Después de la cancelación del programa Apolo a principios de los 70 la NASA se encontró con que entre componentes de pruebas y aquellos preparados para lanzar el Apolo 18 le sobraban piezas para montar tres Saturno V.
Estas piezas fueron donadas al Smisthsoniano y los tres cohetes montados con ellas fueron montados y expuestos en el Centro Espacial Kennedy, en el Centro Espacial Johnson, y en el Centro de Vuelo Espacial Marshall.
El del Centro Kennedy fue colocado frente al Edificio de Ensamblado de Vehículos y montado para las celebraciones del bicentenario de los Estados Unidos en 1976, y allí quedó prácticamente olvidado, aunque obviamente a la vista de cualquiera que pasara por allí con sus 110,6 metros de longitud, hasta principios de los 90.
Fue entonces cuando la NASA, junto con la empresa que se encarga de gestionar el Complejo de Visitantes del Centro Espacial Kennedy, comenzó a pensar en una posible restauración.
Pero tras década y media prácticamente abandonado al sol y la humedad de Florida la tarea parecía prácticamente imposible.
Había pequeños árboles que habían echado raíz en el aislante empapado de algunas de las etapas, nidos de pájaros en prácticamente cualquier hueco en el que uno mirara, moho por todas partes, corrosión que hacía que como pisaras mal la delgada piel de aluminio del cohete pudieras atravesarla con el pie, pintura que se caía a trozos…
Y es que en realidad los Saturno V, con toda su enorme potencia, no estaban diseñados para durar sino para funcionar poco más de un cuarto de hora mientras ponían en órbita sus cargas.
La NASA pronto desestimó la posibilidad de desmontar los millones de piezas del Saturno V, tanto porque no disponía del presupuesto suficiente como porque el cohete se caía a trozos.
Y tras darle vueltas durante casi cinco años en 1995 contrató a la empresa de Paul Thomarios para hacer una restauración parcial y, sobre todo, para aplicar los tratamientos necesarios al cohete para que no se estropeara más una vez restaurado.
Curiosamente la empresa de Thomarios se dedicaba a pintar y restaurar casas.
Lo primero que hicieron, cuando el proyecto arrancó el 1 de enero de enero de 1996, fue cubrirlo con una gran carpa que les permitió proteger todo el cohete de la intemperie, salvo la primera etapa, que tuvo que esperar fuera a que el resto fuera procesado.
Con la ayuda de ingenieros retirados que habían participado en el programa Apolo Thomarios y sus empleados se pusieron manos a la obra, a menudo en condiciones infernales, pues aunque empezaron el trabajo en enero al trabajar bajo la carpa la temperatura era muy elevada, por no hablar del ruido de lijado, martillado, y la atmósfera nociva que se formaba en su interior al ir eliminando capas y capas de porquería y pintura antiguas.
Además, había que eliminar con sumo cuidado paneles de amianto, un conocido cancerígeno en cuanto el proyecto se puso en marcha, y sustituirlos por réplicas construidas en otros materiales no nocivos, algo con lo que Thomarios y sus empleados ya contaban.
Pero, dado que ya por aquel entonces la NASA carecía de un juego completo de planos de los Saturno V, se encontraron con la sorpresa de que también tenían que lidiar con la presencia de cadmio, un material usado para dispersar el calor, y cuyos polvo y vapores son altamente tóxicos.
A todo esto se añadía el celo profesional de los inspectores de seguridad de la NASA, que estaban constantemente pendientes de todo lo que se hacía allí, llegando un día incluso a parar el trabajo cuando del Saturno V empezó a salir un líquido color ciruela que al final los miembros del equipo de materiales peligrosos identificaron como zumo de las bayas que los pájaros habían ido acumulando en sus nidos.
El interior del Saturno V, son sus kilómetros de cables y tuberías, que en su mayor parte quedaría oculto a la vista del público, no tenía que ser preservado con precisión histórica, aunque sí tratado para que no sufriera más daños.
Pero con el exterior Thomarios quiso ser más escrupuloso aún de lo que le pedía la NASA, y aunque la agencia le dijo que pintara todos los conductos en blanco para ahorrar tiempo y material él sabía que en realidad tenían que ser rojos y azules, y así los pintó.
Algo parecido pasó con la bandera de los Estados Unidos que adorna el exterior del cohete.
Las dimensiones que le dio la NASA quedaban raras, así que terminó por localizar a un experto en banderas, un vexilólogo, que le dio la información necesaria para que la bandera quedara como tenía que ser.
Cuando en mayo de 1996 Thomarios y sus hombres terminaron su trabajo el Saturno V pudo ser finamente introducido en la nave que se había fabricado para él y por fin se pudo construir el muro trasero de esta, que estaba pendiente de la introducción del cohete en ella.
Hoy en día el Saturno V del Complejo de Visitantes del Centro Espacial Kennedy vive en esa nave con ambiente controlado, lo que evita su deterioro, y es una de las partes más impresionantes de la visita al centro Kennedy, junto con la reproducción de la sala de control de las misiones Apolo, algo que ningún espaciotrastornado debería perderse de tener la oportunidad.
Geek a tiempo casi completo, aerotrastornado confeso y sin remedio, y fotógrafo aficionado. ¡Ah, sí! También tengo un blog 😉