Javier Peláez: “Creo que me equivocaba cuando antes quería meter la ciencia con calzador a todo el mundo”

Por José Antonio Plaza, el 19 octubre, 2024. Categoría(s): Entrevistas Naukas • Naukas
Javier Peláez, tirando de camiseta Naukas.

Javier Peláez (Puertollano, 1974) es uno de los comunicadores científicos más prolíficos y polifacéticos que hay en España, aunque le gustan más las bambalinas que los focos. Autodidacta, impulsivo “y muy cabezón”, siempre ha caminado por la vida tirando de corazón. Pionero web, referente bloguero, consolidado creador de podcast y escritor, maneja una de las agendas más ricas de la comunicación científica en España y lleva casi toda su vida reinventándose para seguir contando historias.

Lector empedernido desde niño, Javier coqueteó con la Física y el Periodismo, pero finalmente estudió varios años de Derecho hasta que se dio cuenta de que no era lo suyo. Dedicó 20 años de su vida a compaginar un trabajo fijo en un sector ajeno a la ciencia con su labor de periodismo científico y divulgador, hasta que hace casi 10 años se dio cuenta de que quería, y podía, ganarse la vida profesionalmente sólo con lo que más le gusta: contando la ciencia.

Su dedicación da para una larga enumeración. Ha organizado más de 50 eventos de divulgación en España en los últimos 15 años. Ha escrito en medios como Yahoo Noticias, El País (Buenavida), El Español, Quo, National Geographic, JotDown. Ha escrito dos libros (Editorial Crítica, Planeta) y tiene un tercero en ciernes. También es guionista en diferentes programas de divulgación (Órbita Laika o El Cazador de Cerebros, ambos en TVE). Es un experto en expediciones al Ártico, una afición que deriva en coleccionismo. Mientras hace todas estas cosas, vive preocupado por el devenir del periodismo, por el monstruo del negacionismo y por el futuro de la percepción social de la ciencia.

“Si algo no me gusta, lo dejo y a otra cosa, pero ojo como se me meta algo en la cabeza…”. Con ustedes, Irreductible.


Naciste en Castilla-La Mancha, pasaste la niñez y la juventud en Andalucía y llevas más de 20 años viviendo en Canarias. ¿De dónde te sientes?

Creo que soy una especie rara de manchego-granadino-tinerfeño. Nací en Puertollano (Ciudad Real). Toda mi familia, mis padres, mis tíos y mis cuatro abuelos, son de un pueblo muy pequeñito de Ciudad Real, Terrinches. Es un pueblo de agricultores y se dedica mayoritariamente a la aceituna, al queso, a los jamones… Ahora ya voy menos pero hasta tuve el honor de ser pregonero en las fiestas.

Mi padre trabajaba en Puertollano, y cuando nació mi hermano y yo tenía dos años nos fuimos a Granada a buscar más oportunidades. Mis padres abrieron allí una pequeña tienda de comestibles. Pasé toda mi infancia y juventud en Granada y allí viví hasta los 28 años, hasta que me fui a trabajar a Tenerife, donde llevo ya 22 años.

Llevas media vida comunicando ciencia, pero no estudiaste ninguna carrera científica, ni periodismo…

Desde niño fui bastante empollón. Era buen estudiante, sacaba muy buenas notas, y me gustaron las ciencias desde muy joven. En el insituto sacaba sobresalientes y podía haber hecho casi cualquier carrera. Me incliné por el periodismo, y quise estudiar la carrera, pero no pude porque en aquella época no había periodismo en la Universidad de Granada y mi familia no podía permitirse pagarme un traslado a Málaga. También pensé en hacer alguna carrera de Ciencias, por ejemplo Física, pero la verdad es que con 18 años no tenía las cosas nada claras, no veía muchas salidas laborales en Física, y pensé más en hacer algo para poder encontrar trabajo. Al final me metí en Derecho, creo que porque me parecía más sencillo, no sé.

