El lenguaje de la nueva movilidad urbana: de la resistencia a la convergencia

Por Colaborador Invitado, el 26 noviembre, 2023. Categoría(s): Divulgación • Ecología
26 Noviembre, día internacional de la movilidad sostenible

En la asamblea general de mayo de 2023, la Organización de las Naciones Unidas declaró el 26 de noviembre el Día Mundial del Transporte Sostenible. Recientemente, la Declaración Europea de la Bicicleta reconoce el ciclismo como medio de transporte sostenible, accesible, inclusivo, asequible y saludable, y establece que “la Comisión movilizará todos los instrumentos financieros para [su] promoción, que tendrá también prioridad en las estrategias de movilidad urbana”. En un contexto de cambio climático y de necesidad de adaptación de las ciudades a esta nueva realidad, la movilidad sostenible ha pasado a ocupar un lugar principal tanto en las políticas públicas, como en los medios de comunicación y las conversaciones cotidianas, dando lugar a menudo a discursos polarizados sobre este tema.

Uno de esos discursos, el de la movilidad tradicional basada en el uso de los vehículos a motor, dispone ya de un lenguaje propio que se ha ido desarrollando desde finales del siglo XIX con la comercialización del automóvil como medio de transporte. Este discurso tiene sus palabras específicas, sus metáforas y sus frases hechas perfectamente alineadas con sus intereses. Los sistemas de movilidad tradicional son una realidad con un lenguaje adaptado a sus necesidades, creado a medida que iba avanzando la industria automovilística, a la que define y narra. Una realidad que dispone de una narrativa propia y depurada se convierte en una visión del mundo solidificada y prácticamente incontestable.

Pero el lenguaje no solo sirve para describir la realidad. También sirve para cuestionarla y para imaginar otros mundos posibles, así como para movilizar a las personas hacia ellos o contra ellos. El lenguaje es generador y performativo. Actualmente, la sociedad se encuentra en un momento de reflexión sobre el sistema de transporte más beneficioso para las ciudades. La movilidad tradicional está sobre la mesa de debate. Están surgiendo modelos alternativos. Pero, ¿qué lenguaje estamos utilizando para llevar a cabo esta reflexión? ¿Qué características tiene el discurso sobre los nuevos modelos de movilidad?

Los estudios sobre las narrativas de la movilidad urbana no son numerosos. En este artículo analizamos el lenguaje de la movilidad sostenible, en especial el que promueve la bicicleta como medio de transporte urbano, para determinar qué tipo de narrativas y qué recursos lo caracterizan, así como hasta qué punto está emergiendo un nuevo código para nombrar esta nueva realidad o si, por el contrario, se está simplemente reciclando el lenguaje de la movilidad tradicional para este objetivo. Una nueva realidad necesita un lenguaje propio para no ser esclava del pasado. ¿Existe dicho lenguaje específico para los nuevos sistemas de movilidad?

PALABRAS LIBRES PARA UNA NUEVA MOVILIDAD

Hablar de movilidad es complejo y cada “avance” en este terreno requiere de nuevas palabras que nos permitan nombrarlo. El término “autopista ciclista”, por ejemplo, describe un nuevo tipo de carretera pensado exclusivamente para bicicletas. Aunque suene sorprendente, en países como Alemania o Países Bajos este tipo de vías interurbanas son una realidad. Este ejemplo nos muestra que cuando no conocemos algo, utilizamos términos que vienen de una experiencia familiar para nombrarlo. “Autopista” es una palabra que asociamos a la movilidad en coche y que utilizamos para referirnos a una vía rápida. Añadiendo el adjetivo “ciclista” reconfiguramos el término y lo asociamos a un tipo de movilidad nuevo. Sin embargo, nuestro pensamiento sigue estando guiado por nuestra concepción de la movilidad vinculada al mundo del motor. El concepto de “autopista” activa nociones de velocidad, utilitarismo o falta de gratuidad que no son centrales en un modelo de movilidad basado en la bici.

