La noticia, tal y como suele suceder siempre en estos casos, ha inundado las redes sociales. Eso sí, ni uno solo de los medios que se han hecho eco de la misma ha tenido lo que hay que tener para hacer un análisis ajustado del asunto y ha preferido optar por el titular sensacionalista, distorsionado y, más aun, falaz:
- Tomarse dos cervezas tiene mayor efecto analgésico que el paracetamol (ABC, 8 de mayo)
- Un estudio revela que la cerveza puede ser más eficaz que el paracetamol (Antena 3, 6 de mayo)
- La cerveza, mejor que el Paracetamol para calmar los dolores (La Verdad, 4 de mayo)
- La cerveza puede ser más efectiva que el Paracetamol frente al dolor (La Sexta, 4 de mayo)
- La cerveza ayuda a quitar el dolor de forma más efectiva que el paracetamol (Huffington Post, 3 de mayo)
Y así un lamentable largo etcétera al que se suma para mayor asombro si cabe una web de supuestos contenidos médicos.
En todos los casos, los subtítulos de estas noticias hacían mención a los hallazgos obtenidos en un estudio llevado a cabo por investigadores de la Universidad de Greenwich. Por supuesto ni uno solo de esos medios enlaza al estudio en cuestión, para que llegado el caso, el lector interesado pueda, si quiere, contrastar el alcance en la fuente original de los datos. Lo que nos lleva a un primer consejo cuando leamos este tipo de titulares tan buenrollistas que a todo el mundo le entra ganas de compartirlo de forma compulsiva por las redes sociales.
El consejo: “Como poner un enlace a la fuente es tan fácil de hacer, y la motivación para no hacerlo tan dudosa, lo primero que se debería hacer es no confiar en todos aquellos medios que evitan mencionar las fuentes” (este sabio razonamiento es, en realidad, de Ben Goldacre y lo puedes encontrar en su libro Mala Ciencia).
Encontrar el estudio es fácil… solo si quieres
En la mayor parte de los casos basta con entresacar algunas de las palabras clave contenidas en cualquier artículo periodístico incendiario y ponerlas en un buscador científico, por ejemplo en PubMed. En este caso basta poner en ingles alcohol, analgesic, Thomson, Greenwich (es decir, el elemento objeto de estudio, el alcohol; la variable, la analgesia; el autor principal y la famosa universidad) y obtenemos este bonito resultado: Analgesic Effects of Alcohol: A Systematic Review and Meta-Analysis of Controlled Experimental Studies in Healthy Participants, es decir el resumen del trabajo.
A veces cae la breva y a partir de este resultado se puede obtener un acceso libre al artículo al completo. Se trata de contrastar la metodología, la financiación, las limitaciones y aportaciones que dicen los autores tiene su artículo, sus conclusiones al completo, etcétera. Pero en esta ocasión no ha sido el caso. No obstante, contamos ya con el título entero y podemos por tanto iniciar otra búsqueda, a lo bruto, para ver si en algún sitio se ha colgado el trabajo en toda su extensión. De esta forma, y usando el título entrecomillado en Google encontramos el estudio enterito, libre, en este enlace (¡tachán!). Lo cierto es que aparte de este camino hay otras vías, más o menos “alternativas” para llegar a un artículo científico completo, pero para los intereses de este post, y como breve muestra para algunas personas licenciadas o graduadas en periodismo (recordemos “ciencias de la información”) vamos a dejarlo aquí.
Leer el artículo
No hace falta profundizar demasiado, ya con el resumen es suficiente, para darse cuenta de la intención de los autores con este trabajo: poner de relieve los peligros subyacentes en las prácticas que siguen algunos pacientes a la hora de afrontar su dolor a través de la ingesta de bebidas alcohólicas. Es decir, en ningún momento se trata de ponerlas en valor para ensalzarlas por encima de los tratamientos analgésicos al uso. Más al contrario. Sabiendo de su efecto analgésico advertir del callejón sin salida al que les puede llevar. O aun peor: poner encima de la mesa los riesgos que se asumen al tratar de paliar el dolor con alcohol, y que son peores que la dolorosa situación en la que se encuentran. Así y para que nos quede claro, la ingesta de bebidas alcohólicas para buscar la analgesia supone algo así como saltar de la sartén a las brasas. Eso es lo que transmite el artículo y no otra cosa.
Entre las cuestiones más curiosas que podemos encontrar en este asunto es que en ningún apartado del artículo original encontramos las palabras que han cautivado nuestra atención: cerveza y paracetamol. No están. Por ningún lado. Lo cual nos lleva, ya no a intuir… si no a saber con certeza que todos estos titulares periodísticos son una auténtica y vergonzosa patraña en pos del sensacionalismo.