 

Pero no llegaste a acabar la carrera…

Hice hasta quinto curso, pero lo dejé en el último momento, con apenas unas asignaturas pendientes. Se me daba bien, pero en el fondo no me gustaba ni un pelo. Aun así, llegué al último año, ahora que lo pienso calmadamente podía haber acabado la carrera… Pero en aquel entonces me di cuenta de que no quería dedicarme a nada relacionado con el Derecho. Busqué trabajo, claro, y entré en una empresa telefónica, que por entonces llevaba telefonía fija. Fui comercial de ventas durante un tiempo. Luego cambié de trabajo y llevé un grupo de estudios de calidad y satisfacción en otra empresa, también fui encargado en una discoteca… Muchos cambios de curro, cosas de cuando eres joven.


Comentas que entraste pronto en el mundo de Internet. ¿De qué manera?

Durante la carrera de Derecho, a principios de los ’90, me acerqué a la Informática y me encantó. A lo mejor hasta tengo un récord: hice mi primera página web en 1996, se llama Shiver in the Dark, está dedicaba a Dire straits y aún está on line. Recuerdo que Mark Knopfler llegó a visitarla. Siempre he sido muy fan de este grupo. Por entonces ya escribía mucho, principalmente sobre música para la web. Investigaba sobre sus canciones, su historia, sus curiosidades, y hacía artículos casi periodísticos. Lo llamaba Private Investigations, como uno de sus discos. También intercambiaba discos piratas, grabaciones de conciertos no oficiales… Tengo 300 o 400 en casa, ejemplo de mi vena coleccionista. Ese fue mi primer acercamiento a Internet, en los albores de Internet en España.


Como buen fan de Internet, en el cambio de siglo experimentaste tu propio efecto 2.000. ¿Por qué cambiaste de vida?

Con 26 años me ofrecieron trabajar en un hotel de Canarias. Yo hablaba idiomas, inglés, francés, italiano e incluso algo de alemán, y tuve esa oportunidad. Probé suerte y me contrataron en un hotel de media jornada, en recepción, con las tardes libres, alojamiento pagado al principio… Al poco tiempo me hicieron fijo. La verdad es que aquella época era más sencillo encontrar trabajo. Al final estuve trabajando en  eso 15 años. Era un trabajo que me permitía vivir bien y que me dejaba un montón de tiempo para leer y para escribir.

Javier es más de leer y escuchar, pero de vez en cuando tiene que hablar ante auditorios llenos, como organizador y maestro de ceremonias de eventos de divulgación científica. En la imagen, presentando un Naukas Bilbao.


¿Qué leías? ¿Cómo llegaste a la ciencia?

Siempre me han interesado mucho la cultura y la ciencia. De niño siempre estaba leyendo y de mayor también he acabado coleccionándolos. Tengo miles de libros. Descubrí pronto las lecturas científicas, y con mis primeros ahorros compraba, además de música, muchos libros. Me acuerdo que con un amigo hice un experimento que llamamos Club Culturista: leíamos un libro que nos pareciera complicado y lo comentábamos un viernes por la noche, de copas. Una vez leímos y comentamos a Paul Davies, nos recuerdo una noche debatiendo como locos sobre la flecha del tiempo. Nos gustó y repetíamos cada mes con Stephen Hawkings, Richard Dawkins…


¿Escribías sólo sobre música por aquel entonces?

En la época de la página web sí. Hacía algo parecido a un blog, con varias secciones. Hacia 2003 dejé la web un poco de lado y, en 2007, abrí mi propio blog. Llevaba ya años leyendo blogs sobre ciencia y tecnología, y me decidí a abrir el mío propio, porque el hotel me dejaba bastante tiempo libre y me gustaba escribir alguna cosa cada día. ¿Por qué no centrarlo en un blog? Decidí llamarlo La Aldea Irreductible.


¿Por los comics de Asterix?

