¿Cuál será el avance o descubrimiento de la ciencia que más va a cambiar el mundo en los próximos años?
Los científicos somos gente peculiar. Si se nos pregunta por la velocidad con la que caerá un cuerpo, la frecuencia de la radiación de fondo del Universo o la existencia de cierto bosón, responderemos con precisión, vehemencia y seguridad. Sin embargo, si se nos pregunta por el próximo ganador de los Oscar, el próximo candidato a presidente o, como es el caso, la próxima revolución tecnológica, nuestra opinión no suele acertar mucho más allá de lo esperable por azar.
Otra de nuestras peculiaridades consiste en nuestra obsesión por la acotación correcta de los resultados. Toda medición, todo análisis, procuramos acompañarlo siempre de su margen de error correspondiente.
Y precisamente eso, una nota sobre márgenes de error y la fiabilidad de nuestras afirmaciones, es el artículo que tiene usted ahora mismo ante sus ojos. Una suerte de epílogo a la serie de artículos conocida como La pregunta Naukas 2014 en la que los miembros de Naukas respondemos a la colosal pregunta:
¿Cuál será el avance o descubrimiento de la ciencia que más va a cambiar el mundo en los próximos años?
¿Cómo estimar los márgenes de error razonables? Pues, por ejemplo, podemos echar un vistazo a algunos momentos de la historia en los que surgió esta misma pregunta. Damos a continuación voz a algunos de los grandes talentos de la humanidad ejerciendo de futurólogos con pésima fortuna:
“De modo que, ¿es usted capaz de hacer navegar un barco contra los vientos y las corrientes simplemente encendiendo un fuego bajo su cubierta? Discúlpeme, no tengo tiempo para estos sinsentidos”.
Cuando concluya la exhibición de París, no volveremos a oír hablar de la iluminación eléctrica.
Los rayos X son una estafa.
Nadie usará nunca la corriente alterna.
El concepto de vector es un vestigio inútil. Nunca ha servido ni servirá para nada.
Todo lo que se podía inventar ya está inventado.
Las máquinas voladoras más pesadas que el aire son imposibles.
Los aeroplanos son juguetes interesantes, pero no tienen aplicación bélica.
El cine no triunfará. No es más que drama enlatado. Lo que realmente quiere ver el público es carne y sangre vivas en un escenario.
Cualquiera que espere obtener una fuente de energía de la fisión nuclear está fantaseando.
En mi opinión existe un mercado mundial para aproximadamente cinco computadoras.
La moda de la televisión se apagará en unos meses. La gente se cansará de mirar una caja de madera noche tras noche.
No veo por qué razón nadie querría tener una computadora en su casa.
El lector avispado diría que esto no es más que un ejercicio de cherry-picking de libro… y acertaría; también podría pensar que todo este artículo no ha sido más que una cobarde estratagema para evitar responder a la pregunta… y volvería a acertar. No obstante, el ejercicio, aunque jocoso, no resulta en vano, puesto que la determinación de un error absoluto no consiste sino en tratar de hallar una cota superior para el mismo.
Esta pequeña anotación disidente sólo pretende poner de manifiesto lo evidente: estos ejemplos de históricas meteduras de pata de mentes tan brillantes junto con la variedad de respuestas que el lector habrá tenido el placer de leer estos días indican que el margen de error es grande, muy grande. Por tanto, no podemos garantizar que ninguno de nosotros haya dado con la clave que revolucionará el mundo; es más, probablemente hayamos fracasado estrepitosamente en el intento, para regocijo de los lectores del futuro.
Confiamos en que, al menos, el lector habrá tenido la oportunidad de emocionarse y soñar al descubrir las líneas de investigación más prometedoras del momento.
Pablo Rodríguez (Guadalajara, España, 1984) se siente inclinado de un modo casi suicida hacia las cosas complicadas. Esta cualidad le ha llevado a convertirse en físico, malabarista, ilusionista aficionado y humorista de cuarta categoría. Actualmente trabaja como experto en computación científica en el Netherlands eScience Center. Más información y contacto aquí