¿Cómo clasificó Linneo a los humanos junto al resto de animales?

Por Colaborador Invitado, el 14 septiembre, 2022. Categoría(s): Biología • Ciencia
Figura 1. A la izquierda, portada de la décima edición del Systema Naturae (1758) que se toma como referencia para el procedimiento de clasificación. A la derecha, arriba, Karl von Linneo (1707-1778). A la derecha, abajo, clasificación sistemática de Homo sapiens. Las cinco categorías linneanas fueron más tarde incrementadas con otras dos: Phylum y familia.

Aristóteles estableció una diferencia esencial entre los seres humanos y los animales. Las principales religiones proclamaron que el hombre fue creado por Dios separadamente de las demás criaturas. Linneo, en su Systema Naturae, rompió con esta tradición milenaria y trató a los humanos como una especie animal más. Aquí veremos como lo hizo.

El botánico sueco Karl von Linneo legó a la Biología una obra de extraordinaria importancia cuyo alcance se extiende hasta nuestros días. Linneo estableció, en su Systema naturae, un procedimiento formal que permitió la clasificación rigurosa de los seres vivos conocidos en su tiempo y la progresiva incorporación de los que serían descubiertos en las décadas y siglos posteriores. La potencia de su sistema fue tal que se adoptó rápidamente en todo el mundo y sigue utilizándose en la actualidad. La clasificación linneana se basa en la jerarquía de niveles, comenzando por el más basal, la especie, y encuadrando los diferentes grupos de un nivel en grupos de nivel superior. Las especies se agrupan en géneros, estos en familias, luego en órdenes, clases, phyla y finalmente en reinos. Con este sistema es posible en principio localizar cualquier especie utilizando sólo las palabras correspondientes a cada nivel (Figura 1).

Otra de las aportaciones magistrales de Linneo fue el establecimiento de un sistema universal de nombrar las especies. La nomenclatura binomial combina el nombre del género y el de la especie. Esta forma de nombrar las especies se mantiene en la actualidad. Así, en el género de los “perros” (Canis), agrupamos al perro doméstico (Canis familiaris) al lobo (Canis lupus) o al coyote (Canis aureus).

Pero queremos ahora destacar una tercera contribución que hizo Linneo a la ciencia y que puede calificarse de revolucionaria: la inclusión del ser humano en su sistema de clasificación, en pie de igualdad con los otros organismos del reino animal. Nadie se había atrevido a tanto. Linneo rompía una tradición que se había mantenido desde que Aristóteles consideró a los humanos como esencialmente diferentes a los demás animales. Esa diferencia consistía en la posesión de un “ánima racional”, además de las ánimas sensitiva y vegetativa que poseen los demás animales. Esto sin mencionar las grandes religiones, en particular la cristiana, que separaban radicalmente humanos y animales ¿Cómo encajó Linneo al ser humano en la estructura de su clasificación animal?

Linneo denominó a nuestra especie como Homo sapiens, y la incluyó en el orden de los Primates, denominación y clasificación que mantenemos en la actualidad. De esta forma afirmaba su pertenencia a un género, Homo, y a una especie caracterizada por su racionalidad (sapiens). Posteriormente, los paleoantropólogos han incluido en el género Homo varias especies extintas, como Homo erectus, Homo habilis u Homo neanderthalensis.

Figura 2. Fragmentos del Systema naturae donde se describen las características de Homo sapiens (con sus cuatro variedades principales, americano, europeo, asiático y africano) junto a las dos variedades particulares (ferinos y monstruosos). A la derecha, abajo, descripción de Homo troglodytes.

Linneo incluyó otra especie del género Homo junto a H. sapiens, y la denominó Homo troglodytes (Figura 2). No podemos estar seguros de a qué se refería. Muchos autores han divulgado que en realidad hablaba del chimpancé, pero esto parece improbable. Aparentemente, Linneo pensaba que existía una especie diurna de Homo (H. sapiens), y otra nocturna (H. troglodytes), habitante de cavernas (troglodita). Linneo nos proporciona una extraña descripción, un ser de corta estatura, piel y pelo blanco, iris dorado y membrana nictitante. Afirma que camina erecto y habla con silbidos. Al mismo tiempo aumenta la confusión al referirse a esta especie como “Orang outan” y afirmar que habita en Etiopía, Java y Molucas, un área que solo en parte es habitada por orangutanes. Desde luego la descripción no encaja con ningún homínido.

