Y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas; tomarán en las manos serpientes, y si bebieren cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán.
He aquí os doy potestad de hollar serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada os dañará.
Se trata de dos pasajes del Nuevo Testamento (Reina Valera, 1960). Por desgracia, hay gente que se toma esto muy en serio y no como una simple metáfora religiosa.
El movimiento pentecostal o pentecostalismo es una religión basada en el cristianismo con algunas características particulares. Entre sus adeptos, un pequeño número sigue el rito de la manipulación de serpientes. Los pastores pentecostales que las manipulan se creen inmunes a sus venenos, parece que la prueba evidente son esos dos textos sagrados. La corriente de la manipulación de serpientes vio sus orígenes a principios del siglo XX, en los Apalaches, una región norteamericana al sur de Nueva York. Afinando más, el movimiento comienza en una iglesia de Tennessse en 1909.
Desde entonces, son muchos los pastores que han muerto por la mordedura de una serpiente. A pesar de todo, hoy sigue siendo un acto de fe en la zona, como se cuenta en el artículo In West Virginia, snake handling is still considered a sign of faith, publicado en el diario The Washington Post.
En el artículo nos relatan que, por ejemplo, la iglesia Jolo ha incorporado 1.191 almas mediante la mordedura de serpientes, todo un logro. Uno se puede sonreír de que haya gente que deje correr su vida de esta forma, pero el asunto no es tan gracioso cuando se deja tras de sí una familia.
Por qué la religión y la ciencia siguen caminos distintos es algo que se puede discutir en los comentarios, si el lector lo desea. Por mi parte quiero resaltar, sin aspavientos filosóficos, un aspecto clave en las prácticas fundamentalistas: la carencia de confirmación del efecto.
Se puede plantear el experimento «si muero de determinada forma mi alma se salva». Incluso si aceptáramos la hipótesis de la existencia de un alma, ¡cómo diablos sabes que se ha salvado! Cuando haces un experimento, si destruyes el objeto (o sujeto) de estudio, te quedas sin estudio. A no ser que tu prueba sea esa misma, ¿muere una persona si le pica una serpiente? Eso sí se puede probar. Después de más de mil envenenados estos iluminados pastores siguen jugando con serpientes.
Poco menos después de un año del artículo citado, el mismo diario publica la nota Serpent-handling pastor profiled earlier in Washington Post dies from rattlesnake bite. Mack Wolford, el pastor, murió, efectivamente, por la mordedura de una serpiente de cascabel en el muslo. Wolford había dicho que su fe lo sanaría, pero parece que ésta le jugó una mala pasada.
La administración de un antídoto en el momento adecuado lo habría salvado. La ciencia lo habría salvado.
Soy Licenciado en Física y actualmente trabajo como profesor de Ciencias en Secundaria. He publicado varios libros de divulgación científica: La conspiración lunar, ¡Vaya timo! (Laetoli) y las biografías científicas en RBA Arquímedes, Ampère y Boyle (traducidas al francés, italiano y ruso). También autor de libros de texto de ciencias de secundaria en Algaida-Anaya. Blog: Ciencia en el XXI.