El día en que la Biología le obsequió un tulipán a la Economía

Por Colaborador Invitado, el 16 noviembre, 2017. Categoría(s): Biología • Divulgación • Historia

The tulip next appeared, all over gay,

But wanton, full of pride, and full of play;

The world can’t show a dye but here has place;

Nay, by new mixtures, she can change her face;

Purple and gold are both beneath her care,

The richest needlework she loves to wear;

Her only study is to please the eye,

And to outshine the rest in finery.

Abraham Cowley (1618-1667)

tulipanes1

De los momentos más tensos que he vivido de la mano de la literatura fue al leer «el collar» del escritor francés Guy de Maupassant. En dicho cuento, la protagonista se endeuda -con el equivalente al trabajo de ella y de su marido durante una década- al extraviar un collar prestado por una de sus mejores amigas. Tras el trágico desenlace, la única manera que tuve de obtener un poco de sosiego fue pensando que sólo era un cuento.

Desgraciadamente, no siempre es sólo un cuento, hay varios casos en que las familias terminaron en bancarrota por un objeto cuyo valor asignado por el ser humano fue descomunal. Peor aún, hay casos en que no una, sino decenas de familias se fueron a la ruina de manera simultánea. Un claro ejemplo son las burbujas económicas, fenómeno producto de la especulación, en la que un activo -como una propiedad, un tulipán o una acción- tiene un incremento prolongado y anormal de su precio, con lo que se aleja cada vez más de su valor usual. Se llaman así debido a que el precio del producto se eleva -como una burbuja-  y de un día a otro cae -el equivalente al estallido de la burbuja- dejando tras de sí una impotencia abrumadora en los dueños de dichos activos.

Una de las burbujas económicas más famosas ocurrió en los Países Bajos (Holanda) en 1637, cuando el precio del tulipán alcanzó niveles exorbitantes. Es particularmente interesante debido a que, además de ser considerada como la primera burbuja económica, fue producto de aspectos históricos, económicos, geográficos y biológicos.

¿Cómo llegaron los tulipanes a Holanda?

Todo comenzó a mediados del siglo XVI. Ogier Ghislain de Busbecq, botánico aficionado y embajador austriaco en Turquía -país de donde son oriundos los tulipanes-, a su regreso a Europa decidió llevar unos bulbos de tulipán y plantarlos en el jardín de Viena. Años después, cuando la Botánica dejó de verse sólo como una rama de la Medicina y a las plantas se les empezó a apreciar por su valor estético y ornamental, Carolus Clusius — reconocido botánico holandés— fue contratado por Maximiliano II de Habsburgo como responsable del jardín imperial. Este puesto le permitió viajar por toda Europa recolectando muestras y semillas, entre ellas, unas de tulipán donadas por su amigo Ogier. En 1593, Carolus dejó su puesto y fue contratado como profesor honorario de Botánica en Leiden, en los Países Bajos, donde llevó consigo y plantó en su jardín personal sus preciados bulbos de tulipán. Una noche, algún amante de lo ajeno entró en su jardín y le robó algunos tulipanes que crecieron fascinados en suelos holandeses.

¿Cuál era la situación política de los Países Bajos?

En 1548 el emperador Carlos V anexionó los Países Bajos a España. La gente lo aceptó debido a que el emperador se había criado en Gante —región de los Países Bajos— e incluso se podía dirigir a ellos en flamenco, su lengua oficial. A la muerte del emperador, le sucedió su hijo, Felipe II, rey de España. Los conflictos políticos comenzaron ya que el pueblo no veía en Felipe II a un representante; ni siquiera podía dirigirse a ellos en su lengua oficial. Además, el éxito del protestantismo en los Países Bajos representaba una amenaza para la fortaleza imperante del catolicismo en España, religión que intentaba entrar a la fuerza en los Países Bajos de la mano de Felipe II.

Pintura de un semper augustus, una de las variedades de tulipán más caras de la época
Pintura de un semper augustus, una de las variedades de tulipán más caras de la época

Al morir el rey de España, le sucedió su hijo, Felipe III, quien después de algunos años decidió destinar los recursos económicos y humanos de los conflictos contra los Países Bajos, al Mediterráneo y a Francia, donde existían guerras potenciales que podrían meter en apuros a España. La tregua de Amberes se firmó en 1609 y, entre otros puntos, se estipuló la eliminación del bloqueo comercial de España a los Países Bajos, con lo que estos últimos pudieron florecer en muchísimos ámbitos.

¿De dónde salió el dinero para invertir?

Por su localización geográfica, los Países Bajos se vieron forzados a desarrollar una tecnología marítima de punta. Dicha tecnología encumbró en 1602, con el establecimiento de la Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales (VOC) y en 1621, con la fundación de la Compañía Neerlandesa de las Indias Occidentales (WIC). Con esto, el comercio holandés se vio impulsado y muchísimos comerciantes de la región se enriquecieron. Para darnos una idea, la VOC generó de 1613 a 1653, 640,000 florines por año (más adelante veremos qué se podía comprar con distintas cantidades de florines).

Tulipomanía

La estabilidad política en los Países Bajos, la eliminación del bloqueo comercial por parte de España, la riqueza alcanzada por varios de sus comerciantes, el nuevo uso de las flores, así como la facilidad de crecimiento de los tulipanes en suelos holandeses, fungieron como sustrato fértil para el desarrollo de la primera burbuja económica.

