Todo el mundo sabe que cada especie de pájaro canta de un modo diferente; cada una tiene su propio canto. Lo que no es tan conocido es que dentro de una misma especie hay o puede haber diferentes dialectos. Son verdaderos dialectos, por no decir que son lenguas; surgen por diversificación, se transforman, y pueden llegar a desaparecer.
Y lo que sospecho que muy poca gente sabe es que los cantos de los pájaros se estudian hoy con herramientas propias de la lingüística y que para analizarlos se utilizan conceptos tales como lengua, gramática, sintaxis, sílaba, etc.
Además de en el campo de la lingüística, los cantos de las aves también se estudian en el de la biología evolutiva.
En las aves, el canto, como el plumaje, es un rasgo que permite identificar a los individuos de una especie, y puede por ello erigirse en barrera reproductiva. Por esa razón, es posible que la diversificación en el canto de las aves, con la consiguiente aparición de distintas variedades o dialectos, haya constituido un factor de especiación.
Hay aves en las que el canto se transmite genéticamente; esto ocurre en la mayoría de las que no pertenecen al orden Passeriformes y dentro de las paseriformes, en los llamados pájaros clamadores (suborden Tyranni o suboscinas). Y en otras, como pájaros cantores (paseriformes del suborden Passeri u oscinas), colibríes, y loros (cacatúas y papagayos), la transmisión tiene una gran componente cultural. El canto de estas aves es, de hecho, el elemento cultural más estudiado en el mundo animal.
El modo de transmisión del canto tiene implicaciones muy importantes. La transmisión cultural está sometida a muchos errores e imprecisiones; también es fácil que se incorporen nuevos elementos en el aprendizaje. Por esas razones, las variaciones o “mutaciones” originadas en la transmisión cultural son mucho más frecuentes que las originadas en la transmisión hereditaria de base genética. Y por todo ello se cree que el canto de los pájaros ha evolucionado más rápidamente en las especies que lo aprenden. Es más, la gran diversidad de especies de pájaros cantores podría deberse a ese hecho. Si la diversificación “lingüística” constituye un factor de especiación y si esa diversificación ocurre con más facilidad en las especies que aprenden el canto, como las oscinas, es lógico que en este grupo haya aparecido un mayor número de especies.
Un estudio reciente ha analizado las tasas de evolución de los cantos de los pájaros cantores (paseriformes oscinas) y de los pájaros clamadores (paseriformes suboscinas) a lo largo del continente americano. Y ha concluido que la latitud ha ejercido un efecto muy importante sobre la evolución de la diversidad silábica en los pájaros cantores, y un efecto más débil sobre la de la longitud del canto en ambos, cantores y clamadores.
Los autores piensan que la diversidad silábica de las suboscinas está muy constreñida por su modo de transmisión y porque rara vez un pájaro emite más de dos sílabas por canto (la media es 1’8+0’08). Las posibilidades de variación son así muy limitadas, ya que es muy improbable que con ese modo de transmisión se incorporen sílabas nuevas, por lo que esa introducción habría ocurrido muy lentamente. Sin embargo, las oscinas utilizan una media de 3’3 (+0’21) sílabas por canto, y dado que el aprendizaje es fundamental en la transmisión, es mucho más probable que varíe la diversidad silábica en estas. La longitud del canto es un asunto diferente, ya que para modificarla solo hace falta combinar de modo diferente las sílabas existentes. Por esa razón habrían evolucionado del mismo modo en los pájaros de los dos subórdenes.
Existe un claro gradiente latitudinal en la diversidad de especies. La zona ecuatorial es la de mayor riqueza, y conforme nos alejamos hacia el norte o hacia el sur esa riqueza diminuye. Una explicación muy aceptada de ese gradiente latitudinal es que la tasa de cambio de los caracteres que más efecto tienen en los procesos de especiación es mayor en los trópicos, y uno de esos caracteres son las señales sonoras que emiten los animales; el canto de los pájaros es una de esas señales. Ya he apuntado antes que el canto puede tener una gran importancia como factor de especiación, dado que puede erigirse en barrera reproductiva si se produce una diversificación muy acusada. Por ello, el resultado obtenido en este trabajo contradice esa noción que liga la mayor diversidad con una mayor tasa de evolución. Los autores del trabajo ofrecen diferentes hipótesis para explicar la discrepancia, pero me ha parecido especialmente sugestiva una según la cual, en las zonas alejadas del Ecuador las tasas de evolución habrían sido más rápidas pero también lo habrían sido las tasas de extinción, por efecto de unas condiciones ambientales más exigentes. Por ello, la diversidad específica se habría mantenido baja, aunque en esas zonas hayan surgido más especies que en los trópicos.
Fuentes:
De esta historia: Jason T. Weir y David Wheatcroft (2011): “A latitudinal gradient in rates of evolution of avian syllable diversity and song length” Proceedings of the Royal Society B 278: 1713-1720.
Para quien esté interesado en la lingüística de los cantos de las aves: Robert C. Berwick, Kazuo Okanoya, Gabriel J. L. Beckers y Johan J. Bolhuis (2011): “Songs to syntax; the linguistics of birdsong” Trends in Cognitive Sciences 15: 113-121.
Juan Ignacio Pérez Iglesias es biólogo y catedrático de Fisiología en la Universidad del País Vasco (UPV/EHU). Dirige la Cátedra de Cultura Científica de esa universidad. Es miembro de Jakiunde, la Academia de las Ciencias, las Artes y las Letras de Vasconia, y asociado del Donostia International Physics Center (DIPC). Es coautor, con Miren Bego Urrutia, de Animalien aferak (EHUpress, 2011) y autor de Animales ejemplares (Next Door, 2020).