El pasado 4 de febrero se publicó un hallazgo en Scientific Reports, revista del grupo Nature. y yo iba a hacer un hilo, pero recordé la bronca que nos echó Peláez el otro día, y como yo al Irreductible le tengo mucho cariño, pues aquí estoy, contándoos algo sobre este descubrimiento.
En esta publicación se describe una nueva especie de dinosaurio: Bajadasaurus pronuspinax, que ha saltado a las noticias en muy poco tiempo. El fósil encontrado es muy limitado y tiene un estado de conservación bastante malo. Tan solo algunos restos del craneo, la mandíbula inferior prácticamente completa, la vértebra atlas (la que engrana con el cráneo) casi completa y una vértebra cervical completa.
Gracias a los rasgos craneales, a su posición geográfica y a que se sabe hace cuánto tiempo existió, se ha descubierto que pertenece a un grupo de saurópodos llamados Dicraeosáuridos. Dada además la forma que tiene la vértebra, se ha encontrado que es muy similar en forma y proporciones respecto al cráneo a la quinta vértebra cervical de Dicraeosaurus, a la sexta de Brachytrachelopan, y a la séptima de Amargasaurus. Los autores apuestan por que en este caso estén ante la quinta cervical de Bajadasaurus, pero no están seguros, y así lo especifican en el paper.
¿Pero por qué le damos tantas vueltas a esta vértebra? Pues porque es el elemento más característico del dinosaurio. Tiene una espina neural bifurcada, curva, de 58 cm de longitud y dirijidas hacia adelante. En realidad, todos los dicraeosáuridos salvo Amargasaurus tienen estas espinas hacia adelante, pero ninguno las tiene tan largas. El único que rivaliza en longitud es Amargasaurus, solo que éste las tiene más rectas y dirigidas hacia atrás. Además, estas espinas tienen una sección ovoide a lo largo de toda su longitud, salvo cerca de la base, que se hace triangular ligeramente comprimida.
Pero vamos a la cosa curiosa que hay en el artículo, y donde considero que han pasado de la observación a la inferencia (que no es malo), de la inferencia a la especulación (que… venga), y de la especulación al ‘me-lo-invento’ (que por ese aro ya no paso).
Cuando estudiamos animales extintos es normal que, ante la ausencia de un rasgo, se busque a sus parientes evolutivos más próximos e inferir que haya ciertos rasgos en común. Esto es por el principio de parsimonia, ni más ni menos. Si se me permite el ejercicio de personificación, la evolución es perezosa y no le gusta trabajar en vano. Así que vamos a tener ese prisma parsimonioso a partir de ahora.
Los propios autores indican que el hueso tiene un muy mal estado de conservación, como ya hemos dicho, y que, si bien en Amargasaurus se observan una serie de estrías longitudinales en las espinas, en Bajadasaurus no se aprecian. Hasta aquí, las observaciones.
Arranquemos con las inferencias. Parsimoniosamente, es sensato pensar que si Amargasaurus tiene esas estrías, Bajadasaurus también las tenga. ¿Y tendrá ligamentos supraspinales? Estos son unos ligamentos que unen las espinas una a otra longitudinalmente, por la punta. Evidentemente en Bajadasaurus no se habrían encontrado, aunque los hubiera tenido, porque como ya hemos dicho, el fósil tiene un mal estado de conservación. Pero resulta que Amargasaurus no los tiene.
Aunque, por el contrario, Dicraeosaurus sí que tiene estos ligamentos. Dicraeosaurus, como ya hemos dicho, también tiene espinas neurales, y también las tiene dirigidas hacia adelante, solo que son muy cortas. Curiosamente, a mi me llama la atención que consideren que Bajadasaurus no los tenga por asunción de similitud con Amargasaurus, cuando según la filogenia mostrada en el mismo artículo científico que describe al animal, Bajadasaurus está en una posicion basal, y evolutivamente equidistante a Brachytrachelopan, Pilmatueia, Dicraeosaurus y Amargasaurus.
Esta posición peculiar, con Bajadaasaurus en un estado más basal que los otros cuatro, nos invita a pensar de nuevo en términos parsimoniosos.
