José Miguel Viñas: «Cada vez tiendo más a una divulgación científica comprometida que despierte el interés y la conciencia social»

Por José Antonio Plaza, el 5 junio, 2024. Categoría(s): Entrevistas Naukas
José Miguel Viñas, en los jardines de la urbanización en la que reside en Madrid, en la denominada Ciudad de los Periodistas (José A. Plaza).

José Miguel Viñas, también conocido como  Divulgameteo, es meteorólogo y un buen ejemplo de lo anticuada que ha quedado la clásica denominación de ‘hombre del tiempo’. Nació en Madrid en 1969, creció en el barrio de Aluche y lleva ya muchos años viviendo en una localización que le va como anillo al dedo: la llamada Ciudad de los Periodistas, en el madrileño barrio del Pilar. Estudió Físicas y pronto se encauzó hacia la labor a la que lleva dedicándose casi media vida: la meteorología, entendida tanto desde el punto de vista de la ciencia como de su comunicación. Trabaja como meteorólogo en Meteored, colabora con diversos medios de comunicación, como RNE; participa en numerosos foros de divulgación científica, entre ellos Naukas, y lleva ya 11 libros publicados, el último hace sólo unos pocos días.

Su carrera se ha ido enfocando hacia la divulgación científica, un ámbito que ha conseguido consolidar hasta el punto que supone la labor principal de su dedicación actual, marcada por una diversificación profesional nacida de una perspectiva de trabajador ‘freelance’. Amante de hablar de cosas muy diversas, en distintos canales y para diferentes públicos, cree que ha conseguido ser un “todoterreno” contando la ciencia.

Consciente de la importancia de la relación entre clima y sociedad, en los últimos años ha dado pasos al frente hacia una mayor implicación y compromiso a la hora de hablar de cuestiones como el cambio climático. Sin considerarse (aún) activista, piensa que la situación actual exige un mayor nivel de responsabilidad social en la divulgación científica de la meteorología, el clima y el medio ambiente.

José Miguel Viñas ha sabido conjugar una frenética vida profesional con la capacidad de conciliar trabajo, vida personal y tiempo libre. Pasados los años, está en “el momento de mi vida en el que más cosas hago” gracias a una buena gestión del tiempo, sin estrés, y con la capacidad de disfrutar de temas tan necesarios como “la familia, la naturaleza, los viajes y la lectura”. Una vida mirando a los cielos siempre con los pies en la Tierra.


¿De dónde te viene la relación con la ciencia? ¿Familia? ¿Estudios? ¿Interés personal?

Mi familia es totalmente ajena al mundo de la ciencia. Crecí en el barrio de Aluche,  en Madrid, donde fui al colegio y culminé mi etapa escolar. Desde pequeño fui un chaval sociable y muy curioso, interesado en la naturaleza, aunque lo de la meteorología, las nubes o las tormentas, no me llamaba especialmente la atención. Como tantos otros chavales de aquella época, me enganché a Félix Rodríguez de la Fuente y su ‘El hombre y la tierra’, a la serie ‘Érase una vez el hombre’, a Cousteau y su Calipso, a Carl Sagan y su Cosmos… A finales de 1985 salió la revista Tribuna de Astronomía, algo que fue un bombazo para mí y para varios de mis amigos, que ya éramos aficionados al tema. Poco después, en febrero de 1986, coincidió la llegada del cometa Halley, lo que reforzó mi afición por la ciencia y la astronomía.


¿Fue la astronomía la primera ciencia que te llamó la atención?

Me gustaba y se me daban bien las matemáticas, la física, la química, las ciencias naturales en general… Antes de pensar en qué carrera estudiar, ya sabía que quería hacer algo relacionado con la ciencia, quizá con la astronomía, sí. Cuando hice la selectividad acabé eligiendo Físicas, en la Universidad Complutense de Madrid. Tuve mis dudas, pero no me veía haciendo, por ejemplo, una ingeniería. Elegí pensando en Astrofísica, pero a mitad de carrera me di cuenta de que no terminaba de convencerme esa rama para especializarme, porque era súper teórica, bastante alejada de la visión más romántica de la astronomía que forjó mi afición. No me veía de astrofísico, y me decanté por el estudio de la atmósfera como posible salida profesional.

En España, y en todos los países, hay mucha gente interesada por la meteorología: tomar datos, fotografiar los cielos, las nubes, las tormentas… Recuerdo que en aquellos años estaba empezando a despuntar el tema de la energía eólica, y también era algo a lo que le veía posibilidades laborales.


¿Disfrutaste la carrera de Físicas? ¿Cumplió tus expectativas?

Se me atascó bastante, la verdad. Tardé más años de la cuenta en finalizar los estudios superiores. Hice la especialidad de Física del Aire, que por entonces se llamaba Física de la Tierra y el Cosmos. En tiempos, los departamentos de Meteorología (junto a Geofísica) y Astrofísica estaban juntos, aunque terminaron separándose. No tenía claro por dónde tirar al acabar la carrera: seguía mirando la opción de la energía eólica, no descartaba la docencia… Entonces surgió uno de los azares de la vida: mientras estudiaba 5º de carrera, en 1995, salió una beca de Antena 3 TV, que se anunció en la Facultad. Era para estar cuatro meses de prácticas en la redacción de Informativos. El área de Meteorología ofertaba una plaza de becario, muchos compañeros de la especialidad hicimos la entrevista y el posterior casting, y al final me eligieron a mí. 