La palabra “carril”, según el diccionario, tiene como origen la movilidad en carro. “Carril bici” hereda así connotaciones propias de modelos de transporte obsoletos, lentos, poco eficaces desde nuestra perspectiva actual. Es fácil comprobar el perjuicio conceptual de este tipo de herencias semánticas si se compara con otras expresiones como “bicivía”, “ciclovía” o “pista ciclista/ciclable”, las dos primeras más neutras, con asociaciones clásicas, y las dos últimas más dinámicas a través de sus conexiones conceptuales con el deporte o el transporte aéreo. Estos términos activan connotaciones positivas (rapidez, fluidez), pero siguen siendo palabras tomadas de otros ámbitos y aportan significados propios de ellos. “Pista ciclista/ciclable”, por ejemplo, nos invita a pensar en la bicicleta como deporte en lugar de como medio de transporte habitual. Hay margen, por lo tanto, para la imaginación y la creación de palabras que ofrezcan una representación positiva de la bicicleta como medio de transporte. Posibles candidatos podrían ser expresiones como “vías o calzadas rápidas” o “líneas activas”, que resaltan la fluidez de la movilidad urbana en bici y activan imágenes de desplazamientos libres de atascos, presentando así la bicicleta como una alternativa preferible a los vehículos motorizados. Denominaciones de este tipo se ajustarían también mejor a la realidad de la movilidad en bicicleta en los centros de las ciudades, donde su uso resulta en tiempos de desplazamiento más breves que los realizados en coche o en medios de transporte público.

Comparación del tiempo previsto para recorrer distintas distancias en función de los distintos medios de transporte.

“Aparcabicis” o “aparcabicicletas” son expresiones habituales para referirnos al lugar donde se dejan candadas las bicicletas. Estas palabras evidencian también lo incipiente del nacimiento del léxico que nombra la nueva movilidad urbana. Ninguna de ellas está recogida aún en el diccionario de la Real Academia a pesar de ser de uso habitual. Su diseño es curioso. Recuerdan en su forma a “aparcacoches”, pero su significado se construye de forma distinta. Un “aparcacoches” es una persona que nos aparca el coche. Un “aparcabicis” es el lugar donde dejamos la bicicleta. En este caso la palabra parece querer desligarse de su origen, al menos en el plano semántico, pero lo cierto es que es precisamente la herencia de ese origen en la movilidad a motor la que explica, por una parte, lo rápido que este término ha prendido en el uso cotidiano; y por otra, la ineficacia de esta palabra y del concepto asociado a ella en el contexto de las bicicletas. Otros términos también recién llegados, pero mucho menos extendidos, como “bici hangar” o “bici lonja”, reflejan mejor la necesidad de guardar las bicis bajo cubierta. Soltar lastre léxico y crear nuevas palabras ayuda a imaginar espacios mejor adaptados a formas de movilidad emergentes que no deberían cargar con la visión del mundo de otros modelos de transporte.

Y sin embargo, la tarea de crear términos plenamente libres que funcionen como vehículo de estos nuevos significados y como narradores de una nueva realidad se antoja complicada. ¿Cómo podríamos referirnos al grupo de niños, que custodiados por sus padres, se desplazan en bicicleta hasta sus colegios? Los cada vez más populares “bici-bus”, una vez más, toman prestado parte de su nombre del transporte a motor, como si necesitasen su aprobación para existir. “Cicloestación”, el lugar físico de préstamo de bicicletas públicas o compartidas, también recurre para su expresión a una palabra propia de la movilidad tradicional.