Probablemente Linneo se basó en creencias que circulaban entre los naturalistas de la época, sin evidencias reales de la existencia de un Homo troglodytes. Curiosamente la denominación “troglodytes” fue luego utilizada por otros autores para denominar al chimpancé (Pan troglodytes) que no aparece en el Systema Naturae. Lo paradójico del caso es que el chimpancé no vive en cuevas.

Volvamos al H. sapiens de Linneo. En su afán clasificador, este naturalista distingue una serie de variedades de nuestra especie, y les adjudica no sólo características físicas, sino también psicológicas e incluso sociológicas (Figura 2). Es curiosísimo el uso de los cuatro humores hipocráticos (sangre, cólera, bilis negra/melancolía y flema) para definir los caracteres. Veamos las variedades principales, que corresponden a los cuatro grandes continentes:

  • sapiens europeus: Piel blanca, cuerpo fornido, pelo rubio, carácter sanguíneo. Es inteligente e inventor. Se rige por rituales y tradiciones.
  • sapiens americanus: Piel roja, pelo negro, de carácter firme y colérico. Es alegre, testarudo y libre. Se rige por costumbres.
  • sapiens asiaticus: Piel cetrina, pelo negruzco, ojos marrones. Carácter melancólico. Es avaro, severo y se rige por opiniones.
  • sapiens afer (africano): Piel negra. Pelo negro y retorcido. Labios hinchados. Es flemático y flojo de carácter. Ladino, débil y negligente. Se rige de forma arbitraria.

Vemos que la clasificación de Linneo no está libre de los prejuicios de la época acerca de las características de las supuestas razas humanas. Junto a estas cuatro variedades principales, Linneo define otras dos, más particulares:

  • sapiens ferus: Se trata de los niños ferales o ferinos, que se crían con animales. Los caracteriza como tetrápodos, mudos y con el pelo hirsuto. Linneo cita casos concretos, como el niño oso de Lituania, el niño lobo de Hesse o los niños salvajes de los Pirineos.
  • sapiens monstruosus: Es curioso que Linneo incluya las deformidades y otras variantes de la anatomía humana en un grupo específico de “monstruos”. Aquí se encuadran los gigantes patagones, los chinos macrocéfalos, los enanos alpinos y los monórquidos u hotentotes. Este último grupo se basa en una supuesta costumbre de los hotentotes consistente en la extirpación de un testículo en la infancia.

Para terminar, quiero destacar un detalle tan sorprendente como inspirador referido a la posición del ser humano en el Systema Naturae. Linneo utiliza para cada género de animales una brevísima descripción, una especie de sinopsis de los rasgos que los distinguen de otros géneros del mismo orden. Así los elefantes son Nasus proboscide elongatus, y los murciélagos se definen como Manus palmatae volatiles. ¿Qué frase utilizó Linneo para capturar la esencia del género humano? Pues en este punto nos da una espléndida lección. Utilizó la divisa que según la tradición estaba escrita en el pronaos del templo de Apolo en Delfos[1]: Nosce te ipsum, conócete a ti mismo. Es decir, la esencia del ser humano no sería ninguna característica morfológica, sino su capacidad de conocer, y en particular su deber de conocerse a sí mismo. Un excelente consejo y una agudísima percepción por parte de Linneo de lo que significa ser humano.

Este artículo nos lo envía Ramón Muñoz-Chápuli (Granada, 1956) ha sido catedrático de Biología Animal en la Universidad de Málaga hasta su reciente jubilación. Ha publicado un centenar de artículos científicos sobre Biología del Desarrollo y Evolución Animal en revistas nacionales e internacionales, además de numerosos artículos divulgativos. Su docencia se ha centrado sobre todo en estos temas, aunque ha impartido también clases de Historia de la Biología y Filosofía de la Ciencia a nivel de posgrado. Ha sido Vicedecano de la Facultad de Ciencias y Director de la Escuela de Doctorado de la UMA. Es autor de varios relatos premiados en certámenes literarios y de la novela histórica El sueño del Anticristo.

 

Notas: [1] Linneo afirma que esta divisa estaba en el Templo de Diana y la atribuye a Solón. En realidad, esa atribución es incierta.



Por Colaborador Invitado, publicado el 14 septiembre, 2022
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