¿Los disruptores endocrinos engordan?

Por Colaborador Invitado, el 19 diciembre, 2022. Categoría(s): Divulgación • Medicina

No puedes escapar del destino, pero de los disruptores endocrinos, tampoco. Y con ese nombre, ya sabemos que paz, precisamente, no traen.

Los disruptores endocrinos (que vaya nombrecito) han sido definidos por la Organización Mundial de la Salud como aquellas moléculas que son ajenas a nuestro cuerpo, capaces de alterar la función del sistema endocrino y que causan alteraciones en el organismo que pueden ser transmitidas a nuestros descendientes.  Es decir, los disruptores endocrinos nos dejan las hormonas del revés a nosotros y a nuestros herederos.

Pero, ¿dónde están los disruptores endocrinos?

¿Cómo entran a nuestro cuerpo? ¿Cómo nos afectan? ¿Podemos verlos? ¿Y combatirlos? ¿Tal vez con escondernos baste? Pues no, no basta, pero como veo que tienes muchas preguntas vamos a ir una por una, sin que cunda el pánico.

Generalmente, los disruptores endocrinos proceden de productos de fabricación humana (la mayoría de ellos están relacionados con la industria del plástico) mientras que alguno de ellos, como las isoflavonas de la soja, tienen un origen vegetal. En la figura 1, te dejo el nombre de algunos de estos delincuentes y dónde puedes encontrarlos.

¿Dónde están los receptores endocrinos? Podemos encontrarlos, fundamentalmente, en productos de origen sintético, especialmente en los relacionados con la industria del plástico.

¿Por qué nos afectan? Porque su estructura es muy parecida a la de nuestras propias hormonas. Para que te hagas una idea, es como meter una llave en una cerradura: la llave de la puerta de casa abre la puerta de casa y eso te da acceso a todo lo que hay dentro de ella. ¿Y la llave del jardín? Pues no, esa te abre otra puerta, ¿cierto? Cada llave es específica de su cerradura y sólo abre una puerta. Pero, ¿y si nos hiciéramos con una llave muy similar a la de casa? Probablemente, podremos abrir la puerta (aunque sea trampa).

Lo mismo pasa en nuestro organismo. Para que nuestras hormonas o “llaves” (por ejemplo, los estrógenos, los andrógenos o la hormona tiroidea) puedan ejercer su acción dentro de nuestro cuerpo, han de unirse a su receptor o “cerradura”, lo que desencadena una serie de respuestas específicas. Tú no tendrías las mismas experiencias si dispusieras de la llave para un piso bohemio en París, una mansión en las Bahamas o el castillo de Drácula: todo lo que ocurra después dependerá de la puerta que hayas abierto.

Pues resulta que los disruptores endocrinos tienen una forma tan parecida a nuestras hormonas que son capaces de unirse a su receptor y desencadenar las mismas respuestas que desencadenarían estas. Vamos que puede llegar el conde Drácula con sed de sangre y abrir con su llave la puerta de tu apartamento en París…¡vaya seguridad! Además, también pueden afectar a los procesos de fabricación o destrucción de hormonas, así como a su transporte en la sangre y a través de membranas celulares.

¿Los disruptores endocrinos promueven la obesidad?

Una de las facetas cada vez más reconocida de los disruptores endocrinos es la de actuar como obesógenos (factores que promueven la obesidad). Obesidad, la pandemia silenciosa. Según datos de la OMS, desde 1975 hemos triplicado el número de personas obesas. Tradicionalmente se ha presentado a la obesidad como un desbalance entre las calorías ingeridas y las quemadas: la ingestión de alimentos muy calóricos combinada con una vida sedentaria lleva, inevitablemente, a la obesidad.

Aunque esto es real, actualmente tenemos una visión más amplia de los factores que desencadenan la obesidad ya que si este problema sólo se debiese a un simple desbalance energético, con hacer dieta sería suficiente. Sin embargo, nos encontramos con que hay personas que no consiguen perder peso y, si lo hacen, no son capaces de mantenerlo. Es por ello que actualmente se considera a la obesidad como una enfermedad multifactorial, donde pueden intervenir diversos factores nutricionales, genéticos, sociológicos e, incluso, medioambientales.

