Uno de los temas que desde siempre me han fascinado es el origen de la conciencia. Y no hablo del concepto de conciencia del que hablan las religiones, de esa que no te deja dormir si has hecho algo malo. No, me refiero al hecho de ser conscientes de nuestros pensamientos, del porqué de nuestros actos (si decido pasar mis vacaciones en Cuba, por ejemplo ¿es mi decisión consciente o inconsciente?, o mejor aún ¿cuando se hace consciente mi decisión?).
Por supuesto todas estas preguntas son casi más filosóficas que biológicas y sin embargo la neurociencia lleva años intentando dar respuesta al origen biológico de esta característica tan especial que nos hace humanos.
Para dilucidar la importancia de la conciencia en la toma de decisiones es necesario saber que procesos ocurren de manera independiente y aún son capaces de influenciar nuestro pensamiento. Para ello, por ejemplo, se pueden estudiar pacientes con ciertas lesiones cerebrales que causan un impedimento en funciones cognitivas como la percepción consciente de estímulos visuales en una región del campo visual, porque se ha comprobado que algunos pacientes aún son capaces de responder a estímulos situados en esta zona «ciega», incluso reconocer caras a pesar de que ellos mismos no lo creyeran posible ¿cómo iban a ver si no eran conscientes de que veían? (para más información recomiendo la revisión de Cowey et al, 2010); otros tipos de estudios en pacientes con lesiones cerebrales apuntan también la existencia de una extendida actividad cognitiva (que implica más de una y dos regiones cerebrales, tanto en áreas superiores (la corteza) como en inferiores) inconsciente.
Pero no sólo de lesiones vive la Ciencia, en individuos sanos se pueden estudiar procesos conscientes versus inconscientes mediante el uso de máscaras en ciertas pruebas de percepción. Por ejemplo, en una prueba de memoria/reconocimiento visual, los participantes han de responder a una señal específica (pueden ser números o letras, no sólo símbolos) que es precedida rápidamente por otro estímulo, el cebo. Como el cebo aparece muy deprisa y es similar en alguna forma a la señal, pasa desapercibido, se convierte en un estímulo inconsciente, es enmascarado. Aún inconscientes estos estímulos tienen efectos a nivel cognitivo y de comportamiento pues influyen en la rapidez y en lo acertado de la respuesta (si el cebo entra en contradicción con la señal la respuesta será más lenta y más probable que incorrecta) y además a nivel cerebral se ha observado que la información inconsciente se procesa en diversas áreas cerebrales (Diaz y McCarthy lo describen para el caso de palabras). De interés también resulta el hecho de que nuestro sistema de recompensa puede verse influenciado por estímulos enmascarados, por ejemplo un incentivo monetario enmascarado incrementaba el rendimiento de los participantes en un experimento (varios trabajos de Pessiglione et al). Pero para que resulten, para que nos estimulen hemos de prestarles atención, y no sólo eso también se ha demostrado que su influencia depende del procesamiento que se les da en áreas superiores, esto es, en la corteza prefrontal, donde residen las funciones cognitivas más desarrolladas (pensamiento, toma de decisiones…).
La percepción inconsciente y sus efectos sobre la toma de decisiones estén en la base de la publicidad subliminal, un fenómeno iniciado por un falso experimento que nunca se llegó a realizar y que consistía en presentar imágenes promocionales de un producto, se dice que CocaCola, intercaladas durante la presentación de una película con intención de generar en el espectador la necesidad de consumir tal producto. A partir de entonces, las agencias de protección de consumidores desarrollaron leyes en contra de este tipo de publicidad y algunos científicos (ref) han tratado de comprobar si es posible inducir al consumo por estos medios. La conclusión: depende. Por ejemplo a la hora de elegir bebida, la publicidad de CocaCola sólo funcionaba en aquellos casos en que la persona estaba sedienta.
En conclusión parece que las grandes preguntas del principio del artículo aún distan de tener una respuesta concreta pero si podemos asegurar que hay una gran riqueza de procesos mentales internos que nos son ajenos y cuya influencia en nuestra consciencia y en nuestra toma de decisiones es mayor de la que en ocasiones nos gustaría reconocer. Los autores Simon van Gaal1 and Victor Lamme en las conclusiones de su revisión comentan que la diferencia fundamental entre los procesos conscientes e inconscientes tienen que ver con el alcance temporal (recursividad) y espacial (número de regiones cerebrales implicadas), así los procesos conscientes por su duración están en la base de la memoria y el aprendizaje mientras los inconscientes tienen una vida media mucho más breve, y sólo cuando pasan al plano de la consciencia adquieren trascendencia. Y a vosotros ¿qué os impulsó a leer este artículo?
Bioquímica de-formación que tras un picotear por unos cuantos campos (genética clínica,inmunología, biología de sistemas) acabó decidiendo que lo suyo era darle al coco, literalmente. Y de Asturias (tras un pequeño de-tour) emigró a Munich a estudiar el sistema nervioso de esos bichinos peludos tan monos (por las dudas hablo de ratones, no hombres). En el tiempo libre que me queda escribo un blog sobre neurociencia y otras cosas, según el humor de la musa.