Planeta Prohibido ocupa un lugar especial en mi corazón. Es, en mi opinión, uno de los mejores ejemplos de ciencia-ficción clásica. La vi de pequeño, y no sé si me emocionó más entonces o ahora.
No será, por supuesto, por sus efectos especiales. Acostumbrados a los efectos especiales generados por ordenador, los fans actuales se quedarán poco impresionados por los decorados de cartón. Tampoco por las trepidantes escenas de persecuciones entre campos de asteroides, porque no las hay. Sencillamente, eran otros tiempos. Como Casablanca o Ciudadano Kane, Planeta Prohibido es un reflejo de los tiempos en que se rodó. El Sputnik 1, que daría paso a la carrera espacial entre las superpotencias, no fue lanzado hasta un año después, y en 1956 los norteamericanos buscaban su lugar en el Cosmos, tanto en la realidad como en el cine.
Como muestra de esto último, vean el comienzo de Planeta Prohibido, donde una voz en off nos relata los triunfos de la Humanidad en el espacio:
En la última década del siglo XXI, hombres y mujeres alunizan en nuestro satélite. Hacia el año 2200, se alcanzan todos los planetas de nuestro Sistema Solar. Poco después llega el descubrimiento del hipervehículo, con el cual se logra alcanzar la velocidad de la luz, que más tarde es rebasada. Y así, finalmente la Humanidad da comienzo la conquista y colonización del inmenso espacio. El crucero espacial Planetas Unidos C57-D…
Como ven, el cineasta peca aquí de prudente. Pocos años después, el presidente Kennedy puso en marcha el gran proyecto lunar, y Neil Armstrong llega a la Luna en 1969. A comienzos del siglo XXI, ya hemos visitado buena parte del Sistema Solar, al menos de forma no tripulada. Y aunque muchos nos desesperamos por la lentitud del esfuerzo colonizador del hombre, seguimos adelante. No sabemos si nuestros nietos llegarán a ver las primeras misiones tripuladas a Marte o Próxima Centauri, y esa deliciosa incertidumbre hace que películas como Planeta Prohibido nos recuerden lo incierto que es intentar adivinar el futuro.
Pero hay muchas películas de ciencia-ficción clásica. ¿Por qué me gusta Planeta Prohibido? Le daré algunas razones que la dejan muy alto en mi frikiescala:
– Los Planetas Unidos. Los valientes tripulantes del crucero C57-D no llevan emblemas norteamericanos ni pretenden dar la impresión de que el Tío Sam es el vencedor de la carrera espacial. Cierto, toda la tripulación es blanca y masculina, sin ese toque de interracial de Star Trek; pero una década antes de que la serie de Kirk y Spock apareciese en televisión, Planeta Prohibido ya enviaba ese mensaje de una Tierra unida y en paz. En plena Guerra Fría, eso era mucho atrevimiento.
– Platillos volantes. Bueno, no exactamente, pero el caso es que el crucero espacial de los Planetas Unidos no era un cohete estilo Tintín, una nave en rotación como las de 2001 Odisea en el Espacio o los mecanos desgarbados de moda en la actualidad. Es, sencillamente, un objeto con forma de platillo volante. Esto, en el cine de ciencia-ficción, es el análogo de John Wayne en un western. Un punto friki a favor.
– Robbie el robot. Si el platillo volante da un sabor friki clásico, la aparición del típico robot bamboleante lo sube aún más. Se trata de un criado fiel, fuerte, inteligente, siempre dispuesto a ayudar a sus amos humanos. Este icono friki apareció posteriormente en buen número de series de televisión desde Dimensión Desconocida a Los Simpson, pasando por un anuncio de AT&T en 2006. Es tan icónico como C-3PO, y menos payaso.
– Reminiscencias clásicas. Dicen que Planeta Prohibido es una versión moderna de la obra La Tempestad, de Shakespeare. Yo no la he visto y no puedo opinar con conocimiento de causa, pero por lo visto queda muy culto señalarlo así que dicho queda.
– Ascensión y caída. El mundo al que llegan los colonizadores fue en tiempos sede de una gran civilización. En la cúspide de su poder, los Krell hicieron el descubrimiento definitivo. Poco después, cayeron. No les revelaré los detalles, pero un millón de años después algunas de sus colosales construcciones siguen en pie, funcionando perfectamente como el primer día. Algo así como el acueducto de Segovia, pero a lo grande. Entre líneas, nos recuerda lo poco que representamos en el esquema del Cosmos; algo que no debemos olvidar nunca.
– Leslie Nielsen. Sí, amigos, he dicho Leslis Nielsen, y con eso basta y sobra. Ese divertido médico de pelo blanco que viajaba por avión con el estetoscopio al cuello en Aterriza como Puedas, y que luego se reconvirtió en el detective más disparatado desde La Pantera Rosa, resulta que se estrenó en el cine como capitán del crucero de Planetas Unidos. En este caso hizo un papel tipo James Kirk, completamente alejado de los papeles cómicos que le hicieron mundialmente famoso en el cine. La ciencia-ficción perdió y la comedia ganó, pero no antes de dejarnos un memorable papel en una obra de cine clásico. Ahora ambos campos le echan de menos.
– El Doctor y la Humanidad. En otras películas clásicas, el protagonista era un científico loco que se encierra en su laboratorio con fines tenebrosos. El Doctor Morbius de Planeta Prohibido hace algo parecido, pero con un fin muy distinto: asegurarse de que los descubrimientos de los Krell no sean usados con mal fin. Morbius se erige en juez para decidir si «la Humanidad está preparada,» ocultando grandes secretos científicos cuando sea preciso. Ello plantea graves problemas éticos en uno y otro sentido, y el espectador debe decidir qué habría hecho en su lugar. Difícil elección, se lo aseguro.
– El Monstruo del Id. Una grave amenaza se cierne sobre los recién llegados. El Doctor Morbius les advierte, pero ellos no le hacen caso. Cuando comienzan los ataques, la tripulación del C57-D toma sus medidas: cañones de rayos láser, fusiles, barreras electrónicas, radares. Recursos formidables contra un enemigo formidable. ¿Cuál será el resultado? El niño de nueve años que llevamos dentro está deseando averiguarlo.
– La faz del enemigo. ¿Qué ataca a la tripulación del crucero? ¿Quién controla al monstruo? La respuesta resulta sorprendente, y no se la pienso spoilear.
Hay grandes películas que no deseo ver por segunda vez. Otras, por el contrario, me llaman una o dos veces al año. Planeta Prohibido es una de esas últimas. Ya estoy sintiendo su llamada, y el capitán Leslie Nielsen cuenta conmigo, así que creo que esta noche volveré a Altair-4. Nos volveremos a ver las caras, monstruos del Id
Nota de Calidad Certifrikada: 8
Soy profesor titular de Física en la Universidad de Granada, padre y esposo, lector, escritor y divulgador científico por vocación. Encuéntrame aquí y en elprofedefisica.es. Recuerda: la ciencia mola, sólo que aún no lo sabes.