En España, quizás por nuestra cultura judeocristiana, siempre hay culpables, nunca responsables. Las cosas que ocurren, pero no deberían ocurrir, siempre tienen un culpable, nunca hay un responsable. Se olvida que la mala praxis en investigación no siempre tiene un culpable, casi todas las veces lo que tiene son varios responsables.
Lo más grave, en el sentido negativo, que le puede ocurrir a un artículo científico es que sea retractado. Cuando en un artículo científico se cometen errores que llevan a la retracción de dicho artículo, a los firmantes senior de dicho artículo, los que tienen nombre y prestigio, se les exculpa de dichos errores. La culpa la tiene el becario, que con su mala praxis ha cometido dichos errores. La culpa la tiene el becario, pero al becario también se le puede exculpar, por ser personal en formación, la culpa la tienen los profesores responsables de su formación en epistemología y metodología de la investigación.
Un artículo científico publicado en una revista internacional impactada ha sido retractado por el editor de dicha revista por plagio en la introducción y en el resumen (abstract). Una comisión de ética científica de la universidad a la que están afiliados los autores ha exculpado a los dos jefes firmantes del artículo y ha acusado al primer autor, un becario en formación, de mala praxis. Según la comisión no ha habido plagio (el editor de la revista debe estar equivocado), ha habido mala praxis. El artículo sigue retractado, claro está. Pero para los responsables es como si no hubiera pasado nada. Sus nombres y el de su universidad no vienen al caso, no importan para lo que quiero ilustrar.
¿Quién tiene la culpa de la “mala praxis” del becario? El becario, fuera de toda duda. Siempre la culpa la tiene el becario. ¿Quién es el responsable de la “mala praxis” del becario? Obviamente, el becario. Los otros dos coautores del artículo están liberados de toda responsabilidad al respecto. Firman el artículo del becario para engordar sus propios currículos, pero ellos no son responsables del plagio cometido en el artículo que ha llevado a que sea retractado. Ellos no son responsables de la formación en epistemología y metodología de la investigación del becario. Otro debe ser el responsable. Los otros dos coautores del artículo son responsables de los contenidos del artículo que no han sido plagiados. Pero de los contenidos plagiados, el único responsable es el becario.
El primer autor, siendo becario, no es responsable de su formación como investigador, lo son los otros dos firmantes. En España, muchos becarios se forman como investigadores de forma autodidacta. Nadie se molesta en enseñarles lo más mínimo, lo más elemental que hay en la investigación. Nadie les enseña que plagiar es algo muy grave, quizás lo más grave. Nadie les enseña lo que significa plagiar. Nadie les enseña que copiar partes de la introducción de otro artículo y pegarlas en uno propio es plagio. Porque no, no es plagio, es mala praxis.
No solo ocurre en España, ocurre en todo el mundo y es una práctica vergonzosa. Como vergonzoso es que un señor catedrático, gran investigador, gran gestor, gran docente, posible candidato a rector, no se responsabilice de la más básica de sus funciones, formar a sus becarios como investigadores. No, no tiene tiempo. El señor catedrático tiene muchas otras funciones más importantes que hacer. Pero eso sí, que todos sus becarios lo incluyan como coautor, que ninguno lo olvide. El catedrático debe firmar todos los artículos, incluso sin habérselos leído, para qué se los va a leer. Él no es responsable del trabajo que está firmando. Si el artículo es retractado, el responsable es el becario. El catedrático en su torre de marfil es intocable. Al becario se le da un tirón de orejas y si lo vuelve a hacer, se le echa a la calle.
Yo he impartido cursos de epistemología y metodología de la investigación en programas de doctorado y trato de dejarle muy claro a mis alumnos lo que es el plagio. Lo que significa el término plagio no es lo pone el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, porque el DRAE no es un texto de epistemología y metodología de la investigación. El concepto de plagio en un artículo de investigación es un concepto muy claro, muy bien definido y fuera de toda duda en el campo de la ética científica. Cualquier investigador con cierta experiencia lo tiene que tener muy claro. Lo que no se puede hacer es tomar otro artículo y copiar trozos literales de dicho artículo sin una adecuada referencia y sin que quede claro exactamente qué es lo que se está copiando de dicho artículo. Ni en la introducción ni en ninguna otra parte del artículo.
Un párrafo de la introducción de un artículo suele resumir en pocas frases un gran número de artículos de la literatura científica. Para escribir dicho párrafo hay que haberse leído muchos más artículos de los citados ya que hay que seleccionar los más relevantes para el artículo que estamos escribiendo. Este trabajo no es pecata minuta, requiere cientos de horas de trabajo de investigación que debe haber realizado alguno de los autores del artículo. Además, hay que resumir de la forma más breve posible las contribuciones más relevantes de los artículos que citamos. La brevedad obliga a seleccionar muy bien las palabras y las frases que se usan en dicho párrafo. Cada frase escrita ha de ser analizada y cuestionada por los autores. ¿Se puede prescindir de ella? ¿Es el mejor resumen posible del trabajo previo?
Plagiar en un artículo nuestro uno o varios párrafos de la introducción de otro artículo es apropiarse de cientos de horas de trabajo de investigación de los autores de dicho artículo. Uno puede pensar que dicho párrafo es inmejorable, que es imposible hacerlo mejor, por lo que lo más adecuado es copiarlo literalmente. Pero en dicho caso debe quedar muy claro lo que se está copiando, entrecomillando dicho párrafo e indicando de forma explícita la fuente. Cierto es que hacerlo en la introducción da muy mala imagen ya que indica a los revisores que los autores no han realizado bien sus labores, que no han dedicado las cientos de horas de trabajo de investigación necesarias para escribirlo.
Plagiar es apropiarse del trabajo investigador de los demás y hacer creer que es tu propio trabajo. No hay que engañar a los jóvenes investigadores llamando mala praxis al plagio. Mala praxis es, por ejemplo, copiar referencias bibliográficas de otro artículo sin haberlas leído, porque todo el mundo lo hace y queda bien citar a quienes todo el mundo cita. Mala praxis es reescribir (copiando sin copiar) un párrafo de la introducción de otro artículo, para ahorrarse el trabajo que conlleva escribirlo y porque el hilo del discurso es el que conviene a nuestro artículo. Llamar mala praxis al plagio es engañar, engañar a los jóvenes y engañarse a uno mismo.
No se debe plagiar. Yo les enseño a mis alumnos lo que es plagio poniéndoles ejemplos concretos, ejemplos de artículos retractados por plagio. Quizás debería ser obligatorio que todos los profesores de cursos de epistemología y metodología de la investigación también lo hicieran (estoy seguro de que la mayoría lo hace). Porque viendo ejemplos de plagio y de mala praxis es la mejor manera de comprender la diferencia. Diferencia que una comisión de ética científica de una universidad española no ha sabido ver o no ha querido ver.
Francis estudió informática, física, se doctoró en matemáticas, investiga en ciencias computacionales, le dio clases a ingenieros industriales y ahora imparte bioinformática a futuros bioquímicos en la Universidad de Málaga. Quiere ser escritor de libros de divulgación científica cuando se jubile. Mientras tanto escribe en su blog para practicar el arte de hacer fácil lo difícil. Aunque no siempre lo logre.