Me van a disculpar ustedes que empiece (¡otra vez!) citando a los filósofos griegos, pero es que estos tipos geniales adelantaron respuesta para mucho de lo que hoy en día nos acontece y en esta ocasión es que lo clavaron, fíjense. En el siglo II a. C., Sexto Empírico razonaba que, tras una investigación, están quienes creen haber encontrado la verdad —a quienes llamó “dogmáticos”—, quienes creen que nunca será posible conocer esa verdad —a estos los llamó “académicos”—, y quienes consideran que no es posible, por el momento, obtener un resultado definitivo y siguen investigando, que son los “escépticos”. Pues bien exactamente esto último es lo que han concluido los expertos de la NASA tras un año de indagaciones sobre el fenómeno ovni (ahora conocido como UAP; Unidentified Aereal Phenomena): que hay que seguir investigando.
El mes pasado, Nicola Fox, del Departamento de Misiones Científicas de la NASA, hizo públicos, en rueda de prensa retransmitida on line, los resultados preliminares sobre los avistamientos que en los últimos tiempos vienen trayendo de cabeza a la opinión pública, a los medios de comunicación y a las autoridades de los Estados Unidos. El equipo investigador, formado por 16 científicos que han trabajado bajo la supervisión de la agencia espacial estadounidense, han concluido que no hay en absoluto evidencia convincente de actividad extraterrestre en ninguno de los avistamientos analizados. Ahora bien, esto no significa que la vida extraterrestre inteligente no exista, ni siquiera significa que no nos está visitando. Significa, tan solo, que no han encontrado pruebas suficientes como para poder asegurar sin ningún género de duda que “ya están aquí”. Vamos, que el tribunal declara al acusado “no culpable” (lo que no significa que sea inocente; solo que no se ha podido demostrar su culpabilidad).
Los científicos consideran que los datos de que disponen sobre más de 800 avistamientos son insuficientes para llegar a una conclusión definitiva. Su trabajo no ha sido fácil, pues además de las dificultades propias de la investigación en sí, han tenido que soportar las molestias e intentos de intimidación por parte de quienes creen firmemente en la presencia de UAPs en nuestros cielos. Porque hay personas que “eligen creer” en lugar de atender a pruebas y evidencias, una actitud que resulta decepcionante a estas alturas de la historia, después de todo lo que hemos pasado, y en una época que debería estar regida por la razón. Por su parte, la comisión de la NASA demuestra estar aplicando un método científico adecuado y una precaución encomiable a la hora de extraer conclusiones.
Por el contrario, Garry Nolan, profesor de patología de la Escuela de Medicina de la Universidad de Stanford, aseguraba durante una conferencia en el congreso SALT iConnections, celebrado en Nueva York el pasado mes de mayo, que los viajeros venidos de otros planetas, “no solo nos visitan, sino que hace mucho que están aquí”. Al ser preguntado por la probabilidad de que sus palabras sean ciertas, Nolan respondió: “El 100%”. Eso es tener las cosas claras. Pero aquí es donde viene la parte en la que quienes hacen este tipo de afirmaciones pinchan en hueso, porque al solicitarle evidencias que respalden sus palabras, dijo que: “Solo tienes que mirar lo que tu gobierno está haciendo ahora mismo”. Es decir, el antiguo argumento bíblico de “el que tenga ojos que vea” (Job 42:5). Se trata de una teoría que recibe el apoyo entusiasta del doctor Avi Loeb, del Departamento de Astronomía de la Universidad de Harvard.
Tanto Nolan como Loeb recurren, sin decirlo directamente, a la conocida falacia ad hominem, es decir, “créanme porque soy una persona importante”. Su posición como académicos de universidades de prestigio les libera de la necesidad de aportar pruebas concluyentes de sus afirmaciones. Es un viejo truco pero que funciona de maravilla; si quien habla nos parece un tipo de pocas luces o no nos cae bien, desechamos de manera inmediata todo lo que dice, pero si es un académico o uno de los nuestros, ni siquiera nos molestamos en analizar si sus afirmaciones tienen o no una base sólida y nos las creemos sin más. A poco que ustedes busquen encontrarán numerosos ejemplos en el día a día.
Por cierto, Avi Loeb acaba de regresar, exultante, de su expedición en busca de restos del meteorito interestelar IM1 en el fondo del Océano Pacífico. Se trataba del Proyecto Galileo, dirigido por él mismo y que tenía como objetivo primordial encontrar evidencias de que el citado meteorito era, en realidad, una sonda de origen extraterrestre. Fijémonos en que esta última cláusula contiene dos conceptos muy distintos: “sonda” (u objeto fabricado por seres inteligentes) y “extraterrestre” (o ajeno a la Tierra). Y Loeb vuelve exultante porque de esas dos premisas ha logrado evidencias (todavía pendientes de confirmar) de una de ellas, de la segunda. De la evidente. Porque si IM1 era de origen interestelar, lo que se acepta sin reservas en el ámbito de la academia astronómica, está claro que procedía de fuera de la Tierra. Para este viaje no necesitábamos alforjas.
Quienes formaban parte del Proyecto Galileo han encontrado unas 50 microesferas, de un diámetro inferior a un milímetro y de un peso de varios miligramos y, de acuerdo a su composición estimada (U235, U238, Pb206, Pb207) el propio Loeb les atribuye una edad de entre 14 mil millones de años y “unos cuantos miles de millones” de años. Interesante, pero en absoluto excepcional. Sin embargo, en el mejor estilo de los vendedores de aceite de serpiente del Far West, el académico está publicitando el resultado de su expedición como un éxito y sugiriendo, de forma más o menos velada, a los medios de comunicación que su búsqueda de vida extraterrestre inteligente, ha dado fruto. Probablemente lo haga para contentar a su adinerado mecenas, Charles Hoskinson, que puso de su bolsillo el millón y medio de dólares necesario para financiar el Proyecto Galileo y que no tenga la impresión de que ha malgastado su dinero.
Como hemos dicho en otras ocasiones, y al margen de la relevante cuestión de si alguno de los objetos y luces que se ven en los cielos son naves procedentes de fuera de la Tierra, todo este asunto es de gran interés porque nos muestra cómo hacemos frente, en este momento de la historia, a aquello que desconocemos y para lo que no tenemos, por el momento, una explicación racional. Hoy más que nunca, el pensamiento científico debe ser el abanderado de la razón y hacer frente a quienes dudan de todo lo que no les complace. A la vez que aumentan nuestros conocimientos científicos, avanza imparable una tendencia de pensamiento que proclama con orgullo “yo elijo creer”, al margen de toda prueba o evidencia: la Tierra es plana, el COVID nunca existió, los gobiernos ocultan tecnología extraterrestre en laboratorios subterráneos secretos… Don’t look up! Lo que resulta preocupante es que personas vinculadas al mundo científico se apunten a esta tendencia. Pero al menos, de momento, nos queda la NASA.
*******
Este artículo nos lo envía Juan F. Trillo, Filólogo, lingüista y escritor decidido a hacer buen uso de las apasionantes posibilidades narrativas que ofrece el mundo científico. Puedes visitar su página web personal: Si un león hablase…
Si tienes un artículo interesante y quieres que lo publiquemos en Naukas como colaborador invitado, puedes ponerte en contacto con nosotros.