Un profesor del instituto decía siempre que los grandes matemáticos eran, en el fondo, unos vagos que desarrollaron nuevas teorías y fórmulas básicamente para ahorrarse tiempo y/o esfuerzo. Cómo de acertado era su alegato es algo que podemos discutir largo y tendido, pero parece ser que un estudio viene a darle la razón, al menos en parte.
Antes de entrar en barrena un par de notas de advertencia: lo primero, la mayoría de estudios de psicología se basan en la evaluación de cuestionarios, y están sujetos a sesgos. Lo mismo que los grupos de sujetos que toman parte en los estudios, en su mayoría pertenecientes a lo que se denomina grupos WEIRD, siglas en inglés de blanco, educado, industrializado, rico y democrático, porque la mayoría de sujetos en estos estudios son estudiantes universitarios. Otro problema asociado es el bajo número de individuos analizados, lo que provoca en ocasiones anomalías estadísticas y hace difícil una extrapolación de resultados a la población en general.
Bien, una vez presentados los peros de éste, y otros estudios psicológicos, vamos al tema.
Los investigadores pidieron a un grupo de estudiantes que contestaran a una serie de preguntas relativas a su gusto por darle al coco, con preguntas como por ejemplo: «Me gusta dedicarme a tareas que implican encontrar nuevas soluciones» o «Intento pensar lo mínimo imprescindible». En base a las respuestas, los participantes fueron divididos en dos grupos de 30: un grupo de pensadores y otro de no-pensadores (en inglés hay que reconocer que suena mucho menos ofensivo…) y para determinar sus niveles de vagancia, a nivel físico, hubieron de llevar un acelerómetro en la muñeca durante una semana.
Tras analizar los resultados de actividad de los dos grupos durante la semana, los investigadores vieron diferencias significativas entre los niveles de actividad de pensadores y no-pensadores durante la semana de trabajo (lunes a viernes), lo que según los autores del trabajo es debido a que mientras para los pensadores el aburrimiento es una oportunidad para perderse en sus pensamientos, para los que prefieren no pensar demasiado el aburrimiento es algo a evitar encarecidamente y por ello se mantienen físicamente más activos. Sin embargo, los resultados de las mediciones realizadas durante el fin de semana no arrojaron diferencias entre los dos grupos. Para los autores, este resultado no invalida su hipótesis de partida que consideran que los pensadores, al ser conscientes de la importancia de la actividad física, y de su tendencia natural a dedicarse a mirar al techo desde la cama o el sofá hacen un esfuerzo por incrementar sus niveles de actividad, al menos durante el fin de semana.
Como aficionada al sofá me gustaría darle validez a la teoría, porque mirar a las musarañas parecería cobrar un valor especial. Sin embargo, dadas las limitaciones del estudio, me mantengo a la espera de confirmación…como más me gusta: ¡tirada a la bartola!
Bioquímica de-formación que tras un picotear por unos cuantos campos (genética clínica,inmunología, biología de sistemas) acabó decidiendo que lo suyo era darle al coco, literalmente. Y de Asturias (tras un pequeño de-tour) emigró a Munich a estudiar el sistema nervioso de esos bichinos peludos tan monos (por las dudas hablo de ratones, no hombres). En el tiempo libre que me queda escribo un blog sobre neurociencia y otras cosas, según el humor de la musa.