Estos ejemplos demuestran que el lenguaje de la movilidad en bicicleta es dependiente en gran medida de expresiones tomadas del transporte a motor que no siempre son capaces de transmitir con exactitud su naturaleza y que, además, imponen sobre ella una estructura conceptual que, en parte, le es ajena. Es un traje lingüístico con la talla y las hechuras equivocadas que aprieta, que es incómodo y que ni sienta bien, ni desempeña bien su función comunicativa. En ocasiones, los vacíos léxicos se solventan con préstamos de otras lenguas (por ej. “e-bikes”, “cargobikes”, “commuters” o “smart city”) y, en el peor de los casos, la ausencia total de un término deja conceptos e ideas huérfanas de una voz que las haga visibles. La palabra inglesa “dooring”, por ejemplo, designa accidentes provocados por la apertura de la puerta de un vehículo que invade el carril bici y desequilibra al ciclista. En español no existe un término específico para este tipo de comportamientos. Tampoco se ha producido aún el préstamo del inglés. Los ciclistas conocen bien este tipo de accidentes, pero la sociedad aún no ha acuñado una voz para designarlos.

METÁFORAS DE LA MOVILIDAD URBANA: DE LA RESISTENCIA A LA CONVERGENCIA

Cuando comenzó a surgir la industria del automóvil, hizo falta explicar esa nueva realidad hasta entonces desconocida. Para ello se adoptó un lenguaje metafórico que contribuyó a solidificar nuestra visión sobre la movilidad urbana. Pero ¿qué componentes tienen estas metáforas? Analizamos tres grandes grupos que, entre otros, articulan las narrativas actuales sobre movilidad. Veremos cómo su formulación “motorizada” inicial es reconfigurada por las asociaciones y entidades que promueven el uso de la bicicleta como medio de transporte urbano alternativo. Esta reconfiguración da lugar a metáforas de subversión y resistencia frente a los modos de movilidad tradicionales. Un segundo grupo de metáforas se caracteriza por su naturaleza de confrontación. Finalmente, nos sumergimos en otras lenguas y culturas, con más tradición que la nuestra en movilidad alternativa, en busca de metáforas de convergencia que permitan superar la polarización que caracteriza el discurso actual sobre movilidad y rellenar los vacíos léxicos que impiden una articulación más fértil del mismo.

METÁFORAS DE SUBVERSIÓN Y RESISTENCIA

Con frecuencia hablamos de las “arterias”, del “pulmón” o del “corazón” de nuestras ciudades. Conceptualizamos las ciudades como si fuesen personas y la movilidad como su sistema circulatorio. El origen de las metáforas de las ciudades como un cuerpo humano se atribuye al urbanista francés Christian Patte, quien ideó el sistema de circulación de vías unidireccionales basándose en la circulación de la sangre en venas y arterias. En lo que se refiere a movilidad es particularmente relevante el término “arteria” para referirse a los vasos que llevan la sangre desde el corazón a las distintas partes del cuerpo. La sangre, como ente líquido, debe de llegar de manera fluida y moverse sin ningún tipo de obstrucciones. Si la sangre no fluye, el cuerpo puede dejar de funcionar al igual que si el tráfico no fluye hay veces que la ciudad puede colapsar.

Esta metáfora pertenece en origen al discurso de la movilidad a motor y permite expresar la necesidad de mantener esas arterias (calles y vías) lo más abiertas y fluidas posibles, justificando así su expansión, la creación de calzadas cada vez más anchas a costa del espacio inicialmente dedicado al peatón y a otros tipos de movilidad o el incremento de redes de autopistas y carreteras. Sin embargo, estas decisiones surgen de inferencias forzadas por la metáfora conceptual, no de hechos constatados. Los sectores contrarios a la movilidad motorizada a menudo ponen de manifiesto estas incoherencias entre el pensamiento derivado del marco metafórico de la movilidad como sistema circulatorio y la realidad. Las siguientes imágenes ilustran este tipo de contradicciones.

