Habiendo hecho ya dos capítulos sobre Carrefour (1, 2), y viendo que están desorientando al consumidor con su publicidad y sus promociones de la gama de productos “bio”, uno ya no sabe qué esperar sobre su compromiso. Vamos a verlo.
El compromiso
Tal vez un servidor peca de idealista al pensar que el compromiso de todo supermercado debería ser el de dar al consumidor los mejores productos posibles, y lo más seguros posibles, al precio más asequible posible.
Esto incluye la posibilidad de que, en alimentos conservados o procesados, estos se mantengan consumibles y conserven sus propiedades organolépticas el mayor tiempo posible. Uno de los grandes problemas que encontramos hoy en día en el aspecto ambiental de la alimentación es que se desecha muchísima comida. Hace casi un año, en el Cuaderno de Cultura Científica de la Universidad del País Vasco, Eduardo Angulo nos contaba que si se tiene en cuenta todo el proceso de tratamiento de los alimentos hasta la distribución al consumidor, entre el 40% y el 55% de la comida del planeta termina en la basura. Eso es muchísima comida.
No voy a desvelar aquí el misterio de la piedra filosofal, pero parece bastante sensato pensar que parte de esa comida termina en la basura porque se estropea dentro de la nevera. Claro, cambiar la mentalidad del consumidor para que compre solo la comida que va a consumir y no se exceda comprando cosas que se le van a terminar estropeando no es una tarea nada sencilla. Mientras intentamos fomentar estos hábitos, parece una buena solución proporcionar alimentos que sean más duraderos, de modo que tarden más tiempo en estropearse; eso hará que el consumidor tenga más probabilidades de comerse esos productos.
Aparte, un punto importante es el tema de la seguridad alimentaria. Existen organismos patógenos que no se ven venir. Hay literalmente ejércitos de bacterias, hongos y otros microorganismos que desean comerse tu comida, y si tú te la comes a la vez que ellos estén disfrutando del manjar, pueden pasarte cosas malas.
Para lidiar con todos estos problemas, los seres humanos hemos inventado unas cosa llamadas aditivos. Y no es nada nuevo. No sabemos muy bien cuándo empezamos a utilizar los aditivos, pero probablemente sea algo tan antiguo como la especie humana. Sabemos que los primeros humanos ahumaban las carnes y los pescados porque descubrieron empíricamente que de esa forma duraban más. Ese humo no era ni más ni menos que un aditivo, tal vez el primero. La sal ya la usaban los romanos para conservar productos. Hoy tenemos aditivos alimentarios muchísimo mejores, y por supuesto, organismos que regulan su uso en función de su seguridad y su utilidad.
Toda esa lista de numeritos que van siempre precedidos por la letra “E” no son sino aditivos que han sido autorizados por la European Food Safety Agency, que es por cierto una de las instituciones más restrictivas en este aspecto. Ni que decir tiene que si el aditivo está codificado con una letra “E” es sinónimo de seguridad e inocuidad en las concentraciones en que es utilizado.
Pero volvamos a Carrefour.
En uno de esos tuits promocionales de “Acciones para comer mejor”, una consumidora muy preocupada y no muy bien informada planteó que lo ideal fuese que ofrecieran «menos conservantes colorantes adictivos, químicos cancerosos, aceite de palma, espartamo, glutomato y sal y azúcar en la misma cantidad» (sic.), y añadió que «para cuando hagais productos naturales nos dais consejos» (sic.).
Si realmente Carrefour tuviese un compromiso de promoción de acciones para comer mejor, la respuesta aquí habría sido, en mi opinión, algo así: «Buenas tardes, le informamos de que ningún aditivo de nuestros productos es peligroso, todos han superado los controles de seguridad de la EFSA. Estamos de acuerdo en reducir la cantidad de sal y azúcares en la medida de lo posible en nuestros productos procesados». Y añadiría luego un segundo tuit diciendo: «Es mejor evitar, disponemos de productos mucho más saludables, sanos, sabrosos y productivos». Y adjunto al tuit, habría añadido un par de fotos de productos “naturales” reales, como este maíz silvestre (teosinte), esta zanahoria silvestre o este pepino silvestre.