El principal protagonista de la obesidad en nuestro cuerpo es el tejido adiposo, es decir, el tejido donde almacenas los lípidos (o grasas) y que está compuesto por células que denominamos adipocitos. Pues bien, los obesógenos son capaces de:

  • Aumentar el número de adipocitos: más adipocitos, más grasa almacenada, más obesidad.
  • Alterar el ratio entre la formación y la destrucción de adipocitos: más adipocitos, más grasa almacenada, más obesidad.
  • Estimular la ingesta al actuar sobre el cerebro: más ingesta, más grasa almacenada, más obesidad.
  • Modificar el metabolismo basal y favorecer el almacenamiento de grasa al actuar sobre otros órganos como el hígado, el páncreas, el músculo, el intestino y el tejido adiposo: más grasa almacenada, más obesidad.

El mecanismo por el cual los obesógenos son capaces de contribuir a la obesidad aún no está del todo claro. La mayor parte de los datos de los que disponemos proceden de estudios con modelos animales y, aunque no dejan lugar a dudas, necesitamos continuar investigando el papel de los obesógenos en los humanos.

Mecanismos por los que los disruptores endocrinos actúan como obesógenos. Hasta hace poco se creía que la obesidad se debía, simplemente, a un desbalance energético. Ahora sabemos que es una patología multifactorial y que los obesógenos pueden jugar un papel importante en el establecimiento y el mantenimiento de la obesidad.

Uno de los principales mecanismos de actuación estudiados para los obesógenos consiste en la activación de PPARγ (siglas que proceden del inglés para Receptor Activado por el Proliferador de Peroxisomas γ), el dueño y señor de la regulación de la adipogénesis. Ahora que sabes su nombre, ya puedes culparle a él de todos tus males con los kilos postvacacionales. Pues bien, se sabe que el TBT y su primo químico el TPT, así como el fungicida triflumizol y los plastificadores dietilhexil ftalatos, son capaces de activar PPARγ. Más PPARγ activado, más grasa almacenada, más obesidad. Por otro lado, el fungicida tolifluanida activa al receptor de glucocorticoides, no a PPARγ y, sin embargo, es un obesógeno igualmente. ¿No te recuerda esto un poco al juego de las sillas? Todos desesperados por anclarse a algún sitio.

 

Pero sus posibles mecanismos no terminan aquí. Los adipocitos producen y liberan unas moléculas llamadas adipoquinas, como la leptina (que nos da una sensación de saciedad) o la adiponectina (que es antiinflamatoria y favorece la acción de la insulina), con un perfil determinado. Cuando el adipocito se altera, como ocurre, por ejemplo, en la obesidad, este perfil de adipoquinas liberadas se altera también de manera patológica. Pues resulta que los obesógenos, que son capaces de estimular la formación de nuevos adipocitos, no lo hacen del todo bien, por lo que los adipocitos que se han formado por la estimulación de obesógenos salen algo defectuosos y, con ellos, el perfil de adipoquinas que expresan: expresan menos adiponectina (aumenta la resistencia a la acción de la insulina) pero más factores de inflamación y fibrosis.

¿A qué te resulta muy interesante? Si tienes más curiosidad puedes consultar la página web del Proyecto Oberon, un consorcio formado por grupos de investigación encargados de detectar disruptores endocrinos relacionados con desórdenes metabólicos.

Y los niños, ¿es que nadie va a pensar en los niños?

Si bien es cierto que no se considera a los obesógenos como únicos responsables del incremento de la obesidad (y todavía se estudia qué porcentaje de responsabilidad tienen en ello), sí se cree que puedan estar jugando un papel relevante entre bambalinas, especialmente en las etapas iniciales del desarrollo, cuando el organismo es más sensible a ser “programado” para su futura vida adulta.

Los disruptores endocrinos son capaces de fastidiarnos antes incluso de que nos conciban, ya que afectan a la maduración de células sexuales (óvulos y espermatozoides) y con ello disminuyen las probabilidades de concebir un heredero.