Antes de seguir con tu biografía profesional: ¿cómo se hace una predicción meteorológica?

Hoy en día es bastante más fácil que hace años. Tenemos muchísima información a nuestro alcance y se generan diariamente millones de datos meteorológicos. Las bases teóricas de la predicción meteorológica las estableció el meteorólogo noruego Vilhelm Bjerknes a principios del siglo XX: se trata de hacer una simulación de la atmósfera a escala terrestre. Tener una base de física es fundamental, sobre todo si quieres dedicarte a hacer predicción.

La información disponible la aportan las estaciones meteorológicas terrestres, los satélites, las boyas marinas, los globos sonda, aviones, barcos, etc. Toda esa información hay que procesarla de manera adecuada. Con ayuda de las ecuaciones hidrodinámicas y de la termodinámica del aire, los modelos globales acoplados de circulación atmosférica llevan a cabo simulaciones del estado futuro de la atmósfera para diferentes horizontes de predicción (horas, días, una semana, etc.). Entran en juego muchas variables. Hay que entender cómo se relacionan, hacer una buena lectura de lo que nos proporcionan los distintos modelos de predicción, y saber combinar mucha información y muy diversa. Un proceso clave y costoso a nivel de cálculo de la predicción es la asimilación de datos, lo que permite obtener de la forma más realista posible el estado inicial de atmósfera, a partir del cual se ejecutan las complejas ecuaciones de los modelos.

Composición con varias imágenes facilitadas por José Miguel Viñas, relacionadas con su labor meteorológica. Arriba a la izquierda, cúmulos fotografiados desde un avión; arriba a la derecha, simulación de un modelo de predicción; abajo a la izquierda, esquema del Sistema Global de Información (GOS), sistema coordinado de métodos y facilidades para la realización de observaciones meteorológicas y ambientales a escala mundial en apoyo de todos los programas de la Organización Meteorológica Mundial (OMM); y, abajo a la derecha, fotografía de nubes lenticulares.


¿Cómo se obtienen los datos?

Hay un sistema mundial de observación, que gestiona la Organización Meteorológica Mundial (OMM), al que contribuyen con sus redes los servicios meteorológicos de los distintos países. Cualquier dato oficial debe de cumplir con un estricto control de calidad y es accesible a través del citado sistema. Los datos son públicos y de libre acceso y se pueden consultar en Internet.


Se trata siempre de estimaciones, con una fiabilidad limitada. ¿Cómo explicar que la predicción meteorológica es un cálculo científico aproximado de una realidad futura variable?

La evolución de la atmósfera nunca es idéntica a la que pronostica un modelo. A corto plazo el nivel de confianza es alto, pero a medida que es mayor el horizonte de predicción, la evolución del modelo se va alejando de la real; por eso una predicción meteorológica nunca puede ser exacta. Por muchos datos que tengamos, por mucha capacidad de cálculo que logremos, estamos tratando de simular algo enormemente complejo.

Es como si coges el robot más avanzado que imita actividades humanas: es increíble lo que son capaces de hacer, pero están a años luz de lo que podemos hacer las personas y de cómo podemos hacerlo. Gracias al trabajo de muchas personas, como físicos, programadores, matemáticos, estadísticos, comunicadores, etc., logramos simplificar algo que es muy complejo, y se ha conseguido que la predicción a corto plazo tenga un porcentaje muy alto de aciertos.

Una predicción meteorológica nunca puede ser exacta; por muchos datos y capacidad de cálculo que tengamos, estamos tratando de simular algo enormemente complejo


Retomando tu carrera, una vez acabada la Universidad, ¿no pensaste en dedicarte a la investigación?

Realmente no, y tampoco me planteé quedarme en la Facultad. A mediados de los noventa Internet llegó a nuestras vidas y estaban surgiendo muchas oportunidades de trabajar en aquellos primeros entornos digitales. Cuando terminé la beca de Antena 3, varios compañeros de la carrera montamos una pequeña empresa para ofrecer servicios meteorológicos a medios de comunicación. Por ejemplo, ofrecíamos elaborar la información meteorológica de las páginas web de algunos periódicos.

Llegamos a tener algunos clientes, pero aquella aventura empresarial no tuvo un largo recorrido. Eso sí, recuerdo la ilusión con la que nos embarcamos en la empresa. Todo era aprendizaje: teníamos constantes reuniones de trabajo, aprendimos marketing, labor comercial, diseño gráfico, manejábamos programas informáticos, conseguimos muchos contactos… pero finalmente, tras un año de actividad, cada uno decidimos tirar por nuestro lado.


Tras la experiencia en Antena 3 y la empresa, ¿ya tenías claro que lo tuyo era la meteorología en el ámbito de la comunicación?

Me gustaba y empezaba a ver en ello una salida profesional. No pasó mucho tiempo cuando empezó sus actividades una empresa similar, llamada Meteotemp. También ofrecía servicios a la carta relacionados con la meteorología a medios de comunicación. A principios de 1998 empecé a trabajar con ellos. Recuerdo que entre nuestros clientes teníamos el diario El Mundo, para el que elaborábamos la página del tiempo, tanto en la edición en papel como en la web. También escribíamos artículos sobre temas de actualidad del tiempo y el clima.


