El Estagirita Escéptico: Celebribobos

Por Javier Armentia, el 10 diciembre, 2010. Categoría(s): El Estagirita Escéptico

0: Introito.
No contaré nada nuevo, es lo que tiene estar en una columna en un sitio tan lleno de ciencia y de sapiencia. A lo más gritaré desde más alto y con más mala hostia. Pero había prometido hace más de medio año comenzar de una vez mis colaboraciones con Amazings y entre unas cosas y otras no me había estrenado aún. Sirva esto como saludo, y de paso pido perdón a las buenas gentes que se lo vienen currando por no haberme puesto a trabajar antes (menos mal que con ochenta colaboradores, un estagirita como yo ni abulta mucho ni su ausencia se nota).

1: Comencemos haciendo amigos.
El otro día le ví a Iker Jiménez pontificar sobre la mafia de la ciencia (lo contábais por aquí) porque esta vez no consiguió engañar -digo, convencer- a ningún “científico” para ir a hacerle el coro a su chiringuito en la tele. Lo mismo hasta los científicos españoles se van dando cuenta del pelaje de esta celebridad del periodismo de investigación tan coreada por las asociaciones corporativas de lo suyo y hasta por asociaciones criminológicas -¿criminales? No, no es eso, sólo ignorantes- o por universidades privadas y públicas que le dan casa y comida, y hasta homenaje.

Recuerdo hace unos años que a mí me llamaron al trabajo para caer en una alerta ovni que montó en la radio, y la cosa la vendían como “un programa sobre astronomía para la SER”. No coló, claro. Y eso le enfadó, por lo que se ve: año a año los periodistas de la SER que comparten conmigo parte de la Ruta Quetzal BBVA, que suelen llevar el encarguito de meter una colaboración en el Tercer Milenio, se encuentran con que en cuanto mencionan a un astrónomo que acompaña a los expedicionarios y que podría hablar de cosas del cielo y de la tierra, los responsables de ese espacio de información de misterios inconmensurables sueltan unos cuantos improperios y dicen que el tal Armentia está vetado. Y que si de paso se cae por un terraplén, mejor, digo yo.

Pelillos a la mar: comprenderán que tengo tantas ganas de aparecer con la pareja Jiménez y Porter como de concelebrar misa de corpus con Rouco Varela (bueno, lo segundo me pone más, porque van divinas con sus ropajes… pero esto es otra historia).

Lo gracioso es que en la foto de la noticia de Amazings.es, donde se recogía el vídeo de la Magonia de Luis Alfonso Gámez, se volvía a ver al periodista con cuatro pulseritas de esas con holograma. Que es como decir públicamente: qué bobo soy, pero qué equilibrio me viene de las resonancias holográficas del Universo Mundo.

Este verano hemos visto muchos celebribobos con pulseritas, porque los timadores estos no solo vendieron cientos de miles de pulseras que no sirven para lo que dicen (algo tan fraudulento que “sólo” cuesta unos pocos miles de euros a decir de las autoridades que nos deberían de proteger de estas estafas), sino que además regalaban a los celebribobos televisivos varias, para que las lucieran. Lo habian hecho antes con los deportistas, que es la forma de introducir productos. Antes le llamaban publicidad encubierta y te encontrabas en la farmacia de guardia el rosario de productos que pagaban por ese posicionamiento, y etcétera. Ahora lo que se lleva es ser celebribobo.

Puedes llegar además a ser ministra de salud, independientemente de que se te vea con una pulserita de chichinabo holográfico. O heredero de la corona con un parche de titanio de ineficacia probada. De paso, las televisiones colocarán adecuadamente la noticia, por aquello de que los publirreportajes son lo que son.

¿Cuántas cadenas de radio conocen en las que “expertos” como Ramiro Calle, ese personaje populachero que decía “pouerpón” para vender cursos de Office, colocaba unos electroestimuladores transdérmicos en los cuales hasta se metían ondas orgónicas? Orgónicas, se lo juro. Y los celebribobos de turno, periodistas de pro llevando esos programas de radio, pasaban como de rositas, porque la publi es la pela, y la pela es la razón de ser de las radios privadas. Lo malo es cuando en las públicas cuelan imbecilidades del mismo pelaje.

