Sólo las reinas parirán sin dolor

Por Omalaled, el 15 septiembre, 2014. Categoría(s): Curiosidades • Medicina

PartoActualización (17/09/2014): Me dice César Tomé en un comentario que esta historia no fue realmente así. Yo había pensado que el autor era fiable 100% ya que en todas las críticas o reseñas que he leído no decían nada sobre que no fuera fiable. Por tanto, es posible que el artículo haya sido equivocado. Lo único que puedo asegurar es que el libro explica lo que dice el artículo. En caso de estar equivocado (que es lo que parece más evidente), pido disculpas.

La primera vez que se llevó a cabo una amputación sin dolor con éxito fue el 21 de diciembre de 1846 por Robert Liston. Hasta entonces, se sujetaba al paciente entre varias personas y, a lo vivo, entre terribles gritos, los cirujanos iban haciendo sus tareas. Pero esta fue diferente: fue la primera operación quirúrgica indolora efectuada en Europa. La noticia recorrió rápidamente Gran Bretaña, Alemania, Austria, Francia, Suiza, Italia y Rusia. Pero todos sabían que hay una situación dolorosa, particularmente para las mujeres: el parto.

No se atrevían a probarlo en partos, pues quedaba la duda de si la anestesia sólo pararía los dolores o también las contracciones. A causa de esa duda no se administró a las mujeres en el parto hasta que hubo un caso particularmente grave. Se trataba de una mujer con la pelvis tan estrecha que llegó a estar de parto 5 días. Finalmente, rompieron el cráneo del feto y lo sacaron muerto para, al menos, salvar la vida de uno de los dos.

Pero quedó embarazada de nuevo y el segundo parto iba por igual camino. Estaba gritando de dolor hacía horas. Finalmente, le administraron éter. ¿Y cuál fue el resultado? Pues que las contracciones musculares continuaban. En 20 minutos había finalizado todo. El niño había nacido muerto por lo que había sufrido, pero la operación había sido un éxito. A partir de entonces, se utilizó cloroformo. Los partos, por fin, eran indoloros.

Y aquí es donde entran las iglesias y los médicos adictos a ellas. Decían que de ninguna manera se tenía que anestesiar a las mujeres durante un parto, ya que el Génesis 3 16 dice: «A la mujer le dijo: «Tantas haré tus fatigas cuantos sean tus embarazos: con dolor parirás los hijos. Hacia tu marido irá tu apetencia, y él te dominará.» O sea, Dios había prohibido los partos sin dolor, eso era todo.

Para defender a las mujeres algunos argumentaban que si el parto debía ser con dolor porque Dios había puesto el dolor allá, entonces la extracción de muelas o cualquier otra operación también debería ser sin anestesia, pues aquel mismo dolor también lo habría puesto Dios. Pero también tenían un as en la manga; el Génesis 2 21 dice: «Entonces Yahveh Dios hizo caer un profundo sueño sobre el hombre, el cual se durmió. Y le quitó una de las costillas, rellenando el vacío con carne.»

Así que, amigas mías, no tenéis defensa posible según el Génesis. ¿Imagináis una cesárea sin anestesia?

En Inglaterra y Escocia hubo una fuerte polémica en torno a la anestesia por cloroformo aplicada al parto. La lucha siguió encrespada ocasionando una y otra vez explosiones de odio e indignación, hasta que el 7 de abril de 1853 llegó de Londres una noticia extraordinaria y sensacional. La Reina Victoria, la gran reina del siglo, había dado a luz en su palacio de Buckingham de Londres a su cuarto hijo, el príncipe Leopoldo, duque de Albany. El parto en sí mismo no era lo que daba a la noticia el carácter de extraordinaria. Éste se basaba, más bien, en una nota adicional que ni siquiera figuraba en todos los comunicados. Decía que John Snow, el primer «médico especialista en anestesia» de Londres, había cloroformizado a la reina durante el parto, por expreso deseo de ésta y del príncipe consorte. El alumbramiento resultó indoloro y sin que se registrara el más leve trastorno.

El 14 de abril de 1857 la reina Victoria tuvo su hija Beatriz de Gran Bretaña, una vez más, con cloroformo. El médico era el mismo John Snow.

A partir de entonces, bien sea la Iglesia, bien sea alguno de sus miembros, callaron para siempre sobre el tema del dolor y la anestesia en los partos. Parece que para la Iglesia todos somos iguales a los ojos de Dios. Pero unos más iguales que otros.

Fuente:
Jurgen Thorwal, El siglo de los ciruanos.

Foto:
Iconos Medievales



Por Omalaled, publicado el 15 septiembre, 2014
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