El año en que el Mal cambió de origen

Por Colaborador Invitado, el 5 febrero, 2015. Categoría(s): Curiosidades • Historia
Grabado de la época del Terremoto de Lisboa de 1755
Grabado de la época del Terremoto de Lisboa de 1755

El concepto del Mal no es sólo del interés de filósofos y teólogos, como tradicionalmente lo ha sido. Hoy en día la psicología, las ciencias sociales, la ética y la neurociencia tienen también interés en cómo se construyen tales conceptos de forma colectiva e individual, cómo son los procesos biológicos relacionados, cómo estas abstracciones tienen bases sociológicas y evolutivas, y desde luego cómo afectan la conducta. Para esto se han realizado una increíble variedad de experimentos, desde los conductistas de los 50s y 60s como Milgram, hasta los más modernos “experimentos mentales” relacionados con la Coherencia de Convicciones.

Pero, ¿cómo definir por principio de cuentas el Mal? ¿No es una construcción subjetiva y en constante flujo? El Mal ha sido visto –o personificado– de diversas maneras a lo largo de la historia y en diferentes culturas. Nuestra concepción más moderna se parece poco a las concepciones clásicas. Veamos un poco de su sorprendente historia y un punto esencial que cambió para siempre un punto fundamental: su origen.

Me enfocaré sólo en Occidente y haciendo un resumen muy breve y en términos generales, para llegar al punto que interesa. En la Edad Media, la percepción del mundo era una mezcla de ideas cristianas con antiguos conceptos griegos, en los que existían dos órdenes distintos: Cosmos y Polis. El primero era el orden de la naturaleza y el segundo, que le seguía, era el orden social: ambos estaban en concordancia.

En esta concepción pre-moderna, el mal se insertaba de esta forma: Dios crea el mundo, que es bueno; el hombre desobedece, y su caída crea el mal en el mundo. Siguiendo esta lógica, había dos tipos de mal: el natural –como por ejemplo un terremoto– que era expresión de castigo divino; y el moral, resultado de las acciones de la debilidad humana. Pero desde muy temprano se reconoció un problema –llamado Teodicea– que es la dificultad de poner juntas estas tres proposiciones:

1. El mal existe
2. Dios es benevolente, y
3. Dios es omnipotente.

Las mismas preguntas que aparecen en foros de ateos vs creyentes no tienen nada de nuevas. Los teólogos de hace más de 1500 años se preguntaban cómo conciliar esos conceptos, poniendo parches más o menos convincentes en el dogma. No fue hasta la llegada de Leibniz (1646-1716) que se formuló una respuesta tolerable y que es la que subsiste hasta nuestros días en el pensamiento religioso. En pocas palabras, la respuesta es: “Todo lo que hace Dios es para nuestro bien, pero sus razones son inescrutables”. En esta concepción, el mal moral (“pecado”) está relacionado al sufrimiento, aunque no podamos ver la relación.

Sin embargo, para el pensamiento racional, esta propuesta duró poco, y el hecho que la destruyó fue un acto fortuito: el Terremoto de Lisboa de 1755. En esos momentos Lisboa era uno de los puertos más importantes del mundo y una de las ciudades más ricas. Pero el 1 de noviembre, fue azotada por un terremoto de tal intensidad que en diez minutos destruyó casi la mitad de la ciudad, y creó además un tsunami que ahogó a quienes buscaban refugio en la playa.

Esto era considerado acción divina, pero este fue el problema: ¿Por qué Dios destruyó a tanta gente, incluidas la mayoría de las iglesias de la ciudad, y dejó intacto el barrio de las prostitutas? Y en el Día de Todos los Santos.

Este terremoto cimbró no sólo a Lisboa, sino a los intelectuales de toda Europa. A partir de él, las antiguas ideas del origen del mal se abandonaron, y Rousseau (1712-1788) fue el primero en proponer una alternativa que fue altamente influyente: “Dios creó el Libre Albedrío y el humano abusa de él”. En este concepto, el mal se va desarrollando en el tiempo, y podemos influenciarlo y contrarrestarlo con conocimiento, educación y mejores instituciones político-sociales. Esta es una idea sorprendentemente moderna, que nació de la noche a la mañana tras el terremoto. Al poco tiempo, Kant (1724-1804) reforzó la separación entre los argumentos metafísicos y racionales, diciendo que el mal es “un abuso de la razón, o ir en su contra”; y este concepto de el acercarse o alejarse de la razón (o “decisiones racionales” como son llamadas en la ciencia social), en donde la razón va cerca de la aplicación de la ciencia, se convirtió en moderno origen del mal

Pero hubo aún otro gran sismo en el siglo 20, que hizo que la definición cambiara de nuevo: Auschwitz y los demás infames campos de concentración durante la Segunda Guerra Mundial, y más en general, las dos grandes guerras. En todo ello, la racionalidad y la ciencia no estaban ausentes, sino que jugaron papeles preponderantes como se pudo apreciar a posteriori en las bases ideológicas de todos los contendientes.

De modo que llegamos a la propuesta de Hannah Arendt (1906-1975) y su “banalidad del mal”, que dice que el mal es algo normal. Desde luego no tiene un origen demoníaco, y “se esparce como un hongo”. El discurso postmoderno no acepta ya al mal como opuesto de la razón ni del progreso, y de hecho a veces es exacerbado por ambos, y los modernos investigadores del comportamiento humano hace más énfasis en conceptos como “Contextualidad” y “Ceguera Ética”, o sea ambientes que propician la toma de decisiones que van en contra de la sociedad y del propio individuo, pero que a veces en su circunstancia temporal él mismo no los puede evaluar como tales, por las diversas presiones a que es sometido.

El avance vertiginoso de las tecnologías también abre nuevos campos de discusión que nunca hubieran estado en las discusiones de los filósofos clásicos: la moderna bioética y su relación con avances como la clonación; o ya en las fronteras, vemos a los futuristas como John Varley que proponen escenarios de inmortalidad basada en copias mentales reproducibles, teletransportación, uniones simbióticas entre organismos conscientes, y otras. Quizá el origen del mal sea redefinido de nuevo en un futuro no tan lejano.

Este artículo nos lo envía Alfonso Araujo, ingeniero y actualmente profesor de economía contemporánea en la Universidad de Hangzhou en China. Puedes visitar su blog «El mundo es extraño»

Referencias y más información: 

Palazzo, Guido y Hoffrage, Ulrich. “A Little History of Evil” en Unethical Decision Making in Organizations. MOOC. University of Lausanne, 2014. 4-18.

Leibniz on the problem of evil. Stanford Encyclopedia of Philosophy.

http://plato.stanford.edu/entries/leibniz-evil/

Jean Jacques Rousseau. Stanford Encyclopedia of Philosophy.

http://plato.stanford.edu/entries/rousseau/

Kant’s Philosophical Development. Stanford Encyclopedia of Philosophy.

http://plato.stanford.edu/entries/kant-development/

Hannah Arendt. Stanford Encyclopedia of Philosophy.

http://plato.stanford.edu/entries/arendt/

Billikopf Encina, Gregorio. Milgram’s Experiment on Obedience to Authority. University of California.

http://nature.berkeley.edu/ucce50/ag-labor/7article/article35.htm

Varley, John. El Fantasma de Kansas (1976). Ediciones Orbis, Biblioteca de Ciencia Ficción nº 26.

www.uam.es/personal_pdi/psicologia/adarraga/docs/varley-spa.pdf

 



Por Colaborador Invitado, publicado el 5 febrero, 2015
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