En parte sí. A través de la web de Dire Straits conocí a mucha gente, porque gracias a las listas de correo hicimos un buen grupillo, una especie de club de fans, y empezaron a llamarme Irreductible. El apodo vino porque muchos de ellos eran de Madrid, quedaban para ir de bares y conciertos, y yo no podía ir porque estaba en Granada, rodeado de música que no me gustaba. Me sentía como los galos de Astérix, resistiendo en un ambiente que no era el mío, escuchando mi música, escribiendo sobre ella… Y la gente de la web empezó a llamarme el Irreductible granadino. Acabé llevándome esa idea al blog, con idea de hacer algo cultural en un entorno imperante de cosas que no me gustaban.


El blog funcionó muy bien desde el principio, y se convirtió en una referencia de la blogosfera tecnológica y científica.

Empezó a  tener muchísimas visitas, sí. Yo escribía ya mucho sobre ciencia, conocía muchos blogs como Microsiervos, de Wicho y compañía, La ciencia de la mula Francis, de Francis Villatoro… El boom definitivo llegó en 2009, con la campaña La ciencia no necesita tijeras, que por cierto al final terminó siendo el detonante para crear Naukas.


¿Cómo nació La ciencia no necesita tijeras, que fue un hito de la comunicación científica en España?

En 2009 el Gobierno decidió hacer recortes que afectaban a la ciencia. Iban a meter mucha tijera y se me ocurrió proponer, desde Twitter y desde el blog, que otros blogs escribieran sobre por qué no se debe recortar en ciencia, y protestar contra una decisión que no nos gustaba. Se apuntaron más de 1.200 blogs, la mayoría gente que tenía blogs científicos o tecnológicos, un buen germen para lo que vendría después.


Decías que esta campaña fue, en cierto modo, una semilla para la aparición Amazings/Naukas. ¿Por qué?

Con La ciencia no necesita tijeras hice muchísimos contactos, y surgió una lista con todas las personas que colaboraron con sus blogs. Muchos coincidimos ese mismo año en el Eventos Blog España (EBE) de 2009 y recuerdo que acabamos de madrugada Aberrón [Antonio Martínez Ron], Maikelnai [Miguel Artime] Wicho y yo. En plena noche, en plan exaltación de la amistad, dijimos de hacer algo juntos, pero Wicho dijo que él ya tenía bastantes movidas, así que nos quedamos los otros tres. Hacer otro blog no tenía sentido, porque yo ya tenía ya 3 o 4 entre música, cine, La Aldea Irreductible… También estaba ya Twitter, que aún no estaba muy extendido, pero decidimos hacer algo distinto. Así, gracias a los contactos de La ciencia no necesita tijeras, nació Amazings, que poco después de convirtió en Naukas. Lo que iba a ser una reunión para la lista de correo de colaboradores que habíamos creado, terminó yendo más allá de una quedada y lo abrimos al público general en 2011, gracias a que Iñako Pérez Iglesias nos dejó el Paraninfo de la Universidad del País Vasco, en Bilbao.

Negacionistas, curanderos y charlatanes ha habido toda la vida, pero nunca han tenido tanto poder de convocatoria, tanto altavoz, tanto alcance. Hay gente que maneja la ciencia, pervirtiéndola, para defender sus ideas anticiencia, y pueden llegar muy lejos


Hablabas de tu listado de contactos. Tienes una agenda que es la envidia de muchos…

Es verdad, es oro. Tener una buena agenda es una parte fundamental del periodismo. Gracias a conocer a tanta gente, a partir de La ciencia no necesita tijeras y con el nacimiento de Amazings, me hice relativamente conocido en algunos círculos, y empezaron a llamarme de muchos lugares. Entre ellos, de Yahoo, que estaba empezando a instalarse en España y quería hacer un equipo de periodistas. Me contactó Paolo Fava y me dijo que buscaban a alguien que escribiera de Ciencia, y resulta que me cogieron. A partir de ahí me centro en escribir sólo de ciencia, sobre todo artículos científicos publicados, y empiezo mi propia carrera, escribiendo al margen de los blogs personales. El Blog de noticias científicas que abrí en Yahoo ganó en 2010 el Premio al mejor blog de Yahoo en Europa. Por esa época también empecé a escribir en la revista Quo, en Diario de Avisos y a hacer mis primeras colaboraciones en radio.