Los cinco dinosaurios tienen espinas neurales, solo que nuestro protagonista y Amargasaurus las tienen muy largas, mientras que el resto las tiene cortitas. Podemos pensar que eran largas de entrada, y se acortaron, o bien que la elongación en las espinas sea una convergencia evolutiva entre Bajadasaurus y Amargasarus. Esta parece la opción más plausible, ya que hay menos pasos evolutivos que dar, y las convergencias evolutivas no son raras.
Ahora bien. Todos los demás tienen las espinas dirigidas hacia adelante excepto Amargasaurus. Y todos tienen ligamentos supraspinosos excepto, de nuevo, Amargasaurus. Por qué los autores han descartado la opción de que este dinosaurio las tenga —y que por tanto, sus espinas formen dos velas paralelas— es algo que se me escapa y que no especifican. Literalmente, dicen que como Amargasaurus no los tiene, pues éste tampoco, aunque Dicraeosaurus sí que los tenga. Que me aspen si lo entiendo.
Pero recapitulemos un poco el asunto. Tenemos espinas que, inferimos, tienen estrías, y, también inferimos, no tienen ligamentos supraspinales. Ahora bien, en el artículo nos dicen que dicho estriado junto con la ausencia de ligamentos invita a pensar en la existencia de unas fundas de queratina, y esto ya es más discutible. Hay muy pocos reptiles modernos (y me refiero en sentido amplio a Saurópsidos, con las aves incluídas en el término) que tengan ese tipo de cuernos con fundas, aunque sí que se ha planteado que otros dinosaurios, especialmente los ceratópsidos, sí las tuvieran. Aquí ya han saltado de las inferencias al terreno de la especulación.
Pero vale.
Aun siendo especulativo, y teniendo en cuenta que para ello estamos asumiendo muchos datos que en realidad no tenemos, podemos decir que es plausible. Vale, tenemos un dinosaurio con espinas neurales pares en el cuello, que suponemos que no estaban unidas entre sí con ligamentos, y que también suponemos que tenían un estriado que no encontramos, el cual, especulamos, podría ser el resultado de tener unas fundas de cuerno queratinoso.
Te lo compro.
Lo que no tiene ningún sentido, y no te compro, es esto.
Lo que habéis visto en esa ilustración —que es la que se ha popularizado por todas partes— es literalmente un saurópodo con cuernos de antílope en el cuello.
No existe ningún animal en todo el planeta que tenga ese tipo de cuernos tan característico y llamativo y que no sea un artiodáctilo. Los artiodáctilos son mamíferos, y los mamíferos y los dinosaurios estamos separados por más de 250 millones de años de evolución.
Cuando se hacen reconstrucciones de animales extintos y no conocemos algo, se buscan similitudes en los parientes evolutivos más cercanos, por el principio de parsimonia. Con fin de que sean realistas, de que representen al animal lo mejor posible en función de lo que sabemos, se establece con alegría todo lo que se sabe, se aventura con precaución aquello que se infiere, y se presta especial atención, siendo conservador, en aquello que se especula. Y nunca, nunca se asume la existencia de cosas innecesarias. Porque no hay nada más antiparsimonioso que inventarse entidades que no necesitas y que no sabes si están ahí.
No me gustaría terminar este artículo sin recomendar este magnífico vídeo de Francesc Gascó, ‘El Pakozoico’, (al que agradezco el asesoramiento para este artículo) sobre cómo hacer y cómo no hacer reconstrucciones. Y es que difundir este tipo de reconstrucciones con mucha especulación, muchísima inventiva y poco realismo desde las propias fuentes de conocimiento científico, a las que subconscientemente damos voz de autoridad, es, como dice él, tirar piedras sobre el propio tejado de la paleontología.
Álvaro Bayón (Vary, Valladolid, 1985)Doctor en Biología por la Universidad de Sevilla, con una Tesis Doctoral titulada «Patrones de introducción deliberada, predicción de invasiones y análisis de impactos de especies de plantas ornamentales de España». Es también Licenciado en Biología y Máster en Valoración de Riesgos naturales por la Universidad de León. Allí colaboró durante varios años en Botánica, en la investigación de varios aspectos científicos de las plantas medicinales e impartiendo clases de prácticas.
Apasionado científico y dedicado divulgador desde incluso antes de licenciarse, es además el autor del blog de divulgación científica y escepticismo «Curiosa Biología» y del podcast «No te lo creas».