Lamentablemente, el Community Manager de la cuenta de Twitter de Carrefour no parece tener muy claros esos conceptos, y en lugar de informar adecuadamente a una persona confundida, lo que prefirió hacer fue esto.
Buenos días, confirmarte que tenemos un compromiso por la eliminación de aditivos en nuestros productos marca propia #Accionesparacomermejor
— Carrefour España (@CarrefourES) 11 de septiembre de 2018
Así que el compromiso de Carrefour según su Community Manager es fomentar un planteamiento completamente quimiofóbico, priorizando una supuesta buena imagen que es irreal, para aplacar unos miedos irracionales e infundados, sacrificando con ello la seguridad alimentaria.
Pues lo siento, Carrefour, pero yo prefiero un supermercado cuyo compromiso sea tener productos más seguros y duraderos.
Esa quimiofobia que abandera su promoción como si fuera un estandarte de falsa racionalidad tampoco es nuevo. En el video que comentamos en la primera parte de este artículo ya se veía un atisbo quimiofóbico. Nos sugerían (sin rigor alguno) que tan solo los productos fitosanitarios autorizados para producción “ecológica” son seguros. Omitían, por tanto, que hay productos muchísimo más seguros que, estando autorizados para la agricultura convencional, no lo están para esta “bio-moda”, pues el criterio para su autorización no es su seguridad, sino su origen: si es natural, vale; si es sintético, no. También nos daban a entender muy claramente lo malos que son los productos químicos sintéticos mostrándonos un aterrador producto violeta sacado de un matraz, que emana unos humos nada amigables y decapita girasoles.
Dudo que los responsables de Carrefour sean verdaderamente conscientes del daño que puede provocar esa quimiofobia. Pero ese pensamiento de “lo químico es malo” es lo que da lugar a movimientos tan irracionales y peligrosos como el movimiento antivacunas, el rechazo a tratamientos médicos en favor de pseudoterapias carentes de eficacia, o la proliferación de personas que creen tener sensibilidad química múltiple o hipersensibilidad electromagnética.
En conclusión
Carrefour ha decidido ofrecer toda una gama de productos “ecológicos” en sus tiendas, y necesita venderlos. Está bien que quiera ampliar su oferta con productos distintos, y está muy bien que quiera hacer publicidad de los mismos.
Sin embargo, en su publicidad añaden cosas que no son ciertas, y que pueden confundir al consumidor, promoviendo una peligrosa quimiofobia y haciéndole creer que por consumir esos productos está haciendo algo bueno, cuando nada más lejos de la realidad.
Los productos “ecológicos” no son más sostenibles, por mucho que Carrefour nos diga que lo son.
Los productos “ecológicos” no son más sanos, por mucho que Carrefour nos diga que lo son.
Oiga, que usted está en su pleno derecho de comprar los productos que usted prefiera, igual que Carrefour está en su derecho de vender lo que le de la real gana, siempre que no sea ilegal. Pero mentiras las justas, por favor.
«Con los productos ecológicos Carrefour, ganáis vosotros y gana el medioambiente», nos dicen en otro de sus videos promocionales. No es verdad.
Con los productos “ecológicos” Carrefour, gana Carrefour.
Al medioambiente le da igual.
Y tú pagas más.
Esta trilogía de artículos no habría sido posible sin la ayuda inestimable de David Aguado, Fernando Frías, Gemma del Caño y Emilio Molina. Gracias a los cuatro.
Álvaro Bayón (Vary, Valladolid, 1985)Doctor en Biología por la Universidad de Sevilla, con una Tesis Doctoral titulada «Patrones de introducción deliberada, predicción de invasiones y análisis de impactos de especies de plantas ornamentales de España». Es también Licenciado en Biología y Máster en Valoración de Riesgos naturales por la Universidad de León. Allí colaboró durante varios años en Botánica, en la investigación de varios aspectos científicos de las plantas medicinales e impartiendo clases de prácticas.
Apasionado científico y dedicado divulgador desde incluso antes de licenciarse, es además el autor del blog de divulgación científica y escepticismo «Curiosa Biología» y del podcast «No te lo creas».