Pero la televisión volvió a llamar a tu puerta…

Mi sueldo en Meteotemp era muy modesto. Era una pequeña empresa cuyos ingresos daban para mantener la actividad y poco más. Llevaba trabajando allí ya un año y medio cuando me llamó Jorge Robles, mi antiguo jefe de mi etapa de becario en Antena 3. Era junio de 1999. Poco antes había desembarcado en Antena 3 TV Ernesto Sáenz de Buruaga como jefe de los Servicios Informativos de la cadena; se había llevado a gente de su equipo en TVE, pero también estaban buscando profesionales para algunas áreas, entre ellas la de Meteorología. Me contrataron como meteorólogo de la cadena. Pasé a  estar trabajando en una televisión nacional y casi a duplicar mis ingresos.

Ahí empezó mi trabajo en los medios de comunicación, como hombre del tiempo, aunque teníamos en el equipo varias presentadoras que eran las que salían más a menudo en pantalla. Los tres meteorólogos del equipo (Jorge Robles, Jordi Cruz y yo) preparábamos la información. Yo solía grabar los espacios del tiempo para algunas de las delegaciones territoriales, y en alguna ocasión también presenté el espacio en la emisión nacional.


Sufriste uno de los grandes males de los medios: la precariedad y la falta de estabilidad…

No exactamente. Estuve en Antena 3 con un contrato indefinido y unas buenas condiciones económicas hasta el 8 de noviembre de 2003. Es una fecha que nunca olvidaré. Era sábado y fui a trabajar por la mañana. Entré en una redacción blindada por guardias de seguridad que nos obligaban a enseñar el DNI cada vez que entrábamos y salíamos. Fui a casa a comer y cuando volví a primera hora de la tarde ya no me dejaron entrar en las instalaciones. Tenía incluso objetos personales en mi puesto de trabajo. Así terminó mi etapa televisiva, de casi cinco años de duración. Mi nombre estaba en la lista del ERE que aprobó aquel día el Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales.

El ERE se justificó por razones económicas, cuando la verdadera causa fue el control político de la línea editorial de la cadena. Se aprovechó la limpia de la redacción de periodistas “incómodos” para reducir la plantilla. Echaron a compañeros de todas las áreas y en la de Meteorología me tocó a mí la china. Fue un palo porque, aunque ya había metido la cabeza en el mundillo de la meteorología y tenía bastantes contactos, me quedé sin trabajo de un día para otro, con mi mujer embarazada de nuestro primer hijo. Estuve algún tiempo intentando recalar en otra televisión. Tuve alguna oportunidad de entrar en TVE con José Antonio Maldonado, y también en Telecinco, pero al final ninguna de esas opciones llegó a cuajar.


¿Qué opciones te surgieron?

Cuando aún estaba en Antena 3 había empezado a dar clases de meteorología aeronáutica en una escuela de pilotos en Madrid, una ocupación que mantuve hasta 2009. Al quedarme sin trabajo en televisión, fui aguantando con el paro y con lo que me pagaban por las clases. En el verano de 2004, Pedro Piqueras estaba de director de Radio Nacional (RNE), y yo ya había trabajado en Antena 3 con él los fines de semana. Pepa Fernández quería incorporar un meteorólogo en la nueva temporada de su programa ‘No es un día cualquiera’ y me ofreció ser colaborador.


Por partes: ¿cómo fue la experiencia docente en meteorología aeronáutica?

Guardo muy buenos recuerdos de esa etapa. La meteorología aeronáutica es especial, ya que la información que precisa un piloto es muy específica, viene codificada de distinta manera. Los mapas de predicción son diferentes, hay fenómenos adversos como la turbulencia, la cizalladura o el engelamiento, que deben poder anticiparse. Las incidencias meteorológicas que pueden ocurrirle a un avión volando a miles de metros de altitud son distintas a las que ocurren aquí abajo… Cultivar este campo de la meteorología para preparar las clases enriqueció mucho mi conocimiento de base.

Estar como colaborador en la radio me ha permitido crecer como comunicador, divulgador y meteorólogo


¿Y el trabajo en RNE?

Trabajar junto a Pepa, la gente que ha ido pasando por sus equipos durante todos estos años, y el resto de colaboradores, es un regalo que me dado la vida. Me ha brindado grandes momentos y lo sigue haciendo, tanto a nivel profesional como personal. Cuando empecé, en septiembre de 2004, ‘No es un día cualquiera’ era ya un programa muy asentado, con una gran audiencia. Estar desde entonces como colaborador me ha permitido crecer como comunicador, divulgador y meteorólogo. Lo que podía haber quedado en una colaboración temporal, de una o dos temporadas, se ha convertido en una larga etapa de radio, que sigue en la actualidad y ojalá perdure.

Desde 2020 la compagino con ‘Agropopular’, el veterano programa de información agraria de COPE que dirige César Lumbreras. Con el paso de las temporadas en ‘No es un día cualquiera’, empecé a darme cuenta que podía dedicarme a la comunicación y la divulgación de las ciencias atmosféricas, trabajando por mi cuenta. Esto me ha permitido crecer mucho profesionalmente. A ello se suma también mi trabajo como meteorólogo de Meteored. Aparte de generar contenidos en nuestra web, llevo a cabo una labor de representación de la marca, tanto en los distintos eventos en los que participo, como en muchos medios de comunicación que se interesan por las informaciones que generamos.

Imagen tomada antes de uno de los programas de Radio Nacional de España, medio con el que José Miguel Viñas colabora de manera habitual.


¿Cómo llegaste a Meteored?

