Hace pocos días llegó a mi pantalla, a través del gran Daniel @Eurekablog Marín —fuente de todo lo astronáutico— este vídeo grabado por Chris Hadfield, astronauta canadiense actualmente a bordo de la Estación Espacial Internacional en su Expedición 34. En él nos muestra a los espaciotrastornados de la superficie cómo realizar una tarea en la que en nuestros sueños de ingravidez casi ninguno habíamos pensado en realizar: ¡cortarnos las uñas… en el espacio!
[youtube]http://www.youtube.com/watch?v=xICkLB3vAeU[/youtube]
Dejando aparte el hecho —suavemente grimoso— de observar los recortes uñeros de un extraño, es difícil evitar hacerse algunas preguntas sobre un proceso tan trivial en tierra como complejo en microgravedad. No parece que la rejilla de ventilación extraiga un flujo de aire demasiado generoso, a la vista del movimiento del trozo de uña, así que ¿qué ocurre si se nos pierden fragmentos? ¿Tener lo que esencialmente son astillas flotantes perdidas por los conductos de ventilación es buena idea? ¿Qué pasa con los trozos que siempre salen disparados? (Eh, a mí me pasa. Igual es que me corto las uñas mal.) Y, sobre todo, ¿cómo han permitido que un cosmonauta lleve un cortaúñas en su equipaje? ¿No ven que podría secuestrar la ISS para estrellarla —es un decir— sobre la sede de algún gobierno occidental?
Mención aparte de esta última y desasosegante cuestión (cuál elegir…) es normal pensar que debe haber algún modo mejor de cortarse las uñas en el espacio. Y resulta que ¡lo hay! No hay nada imposible para un buen espaciotrastornado. Aquí y ahora os presento en exclusiva el MMM —Método de Manicura en Microgravedad, de un servidor:
[youtube]http://www.youtube.com/watch?v=Ky1F-pi9RvA[/youtube]
Necesitaremos un cortaúñas (bien escondido en el equipaje facturado), una bolsita de plástico transparente y un coletero, una banda de goma o similar que se pueda ajustar bien a nuestra muñeca. No hará falta que nos lo llevemos nosotros; en el cajón de sastre de cualquier estación espacial razonablemente surtida podremos encontrar gomas de muchos colores y bolsitas de varios tamaños.
Ahora abrimos el cortaúñas, lo metemos en la bolsa e introducimos también la mano cuyas uñas nos hagan parecer más una versión espacial de Nosferatu. ¡Atención, si rompemos la bolsa con nuestras uñas o con el cortaúñas algún compañero podría acabar con una esquirla en un ojo! Aseguramos bien la bolsa a la muñeca haciendo uso de la banda de goma: cuando esté bien cerrado, podemos empezar.
Con la otra mano tomamos el cortaúñas —previamente abierto, esto es muy importante— desde fuera de la bolsa y empezamos a cortarnos las uñas. Al principio tardaremos un poco más que en tierra, pero ¡estamos en el espacio! Todo es más difícil en el espacio —todo menos flotar por ahí molando mil, se entiende. Cuando hayamos terminado, tiramos de la bolsa con la mano libre recorriendo el contorno de la mano embolsada para mantenerla cerrada en todo momento. Sacamos con cuidado el coletero y el cortaúñas y ¡ya está! Ya tenemos las uñas perfectamente recortadas y listas para que se nos caigan la próxima vez que tengamos que hacer un paseo espacial para apretar algunos tornillos.
Ya solo tengo que esperar que mi manifiesta creatividad en microgravedad me gane un puesto en alguna expedición futura a la ISS. Pero no pienso decir dónde llevaré escondido el cortauñas.
Otra instancia más de Homo sapiens. De pequeño quiso ser científico, astronauta y ganar dos premios Nobel. Conforme fue creciendo estas aspiraciones sufrieron progresivos recortes: finalmente se quedó en ingeniero de telecomunicaciones. Con más años de experiencia de los que quiere reconocer en la intersección del tren con las tecnologías de la información, trabaja en la actualidad en el apasionante campo de la innovación ferroviaria como director de innovación en Telice, S.A.. Tímido en rehabilitación y con más aficiones de las que puede contar, cuando tiene tiempo escribe sobre cualquier cosa que le llame la atención: ciencia, espacio, ingeniería, política…