Feliz cumpleaños fresón

Por J. M. Mulet, el 6 julio, 2011. Categoría(s): Curiosidades

Por mucho que nos empeñemos nada de lo que comemos es natural. Todos los alimentos que ponemos en la mesa provienen de milenios de selección artificial, en la que hemos tratado de seleccionar las variantes de cada planta o animal que eran más provechosas para nosotros (mayor tamaño de grano, más peso, mejor sabor, etc…) selección que en la mayoría de casos imposibilita que esas plantas vuelvan a la naturaleza, ya que pierden la capacidad de competir con las especies silvestres. Aunque no siempre es así, de vez en cuando a partir de especies cultivadas aparecen especies “cimarronas”, pero pocas veces logran formar colonias estables y las posibilidades de que se conviertan en especies invasoras y que creen problemas en el ecosistema son ínfimas. Normalmente el problema es en sentido contrario, por ejemplo, el maíz cultivado no se parece en nada a su ancestro silvestre, el teosinte, un arbusto que crece en Centroamérica, pero como mantiene su capacidad de hibridarse con el maíz cultivado, genera importantes pérdidas a los agricultores.

De la misma manera que conocemos la historia de las civilizaciones, del arte o de la cultura podemos conocer la historia de las plantas cultivadas, combinando los datos que nos aporta la arqueología con los que sabemos por la secuenciación de los genomas. Existen cinco grandes zonas en el mundo a partir de donde se generaron la mayoría de las plantas cultivadas. El creciente fértil (zona en forma de media luna que abarca desde el antiguo Egipto hasta Mesopotamia), la franja ecuatorial de África, Centro América, el norte de los andes y una zona que engloba el sudeste asiático incluyendo parte del sur de China, Nueva Guinea y el norte de Australia, aunque en algunas referencias la zona perteneciente a China se considera independiente. A medida que avanzamos en el conocimiento de los genomas podemos volver sobre nuestros pasos y ver en que nos hemos equivocado. Por ejemplo, siempre se había considerado que los melones tenían un origen Africano por la gran cantidad de variedades silvestres que se encuentran en este continente, no obstante a finales del 2010 se descubrió que los parientes más cercanos al melón cultivado son endémicos de la zona australasiática.

Sin embargo a veces no hace falta recurrir a la arqueología o a la secuenciación. Muchas veces el origen de un cultivo de los que pensamos que son de toda la vida es tan reciente que para trazar la historia vale con documentos administrativos como el registro de variedades o algún que otro dato de archivo.

Un ejemplo es el fresón, uno de los principales cultivos que exporta España. Los orígenes de la fresa todavía son inciertos, ya que existen variedades salvajes tanto en Europa como en Norteamérica y en Sudamérica. Se supone que unos la variante cultivada mas antigua es la especie Fragaria vesca, que fue domesticada hace 2000 años. En el siglo XVIII con la ilustración y las expediciones científicas se popularizan los jardines botánicos, muchos surgidos al amparo de las cortes europeas. En esta época abundan los botánicos que no solo están interesados en la descripción y catalogación sino en la mejora vegetal y  la obtención de nuevas especies, entre ellos destaca Antoine Nicolas Duchesne (botánico de la corte de Luis XV y encargado de los jardines de Versalles). Trabajando en Brest en 1766 cruzó una variedad denominada Fragaria chiloensis originaria del norte de Chile, blancuzca, grande y de textura firme con la Fragaria virginiana, variedad originaria de del estado de Virginia de sabor fragante, color rojo intenso, pero de textura blanda y tamaño pequeño. El resultado denominado Fragaria x ananassa (literalmente fresa piña) sería el primer fresón moderno. Obviamente en la naturaleza variedades cuyas localizaciones geográficas están separadas por miles de kilómetros nunca se hubieran encontrado. Por lo tanto, el fresón es, como todo lo que comemos, artificial.

Pero su historia no acaba aquí. Tradicionalmente la selección artificial se basaba en seleccionar aquellos individuos que espontáneamente tenían alguna mutación que les aportaba alguna característica interesante. En el siglo XX aprendimos a que este proceso que en la naturaleza es muy lento se puede acelerar tratando semillas del cultivo con algún compuesto que dañe el genoma, comúnmente conocidos como mutágenos, que artificialmente aumente la bajísima tasa de mutación. Para conseguir esto se utiliza radioactividad (principalmente neutrones acelerados o rayos X) o compuestos químicos como la colchicina o el etilmetanosulfonato. Últimamente otro truco es meter las semillas en un satélite y exponerlas a los rayos cósmicos. Así es como se han generado la mayoría de las variedades que encontramos en el supermercado. Este método tiene la desventaja que como las mutaciones son al azar solo vemos el resultado final en el aspecto de la planta, pero no conocemos exactamente el alcance del daño en el genoma que hemos producido, por lo que puede darse el caso que salga al mercado alguna variedad con un carácter nocivo que no se haya detectado. Las posibilidades que pase algo así son escasas, pero alguna vez ha ocurrido. No es el caso del fresón (que sepamos). Un tratamiento con colchicina dio lugar al fresón Douglas, la variedad más popular en la actualidad, famosa por que su extremo suele quedarse blanquecino (un remanente genético de su antepasado chileno).

Esta variedad fue desarrollada en el departamento de pomología (ciencia que estudia las frutas) de la universidad de California en Davis y debe su nombre a Malcom B. Douglas, que durante mucho tiempo fue gerente del consejo regulador de fresas de California. Y salió al mercado un 6 de Julio de 1979, tal día como hoy de hace 32 años. Por lo tanto, feliz cumpleaños fresón Douglas.



Por J. M. Mulet, publicado el 6 julio, 2011
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