Reconfiguración de los problemas de movilidad basándose en conceptualizaciones de la movilidad tradicional. Fuente

Curiosamente, para expresar la ineficiencia del “sistema circulatorio motorizado”, el discurso de la movilidad tradicional focaliza otra parte del cuerpo humano: el sistema respiratorio. Así, utilizamos la palabra “congestión”, que hace referencia a los excesos de fluidos acumulados en nuestras vías respiratorias, para hablar de los atascos circulatorios. De alguna manera, el lenguaje metafórico de la movilidad tradicional parece estar dando por hecho la “perfección” del sistema circulatorio y achacando su mal funcionamiento o falta de fluidez a otros sistemas o razones. Esta asimetría metafórica, o intento de nadar sin mojarse la ropa, del discurso de la movilidad a motor ha sido detectado por los sectores que abogan por la bicicleta como medio de transporte urbano. Activistas como Alejandro Cencerrado han puesto el foco en esta cuestión, elaborando, reconfigurando y subvirtiendo la metáfora inicial (la movilidad como sistema circulatorio) de forma que las incoherencias mencionadas queden al descubierto. La siguiente imagen lleva a sus últimas consecuencias la metáfora de la movilidad a motor como sistema circulatorio evidenciando que es precisamente el exceso de tráfico a motor el origen de la “trombosis” o falta de fluidez del sistema. No es necesario culpar a terceros. Es un elemento del propio sistema circulatorio (la sangre representada por los vehículos a motor) el responsable de los trombos y coágulos que ocasionan atascos circulatorios.

Conceptualización metafórica visual de los atascos como un “trombo”. Fuente

Conceptualizar los atascos como “trombos” en lugar de como “congestiones” tiene efectos comunicativos importantes. Un trombo supone un riesgo significativamente mayor para nuestra salud que una congestión. La subversión de la metáfora inicial destaca y enfatiza los aspectos negativos de un sistema circulatorio “motorizado” para la “salud” de las ciudades. Estas reconfiguraciones del marco metafórico predominante constituyen lo que se conoce como metáforas de resistencia (Gibbs y Siman, 2021; Hart, 2021;) y son una de las posibles maneras de subvertir o resistir los efectos comunicativos del marco metafórico inicial, en este caso el de la movilidad motorizada. Sin embargo, estas metáforas siguen haciendo uso de la conceptualización metafórica original. Al igual que ocurre en el nivel léxico, el discurso metafórico de la movilidad sostenible es esclavo de la narrativa de la movilidad tradicional y parece dedicar sus esfuerzos a combatirla en lugar de a crear nuevas concepciones metafóricas que la liberen del pasado y le den entidad propia. Hacer uso de un marco metafórico ya existente, incluso cuando es para resistirse a él o combatirlo, tiene un riesgo inherente: la activación del marco que se pretende refutar. Como el lingüista cognitivo George Lakoff explicó de manera muy gráfica, si le pedimos a alguien que “no piense en un elefante”, esa persona necesita activar la noción de elefante mentalmente para poder entender la prohibición de no pensarlo y llevarla a cabo. De forma similar, metáforas de resistencia o subversión como la que acabamos de describir, continúan perpetuando la conceptualización metafórica de la movilidad motorizada ya solidificada en nuestro subconsciente colectivo.

METÁFORAS DE CONFRONTACIÓN

La conceptualización de las ciudades como personas permite también utilizar aspectos no corpóreos de estas, como los mentales y los psicológicos, para formular metáforas alternativas sobre diversos aspectos de la movilidad. Los defensores de la movilidad sostenible a menudo hablan de la necesidad de “pacificar” o “calmar” las calles, como si fuesen personas furiosas o iracundas. Estas metáforas son más recientes y novedosas y van más allá de la resistencia y la subversión, estableciendo una confrontación con el modelo tradicional de la movilidad a motor, del que se ofrece un retrato negativo.