Meteored nació en los primeros tiempos de Internet como un foro de meteorología. Se hizo muy popular a nivel aficionado en los años 90. Javier López y Juanjo Martínez lo montaron en una habitación de la casa del primero en Almendricos, en Murcia, hace más de 30 años. El foro de Meteored empezó a tener mucho tirón y los usuarios comprobaron que compartían su afición por la meteorología con otras muchas personas. Ese foro tuvo una participación increíble y creció de manera exponencial.

Dentro de Meteored surgió también la Revista del Aficionado a la Meteorología (RAM), en la que empecé a colaborar en plan altruista, como todo lo que se hacía en el foro. La llevaba Paco Martín León, meteorólogo que ha trabajado en la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) y que ahora sigue en Meteored, con la RAM, llevando a cabo una gran labor divulgadora. Meteored empezó a generar predicciones y creció tanto el foro, y la revista, que llegó un momento que empezaron a pagarme por realizar parte de los contenidos de la RAM. Estuve así bastantes años, mano a mano con Paco.


¿Ahí llegó tu oportunidad para consolidar tu trabajo en Meteored?

Hace unos ocho años, Meteored pasó a convertirse en una empresa de servicios y se trazó un plan de crecimiento que sigue en la actualidad. Sus propietarios plantearon una estrategia de negocio que pasaba por la expansión internacional. Se empezaron a comprar los datos del modelo del Centro Europeo (objetivamente, el mejor del mundo), lo que tiene un elevado coste anual, se contrató a personal experto en programación… y hacia 2017, me ofrecieron trabajar como meteorólogo, creador de contenidos y también como representante de Meteored ante los medios. La empresa está bien asentada, ha empezado a diversificar su actividad, y sigue en expansión. Es uno de los sitios de meteorología de mayor tráfico a nivel mundial. Hoy en día me aporta una parte importante de mis ingresos.


¿Estás asentado como profesional freelance?

Trabajar por tu cuenta tiene sus ventajas y también sus inconvenientes. Exige estar simultáneamente con varias actividades a la vez, ya que es arriesgado apostarlo todo a una única carta. Desde que me quedé sin el trabajo en televisión he ido diversificando mi labor profesional. Cuando no tenía la base actual de Meteored estaba algo más en la cuerda floja, porque si, por ejemplo, hubiera dejado de hacer radio algún año (una posibilidad real cada vez que termina una temporada), se habrían encendido las alarmas. He tenido suerte, aunque me lo he trabajado. No es fácil ganarse la vida como divulgador científico en España, pero mi empeño y las circunstancias me han ido llevando por un camino que me ha permitido lograrlo.

Hay verdades científicas incuestionables; la mayoría de negacionistas del cambio climático están cortados por el mismo patrón, les ves venir, como a muchos defensores de pseudociencias


También has sido consultor durante años de la Organización Meteorológica Mundial (OMM). ¿En qué consiste esa labor y cómo fue la experiencia?

La oportunidad me surgió en 2013. Los consultores de la OMM son en su mayoría experimentados meteorólogos de los servicios meteorológicos de países punteros en ciencias atmosféricas, y que aportan conocimiento a los servicios meteorológicos de países donde existen más carencias. En mi caso, mi perfil de físico con experiencia en comunicación y divulgación fue decisivo. Me ofrecieron llevar a cabo unas consultorías en el Servicio Meteorológico de México, orientadas a la comunicación meteorológica. Durante cuatro años, entre 2013 y 2016, llevé a cabo otras tantas consultorías allí en México, coincidiendo en las distintas estancias con otros consultores de España y otros países.

Las consultorías consistieron principalmente en impartir cursos y planes de formación y diseñar estrategias. Toda la labor que llevé a cabo está recopilada en los informes que la OMM pide a los consultores al finalizar las consultorías. Están alojados en mi página web, por si alguien tiene curiosidad. Las estancias en México (ocho en total) duraban varias semanas y el trabajo era muy intenso, pero gratificante. Ahora mismo tengo muchos frentes abiertos, pero si surgiera otra vez la oportunidad de ir como consultor a algún otro país en el que no estén tan desarrolladas las estrategias de comunicación, no me importaría repetir la experiencia.


Fruto de ese perfil científico y comunicador, fuiste uno de los cofundadores, incluso presidente, de la Asociación de Comunicadores de Meteorología (ACOMET). ¿Cómo y por qué surgió esta iniciativa?

ACOMET nació en 2012. El primer presidente fue Ángel Rivera, que durante muchos años fue meteorólogo en AEMET y su portavoz. Un día Ángel me comentó la idea de fundar la asociación, se lo comentamos a Jacob Petrus, luego hablamos con Mónica López… y finalmente nos juntamos los siete socios fundadores. Es una asociación pequeña, sin grandes ambiciones, pero necesaria. Se ha ido incorporando gente joven, intentamos hacer un seminario anual. Es una oportunidad para juntarnos unos cuantos, ponernos al día y también aprender y pasarlo bien. Los hombres y mujeres del tiempo somos una familia muy bien avenida.


Pasado el tiempo, ¿cómo definirías tu perfil profesional?

En los últimos años he diversificado mucho mi actividad y ahora soy un poco todoterreno: hago predicción, contenidos de divulgación, escribo libros, colaboro con medios, doy conferencias, participo en eventos, en algún que otro proyecto científico… En España, para un meteorólogo que no trabaja en AEMET una buena opción es trabajar en un medio de comunicación. La preparación de la información meteorológica en televisión me gustaba, pero no terminaba de llenarme del todo. Estando en Antena 3, quizá por la etapa que me tocó vivir, en la que apenas nos daban cancha, veía que me faltaba algo. Preparar cada día los mapas de símbolos y temperaturas, contar qué tiempo iba a hacer, etc., se me quedaba corto. Echaba en falta la divulgación, que también tiene cabida en los espacios del tiempo si se apuesta por ella. Me lo pedía el cuerpo.

