En el mundillo de las pseudomedicinas abundan los tratamientos estrafalarios. Los homeópatas elaboran “remedios” con la radiación del teléfono móvil, excrementos de perro o incluso agua diluida en agua, hay quien asegura “detoxificar” a los pacientes colocándoles una vela encendida en la oreja, y no faltan quienes emplean misteriosos aparatos que no hacen nada, pero en cuya descripción aparecen términos como “energía”, “cuántico” o “biorresonancia” que les dan una apariencia la mar de científica.
A su lado, en cambio, el Bálsamo de Fierabrás inventado por Jim Humble asombra por su sencillez: la “Miracle Mineral Solution” o MMS, de la que habló hace poco en su blog el amazing José Luis Castillo, contiene nada más -y nada menos- que una disolución al 28% de clorito de sodio. Sí, han leído bien: clorito de sodio.
Y como suele ocurrir en el mundillo de las pseudomedicinas, la cosa tiene su lógica, aunque sea peculiar y, en el fondo, completamente disparatada. Los homeópatas mantienen su fe en remedios inverosímiles simplemente porque, como dijo el propio Hahnemann, se trata de incorporarles el “espíritu curativo” de la sustancia original, de modo que esta no tiene ni que existir siquiera. Los usuarios de las “velas Hopi” se fían de la sabiduría ancestral de los nativos norteamericanos (a pesar de que estos han negado tener absolutamente nada que ver con semejante majadería), hasta el punto de que si luego les duele la oreja se preguntan desconcertados por qué será. Y los clientes del “biofeedback cuántico”, por su parte, se dejan deslumbrar por la idea de que si alguien utiliza semejantes palabrejas será por algo.
La creencia en la eficacia terapéutica del MMS se basa, por su parte, en un principio muy sencillo: mezclado con ácido, el clorito de sodio se convierte en dióxido de cloro, que además de agente blanqueante es un poderoso desinfectante. Y si un desinfectante mata los microbios en el agua potable, las torres de refrigeración y las depuradoras industriales, también los matará en el cuerpo, ¿verdad? De modo que el fabricante del producto explica a sus clientes que antes de ingerirlo deben “activarlo” mezclándolo con ácido cítrico, y luego tragárselo.
Naturalmente, semejante barbaridad no podía pasar inadvertida ni siquiera para las autoridades sanitarias, aunque por lo general sean bastante miopes ante todo lo que suene a “alternativo”, de modo que hace pocos meses Canadá, España y EE.UU. dictaron las correspondientes prohibiciones de comercialización. Como dice la nota de la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU),
Dolor abdominal, náuseas, vómitos, diarrea, intoxicaciones, fallo renal y metahemoglobinemia. Son algunos de los efectos adversos que pueden causar Miracle mineral solution, un medicamento ilegal que presume de prevenir y tratar enfermedades infecciosas, tumorales o degenerativas. Pero resulta que su ingrediente principal es el clorito sódico en agua destilada, un oxidante fuerte empleado habitualmente como blanqueante o como desinfectante del agua que, consumido en la cantidad recomendada en el etiquetado, equivale a una dosis 200 veces superior a la ingesta diaria tolerada.
Como suele ocurrir, no faltó quien puso el grito en el cielo acusando de la prohibición de comercialización del potingue a la “farmafia” o incluso, en un auténtico alarde de inconsistencia, protestando por la retirada del mercado al mismo tiempo que invitan a una recogida de firmas contra la fluoración del agua. Al fin y al cabo, según aseguran, la MMS es capaz de curarlo todo (o casi todo, dicen algunos más modestamente). Y como las dosis recomendadas para el producto no son muy altas y el problema es tan reciente que el número de muertos atribuidos al consumo de MMS aún es bajo, no han tardado en surgir numerosos canales de venta alternativos que siguen operando con toda la tranquilidad del mundo, ante la inoperancia de las autoridades sanitarias y de consumo.
Hasta aquí la historia de la MMS no parece distinta de la de tantos otros timos pseudosanitarios, con la única diferencia de que su inventor ha fundado nada menos que una iglesia (la Genesis II Church of Health and Healing) y se hace llamar “obispo Jim Humble”, quizá para protegerse ante la que se le puede venir encima en EE.UU., donde los abogados especialistas en reclamaciones sanitarias ya le han echado el ojo.
Aunque, por otro lado, este tipo de “conversiones” religiosas tampoco es tan raro.
Pero las cosas han sido muy distintas en Gran Bretaña, donde los sinvergüenzas de turno han podido vender la MMS con toda tranquilidad. Hasta la entrada en escena de un chico de quince años: Rhys Morgan.
Rhys padece la enfermedad de Crohn, y como suele ocurrir en estos casos acudió a diversos foros de autoayuda. Pronto descubrió, sin embargo, que muchos de ellos son territorio preferente de caza para los charlatanes, que aprovechan la situación de los usuarios, algunos de ellos francamente desesperados, para intentar venderles todo tipo de pseudoterapias. Y entre ellas estaba, cómo no, el tratamiento a base de MMS, del que algunos usuarios del Crohn’s Forum contaban auténticas maravillas.
Como cuenta Rhys en su blog, sus enfrentamientos con los defensores de la MMS acabaron por provocar la expulsión… del propio Rhys, en una maniobra también bastante típica: muchas veces quien acaba sufriendo la sanción no es quien promueve tratamientos ineficaces o incluso peligrosos, sino aquel que se atreve a criticarlos y que, en consecuencia, no participa del ambiente general de comentarios “positivos”.
Con lo que no contaban los responsables del foro era con la reacción de Rhys, dispuesto a llegar a donde fuera necesario para denunciar la promoción y venta de la MMS. Explicó la situación en un vídeo, escribió cartas de protesta para las autoridades y, más significativo aún, consiguió el apoyo unánime de la comunidad escéptica británica, que ya lo conocía y apreciaba por sus frecuentes enfrentamientos con homeópatas a través de Twitter. No mucho después de ser expulsado del blog su historia apareció en The Guardian gracias a un artículo de Martin Robbins, en el que el autor de The Lay Scientist describía lo sucedido con pelos y señales. Y, a continuación, las autoridades de consumo británicas (y las de Kenia, curiosamente) tomaban cartas en el asunto y lanzaban la correspondiente alerta.
La cosa no ha quedado ahí, y Rhys continúa su campaña para que las autoridades sanitarias también se impliquen y prohíban la comercialización de la MMS, pero de momento su triunfo es indiscutible, y debería servirnos a todos de lección sobre lo que se puede conseguir con determinación y coraje. La labor de los escépticos y divulgadores científicos de nuestro país es extraordinaria, pero a veces parece que se nos olvide que, además de explicar y razonar, hay que pasar a la acción. Si un chaval de quince años (con la cabeza en su sitio, eso sí) ha podido lograr eso, ¿no vamos a poder hacerlo nosotros?
Abogado, socio fundador de Círculo Escéptico y miembro de ARP-Sociedad para el Avance del Pensamiento Crítico. Además de El Fondo del Asunto mantiene los blogs La lista de la vergüenza, dedicada a dar cuenta de las titulaciones pseudocientíficas que imparten muchas Universidades españolas, y El remedio homeopático de la semana. Confiesa que cuando era un chaval probó la acupuntura para evitar la caída del cabello; hoy es rotundamente calvo.