Otra expresión metafórica basada en la conceptualización de la ciudad como persona es la que hace referencia a la necesidad de invertir en “infraestructuras indulgentes”: aquellas que prevén la posibilidad de que el usuario tenga fallos y anticipan sus potenciales errores. Esta metáfora personifica la infraestructura urbana y la dota de responsabilidad sobre las potenciales siniestralidades a la par que atenúa, de manera condescendiente, el rol de los actores reales: las personas que conducen los medios de transporte. Para evitar que se produzcan dichos siniestros, se sobredimensionan algunos aspectos de seguridad. Por ejemplo, se aumenta la zona de amortiguación entre los automóviles que giran y los ciclistas, o se enrasa la acera a la calzada para evitar bordillos en los que puedan tropezar los ciclistas o los peatones. La metáfora es “comprensiva” con la debilidad humana y la “falta de competencia” de los usuarios (conductores, ciclistas, peatones), a los que “perdona” sus debilidades, pero también lo es con el sistema circulatorio mal diseñado que los propicia. Desde una posición de superioridad, la movilidad tradicional carga a los usuarios con la culpa de los accidentes que se producen en su sistema circulatorio y se presenta a sí misma como “indulgente” y “comprensiva” con ellos. El problema no es el sistema, sino la incompetencia ajena. En lugar de intentar identificar sus propios fallos y evolucionar hacia otras formas de movilidad más eficientes, se mantiene la misma, intentando minimizar sus riesgos.

En la misma línea, encontramos la metáfora de la “ciudad inteligente” (smart city). La ciudad personificada y dotada de inteligencia que de nuevo “vela” por la seguridad de los usuarios de su sistema circulatorio mediante la “monitorización del tráfico”. La necesidad de “monitorización” activa automáticamente la idea de que el sistema es, al menos en parte, ineficaz y falible (de ahí la necesidad de supervisarlo). Implícitamente, la visión es negativa, pero esto no deriva en su sustitución por un sistema diferente y libre de las carencias del ya existente, sino en la perpetuación de este minimizando sus debilidades.

METÁFORAS DE CONVERGENCIA

Pensar en nuevas formas de movilidad urbana requiere la creación de una narrativa nueva con un léxico propio, evitando así la referencia (implícita) a otras formas de movilidad no siempre sostenible. En Bélgica y Países Bajos utilizan términos que señalan nuevas realidades y configuran una sociedad en la que no siempre se prima la rapidez en el traslado entre dos puntos, sino la habitabilidad de las ciudades, o al menos de partes de ellas. Es el caso de la palabra en neerlandés “woonerf”, cuya traducción podría ser algo equivalente a “calle viviente”. Esta palabra activa una concepción distinta de la ciudad centrada en la habitabilidad en lugar de en la circulación. Este tipo de zonas urbanas buscan conseguir un entorno en el que los habitantes se sientan cómodos y seguros a la vez que se intenta promover la cohesión social mediante el énfasis en una movilidad pausada que se acomode a la velocidad del peatón. Los “woonerfs” no siempre impiden que los vehículos a motor entren en ese entorno, sino que regulan y aminoran su velocidad para que se asemeje en la medida de lo posible a la de las personas que caminan. Tanto el lenguaje como las señales de tráfico que indican que nos encontramos ante lo que podríamos denominar en español “zona habitable” cambian el foco de la utilización del espacio urbano, cuyo fin último como lugar “vivible” está intrínsecamente vinculado a la condición humana. A diferencia de la expresión española “zona pacificada”, esta expresión no activa una confrontación, sino que de manera neutra, presenta un nuevo modelo de ciudad y de movilidad.

El término en neerlandés viene del verbo “wonen” (vivir) y podemos encontrar significados similares en la traslación de la nomenclatura a lengua inglesa como “home zones” (o zonas de hogar). De igual modo, en las señales de tráfico que indican que nos adentramos en este tipo de espacio, podemos observar la prevalencia visual de las personas, que se encuentran en la parte central y frontal de la imagen, algo que, como han señalado Kress y Van Leeuwen (2006), contribuye a enfatizar la figura humana (que vive) sobre los vehículos (que se mueven). Estas expresiones son también más ricas conceptualmente que otras similares en español (por ej. “supermanzanas”), invitando a la humanización de los espacios urbanos.