Volviendo a Naukas, ¿Cómo ves a tu ‘hijo’ más de una década después de su nacimiento? ¿Por qué Naukas Bilbao se ha convertido en vuestra punta de lanza?

Este año ha cumplido la 13ª edición de Naukas Bilbao, que habría sido la 14ª, porque el año de la pandemia se tuvo que cancelar. Recuerdo que en 2011, cuando empezamos, Aberrón estuvo afortunadamente de acuerdo en tirar para adelante, porque otras veces tiene la buena cabeza de parar algunas de mis ideas locas, de ponerme freno con razón. En lanzar estos eventos presenciales estuvimos de acuerdo, y a Naukas Bilbao le han seguido otras ciudades como Valladolid, Palma, etc. Naukas Bilbao es uno de los eventos más antiguos y consolidados de divulgación científica en España. Muchos otros que han ido apareciendo han surgido a partir de personas que vinieron a Naukas y decidieron hacer algo similar. Estamos encantados se haber sido un poco precursores, creando escuela.


Los 10 minutos por charla, estrictamente controlados con cronómetro, se han convertido en una seña de identidad. ¿Por qué esa duración?

Las famosas Ted Talks dicen (erróneamente) que el cerebro sólo aguanta 17 minutos de atención, pero no va por ahí la explicación de los 10 minutos por charla de Naukas. Es más sencillo. Queríamos subir las charlas a Youtube y, si recuerdas, en 2010 Youtube sólo permitía subir 10 minutos de vídeo. No hay mucha más razón. Sí es verdad que yo quería hacer charlas rápidas, cortas, que no parecieran una conferencia. He visto muchas charlas, y muchas se me han hecho pesadas por su duración. Siempre suelo decir en los cursos que doy que no deben ser largas.


¿Cómo crees que ha evolucionado en lo que va de siglo la relación entre periodistas y científicos?

Ha mejorado mucho. Pero la cuestión es tanto esa como la evolución del propio periodismo, que está de capa caída: menos secciones de Ciencia, menos recursos, menos plantilla, precariedad… Los medios cada vez tiran más de agencias y despiden a grandes profesionales que hacían reportajes estupendos y ahora se lleva demasiado recurrir a lo que sea que venga de agencia o fusilar lo que se ve en redes o en otras webs. Me ha pasado a menudo que diversos medios copiaban sistemáticamente mis noticias, incluso la sección entera, como si mi trabajo fuera de agencia. Se ve cada cosa… La situación es complicada y no veo mucha solución, la verdad: soy más pesimista que optimista a día de hoy. Por supuesto, hay ejemplos de muy buen periodismo de ciencia, pero creo que son demasiado escasos.

¿Hay al menos una colaboración más fluida entre ciencia y medios?

Sí es la parte buena: ya no se ve mal que la ciencia colabore con los medios, algo que antes sí pasaba. Colaborar con medios, sumado a otras iniciativas de divulgación científica, han ayudado a los propios científicos, que han pasado de ver mal lo de contar su trabajo a casi tener que contarlo porque es una ventaja para su carrera profesional. Recuerdo, hace tiempo, que un catedrático le dijo a Sergio Palacios que eso que hacía él de divulgar no era ciencia, ni literatura, ni nada que mereciera la pena. Estas cosas ya no suelen pasar, afortunadamente.


Pese a esta mejor relación, ¿siguen hablando ciencia y periodismo idiomas distintos?

Es que tienen lenguajes diferentes, pero hay que saber moverse entre ellos para entenderse. Los periodistas, como a veces los divulgadores, no pueden saber de todo, ni profundizar en muchos temas. Aunque sí saben un poco de muchas cosas, no pueden entender de todo, como sí puede pasar con un científico en su ámbito de conocimiento. Y no deberíamos opinar antes de informarnos, para eso está la agenda y el hablar con personas expertas: para luego poder explicarlo a un público general.

Javier, en su medio preferido: la radio. En la imagen, en un programa de Radio Nacional de España (RNE).


