El síndrome de la Torre de Marfil

Por J. M. Mulet, el 9 junio, 2011. Categoría(s): Divulgación

En los últimos años tenemos demasiados ejemplos de cómo la investigación científica se ve desprestigiada por cualquier motivo. Intentar divulgar un experimento que implique animales se puede convertir en una desagradable cascada de insultos y descalificaciones groseras por parte de integristas disfrazados de buenrollistas defensores de los animales.

Muchas veces la sociedad tiene una visión distorsionada de lo que es el trabajo científico, y un científico no tiene ni idea de cual es la percepción social de su trabajo. Cuando un científico plantea un experimento trata de sacar el mayor número de datos posibles, una aplicación a corto o largo plazo, convertir los resultados en una publicación con el mayor factor de impacto posible y en su caso, minimizar el daño al animal. Pero simplemente utilizar las palabras animal y experimento en una misma frase son suficientes para desatar las iras de una parte de la audiencia. La ciencia es un trabajo que se convierte en pasión y puede transformarse en obsesión. Cuando te dedicas a la ciencia pasas la mayor parte de tu tiempo en un espacio reducido; el laboratorio, rodeado de gente que piensa más o menos como tú y muy separado de lo que es el común de la sociedad. Eso provoca que no te des cuenta que lo que tú ves como normal, parte de la gente, con menos información y más prejuicios, lo pueda ver como anormal y en ocasiones, montar en cólera por motivos que son auténticas idioteces. Por eso los científicos a veces somos poco diplomáticos y carecemos de mano izquierda.

A mí por desgracia me ha tocado vivir alguna situación desagradable. Trabajo en biología molecular de plantas y en sus aplicaciones, por que pienso que es la mejor forma de asegurar alimentación barata y segura para todo el mundo. En el siglo XXI continúa muriendo más gente de hambre que de cáncer. Trabajo en lo que me gusta y si no pensara que lo que hago sirve para eso, trabajaría en otra cosa. Por eso para mi fue un shock la primera vez que me di cuenta que de vez en cuando si utilizo la palabra “transgénico” mi interlocutor ignoraba cualquier argumento y empezaba a descalificarme. Costumbre que sigue. Sólo hay que leer algún que otro comentario en mi blog (por suerte, los menos). Comentarios que no modero por que más que ofenderme descalifican al que los profiere.

Es lo que tiene el trabajo científico, fácilmente te desconecta de la realidad y te mete en una torre de marfil que te vas construyendo a tu alrededor. Cuando un alumno empieza a trabajar conmigo siempre le digo que no voy a controlarle el horario. Solo los que preguntan donde hay que pedir la autorización para acceder al laboratorio los fines de semana son los que acaban publicando artículos y leyendo la tesis. Vivir en la torre de marfil afecta a todos los aspectos de la vida. Por ejemplo, el nivel de endogamia entre científicos es altísimo. Pasar tantas horas en un espacio reducido es lo que tiene. También es bastante normal que cuando empiezas la tesis doctoral tengas una pareja (conocida en el barrio o en la facultad) y cuando acabas otra, que empieza compartiendo contigo laboratorio y acaba compartiendo piso y nevera Los divorcios y situaciones familiares peculiares también son frecuentes, y por supuesto en un espacio tan pequeño, los odios pueden llegar a ser viscerales.

Y la torre tiene su parte tenebrosa. El índice de suicidios es mayor que en muchas otras profesiones. Muchas veces todo depende de una única publicación. Un revisor con un mal día, un grupo competidor más rápido o un mal enfoque del proyecto puede hacer que años de trabajo se conviertan en nada y con ello que tus expectativas profesionales caigan en picado. Un golpe muy duro que algunos no pueden soportar.

Quizás una forma de salir de esta torre de marfil sea, por ejemplo, escribir en un blog.



Por J. M. Mulet, publicado el 9 junio, 2011
Categoría(s): Divulgación