2. Buenas y malas prácticas
Por eso resulta tan alucinante la forma en que aceptamos que estos famosos (“celebrities”) se conviertan en público estandarte de los timos o las modas más estúpidas. Con lo que tienen, y los sociólogos nos lo repiten una y otra vez, de modelos de conducta, de transmisión de valores. Si las niñas ya no quieren ser princesas, prefieren ser Belén Esteban y demás, cuando estas gentes llevan sus pulseras, o dicen sus estupideces pseudocientíficas o anticientíficas, estamos transmitiendo lo peor que podemos hacer.

Hace unos años, los británicos de “Sense about Science” lanzaron una campaña llamada “Celebrities & Science”, dando a conocer las enormes estupideces que públicamente pueden decir los famosos, pero también aquellas veces en que su apoyo a la ciencia es notorio y conviene agradecérselo.

Desde ARP Sociedad para el Avance del Pensamiento Crítico, hemos ido siguiendo también con esta idea, reconociendo con los Premios Mario Bohoslavsky la labor de quienes favorecen a la ciencia y al pensamiento crítico. En las publicaciones, claro, tambén hemos recogido las andancas de los celebribobos de turno, qué menos. Veía hace unos días una campaña estupenda en EEUU en la que famosos del pop, del cine o del deporte, se colocaban junto a desconocidísimos científicos para promocionar la investigación. Desde hace tiempo Geoffrey Beene tiene lo de su Rock Stars of Science, con la investigación contra el cáncer.

¿Imaginan algo así por aquí? Parece difícil: cierto que algunas celebridades españolas se suman a causas solidarias, y hemos visto a deportistas y cantantes apoyar muy adecuadamente la lucha contra el cáncer, o los objetivos del milenio…

Pero a menudo les vemos también abanderando estupideces. Convendría tener un Observatorio para que no queden impunes estas celebribobadas. Como la que ha montado en los últimos meses Miguel Papito Bosé, con su promoción de las chorradas ayurvédicas con su último disco, titulado para más inri “Cardio”. ¿Que no han oído hablar de las maravillas de la dieta ayurvédica de Bosé? Pues qué suerte tienen, deben estar en otro mundo (un ejemplo, en AOL Música).

Otras celebribobas como Thalia o Paulina Rubio le han seguido con sus agüitas y demás. Si uno se pasa por el Skeptic’s Dictionary o por QuackWatch, puede descubrir que la medicina ayurvédica tiene de medicina lo que la homeopatía de conocimiento de la química moderna. Que esté promocionada en EEUU además por sujetos de relumbrón como el concienciocuántico Deepak Chopra ya podría ponernos sobre aviso (aunque de esos físicos lanzaremos otro día desde la columna algunos alaridos más en concreto).

Por supuesto, por más que sea milenaria, la creencia de los equilibrios de Pitta y Kapha y los alimentos naturales no consiguieron que la mortalidad de India fuera menor que la de otros países, al menos hasta la introducción de la poco apasionante -pero efectiva- medicina occidental. La moda ayurvédica por ingredientes naturales recolectados de los campos ha llevado a más de uno a acabar con envenenamientos por metales pesados, cosa de recoger plantas al borde de la carretera. Pero lo más importante es que, como muchas otras modas, no se basa en nada que esté comprobado, más allá de las obviedades dietarias de no pegarse atracones de cosas grasas por más que te lo pida el cuerpo.

Bosé es el ejemplo perfecto de celebribobo, porque desde su promoción en primavera, lo ayurvédico se ha ido poniendo de moda y más de una carta he recibido sobre las bondades de estas dietas.

Y 3: fin por el momento.
No digo yo que podamos librarnos del efecto del famoso, ni de la publicidad encubierta. Pero sí avisar en voz alta que uno, por ser una celebridad en lo suyo, sea el deporte, el arte, la política o la tomadura de pelo (digo, el periodismo de investigación) no está libre de ser un celebribobo. Convendría, para terminar, recordar que también hay bobos anónimos, tontos útiles y enterados varios. Yo, como estoy aquí arriba en la columna, prefiero no hacer autocrítica (todavía). Pero sé que no soy mejor que otros, no crean. Y les quiero. A todos. Hey.



Por Javier Armentia, publicado el 10 diciembre, 2010
Categoría(s): El Estagirita Escéptico