Has aprendido sobre ciencia y has hecho periodismo científico de manera autodidacta…

La ciencia siempre me ha gustado. Durante 14 años en Yahoo Noticias, sin ser periodista de carrera, hice durante muchos años de redactor, editor y posteriormente editor jefe. Siempre dejo claro que no soy periodista y me gusta presentarme como escritor. Llevo 30 años haciendo eso, escribir: blogs, guiones, reportajes, libros… Y lo hago todos los días, no puedo pasar un día sin escribir.

 

La situación [del periodismo científico] es complicada y no veo mucha solución, la verdad: soy más pesimista que optimista a día de hoy. Hay ejemplos de muy buen periodismo de ciencia, pero creo que son demasiado escasos


Durante muchos años compaginaste tu trabajo en el hotel con tus colaboraciones con medios, con tus blogs, con Naukas… Pero en 2015 vuelves a dar un giro a tu vida laboral. ¿Cómo y por qué?  

Me di cuenta de que podía ganarme la vida con mis colaboraciones con medios, sobre todo con Yahoo Noticias. Dejé mi trabajo fijo en el hotel, en el que tenía buen horario, sueldo fijo, contrato indefinido, vacaciones… Pero me di cuenta de que ya no me gustaba trabajar allí. Me hice autónomo, freelance, y he trabajado allí donde han contado conmigo. No me he arrepentido y estoy encantado. Hay malas épocas, pero salgo adelante e incluso las disfruto. afortunadamente mi situación es buena. Si tengo menos colaboraciones avanzo más con libros. Ahora estoy con el tercero…


Eres uno de los mayores expertos en España sobre expediciones al Ártico. Tus dos libros, sobre todo ‘500 años de frío: la gran aventura del Ártico’ pero también ‘Planeta océano’, hablan sobre ello. ¿También lo hará este tercer libro?

Sí, también será un libro de expediciones pero este tercer libro trataré un tema del que no hay nada escrito en español. Estoy en ello… En ‘500 años de frío’, donde cuento la carrera por la conquista del Polo Norte, trataba una historia de la que ya se habían escrito cosas, por ejemplo en  libros del gran Javier Cacho. En ‘Planeta océano’ salí un poco del Ártico y me embarqué en contar la histórica relación del hombre con los océanos, desde que alguien se agarró a un palo para no ahogarse, hasta los submarinos que han bajado con James Cameron a la Fosa de las Marianas. En mi próximo libro pretendo ir más allá y contar una historia que no se ha contado aún.

 

Javier Peláez (junto a Antonio Martínez Ron) durante la grabación del Podcast Onda Marciana

 

¿De dónde salió tu pasión por el Ártico y las exploraciones al Polo Norte?

Llegué a ello muy joven. Empecé a leer libros de niño, recuerdo que uno de los primeros fue uno con dibujos sobre balleneros. Con 12-13 años conocí la historia de Nansen, y de cómo su barco se dejó atrapar por el hielo para flotar hacia el polo Norte. Luego descubrí a muchos más exploradores, como Livingstone, Shackleton,  Humboldt… Primero me dio la fiebre lectora y luego la fiebre coleccionista: tengo muchas primeras ediciones de científicos como Linneo, Buffon, Newton… Y también, específicamente sobre el Ártico, tengo una de las mayores colecciones en Europa de este tema. Soy un loco del Ártico, llevo más de 25 años recorriendo mercadillos, intercambiando, buscando, comprando… No me da para leer todo lo que colecciono, y además tengo ediciones en noruego, sueco o latín, como una primera edición de Newton que conseguí.

El Ártico es un filón poco conocido. Cada diario que leo, cada expedición que documento tiene una gran historia, una gran película… En los últimos años se han hecho series, como The Terror [sobre la expedición liderada por Franklin en busca del Paso del Noroeste], pero está basada en una obra de ficción, [el libro The Terror, de Dan Simmons], aunque con todo su trasfondo histórico. Las regiones polares son un escenario perfecto para narrar historias.