Señal que indica la entrada a un “woonerf”

El ejemplo anterior muestra también un cambio de conceptualización ya que la ciudad no es un cuerpo metafórico, sino que se supedita metonímicamente a sus habitantes. Utilizar distintos tipos de lenguaje figurado, como son la metáfora y la metonimia, tiene efectos comunicativos diferentes. Como han señalado las lingüistas Eve Sweetser y Barbara Dancygier, la metáfora enmarca la realidad, que configura y describe amparándose en vivencias y experiencias diferentes. Se establece pues una relación de correspondencia entre dos campos de conocimiento. Por eso entendemos la ciudad como un cuerpo. La metonimia, sin embargo, parte de un único campo experiencial y enfatiza la prevalencia de algunos de sus componentes al centrar lingüísticamente su atención en ellos: los habitantes como parte de la ciudad. Este tipo de lenguaje, además, no necesariamente presupone la oposición a la movilidad en automóvil, sino que los integra en un segundo plano, evitando así un conflicto entre ambos tipos de transporte.

La misma idea de habitabilidad y coexistencia subyace al uso de algunas señales de tráfico en zonas urbanas de Países Bajos en las que encontramos las palabras “te gast” (como invitado) para indicar qué tipo de movilidad es el preferido en la vía y cuál es simplemente un “huésped”. Este es el caso de las vías conocidas como “fietsstraat” (calle ciclista), en las que el coche es un invitado. Hablar de huéspedes para explicar quién puede circular por determinadas vías resemantiza y amabiliza la movilidad ya que presupone y requiere un comportamiento cívico en el que se tenga en cuenta las características motoras de aquellos a quienes están destinados las vías, por ejemplo los bicicletas, y a quienes se permite compartir su uso con ellos, por ejemplo los coches. Esta misma metáfora del invitado se encuentra también en señales que indican la entrada a sendas o zonas peatonales, en las que es la bicicleta quien es un huésped. Al igual que cuando estamos en una casa ajena de visita nos adaptamos a las características de nuestros anfitriones, se presupone que quienes son huéspedes en distintos tipos de vías urbanas han de realizar también ese proceso de adaptación, fundamentalmente en lo que concierne a la velocidad de circulación. Se construye así un entorno que favorece la coexistencia de distintos tipos de transporte urbano, ya que la hospitalidad presupone una relación de respeto entre todas ellas.

Señales de Países Bajos que indican la entrada a ciclocalles o sendas de peatones en las que se indica qué medios de transporte son los “huéspedes”. Fuente

El lenguaje configura nuestra visión de la realidad. Enfrentarse al reto de la movilidad sostenible no implica sólo la creación de políticas públicas que apuesten por promover medios de transporte alternativos, sino que requiere la creación de una narrativa propia y alternativa que contribuya a conceptualizar nuestras ciudades de forma diferente. En un contexto en el que los debates sobre movilidad parecen estar polarizados y en el que nuestro discurso parece reflejar una clara oposición entre vehículos con y sin motor, es aún si cabe más necesario pensar en usos lingüísticos alternativos que no partan de dicha oposición (directa o a través de la activación de marcos metafóricos, como hemos ido desgranando en este artículo). Quizá una última metáfora nos ayude a entender mejor esta propuesta. Conceptualizar a conductores y ciclistas como dos grupos culturales diferentes enzarzados en una guerra cruenta nos aboca a tomar dos posibles vías para solucionar el problema de la movilidad sostenible. Podemos optar por la opción de la segregación entre grupos, ejemplificada fundamentalmente por medidas como la división de carriles para mantener el flujo o la monitorización del tráfico, y basada en conceptualizaciones fosilizadas sobre la movilidad en automóvil y en su uso casi en exclusividad del espacio público. O podemos optar por opciones más creativas, como la multi(auto)culturalidad, que desarrollen narrativas y marcos metafóricos alternativos en los que prevalezca la tolerancia, el respeto y la coexistencia de distintas formas de entender la movilidad sostenible. Seleccionar uno u otro tipo de marcos metafóricos tiene implicaciones importantes, ya que de ellos dependen no sólo la eventual configuración de nuestras ciudades sino también la forma de movernos y relacionarnos en ellas.

