Esta idea surgió una lluviosa tarde en una enmoquetada oficina de un hospital londinense durante mi etapa como doctorando. Nos solíamos juntar en esa sala los viernes para tomar unas pintas mientras, entre sorbo y sorbo, comentar nuestras frustraciones y chismes varios. Recuerdo que yo me quejaba de mis experimentos, estudiando los mecanismos neuronales de trasmisión del dolor, no avanzaba. La conversación, como otras veces, derivó en temas sexuales y así fue como alguien hizo el clic: “Ey! ¿Por qué no se estudian las conexiones cerebrales de los que practican el masoquismo y se usa eso para modificar el cableado de la gente con dolor crónico?”
Aunque en aquel momento nos reímos y seguimos charlando de otras cosas, la pregunta se me quedó grabada. Podría tener algún sentido: por un lado, tenemos gente sana que, en ciertas circunstancias, es capaz de encontrar placer en el dolor; por otro lado, pacientes sufriendo dolor de forma crónica y a los que no se les consigue ofrecer una solución. Por tanto, podríamos ver como consiguen los primeros transformar el dolor en placer y aplicárselo a los segundos. Aunque no les quitásemos esa experiencia, sí podríamos transformarla de desagradable a placentera.
¿Qué entendemos por dolor crónico?
Actualmente, la Asociación Internacional para el Estudio del Dolor, la IASP por sus siglas en inglés (International Association for the Study of Pain), define el dolor como “una experiencia sensorial y emocional desagradable, asociada con lesión tisular real presente o potencial o en términos de esta”. A pesar de lo farragoso de dicha definición, se desprende que el dolor es una emoción subjetiva, una experiencia personal que involucra varios aspectos más allá de la propia señal de alarma. Cabe destacar que esta se crea en el cerebro, es una interpretación que este genera, y es esencial para nuestra supervivencia ya que nos permite tomar acciones para evitar su causa o bien prevenir la movilidad de parte de nuestro organismo y así favorecer su curación.
No obstante, el dolor puede pasar a una fase crónica en la cual deja de estar asociado a una potencial señal de alarma, en cuyo caso pierde su cualidad adaptativa y se convierte en una patología en sí mismo. Aunque no está completamente claro cómo se cronifica, investigaciones actuales indican que se debe a cambios en la vía nociceptora (el sistema neuronal que procesa dicha información). Desafortunadamente, los analgésicos actuales, principalmente opiáceos tipo morfina o fentanilo, no son terapias completamente eficientes para una gran parte de los pacientes. Por esto, científicos y profesionales médicos centran sus esfuerzos en entender los mecanismos que desembocan en el dolor crónico y en el desarrollo de nuevas y mejores terapias analgésicas.
Dolor y placer: el equilibrio
A pesar de que clásicamente se hayan considerado antagónicos, existen similitudes entre el dolor y el placer. Tanto evitar el dolor como la búsqueda del placer son comportamientos clave para la supervivencia, por lo que no es de extrañar que exista cierta competencia en el procesado de ambos incentivos. Esto se observa en situaciones en las que estos compiten. Los/las atletas, por ejemplo, pueden no sentir el dolor de sus heridas durante una carrera, cuando el placer de la victoria parece ser una recompensa mayor. De la misma manera, existen situaciones en las que superar un poco de dolor inicial puede incrementar la sensación de placer final. Un ejemplo mundano de esto sería el “no pain, no gain” que tanto nos venden hoy día los gurús del fitness y parte de la industria de la imagen.
A nivel neuroanatómico, también existen similitudes. Entre las regiones particularmente interesantes destacan la corteza orbitofrontal, el núcleo accumbens y la amígdala. Además, hay dos neurotransmisores (moléculas que las neuronas usan para comunicarse entre ellas) con especial relevancia: los opioides, indirectamente involucrados con la sensación de placer, y la dopamina, encargada de la sensación de deseo. Tanto el dolor como el placer desencadenan una liberación de opioides en dichas regiones de interés. Así mismo, se ha observado que modificando farmacológicamente los niveles de dopamina resulta en una respuesta alterada a ambos.