¿Por qué nos atrae tanto cómo la humanidad ha buscado siempre lo desconocido?

Nos gusta la aventura. A mí, particularmente, siempre me ha gustado todo lo relacionado con la exploración, especialmente con la navegación. Me gusta la ciencia, claro, pero también los viajes en sí, con su búsqueda y las aventuras que muchos conllevan. En ‘500 años de frío’ uno de los astronautas del programa espacial Apolo me contó qué tres cosas eran imprescindibles para vivir una aventura. Primero tiene que haber un riesgo para la vida, ser una empresa arriesgada: quedarse en el sillón de tu casa no es una aventura. Tiene que reunir conocimiento, y mostrarlo. Tiene que haber algún descubrimiento. Y finalmente la aventura tiene que tener un final incierto, no un viaje de turismo con una agenda o un programa. Me pareció maravilloso que alguien describiera qué es una aventura, con esos tres factores.

 

Durante una entrevista a Neil deGrasse Tyson hablando de libros


Los dos libros que has escrito, no sé si también el nuevo que preparas, tienen algo en común: surgen de años de documentación para preparar tu podcast La Aldea Irreductible
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Siempre me ha gustado la radio. Soy un enamorado de todos sus formatos, por eso he creado varios podcast y he colaborado en muchos otros. El libro ‘500 años de frío’ surgió del Podcast. Inicié una serie de capítulos contando la historia de las expediciones al Ártico y terminó durando un año y medio. Cuando terminó la serie, la editorial Crítica me pidió que convirtiera toda esa información sonora en un libro. Fue un proceso largo: me llevó otro año y medio darle forma y convertir los guiones para el podcast en un libro. Con Planeta Océano me pasó parecido: reuní durante 2 años documentación para una serie en el podcast, y luego lo convertí en el libro. De nuevo, fue un gran reto.

Surcando procelosos mares, en busca de aventuras, con su libro ‘Planeta Océano’.


Volviendo a los podcast, es una de tus grandes apuestas en divulgación. ¿Por qué te gusta tanto este formato?

Como decía antes, me encanta la radio, y siempre me ha funcionado bien el formato podcast. Hace unos años llegó un momento que, para mantenerlo, necesitaba tener más recursos, así que empecé a cobrar por las escuchas. Es un palo tener que pasar de ofrecer contenido gratuito a ofrecerlo bajo mecenazgo, pero me está funcionando y ahí seguimos. Los podcast, o al menos La Aldea Irreductible, tienen muchísimo trabajo detrás: buscar la historia, hacer la documentación, leer mucho, comprar libros, hacer entrevistas, escribir el guion, grabarlo, ambientarlo… El caso es que, por mucho trabajo que haya detrás, nunca sabes cuánta gente va a pagar por disfrutarlo.

¿Te funciona el modelo de pago?

Estoy muy contento porque ahora hago el podcast para gente que lo quiere, que lo quiere tanto que paga por ello. Está en plataformas como Patreon e Ivoox. Económicamente aguanta bien, hay mejores y peores años, pero me da para seguir haciéndolo. Me pasa con todas las colaboraciones que hago, y en general con mi vida de freelance. Puedo vivir de ello, y por muy mal que me salgan las cosas en meses flojos, puedo continuar.

Tu última vía de aprendizaje está siendo la televisión. ¿Cómo te encuentras en este medio?

Yo no tenía experiencia en televisión. Hace unos años empecé a hacer guiones para El cazador de cerebros y, en esta temporada, también para Órbita Laika. Sí había escrito muchos guiones para radio, en RNE, en Radio Canarias, guiones para mis podcast… Pero la tele es diferente. Me ha gustado mucho escribir para televisión, aunque es un formato que luego que no me gusta demasiado consumir. Estoy contento porque Cazador de Cerebros y Órbita Laika son dos niveles de divulgación diferentes, uno con un nivel muy especializado, u otro más enfocado a la divulgación general. Es genial encontrarte con un tema que al principio parece que no te convence, investigar sobre ello, y hacerlo fascinante con la labor de escritura de guion, montaje, realización y producción, utilizando técnicas que casi parecen magia… Había aprendido cosas de manera autodidacta para Catástrofe Ultravioleta, y ahora lo estoy aprendido de manera más profesional en la televisión. Aprendo cosas nuevas cada día: no paro de aprender.

