Los “anillos de hadas”, “corros de brujas” o “nidos de OVNIS” han fascinado a la humanidad desde el principio de los tiempos, siendo una fuente inagotable de mitos y leyendas.
Vosotros duendecillos, que a la luz de la luna hacéis cercos de hierba amarga que la oveja no quiere comer; y vosotros, que por diversión criáis hongos nocturnos…
Durante mucho tiempo se los asoció con hadas, elfos, brujas, duendes…incluso más recientemente con OVNIS. Se decía que eran puertas a otros mundos, que durante las noches las brujas salían para danzar en los campos. Otros pensaban que eran obra de diablos y por ello si alguna vaca los pisaba, su leche daría mala mantequilla, sin embargo lo más común parece ser asociarlos a hadas o elfos, se creía que estos usaban los círculos para bailar y las setas para sentarse.
Aunque lo que realmente ocurre es, que los micelios del hongo crecen a partir de un punto de origen con aproximadamente la misma velocidad en todas direcciones. Esto en las condiciones adecuadas genera un círculo casi perfecto, sin embargo lo que vemos del hongo no es otra cosa que su cuerpo fructífero. El verdadero “cuerpo” del hongo es la maraña de hifas que constituyen el micelio, en pocas palabras es un cúmulo de filamentos microscópicos que inervan la tierra en busca de nutrientes.
El micelio va agotando los nutrientes mientras crece de forma radial por lo que habitualmente la parte viva del hongo será la zona más exterior del círculo, donde crecen los cuerpos fructíferos, más conocidos como “setas”, siendo por ello la zona visible del hongo.
Al haberse agotado los nutrientes dentro del círculo la hierba crece menos, o incluso puede llegar a no crecer ya que los residuos que el hongo deja a veces son perjudiciales.
En otras ocasiones, el hongo se puede intuir aunque no existan setas, ya que sobre él la hierba crece bastante más.
La razón de este crecimiento acelerado no es otra que los desechos del hongo, que actúan como abono para las plantas que crecen sobre él.
La aparición de los cuerpos fructíferos parece atender a varias razones. Es posible que esté asociado al agotamiento del alimento, lo que genera una situación de estrés que termina activando los sistemas de reproducción sexuales del hongo. El objetivo es generar esporas que colonicen nuevas zonas con más nutrientes.
Otro factor puede ser el tiempo. Los ritmos circanuales hacen al hongo formar los cuerpos fructíferos al final del verano, para así mediante reproducción sexual formar esporas de resistencia que aguanten el invierno y den la siguiente primavera una nueva generación.
Otros hongos responden a ritmos circadianos, regulados por el clock loci frequency (frq). El producto de su trasncripción es la proteína frequency (FRQ), la cual varía su concentración en el citoplasma del hongo durante los diferentes momentos del día, actuando sobre otras moléculas que también están relacionadas con los ritmos biológicos. Entre ellas seguramente están las de la fructificación que inducen la generación de círculos de crecimiento cada 24 horas, o incluso afectan a la morfología de los cuerpos fructíferos.
Este crecimiento radial, debido a una u otra cosa, se puede observar en placas de Petri generando formas muy curiosas.
Para saber más:
José Jesús Gallego-Parrilla. Biólogo apasionado de la microbiología, actualmente haciendo el doctorado en la Universidad de Newcastle, en el grupo de Tracy Palmer. Escribo sobre bacterias en Microgaia.net y hablo un poco de todo en @Micro_Gaia. También me apasiona la ciencia ficción y todo lo relacionado con la tecnología.