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Este artículo ha sido realizado para Naukas en el día internacional de la movilidad sostenible por:

LAURA FILARDO-LLAMAS

Profesora de lengua y lingüística inglesa en la Universidad de Valladolid. Su área principal de investigación es el Análisis Crítico del Discurso desde el prisma de la Lingüística Cognitiva. Su interés principal radica en la explicación de la construcción discursiva de los conflictos políticos y culturales y la legitimación discursiva de las acciones políticas. Editora de los libros Space, Time and Evaluation in Ideological Discourse (Routledge) y Discursive Approaches to Sociopolitical Polarization and Conflict (Routledge) y de más de 40 artículos científicos y capítulos de libro sobre discurso y política. Coordina el Grupo de Investigación Reconocido en Estilística Cognitiva de la Universidad de Valladolid.

Miembro del Grupo Cognición en Acción-ICON (Campus Iberus)

Twitter: @LauraFilardo

Website: https://portaldelaciencia.uva.es/investigadores/179963/detalle

Linkedin: https://www.linkedin.com/in/laura-filardo-587aab42/

 

LORENA PÉREZ-HERNÁNDEZ

Catedrática de lingüística cognitiva en la Universidad de La Rioja. Investiga el lenguaje como herramienta que nos permite no solo comunicarnos y hablar del mundo, sino también entenderlo y entendernos. Asesora lingüística de la empresa norteamericana Lexicon Branding para la creación de nombres y marcas comerciales. Autora del libro Speech Acts in English (Cambridge University Press) y de más de 60 artículos científicos y capítulos de libro sobre el lenguaje. Colaboradora de las revistas Principia y JotDown y de los portales Brandemia y The Conversation, en los que ha publicado varios trabajos de divulgación sobre aspectos cognitivos y pragmáticos del lenguaje.

Miembro del Grupo Cognición en Acción-ICON (Campus Iberus)

Twitter: @lorenaperezhe

Website: https://investigacion.unirioja.es/investigadores/146/detalle

Linkedin: www.linkedin.com/in/lorenaperezhernandez

 

Referencias científicas y más información:

Dawson, Andrew; Day, Jennifer (2020) Drivers v cyclists: it’s like an ethnic conflict, which offers clues to managing ‘road wars’, The Conversation, 10 de junio. Disponible en: https://theconversation.com/drivers-v-cyclists-its-like-an-ethnic-conflict-which-offers-clues-to-managing-road-wars-139107

Dawson, Andrew; Day, Jennifer; Ahsmore, David (2020) Multiautoculturalism: Reconceptualising Conflict on the Roads, The Asia Pacific Journal of Anthropology 21: 205-228. https://doi.org/10.1080/14442213.2020.1754894

Gibbs, Raymond W.; SIMAN, Josie (2021). How We Resist Metaphors. Language and Cognition, 13(4), 670-692. https://doi.org/10.1017/langcog.2021.18

Hart, Christopher (2021) Animals vs. armies: Resistance to extreme metaphors in anti-immigration discourse. Journal of Language and Politics 20(2): 226–253. https://doi.org/10.1075/jlp.20032.har

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Lakoff, George (2004) Don’t Think of an Elephant!: Know Your Values and Frame the Debate : the Essential Guide for Progressives. Vermon: Chelsea Green Publishing.

Sweetser, Eve; Dancygier, Barbara (2014) Figurative Language. Cambridge: Cambridge University Press.

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SADHGA



Por Colaborador Invitado, publicado el 26 noviembre, 2023
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