Encuestas, publicidad y periodismo ¿combinación fatídica?

Por Colaborador Invitado, el 9 octubre, 2015. Categoría(s): Divulgación • Tituláridos

Hace unos días varios medios españoles publicaron una noticia sorprendente, que mostraba que un gran número de españoles y europeos piensan que las mujeres no valen para la ciencia. Como veremos enseguida, una buena parte de los datos que se utilizaban en esas noticias eran erróneos, lo que nos permite tomar esta historia como un ejemplo paradigmático de algunas de las cosas que funcionan mal en la prensa, y en el debate público.

Pero veamos, ¿qué decían estas noticias?

El titular de la edición en papel de El País, del jueves 24 de septiembre era este tan contundente:

malaprensa1En el suplemento online Materia (el día anterior), se especificaba un poco más:

malaprensa2Terribles noticias, que aparecían también reflejadas en Abc.es

malaprensa3Algunos otros medios se hicieron eco de unas cifras tan descorazonadoras, que igualmente se reprodujeron, como es ya habitual, en las redes sociales. La propia cuenta de @Materia_ciencia, con 190.000 seguidores, las publicitó con estos tuits:

malaprensa4Varios tuiteros conocidos, con miles de seguidores, como @ictlogist, o @MorenoG_Agustin se hicieron eco de la noticia. Como lo hizo la cuenta oficial de @Universia, o la ONG @MujeresIgualdad. El senador de Podemos @RamonEspinar encontraba incluso un “alambre” que unía la noticia con la violencia de género: el machismo estructural que padece el país.

Las referencias han continuado en días posteriores.

Y así, por ejemplo, el martes 6 de octubre, el director del Observatorio Astronómico Nacional Rafael Bachiller, en un artículo de opinión a página entera en El Mundo titulado “La mujer en el mundo de la ciencia” citaba los resultados del estudio en los términos que acabamos de ver.

Pero ¿de dónde venían estos datos?

La fuente era la Fundación L’Oréal, que desde hace muchos años promueve campañas, programas y premios en favor de la incorporación de las mujeres el mundo científico en plena igualdad de condiciones, en colaboración con la UNESCO. Dentro de esta área de trabajo han realizado este año una encuesta para averiguar en qué medida existen prejuicios y estereotipos negativos sobre el papel de las mujeres en ciencia en las sociedades de los cinco mayores países de la UE (y en China).

Los resultados de la encuesta se difundían a la vez que la Fundación ponía en marcha una campaña bajo el lema #cambialascifras, pidiendo la adhesión a un manifiesto que promueve dar mayor visibilidad al trabajo de las mujeres científicas, facilitar su acceso a los puestos de primer nivel, reconocerlas debidamente en los premios científicos e impulsar la vocación científica en las niñas y jóvenes, entre otras cosas. Varias científicas españolas de renombre, como Margarita Salas, Flora de Pablo o María Blasco participan en un video promocional de la campaña.

Una intención muy loable, que queda manchada por una encuesta bastante chapucera y una difusión de sus resultados que simple y llanamente los falsea. Vayamos al titular más llamativo, el del 63% de españoles que piensan que las mujeres “no valen” o “no son aptas” para ser científicas de alto nivel. Se trata de una mala interpretación, simplificadora, de una frase que resume, de manera bastante oscura, una pregunta cuyo texto era completamente diferente.

En un documento en inglés que no está directamente enlazado desde las páginas que promocionan la campaña, encontramos el texto completo de las preguntas y respuestas ofrecidas a los entrevistados. Resulta que el famoso 63% proviene de la pregunta número 10 del cuestionario (traducción propia):

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La pregunta parte del hecho, ya tratado en preguntas anteriores, de que las mujeres están infrarrepresentadas en los puestos científicos en general, y en los de alto nivel en particular. De manera que en esta pregunta lo que se pide al entrevistado es que identifique qué carencia de “habilidades” en las mujeres están causando ese fenómeno.

La pregunta, aisladamente considerada, parece muy inadecuada, al dar por sentado que el problema de las mujeres es algún tipo de falta de habilidades. En realidad, como veremos más abajo, otras preguntas del cuestionario permitían expresar otras opiniones. Pero en todo caso, la suma de todos los entrevistados que aceptó que las mujeres carezcan de alguna de esas “habilidades” es el 63% de los españoles (67% en Europa), mientras que el 37% dijo que no carecían de ninguna de ellas.

A partir de ese resultado, el material de la Fundación L’Oréal en inglés decía, como en esta captura de un video, que el 67% de los europeos piensan que las mujeres “carecen de habilidades” para ser científicas de alto nivel.

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El resumen más correcto sería que un 67% piensan que carecen de “alguna habilidad” o de “algunas de las habilidades”.