Aunque aún se debate entre si hay un solapamiento de las áreas neuronales involucradas o de si se trata de neuronas diferentes en las mismas, estas interconexiones explicarían el efecto modulador dolor/placer. Ingerir comida picante, realizar deportes de riesgo o consumir drogas recreativas son solo algunos ejemplos de comportamientos humanos considerados como peligrosos, hostiles o nocivos que, sin embargo, se valoran como placenteros. Por todo esto, es importante entender las interacciones entre ambos tipos de incentivos con el fin de comprender mejor el dolor.
Modulación del dolor durante actos masoquistas
El masoquismo, es una de las parafilias (comportamiento sexual donde el placer se obtiene por algún condicionante y no por el sexo en sí) más comunes. Se trata de individuos/as que encuentran placer al recibir dolor, restricción física, disciplina y humillación de forma voluntaria. No se debe confundir con el sadismo, experimentar placer al provocar dolor. Según datos del Instituto Kinsey, aproximadamente la mitad de los encuestados respondieron con excitación sexual al ser mordidos mientras que alrededor de un 17% de los consultados declararon excitarse al leer historias sadomasoquistas.
A pesar del posible interés, existen pocos estudios en donde se evalúa la percepción del dolor de los masoquistas. En 2015, investigadores de la Universidad de Tel-Aviv (Israel) decidieron medir el umbral de dolor en 17 practicantes de masoquismo y en correspondientes controles. Observaron que los masoquistas exhibían una menor sensibilidad, así como una correlación directa entre esta y la frecuencia con la que se realizaban los actos masoquistas. En otro estudio, publicado en PAIN el 2016, usaron la resonancia magnética funcional (fMRI) para estudiar la percepción del dolor en 16 individuos masoquistas tanto en condiciones control como durante el visionado de imágenes masoquistas. A diferencia del primer artículo, en este no observaron una sensibilidad diferente al dolor. No obstante, encontraron una actividad diferencial en el opérculo parietal y la ínsula, áreas clave para la discriminación del procesamiento sensorial, durante el visionado de dichas imágenes.
A pesar de las incongruencias, ambos estudios describen una reducción de la sensación de dolor ligada al contexto masoquista, pero sin afectar a su percepción fuera de este. Esta modulación bien podría tratarse de un comportamiento adquirido o como consecuencia de una predisposición previa. En cualquier caso, estudios que sigan investigando el masoquismo, gente que busca un tipo de estimulación que otros evitan, podrían arrojar luz sobre los mecanismos de modulación del dolor con el subsiguiente beneficio para el tratamiento clínico.
En definitiva, esto pone de manifiesto que el dolor es procesado de forma multisensorial e integradora y, por tanto, que su estudio debe traspasar los límites de un solo campo de investigación si queremos llegar a comprenderlo plenamente.
Este artículo nos lo envía José Vicente Torres Pérez. Pego (Alicante), 1987. Licenciado en Biología por la Universidad de Valencia, Máster en Neurociencias por la Autónoma de Barcelona. Me vine a Londres en 2013 para hacer mi doctorado en el Imperial College. Sigo en esta ciudad, después de un primer postdoc en la Escuela de Ingeniería y Ciencia de Materiales de la Queen Mary University of London, acabo de empezar un segundo en la Escuela de Ciencias Biológicas y Químicas de la misma universidad. Podéis seguirlo en Twitter: @Jovitope
Referencias y más información:
- Defrin et al. Attitudes and emotions towards pain and sensitivity to painful stimuli among people routinely engaging in masochistic behaviour. Eur J Pain.2015 Oct;19(9):1321-30. doi: 10.1002/ejp.662. Epub 2015 Feb 17
- Kaming et al. Contextual modulation of pain in masochists: involvement of the parietal operculum and insula. Pain.2016 Feb;157(2):445-55. doi: 10.1097/j.pain.0000000000000390
- Leknes and Tracey. A common neurobiology for pain and pleasure. Nat Rev Neurosci.2008 Apr;9(4):314-20. doi: 10.1038/nrn2333
- https://www.kinseyinstitute.org/
- https://www.iasp-pain.org/
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