Entrando en materia
Sin lugar a dudas el artículo encontró que diversos estudios reportan la capacidad analgésica de las bebidas alcohólicas. Nada nuevo bajo el sol, no hay mas que ver las películas del lejano oeste y contrastar que cuando había que sacar una bala de dentro a alguien, el kit de anestesia consistía en uno (o mejor varios) lingotazos de whisky y un palito para morder. El mismo o similar sistema (cambiando whisky por ron) que cuando en las películas de piratas había que amputar a alguien una pierna o un brazo maltrecho e irrecuperable.
Como digo nada que no sepamos, en el estudio se habla de las bebidas alcohólicas, así, en general sin mención alguna a ni a la cerveza ni a ninguna otra bebida. En palabras del propio autor se puede leer que:
“Estos hallazgos sugieren que el alcohol es un eficaz analgésico que induce una reducción clínicamente relevante en los test de dolor, esto podría explicar su uso indebido en aquellas personas con un dolor crónico a pesar de las posibles consecuencias sobre la salud a largo plazo”.
Para saber cuánto alcohol habría que tomar para obtener un efecto analgésico significativo, el estudio aclara que esas cantidades implicarían superar en todos los casos cualquier cantidad límite considerada de “bajo riesgo”, más en especial si nos ceñimos a la definición que de este tipo de consumo hace la OMS. Además, se indica con poco género de dudas que la respuesta analgésica fruto del consumo de alcohol podría a buen seguro implicar la ingesta de cantidades cada vez mayores de alcohol dado el efecto de habituación típico del consumo de bebidas alcohólicas.
Para que me entiendas: que las cantidades ya altas que hoy podría tomar alguien para tratar de atajar su dolor crónico serán a buen seguro aun mayores mañana para obtener el mismo efecto analgésico. En palabras de los autores:
“Estas observaciones apoyan la idea de que la búsqueda de la analgesia a través de las bebidas alcohólicas podría promover la dependencia del alcohol en personas con dolor persistente, y ayudaría a explicar la relación que se ha observado entre aquellas personas que padecen dolor crónico y su consumo de alcohol”.
Entonces, ¿de dónde ha salido lo de la cerveza y el paracetamol?
El 29 de abril de 2017 (con anterioridad a todos los titulares patrios), el periódico británico Independent publicó un artículo sobre el tema incluyendo una entrevista al autor principal del estudio. El artículo tituló por vez primera hasta donde alcanza un servidor a averiguar: “Two pints of beers better for pain relief tan paracetamol, study says” (Según un estudio, dos pintas de cerveza alivian el dolor mejor que el paracetamol).
En la entrevista (que no en el artículo) el autor principal comentó que “los efectos analgésicos del alcohol son superiores a los del paracetamol [voilà] y pueden equipararse al que tienen los opioides como la codeína”, con el fin, supongo de dar a entender en términos legos el potencial analgésico de las bebidas alcohólicas. Ya tenemos el paracetamol.
A continuación, el mismo autor mencionaba que los afectos analgésicos comienzan cuando la alcoholemia (cantidad de alcohol en sangre) alcanza el 0,08% (por cierto, una cantidad bastante por encima del nivel general legal de alcoholemia para conducir). Así pues, lo de las cervezas parece ser cosecha propia de los periodistas británicos que con una absurda y generalista extrapolación llegaron a interpretar que esa tasa de alcoholemia se alcanza con dos pintas. Y así se llega a obtener todos los ingredientes cocidictos y salseados, periodísticamente hablando, para preparar la receta milagrosa: el titular sensacionalista y descontextualizado.
Titular que luego fue replicado por diversos tabloides británicos y por buena parte de los de todo el mundo incluidos, claro está, los españoles que tenían la noticia perfecta en su punto de cocción exacto para sus intereses, y que sin mayores miramientos se dedicaron a fusilar y replicar como loros (lo que todo el mundo espera de un medio de comunicación, claro).
De veras que algunos profesionales del estamento periodístico deberían hacérselo mirar. Y los directores de estos medios también. Qué razón tenía aquel cuando decía que hay más tontos que botellines. Tontos e irresponsables, añadiría yo… una pésima combinación.
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Si estás interesado en obtener mayor información sobre este caso u otros parecidos, te sugiero leer:
- Un editorial del autor principal del estudio, Trevor Thomson, en formato blog, enlace.
- Algunas páginas extranjeras que se han hecho eco del disparate, enlace, enlace.
- La única página que he encontrado en este país que ha ofrecido una visión racional del asunto, enlace.
- Otro ejemplo bastante similar a este (con el vino como protagonista) de cómo desvirtuar una investigación con absurdos titulares periodísticos, enlace.
Juan Revenga (Pamplona, 1969) Dietista-nutricionista de profesión y Biólogo por devoción. Apasionado de la divulgación. Profesor asociado en la Universidad San Jorge (Zaragoza); bloggero en 20Minutos (El nutricionista de la general). Paso las horas muertas entre teclas. Me gusta mucho comer (en ese orden)