Con el paso del tiempo, he optado por un modelo de divulgar ciencia calidad para gente convencida. No quiero contarle la ciencia a todo el mundo.


Hemos hablado ya de muchos formatos para contar cosas: blogs, podcast, colaboraciones en medios, televisión, libros… ¿Cuál es tu favorito?

Como antes decía, sin duda la radio. Lo que más me cuesta es aparecer: no me gusta mucho salir en televisión o dar charlas divulgativas, pero disfruto como un enano haciendo guiones, organizando eventos o preparando documentales, algo que llevo años teniendo en mente. Prefiero estar detrás de la cámara o, incluso mejor, detrás de un micrófono. Creo que en la radio se estimula más la imaginación, porque hay que construir una imagen o ayudar a que el oyente se la construya, cosa que en la tele ya tienes sí o sí. En este sentido la radio es parecido a la lectura: tú imaginas.


¿Qué concepto tienes de la divulgación científica? ¿Cuál crees que es el objetivo?

He cambiado mucho mi idea de divulgación de la ciencia, la verdad. Tenía un concepto que ahora veo equivocado. Incluso lo tenía cuando fundamos Naukas. Yo pensaba que había que llevar la ciencia a todo el mundo, como si fuera una misión, casi ir puerta por puerta divulgando a todo el mundo. No me gustaba que a los eventos científicos siempre asistiera la misma gente, pero ahora entiendo que la ciencia también puede tener su público fiel y eso es algo bueno. Pasado el tiempo, me he dado cuenta de que prefiero hacer divulgación científica para gente a la que le gusta la ciencia y la divulgación. Ahora escribo y hago eventos para ese público. Por supuesto, puede y debe haber mil tipos de divulgación, y de hecho es buenísimo que los haya. Pero personalmente, con el paso del tiempo, he optado por este modelo: calidad para gente que la disfruta. No tengo que contarle la ciencia a todo el mundo.


¿Divulgación para entretener o para enseñar?

Mi idea para divulgar ciencia es entretener más que formar: aprendo más cuando me lo paso bien. Esa es mi experiencia, tampoco quiero generalizar. A mí me gusta ir a eventos sobre historia y ciencia, y me gusta que hagan eventos para mí. Me pasa igual con los libros: yo escribo para gente que sé que le va a gustan lo que va a leer, y me gusta que escriban pensando en mí como lector. Esto tiene una segunda parte porque creo hacer buena divulgación para quienes ya la aprecian, también es la mejor manera de conectar con gente nueva o más reacia. La gente va al teatro, al fútbol, a la ópera, a conciertos, etc., y siempre van casi los mismos: los aficionados. Ya no creo, como antes, que haya que ir a meterle a la gente la ciencia con calzador, casi por obligación.

¿Cómo encaja esta filosofía con algo tan consolidado como Naukas?

Naukas es también un poco fenómeno fan. En Bilbao cada año hay una gran mayoría de fans de Naukas, igual que en los conciertos de Springsteen casi todo el público es fan de Springsteen. ¿Por qué no aprovecharlo? Prefiero que me escuchen 500 personas que repiten, que 5.000 a quienes no sé si les va a gustar el espectáculo. No quiero ir llamando a las puertas, ni repartiendo panfletos, diciendo “aquí está la ciencia, cómpremela”. Y, desde luego, ni mi trabajo ni mi tiempo libre está para convencer a nadie, ni para enseñar a nadie, ni para vender nada: no soy docente, ni político, ni nada parecido. Indirectamente puedes formar o enseñar a la gente que te escucha o te lee, pero ese no es mi objetivo.

En todo caso, la divulgación científica tiene muchos formatos posibles, con los que puedes sentirte más o menos cómodo.