Creo que estoy en el momento de mi vida en que más cosas hago, no solo a nivel profesional; también saco tiempo para leer, viajar, estar con la familia y amigos… Es el punto al que quería llegar. A veces, mi actividad es frenética, pero intento no ir a la carrera, echando fuera el estrés. Con los años, he aprendido a gestionar mejor el tiempo. Mi tipo de trabajo es infinito, siempre tengo algo pendiente de hacer, de ahí la importancia de organizarse, priorizar y ser selectivo.

En uno de los programas de Órbita Laika, programa de divulgación científica de TVE en el que José Miguel Viñas ha colaborado habitualmente, junto a su presentador, el matemático Eduardo Sáenz de Cabezón.


¿Cuáles son tus temas preferidos para divulgar?

Cualquiera ligado a las ciencias atmosféricas. Lo hago, por ejemplo, del cambio climático y creo, además, que es necesario. Es algo que me demandan mucho en los últimos años y que exige estar muy al día de los estudios e investigaciones que se llevan a cabo sobre este campo de estudio tan amplio. Me atrae mucho abarcar temas diversos, transversales en muchas ocasiones. Cada vez me engancho a más cosas, a más temáticas, y es algo que me motiva. De hecho, no quiero centrar mi labor divulgadora sólo en el cambio climático. Recuerdo que mi primera charla en Naukas fue de cambio climático, pero luego he ido hablado de muchos otros temas de los míos.


¿Cómo conociste Naukas, y cómo entraste a formar parte?

Fue a raíz de mi actividad en Twitter (en la edad dorada de esa red social), cuando comencé a interaccionar con Peláez, Aberrón y cía. La primera vez que di una charla fue en el Naukas Bilbao de 2017, y desde entonces he estado en casi todas las ediciones, hasta la del año pasado, en la que hablé sobre Julio Verne. También participé un año en el Naukas Valladolid, hablando sobre El clima del futuro, otro en el Passion for Knowledge, en San Sebastián, y el año pasado en el Naukas Madrid, que se hizo en la Feria del Libro. Formar parte de la comunidad de Naukas es una magnífica experiencia, tanto por las cosas chulas que se hacen como por la gente que participa y la que nos sigue. El ambiente es fantástico y se van estrechando lazos de amistad con muchos compañeros.


¿Cómo crees que has evolucionado como divulgador científico?

Antes mi perfil era más encorsetado, con un discurso puramente científico. En mis intervenciones me centraba en explicar conceptos meteorológicos y del clima, como el efecto invernadero, o las consecuencias del calentamiento global. No rehuía de los tecnicismos, aunque siempre he puesto empeño en hacerlos entendibles. Con el paso de los años, he diversificado tanto las temáticas como la forma de divulgar. En el caso particular del cambio climático he dado un paso hacia adelante: ya no me limito a contar lo que sabemos del clima, sino que voy más allá y explico la gravedad de la situación a la que nos enfrentaremos si el clima sigue evolucionando como lo está haciendo. Esto exige un grado mayor de implicación.


¿Te acercas al activismo partiendo de la divulgación?

No sé si es activismo, creo que no he llegado a ese punto. Sí que intento contribuir a que a muchas personas interesadas les llegue la información necesaria para entender la situación y sus posibles consecuencias, siempre de manera rigurosa, pero con ganas de despertar el interés y la conciencia. Es verdad que hay científicos y divulgadores que están yendo más allá, adquiriendo un compromiso social importante. Yo creo que voy evolucionando hacia ello, sin llegar a lo que está haciendo Fernando Valladares o Isabel Moreno, por ejemplo. Lo que está claro es que divulgo de manera diferente a como lo hacía hace unos años. Recientemente, acabo de prologar el libro ‘Hubo un momento en que pudimos cambiar esto’, del antropólogo y sociólogo Ramón J. Soria. Ramón califica su libro como un panfleto y con él ha querido mostrar el enfado, el rechazo y el miedo que le genera ver la pasividad que mostramos ante el cambio climático y el deterioro medioambiental. Lo leí, me encantó el enfoque y me apeteció prologarlo, saliéndome de mi forma habitual de contar las cosas, con un discurso mucho más directo y comprometido.

Estamos en un momento en el que hace falta dar ese paso, sin llegar al extremismo ni a la confrontación, pero sí haciendo ver a la gente que el cambio climático, y otras muchas cuestiones ligadas al medio natural, no son una broma ni algo anecdótico o pasajero. No sé si quiero llegar a un foco mediático y de atención mucho mayor del que tengo ahora, pero sí quiero contribuir, a través de mi labor divulgadora, a que haya una mayor conciencia social del asunto. Es una decisión personal, lógicamente.

No es fácil ganarse la vida como divulgador científico en España, pero mi empeño y las circunstancias me han ido llevando por un camino que me ha permitido lograrlo


¿Te genera esto una mayor responsabilidad? ¿Cómo asumes que puedas ser un referente?

