volver con las lluvias a disfrutar de la abundancia de estos ecosistemas cuando la mayoría de las especies están criando y los pastos vuelven a estar verdes y vigorosos.

La principal amenaza para estas zonas es que con el cambio climático aumente su aridez, de forma que las sabanas se conviertan en zonas semi-aridas o incluso en desiertos. Por ejemplo, en áfrica, el desierto del Sahara se está expandiendo hacia la sabara a una velocidad de 50 km por año. Además, el manejo humano se apropia cada vez de más territorio de la sabana, destinando al sobrepastoreo y la agricultura a parte de estas praderas. Tristemente, muchos de los animales de la sabana están en peligro de extinción como consecuencia de la caza furtiva y la pérdida de hábitat.

 

Este artículo nos lo envía Lourdes Morillas: Doctora en ecología por la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla, actualmente trabaja como investigadora en la Universidad de Lisboa. En los últimos años se ha especializado en el estudio de los procesos del suelo en ecosistemas mediterráneos en un contexto de cambio global. En su página web mednchange.weebly.com escribe sobre el transcurso de su proyecto actual, Med-N-Change. Podéis seguirla también en Twitter: @Morillas_L o en @MedNChange.



Por Colaborador Invitado, publicado el 18 abril, 2022
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