Si algo he aprendido con los años es que siempre hay alguien que hace bien lo que tú crees que no puede funcionar. Jamás se me habría ocurrido juntar copla con física, como hace Natalia Ruiz Zelmanovitch, pero lo hace de maravilla y gusta mucho. Cada vez estoy más abierto a todo lo que hace la gente, pero al mismo tiempo me reafirmo en el modelo que yo elijo y quiero: divulgar ciencia de la mejor forma para quien le gusta la divulgación de la ciencia.

Naukas Bilbao es nuestro evento más conocido, y me parece precioso ver que cada año hay gente que se va de Cádiz a Bilbao para disfrutarlo. Pero mi mejor ejemplo para explicar mi forma de entender la divulgación quizá sea Naukas Valladolid: un evento que siempre se llena, en el siempre se queda gente fuera y al que prácticamente asiste el mismo público año tras año. Eso ya no me molesta. Cómo va a importarme si yo mismo he ido a docenas de conciertos de Dire Straits, porque yo lo que quería era ver a Mark Knopfler, y no a otro.


Ciencia y divulgación van de la mano: cuanto más conocida es una, más crece la otra. ¿A qué problemas se enfrenta ciencia en su afán de llegar a la gente? 

Ahora mismo hay un negacionismo tremendo en muchos frentes. Es mucho más fuerte que antes, una corriente más extendida. Hay verdaderos fanáticos contra el cambio climático, y contra muchas otras cosas, que saben jugar para malinterpretar la ciencia, para hacer mal uso de ella, y ganar así más adeptos. Esto está calando en la sociedad, hasta en la política, un ámbito que ahora es más emoción que programa. Es un reto enorme para la divulgación porque nos rodeamos de un ambiente mucho más complejo, salvo para quienes ya están convencidos de la ciencia y su divulgación.

Ni mi trabajo ni mi tiempo libre están para convencer a nadie, ni para enseñar, ni para vender nada: no soy docente, ni político, ni nada parecido. Indirectamente puedes formar o enseñar a la gente que te escucha o te lee, pero ese no es mi objetivo


Siempre ha habido gente contraria a la ciencia. ¿Por qué crees que el problema es ahora mayor?

Negacionistas, curanderos y charlatanes ha habido toda la vida, pero nunca han tenido tanto poder de convocatoria, tanto altavoz, tanto alcance. Hay gente que sabe desvirtuar la ciencia, pervirtiéndola, tergiversando estudios para defender sus ideas anticiencia, y pueden llegar muy lejos, creando legiones de grupos anticientíficos. ¿Cómo luchas contra esto? No con la verdad ni con los datos, porque no les importan, y consiguen retorcerlos para llevarlos a su terreno. El movimiento anticiencia ha encontrado muchas cosas a las que aferrarse con éxito: las vacunas, el cambio climático, la Agenda 2030…

Súmale a todo esto el fenómeno de la viralidad en Internet, las redes, los influencers, etc., que lo complican todo aún más. Un tiktoker o un youtuber puede tener más influencia social que un periódico o una televisión. Y luego están los propios medios, que cada vez están más influidos por intereses económicos y políticos que les hacen cada vez menos independientes. Además, cada vez hay menos periodistas de ciencia en las redacciones, y no tenemos las herramientas suficientes para que el periodismo pueda ayudar a combatir esta corriente anticientífica.


¿Ves solución a todos estos males?

Sé que sólo estoy citando problemas, y que no puedo ofrecer soluciones. Pero soy menos optimista de lo que lo era. Con todo lo que he comentado alrededor, la sociedad no está siendo capaz de discernir, y no tengo claro que la ciencia tenga ahora el prestigio y el respeto que llegó a tener. He seguido tu serie de entrevistas y veo que los entrevistados siempre intentan acabar con un mensaje positivo… bueno, pues aquí estoy yo para poner un poco de sal y algo de pesimismo, al menos para que seamos realistas y no subestimemos la situación.



Por José Antonio Plaza, publicado el 19 octubre, 2024
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