La angustiosa vida sexual de los ceratiidae macho

Por J. M. Mulet, el 15 febrero, 2011. Categoría(s): Biología • Curiosidades
foto de Edith A. Widder
Una pareja bien avenida de Melanocetus johnsonii

Circulaba un chiste en mi instituto que decía que la mujer es la ecuación perfecta, porque eleva el miembro a la máxima potencia, extrae el factor común y te deja reducido al mínimo exponente. Desde luego si en alguna especie de bicho se cumple la tercera premisa, la de dejar al macho reducido al mínimo exponente, esta es la familia de los ceratiidae, entre ellos, el más conocido Cryptopsaras couseii, llamado también pez diablo o pez pescador.

Este pez, de la familia del rape, tiene que soportar la carga de vivir a unas profundidades de hasta 2000 metros. Para alimentarse ha desarrollado un ingenioso sistema que consiste en una especie de linternita fluorescente que atrae a otros peces despistados, que son devorados sin piedad por este angelito (de ahí el nombre de pez pescador). Tampoco es que sea muy guapo (y de ahí su otro nombre de pez diablo).

A 2000 metros bajo el mar el único problema no es alimentarse, también encontrar pareja. Está todo oscuro, hay mucha presión y poca comida, por lo que la fauna no abunda, ergo tampoco es fácil encontrar a alguien de tu especie con ganas de procrear. ¿Como ha solventado la evolución este problema? Pues la evolución es sabia, pero no sabe crear bares o discotecas para que los peces diablos intimen. Sus soluciones son bastante peculiares. En este caso parece digna del guionista de una de las películas de la serie Saw, es decir, gore a más no poder.

A los científicos les llamó la atención que todos los peces diablo que se pescaban fueran hembras y tuvieran parásitos, hasta que descubrieron el enigma. Los peces diablo macho nacen con la boca sellada y un olfato bien desarrollado. Utilizan ese olfato para rastrear las feromonas de la diabla, que se convierte en la única posibilidad de evitar la muerte. Si no encuentran pareja mueren de hambre. Si la encuentran la cosa cambia, pero el destino no es muy halagüeño. Una vez la encuentra se segrega una enzima que digiere la piel de la boca del macho y la del dorso de la hembra, de forma que el macho se queda fijado permanentemente a la piel de la hembra cual sanguijuela, nutriéndose directamente del torrente sanguíneo de su consorte. Su única función en la vida es cuando la señora diabla tiene un subidón hormonal echar el chorrito de la alegría. El sueño de un gigoló de tercera llevado a su máximo exponente, o el hombre reducido a la mínima expresión, según como lo quieras ver.

Si la vida de este pez te parece cruel, se puede empeorar. Existe un género de gusanos llamados Osedax que viven a grandes profundidades alimentándose del esqueleto de ballenas muertas, de ahí su nombre en inglés de zombiworms o boneworms. Aquí los machos no se convierten en un apéndice de las hembras, sino que se convierten en endoparásitos. Las hembras son pocas y muy solicitadas, por lo que una dama Osedax tiene entre 50 y 100 machos en su interior, dedicados en cuerpo y alma a su fecundación. Por si fuera poco su destino de formar parte de un numeroso androceo, este se parecería más a una guardería, puesto que los machos nunca pasan del estado larval. Un caso extremo del síndrome de Peter Pan.



Por J. M. Mulet, publicado el 15 febrero, 2011
Categoría(s): Biología • Curiosidades