Pensar que puedes ser un referente para algunas personas es una responsabilidad importante. Si la popularidad que puedo tener ahora se incrementara, creo que me costaría gestionarlo. Estoy en una zona de confort, bastante a gusto. Claro que quiero que mi trabajo tenga repercusión, pero mi objetivo no es que la gente me vaya parando por la calle o cuando estoy en un restaurante. Cuando entré en televisión lo que más me motivaba no era convertirme en alguien famoso por salir en la tele, sino el propio trabajo, que me parecía interesante y me gustaba. La mayor parte de mi actividad es pública. Disfruto hablando por la radio o saliendo en televisión. Soy consciente de que ambas cosas te dan popularidad y que eso te abre algunas puertas, pero lo veo como una actividad más de las muchas que hago, no como la principal.

 

Has hablado de evolución, multitarea, diversificación… ¿Se te queda corta la meteorología a la hora de divulgar?

Hubo algún momento en que pensé que sí, que como divulgador científico tendría que adentrarme en otros territorios más o menos afines; sin embargo, he podido comprobar que no es necesario. Son tantos los enfoques y los temas a abordar sin salirse de las ciencias atmosféricas, que me queda aún un largo camino por recorrer y explorar.

 

En 2018 participaste en la campaña antártica. ¿Cómo lograste ir?

Fue algo fruto del azar, no perseguido. Conozco desde hace bastantes años al meteorólogo Manuel Bañón, que tiene muchas campañas antárticas a sus espaldas. Estando en Alicante, dando una conferencia en la Universidad, Manolo me comentó si no me apetecería ir. De entrada pensé que bromeaba, pues lo de ir a la Antártida se ve como un sueño casi imposible, pero me dijo que con mi perfil tenía opciones.

Para poder participar en una campaña antártica hay que presentar un proyecto de investigación al Comité Polar Español, que es el que evalúa y autoriza los proyectos. Además de los puramente científicos, se da luz verde también a algún proyecto ligado a la difusión, por ejemplo para hacer un reportaje para televisión o un documental. En mi caso, que trabajo por mi cuenta pero con presencia en medios, presenté un proyecto focalizado en la difusión que podría dar de la campaña durante mi participación en la misma, tanto en redes sociales, como a través de la radio, un blog que tuve en El País (#SomosAntártida) y otros medios. Me lo aprobaron, pasé el control médico de rigor y me incorporé a la campaña.

Imagen tomada durante el viaje que José Miguel Viñas hizo en 2018 a la Antártida, como parte de la Campaña Antártica.


¿Cómo valoras la experiencia?

Estuve algo más de un mes fuera de casa. Por circunstancias, no puede estar en isla Decepción, sólo en isla Livingston, donde está la Base Antártica Española Juan Carlos I. Fue una campaña que terminó en tragedia, ya que falleció un marino que participaba en un proyecto científico, al caer al mar desde la cubierta del Hespérides. Una vez localizado el cuerpo sin vida, el buque oceanográfico puso rumbo a Ushuaia con el cadáver, lo que retrasó algunos días el cierre de campaña.

Mi estancia en la Antártida fue una experiencia brutal. Pude acompañar a los científicos en su trabajo de campo. Conviví en la base con biólogos, liquenólogos, glaciólogos, vulcanólogos, colegas meteorólogos… Unas vivencias de las que no se olvidan y le marcan a uno. Me quedé con la espinita clavada de no haber podido publicar un libro sobre la campaña, contando para ello con las magníficas fotografías que tomó el fotógrafo y compañero de viaje Javier Urbón. El proyecto editorial estuvo a punto de cuajar, pero al final se quedó en un cajón. Aún lo tengo en mente y si me surgiera la oportunidad de volver sin duda que lo escribiría.


No sería, ni mucho menos, tu primera vez: has publicado ya una decena. ¿Se ha convertido escribir libros en tu manera preferida de divulgar?

Jamás pensé que me iba a escribir tanto. Lógicamente, es un esfuerzo, pero lo he sabido integrar muy bien en mi rutina de trabajo. Visto desde fuera seguramente llama la atención: ¿De dónde saco el tiempo para escribir tantos libros, hacer todo el trabajo de lectura, documentación, redacción…? Lo he conseguido, no me digas cómo.


¿Cómo surgió la posibilidad de escribir ‘¿Estamos cambiando el clima?’, tu primer libro?

En 2004, tras dejar la televisión, estaba buscando trabajo. Vi que era el momento de probar, y saqué tiempo para escribir ese primer libro, que dediqué al cambio climático. Jorge Ruíz, el director de Tribuna de Astronomía, me ofreció publicarlo en su editorial, Equipo Sirius. Quedamos contentos los dos.

Al año siguiente me pidió otro libro, de gran formato y con imágenes a color. Me puse a preparar ‘200 estampas de la temperie’, que vio la luz en 2007 y para el que conté con la colaboración de grandísimos aficionados a la meteorología y amigos, que me ofrecieron sus magníficas colecciones de fotografías de cielos. A partir de ahí cogí carrerilla. El tercero, ‘Introducción a la Meteorología. La ciencia del tiempo’ lo publiqué en 2010. El por entonces colaborador de ‘No es un día cualquiera’ y compañero de radio Paco Álvarez, me puso en contacto con Manuel Pimentel, fundador de la editorial [Almuzara]. Una vez más, la radio fue clave de mi trayectoria.

En el mundo de la Meteorología las mujeres se han sentido incomprendidas, con razón, porque han aguantado entornos totalmente masculinizados sin que los hombres fuéramos capaces durante mucho tiempo de ponernos en su lugar y cambiar las cosas


¿De dónde surge tanta inspiración para escribir libros?