Peor aún, en la nota de prensa en español se decía que el 67% de los europeos piensan que las mujeres “no tienen las capacidades requeridas para acceder a los puestos científicos de alto nivel”. El artículo definido las cambia bastante el sentido de la frase, porque parece que ese porcentaje de los entrevistados hubieran dicho que a las mujeres les faltan todas las capacidades, en lugar de alguna.

De “carecen de las capacidades” a “no son aptas” (Abc) o “no valen” (El País) hay ya solo un pequeño salto semántico que no sé si los dos medios dieron por su cuenta, o si fueron empujados a ello en el acto de presentación del estudio.

En todo caso, como se ve, nadie ha dicho tal cosa en la encuesta. Además, resulta que las “habilidades” más citadas como carentes en las mujeres no son capacidades o aptitudes, sino en todo caso actitudes, disposiciones, como la ambición, la competitividad y la confianza en sí mismas. Por no hablar de la “red profesional”, una carencia que tal vez diga más de los hombres que ocupan las posiciones de alto nivel que de las mujeres que intentan llegar a ellas. Las respuestas que se refieren realmente a aptitudes son escogidas por muchos menos encuestados (pero no es posible saber qué porcentaje suman). Y sin embargo, tanto El País como Abc.es destacaban, entre las carencias señaladas por los encuestados, las del interés por la ciencia, perseverancia, espíritu racional, sentido práctico y espíritu analítico. Lista similar a la de esta presentación en francés de la empresa que ha realizado el estudio para la Fundación L’Oréal (pag. 6), que posiblemente se habrá trasladado a los materiales distribuidos en español, y que directamente está tergiversando los resultados de la encuesta.

Más divertido aún: la siguiente pregunta del cuestionario era “En su opinión, ¿son los hombres o las mujeres más aptos (more suited to) para … ser científicos de alto nivel? …ser comunicadores de alto nivel?” De nuevo, la formulación de la pregunta y sus respuestas es criticable, ya que no permitía responder “hombres y mujeres por igual”.

Pero lo cierto es que en España un 51% de los encuestados dijo que las mujeres son más aptas para ser científicos de alto nivel que los hombres (39% en el conjunto de Europa). Dato que no aparece en ninguna parte en las noticias, probablemente porque no lo destacó el material publicitario de la Fundación, y que transmite un mensaje casi diametralmente opuesto al de los titulares de Abc y El País.

Habría otras muchas cosas que criticar en la redacción de la encuesta y en su difusión en los materiales de la Fundación L’Oréal, como decir que “10% de los encuestados consideran a las mujeres aptas para la ciencia” (imagen sacada de changethenumbers.science).

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¡Pero si acabamos de ver que el 39% de los europeos consideran a las mujeres más aptas para la ciencia que a los hombres!

¿Entonces?

La fuente de la afirmación es, imagino, otra pregunta que pedía a los entrevistados que eligieran, entre varios campos, para cuál creían que las mujeres tenían más aptitudes (sólo se podía escoger uno). Un 10% dijo que las mujeres tenían más aptitudes para la ciencia que para los demás temas (que eran los temas sociales, la comunicación, los idiomas, las artes, los negocios o la política).

Resumir esta información con la frase entrecomillada más arriba es una completa manipulación.

Frente a las credulidad de los medios “serios”, nos tenemos que ir a las redes sociales y a los blogs para encontrar a personas escépticas que pusieron en duda, desde el principio, la veracidad de los titulares. En concreto fue el blog Manzanas Entrelazadas el que, el viernes 25 (dos días después de la primera aparición en las redes) publicó una clara explicación de los errores y distorsiones que acabamos de ver. Su texto fue enlazado y redifundido a través de Twitter y Facebook, pero es razonable suponer que su impacto fue mucho menor que el de las publicaciones originales.

Tenemos entonces, como decía al principio un caso emblemático de muchas cosas que funcionan mal en el periodismo, al informar sobre estudios, informes, o investigaciones, científicas, económicas, o sociales.

Veamos:

