En el capítulo Incultura científica, simplemente incultura de mi libro Ciencia para Nicolás hacía referencia a la siguiente noticia:
Entonces utilicé matemáticas básicas para argumentar que la noticia no era tal. Pues bien, recientemente ha salido en los medios una noticia que me ha traído aquella a la mente:
En el estudio sobre Gengis Khan, el de los «ímpetus sexuales», se rastreaba el cromosoma Y, que se transmite solo de padre a hijo varón. En el caso actual, el del faraón egipcio, se hace seguimiento del haplogrupo (un haplogrupo es una serie de alelos en una zona concreta de un cromosoma) R1b1a2, situado también en el cromosoma Y. En ambos casos las conclusiones se refieren, por tanto, a la población masculina.
Esto es lo que añadía tras el similar análisis que hice sobre la noticia relativa a Gengis Khan en Ciencia para Nicolás:
«La noticia me trae a la mente a esos tipos que presumen de ser descendientes directos de algún personaje famoso de la antigüedad. Si razonamos ahora en sentido inverso y nos fijamos en los antecesores masculinos cada uno de nosotros tiene un padre, dos abuelos, cuatro bisabuelos, ocho tatarabuelos… Retrocediendo unas pocas generaciones resulta que tenemos, en una época determinada, más antepasados que gente vivía entonces. La conclusión es triple, a saber: primero, que no es ningún mérito tener un antepasado de postín, ya que eso es de lo más vulgar; segundo, que muchos de nuestros antepasados lo son más de una vez, es decir uno de ellos puede aparecer en varias ramas de nuestro árbol genealógico; y tercero, que todos los humanos compartimos antepasados, lo que automáticamente nos convierte en parientes, por poco que esto le guste a racistas de todo pelo».
Biólogo, profesor y divulgador. Editor del blog «La ciencia es bella» y escritor de los libros «Ciencia para Nicolas», «El yeti y otros bichos, ¡Vaya Timo!» y recién salido del horno, «Más ciencia para Nicolás».