Gracias a mi labor en el programa de Pepa he ido generando muchos contenidos, he buscado y conseguido mucha información… Todo eso me ha proporcionado muchísimo material, que me ha ido sirviendo como base para los libros y artículos. El cuarto libro fue ‘Curiosidades meteorológicas’, en 2012, y fue otro sueño hecho realidad. Dos años después saqué ‘Preguntas al aire’ y en 2015 saqué ‘El universo meteorológico’ en una colección de divulgación científica que salió a la venta con el diario El País.


¿Cuál crees que ha sido tu libro más ambicioso?

Diría que ‘Conocer la Meteorología. Diccionario ilustrado del tiempo y el clima’, a finales de 2019, justo antes de la pandemia. Me dejó exhausto, ya que invertí en él muchas horas de trabajo. Pensé que tras él haría una pausa larga sin publicar nuevos libros, pero me equivoqué. Me encargaron una nueva versión, actualizada y ampliada, de ‘El universo meteorológico’, y en 2021 publiqué ‘El tiempo’. Algo antes ya me había comprometido para publicar un libro sobre cambio climático, que saqué hace dos años, ‘Nuestro reto climático’, y casi a la vez saqué mi primer libro infantil sobre el tiempo, un proyecto editorial al que no pude negarme.


Acabas de publicar tu último libro, ‘Los cielos retratados’.

Sí, en esta ocasión se trata de una incursión en el mundo de la pintura, con un enfoque bastante original que creo que va a sorprender a los lectores que se adentren en sus páginas. Es un proyecto editorial que me hace particular ilusión. Lo tenía en mente desde hace años y finalmente se ha materializado. La base de este libro es la pinacoteca meteorológica que tengo alojada en mi web. Con esta obra he abandonado mi forma clásica de divulgar. No es un libro de Meteorología, sino de pintura, aunque centrado en los cielos retratados por los artistas de todas las épocas y estilos. Explico por qué se han pintado determinados tipos de cielos, de nubes y de paisajes. Indagar en estas cuestiones, me ha permitido construir un relato en el que no faltan comentarios sobre decenas de obras muy conocidas, pero de aspectos bastante olvidados o desconocidos que, sin embargo, son claves para contextualizar esas pinturas y a sus creadores.

José Miguel Viñas, con su último libro, ‘Los cielos retratados’, publicado en abril.


Citas tu página web, que lanzaste hace ya más de 15 años. ¿Por qué una web y no, por ejemplo, un blog?

Tener una página web propia fue una decisión que maduré bastante. Tenía dudas entre una web o un blog. Estos últimos estaban en auge en aquel momento. Finalmente, puse en línea www.divulgameteo.es el 20 de abril de 2008. Aposté por ella porque me gustaba la idea de tenerla como un repositorio. Divulgameteo nació con vocación de compartir no sólo contenidos míos, sino conocimiento y recursos de meteorología y climatología que voy recopilando en mis navegaciones por Internet y mis lecturas. Aparte de artículos de divulgación científica sobre tiempo y clima, incorporé una sección dedicada a la climatología histórica y cualquier otro tema histórico ligado a la meteorología, una sección de libros con sus reseñas, una bibliografía actualizada de libros y monografías en castellano sobre el cambio climático, e incorporé años después la pinacoteca meteorológica.

Recientemente, el 23 de marzo de 2024 (Día Meteorológico Mundial) puse en línea la web con un nuevo formato y mejor navegabilidad, incluyendo también, como novedad, una sección de instrumentos meteorológicos antiguos, a cargo del coleccionista Hug Texidó. Creo que a las personas que me siguen les gusta ver que, aparte de ser un meteorólogo que elabora predicciones del tiempo, soy un divulgador de amplio espectro.


¿Qué uso haces de las redes sociales en tu faceta de divulgador?

Comencé con un perfil en Facebook, pero no era muy activo. En Twitter, ahora X, entré en agosto de 2012. Enseguida me di cuenta de que esa red social estaba hecha para mí. Encajaba muy bien con mi manera de expresarme, con mi forma de escribir. Me parecía perfecta. Mi cuenta creció muy rápido, recibía un feedback brutal de todo lo que compartía.


Hablas en pasado… ¿Ya no utilizas tanto X (Twitter)?

Lamentablemente, las cosas han cambiado a peor. El ruido, los insultos y las amenazadas están a la orden del día. A ello hay que sumar los perfiles que usan la plataforma como vía de negocio, con el único objetivo de monetizar los contenidos que comparten, y el bombardeo de publicidad. Durante años fue una herramienta muy buena para mí. Gracias a ella mucha gente me conoció, hasta el punto de pasar a ser Divulgameteo. Toda mi trayectoria previa (radio, televisión, medios…) pasaba a un segundo plano. Me ha dado pena ver el cambio ocurrido cuando Elon Musk compró Twitter y la red del pajarito azul se pasó al lado oscuro (X). Sigo estando en ella, comparto cosas (muchas menos que antes), leo a personas que merecen la pena, pero ya no es igual.

He ido aumentando mi actividad en otras redes sociales como Facebook o LinkedIn. En el caso de Instagram no termina de encajar conmigo, aunque a veces publico cosas allí. No me veo haciendo vídeos ni ahí ni en Tik Tok. No pretendo dejar las redes sociales, pero mi actividad sigue ligada, en gran medida, a los medios generalistas.

Pensar que puedes ser un referente para algunas personas es una responsabilidad importante. Si la popularidad que puedo tener ahora se incrementara, creo que me costaría gestionarlo.