  • La confianza en una sola fuente. Claro, sí, si alguien nos cuenta que ha hecho un informe, sólo podemos saber lo que dice el informe a través de esa fuente. Pero se pueden utilizar otras fuentes para que nos ayuden a comprenderlo, para ponerlo en contexto (¿se parece lo que dice este estudio a otros sobre el mismo tema? ¿es realmente novedoso?), para analizarlo críticamente (¿es el método adecuado? ¿se justifican las afirmaciones y conclusiones con los datos que se aportan? ¿Hay saltos lógicos?)
  • Una fuente con interés publicitario. La Fundación L’Oréal que encarga y difunde la encuesta no es una universidad o un centro de investigación. Es una entidad vinculada a una empresa, que lleva su nombre, y quiere airearlo, mejorando su reputación. En este caso, llamando la atención sobre sí misma y sobre sus esfuerzos para ayudar a la causa de las mujeres. Por ello busca titulares chocantes, afirmaciones llamativas, impacto. Cuando los estudios van asociados al nombre de una empresa, hay que extremar el cuidado cuidado.
  • La falta de explicaciones sobre la investigación. Es casi seguro que los periodistas que difundieron los titulares erróneos no habían tenido acceso a la información completa sobre el estudio, ni habían visto la redacción de las preguntas y las respuestas que había detrás del resumen. Es habitual que se difundan resúmenes de estudios, pero hoy, con el coste ínfimo de distribuir un texto largo por vía electrónica, debería exigirse siempre, por sistema, el acceso a los datos completos de los estudios, y evitar confiar en los resúmenes.
  • La renuncia al juicio crítico. ¿Nadie de las personas que han redactado esas noticias, o que las han retuiteado se ha extrañado de unos porcentajes tan altos de opiniones claramente machistas? ¿Por qué no han dejado que su estonopuedeserómetro les avise de que estaban contando una trola?
  • Las prisas. Hay una tendencia a dar las noticias siempre con urgencia, como si todas fueran la muerte de Kennedy. Pero un informe sobre un asunto atemporal se puede contar hoy, mañana, o pasado, sin que pierda vigencia. Si lo que cuenta una nota de prensa no cuadra, parece chocante o llamativo (y si no, en realidad, también) se puede pedir educadamente a la fuente que dé más información sobre el estudio. En este caso, ver cuáles fueron las preguntas, las respuestas, para verlas uno mismo y elaborar su propia información. Para eso hace falta tiempo, pero en realidad lo hay, porque no es urgente que se cuente el resultado del informe.
  • La deferencia hacia las buenas causas. La noticia de la encuesta se difunde junto a la información sobre una campaña por la igualdad de las mujeres en la ciencia. Una causa noble, presentada en el CSIC, con la participación de eminentes científicas. ¿Cómo desconfiar? Pues sí, también en ese caso hay que desconfiar, porque hay gente que por una buena causa miente, exagera y distorsiona. Y el trabajo del periodista es evitar que eso suceda.
  • La cámara de resonancia. Una vez que una noticia con un titular llamativo como este aparece en los medios, cobra vida propia y se difunde, como hemos visto, a través de las redes sociales, o de artículos de opinión, que repiten y comentan los escandalosos datos. Muchas personas lo rebotan y lo repiten sin someterlo a juicio crítico, especialmente cuando afecta a un tema que les interesa. Incluso grandes científicos, como hemos visto, los toman por buenos. Y es en cierto modo natural. No podemos esperar que los lectores hagan el trabajo analítico de los periodistas. Por eso es extremadamente importante no publicar datos erróneos, porque luego toman vida propia y es imposible controlar su difusión.
  • La falta de rectificación. Si no se ha conseguido evitar la publicación errónea, al menos debería rectificarse. Ya se sabe que la rectificación no tienen nunca la misma difusión que la noticia original. Pero al menos, si se corrige la noticia online, quien busque en el futuro la información o se la encuentre se hará consciente del error y no lo repetirá. En este caso, ninguno de los medios de comunicación que han publicado las noticias engañosas han rectificado. Las que fueron publicadas online siguen ahí, disponibles para que cualquiera las encuentre y las lea, dos semanas después de que sepamos que sus titulares son una distorsión y manipulación. Algunos comentaristas de la noticia en Elpais.com incluso enlazaron con el blog Manzanas Entrelazadas, que señalaba, con fuentes, el error. Pero de nada ha servido. Como escribí hace unos años, en los medios españoles parece que Rectificar es de cobardes.

En fin, son problemas viejos, y conocidos. Muchos de ellos parecen relativamente fáciles de superar. Pero demasiado a menudo no se ponen los medios para hacerlo. O tal vez sea más difícil de lo que pensamos los lectores insatisfechos, dado que en otros países, como Francia, muchos medios picaron también en el anzuelo, o que también lo hizo, en el Reino Unido, un medio tan respetado como The Guardian. Habrá que seguir alertas.

Este artículo nos lo envía Josu Mezo (@Malaprensa) licenciado en Derecho (Deusto), Máster en Ciencias Sociales (Instituto Juan March en Madrid) y Doctor en Ciencias Políticas (Universidad Autónoma de Madrid). En 2004 inició el blog Malaprensa, con la intención de contribuir a una lectura crítica de la prensa española, en particular en todo lo relacionado con números equivocados, gráficos incorrectos, fallos lógicos, conceptos erróneos, mala interpretación de estadísticas o datos científicos…



Por Colaborador Invitado, publicado el 9 octubre, 2015
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