La exposición a obesógenos en el periodo perinatal lleva a que se establezca un punto de obesidad más bajo que para individuos sanos (fenotipo ahorrador). Es decir, que los niños expuestos a obesógenos en épocas tempranas de su desarrollo van a necesitar menos calorías para ser obesos que los niños libres de obesógenos y, además, su organismo va a encontrar dificultades para movilizar esa grasa y deshacerse de ella en periodos de ayuno. Y esto se consigue con un disruptor endocrino tan conocido como la nicotina, no hace falta irnos más lejos.

Efectos de los disruptores endocrinos en la etapa perinatal. A pesar de que los adultos pueden verse afectados por los disruptores endocrinos, el principal blanco de éstos son los niños en toda su etapa perinatal. Los niños pueden verse afectados y quedar condicionados por la exposición a los disruptores endocrinos desde el embarazo hasta los primeros años de vida, cuando el cuerpo queda programado para su vida de adulto.

Estos efectos, además, dependen del dimorfismo sexual: no afectan por igual a ambos sexos. Se ha observado que las ratonas preñadas a las que se les administra BPA (bisfenol A) durante el embarazo y la lactancia dan lugar a hijas con un menor gasto energético. El BPA, además, tiene una predilección muy tonta por acumularse en la placenta lo que facilita que pueda ejercer sus acciones malignas sobre el feto en desarrollo. Está allí la mar de cómodo.

Tampoco te creas que los efectos derivados de la exposición a obesógenos duran poco, que se van en una generación y listo. Las consecuencias de la administración del disruptor TBT (tributin estaño) durante el embarazo y lactancia perduran en los machos de hasta 4 generaciones posteriores a la de partida. O, dicho de otra forma, tus tataranietos podrían quedar afectados por lo que sea a lo que estés expuesto mientras lees este artículo. Se cree que este efecto tan potente de algunos disruptores está relacionado con alteraciones en el ácido desoxirribonucleico o ADN (como cambios en su metilación, lo que conlleva la activación de unos genes y la inhibición de otros, o en la estructura) y con genes involucrados en el funcionamiento del tejido adiposo.

Tradicionalmente nos hemos aferrado a la barrera de Weismann, que nos dice que sólo las células germinales (óvulos y espermatozoides, destinados a la reproducción) pueden afectar a las células somáticas (las demás, no destinadas a la reproducción) al concebir a nuestra descendencia. Pero los disruptores endocrinos están poniendo en jaque esta idea, ya que la alteración (en este caso hormonal) de las células del organismo, puede alterar de forma epigenética a las germinales y, con ello, a las futuras generaciones. La influencia entre células germinales y somáticas ha dejado de ser unidireccional.

Estos resultados todavía necesitan seguir siendo confirmados con un mayor número de estudios, ya que la ventana de tiempo en la que el disruptor es aplicado durante la gestación también puede hacer variar el resultado.

De momento, y a la vista de estos resultados, no parece que vayamos a poder deshacernos de ellos tan fácilmente, ya que son moléculas que se encuentran en muchos elementos de nuestra vida cotidiana, pero tienes en tu mano la capacidad para disminuir tu interacción con ellos.

A continuación, te dejo en la figura 4 algunas acciones que puedes emprender para reducir su ingesta, ya que, aunque podemos adquirirlos por inhalación o por la piel, su adquisición por la ingesta es la principal vía de entrada al organismo.

Recomendaciones para reducir la ingestión de disruptores endocrinos. Puesto que la principal vía de entrada al organismo es mediante la ingestión de alimentos que han estado en contacto con ellos, esta tabla resume una serie de consejos para disminuir su ingestión.

Conclusión

Como ves, los disruptores endocrinos son capaces de alterar nuestro sistema endocrino debido a su alta similitud con algunas de nuestras hormonas. Cada vez es mayor la evidencia que respalda su papel como obesógenos, por lo que se postulan como un factor más a tener en cuenta en la lucha contra la obesidad, especialmente de los más pequeños.

Es difícil escapar de los disruptores endocrinos porque dependemos en gran medida de muchos de los productos en los que están implicados, pero podemos, al menos, intentarlo.

 

Este artículo ha sido redactado por el equipo de Microbacterium.es  de forma exclusiva para Naukas. Artículo redactado por Almudena García Carrasco y editado por Cristina Zamorano.

Referencias científicas y más información:

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Por Colaborador Invitado, publicado el 19 diciembre, 2022
Categoría(s): Divulgación • Medicina