Como tantos otros ámbitos, la meteorología no se libra de las pseudociencias, incluso del negacionismo. ¿Cómo reaccionas cuando ves a gente negando el cambio climático, dando altavoz a fraudes como las cabañuelas o difundiendo falsos peligros de las estelas que dejan los aviones en el cielo?

Es un problema. No va conmigo lo de enfrentarme dialécticamente con aquellos que niegan la ciencia; hay personas que lo hacen, pero creo que es contraproducente “debatir” con ellos, ya se da visibilidad a personas y a “argumentos” que no merecen la pena y que contribuyen a aumentar el ruido y la desinformación. Mi estrategia es sencilla: si tengo un buen argumento lo comparto, sin buscar el zasca y tratando de ser educado, manteniendo las formas. Hay verdades científicas incuestionables que no pueden ponerse en duda. La mayoría de los negacionistas del cambio climático están cortados por el mismo patrón. Algo parecido pasa con los defensores de las pseudociencias: se les ve venir.

En las redes sociales, las líneas rojas, como el rigor que cualquier medio de comunicación debería de tener como bandera, se han traspasado, y ya no supone ningún problema seguir cruzándolas. Todo vale para conseguir clics. En Meteored, donde también vivimos del tráfico, buscamos un equilibrio sin llegar nunca a acercarnos a los extremos del bulo o la mentira: tenemos en cuenta las indicaciones del SEO, pero no cruzamos líneas rojas.


¿Tienes algún ejemplo con el que te hayas encontrado en tu carrera profesional?

Sabemos que hay profesionales de medios de comunicación que buscan perfiles científicos para generar debate con una persona negacionista, pero es un debate trampa que pone en una balanza una equidistancia peligrosa. Me he negado varias veces a entrar en estos debates. Por ejemplo, rechacé ir al programa de Iker Jiménez, por mucho que me garantizaban que iba a poder exponer mis ideas.

Hace años me pasó una cosa alucinante. Cuando empecé a trabajar en televisión, en julio de 1999, Jorge Ruiz, director de Tribuna de Astronomía, organizó un viaje por Europa cuyo destino era la observación de un eclipse total de sol en el Lago Balatón, en Hungría. Conseguí unos días de permiso para unirme al viaje. Se planteó, incluso, la posibilidad de que desde Antena 3 se hiciera cobertura del eclipse. Y se hizo, pero en vez de encargarme a mí el cometido, lo cubrió un astrólogo que tenía un programa nocturno de astrología, y que mandaron allí para contarlo. Afortunadamente, mi jefe se portó bien conmigo y me adelantó días de vacaciones cuando estaba prácticamente recién llegado a la televisión. Pude ir a ver el eclipse total de sol, que es un espectáculo que recomiendo a cualquiera que no lo haya visto. El 12 de agosto de 2026 la franja de totalidad de uno cruzará la Península, y el año siguiente otro pasará por el extremo sur peninsular.


La Meteorología no se ha librado de una falta de protagonismo femenino, e incluso las mujeres han tenido que luchar contra clichés concretos de este ámbito… ¿Cómo has vivido esta realidad y su evolución?

En el mundo de la meteorología siempre ha habido más hombres que mujeres. Se han sentido incomprendidas, con razón, y han tenido que aguantar entornos totalmente masculinizados sin que los hombres fuéramos capaces durante mucho tiempo de ponernos en su lugar y cambiar las cosas. Da rabia vivir situaciones en las que los hombres vamos por un lado, y las mujeres tienen que ir por otro. Las mujeres dedicadas a la Meteorología, concretamente las que presentan el tiempo en televisión, han tenido que luchar contra el perfil de mujer del tiempo florero que hasta hace no mucho imperaba en televisión; de hecho, sigue presente en muchos países: una chica joven con un físico despampanante, sin importar que tenga nula formación en meteorología. Mis colegas mujeres han tenido que pelear duro para hacer entender que valen por su capacidad, porque están bien preparadas.

Un caso reciente explica bien la situación que aún vivimos. Hace unas semanas se suspendió un seminario sobre convección profunda [un tema de Meteorología muy específico] porque todos los participantes eran hombres. El caso es que, si buscas perfiles en temas tan concretos, como este, se cuentan casi con los dedos de la mano, y salen casi todos hombres. Partiendo de esa realidad, hubiera sido idóneo confeccionar un programa que ampliara el asunto con temas complementarios a impartir tanto por hombres como por mujeres que seguro que podrían aportar mucho, pero aún no tenemos asumida esa necesidad. Hace falta mucha más sensibilidad.


La última. ¿Te queda tiempo libre en la vida?

Como decía antes, estoy en el punto al que siempre he querido llegar. Mi trabajo sería infinito y mi principal afición es mi profesión, pero he llegado a gestionar mejor el tiempo para disfrutar de mis aficiones: pasar tiempo con la familia, estar en la naturaleza, hacer yoga, viajar y leer. Leo todo lo que cae en mis manos sobre meteorología y clima, y los libros están reduciendo peligrosamente el espacio libre de mi despacho.

José Miguel Viñas, en un momento de la entrevista (José A. Plaza).

 

NOTA FINAL: Esta entrevista, realizada por el periodista José A. Plaza, forma parte de una serie de conversaciones-entrevistas con divulgadores y divulgadoras de la ciencia. Todas las entrevistas se pueden leer en este enlace. Antes de ésta se han publicado las siguientes entrevistas:

 



Por José Antonio Plaza, publicado el 5 junio, 2024
Categoría(s): Entrevistas Naukas