Los comerciantes que habían amasado grandes fortunas decidieron demostrar dicha riqueza con enormes casas, ostentosos jardines y bellas joyas. Las flores bellas y exóticas adornaron dichos jardines y se comenzaron a utilizar como joyas sobre las prendas. Pronto el tulipán fue ganando terreno y al poco tiempo todos querían de esa exótica planta. Su precio aumentó lentamente hasta dar rendimientos del 500%, con lo que cada vez más holandeses  —sin importar su clase social— entraron en la compra-venta de los tulipanes esperando sacar alguna ganancia o en algunos casos, asegurar su futuro económico.

Una variedad de tulipán bastante peculiar

Los tulipanes policromáticos —de más de un color— causaron un enorme fulgor entre los compradores que vieron en dicha variedad la oportunidad de mostrar su poderío económico o de obtener jugosas ganancias. Los precios fueron verdaderamente obscenos y un solo tulipán de una famosa variedad llamada semper agustus (Fig. 1) llegó a costar 6000 florines. Pongamos en contexto dicho valor: en esa época una tonelada de mantequilla estaba valuada en 100 florines; 8 cerdos, en 240; un barril de cerveza, en 8, un tonel de vino, en 35 y el salario anual de un cortesano era de 200.

Carolus Clusius intuyó que los tulipanes policromáticos tenían una infección debido a que crecían más pequeños y débiles que los normales. Hoy en día sabemos que estaba en lo correcto y están infectados con un virus que es transmitido por un pulgón. No se sabe exactamente el mecanismo molecular a través del cual se forma este patrón en la coloración, sin embargo, se tiene una hipótesis: Los tulipanes adquieren su coloración gracias a las antocianinas, pigmentos que pueden ser amarillos, blancos, azules, naranjas, rojos, magentas, grises o morados, por mencionar algunos. Para irse formando dichos compuestos requieren de intermediarios, es decir, para tener una antocianina magenta, previamente hubo un compuesto rojo o naranja o amarillo o blanco.

Se cree que el virus interfiere en la expresión de ciertos genes involucrados en la producción de esos pigmentos. Entonces, en un mismo tulipán que iba a ser 100% rojo, las células que están infectadas por el virus —que no son todas—, poseen un problema en la producción del pigmento rojo y se queda en un paso intermedio (como el blanco o el amarillo); las células que no fueron infectadas por el virus pueden generar el pigmento correcto, es decir, en este ejemplo, el rojo. Finalmente tenemos un tulipán con un patrón de coloración único (Fig. 2).

Tulipanes policromáticos producto de la infección de un virus
Fig 2: Tulipanes policromáticos producto de la infección de un virus

Llegamos a un punto crítico en nuestra historia. Al intentar comerciar con un ser vivo cuyo ciclo de vida es lento —el bulbo tarda en florecer un año entero—, lo que contrasta con las presurosas exigencias del mercado, se optó por una alternativa. En primera instancia, se intentaron vender los bulbos de los tulipanes; tiempo después, pagarés que fueron cambiando de mano en mano hasta 10 veces en una semana.

Lo anterior fue conocido como Windhandel, o negocio del aire, en donde se comerció no con un producto —pues no se tenía—, sino con un pagaré que representaba dicho producto y podía ser vendido con mayor velocidad. Por otro lado, el desenfreno orilló a los comerciantes de tulipanes a invertir cantidades exorbitantes de sus ahorros, a hipotecar sus casas, cambiar campos de cultivo o granjas enteras por pagarés equivalentes a unos cuantos bulbos de tulipán. Fue tal la euforia que algunos de los artistas de la época fueron contratados por coleccionistas para eternizar en un cuadro la belleza de sus tulipanes; aunque hubo quienes, años después, aprovecharon la situación para satirizarla. “Alegoría de la Tulipomanía” (1640) de Jan Brueghel II, representa a los comerciantes como monos desenfrenados por la compra-venta de los tulipanes. Es particularmente interesante el mono a la derecha del cuadro que orina sus cultivos de tulipán (Fig. 3).

          Fig. 3.  Alegoría de la Tulipomanía (1640), Jan Brueghel II.
Fig. 3. Alegoría de la Tulipomanía (1640), Jan Brueghel II.

Una de las principales causas de la burbuja económica, mencionan algunos expertos, fue que no hubo un gremio de “comerciantes de tulipanes” que regulara los precios, ventas y miembros que pudiesen participar en la compra-venta. Debido a esto, gente con poca o nula experiencia en los tratos comerciales decidió entrar al negocio: Todos vieron dinero fácil. (Antes de que considere exagerada la idea de un gremio de “comerciantes de tulipanes”, recuerde que en Basilea, en el siglo XVII hubo un gremio de mendigos que sólo permitía pedir dinero en las calles a los miembros del mismo).

Para 1636 la peste bubónica cobró la vida del 20 % de la población de los Países Bajos. Se generó una carencia en la mano de obra y los comerciantes —perplejos por aquella muestra de la fugacidad humana— decidieron correr mayores riesgos económicos con lo que hubo un mayor incremento de los precios.

En 1637, a pesar del potencial artístico y científico que se comenzaba a respirar de la mano de Frans Hals, Rembrandt, Vermeer, Van Leeuwenhoek —padre de la microbiología—, entre otros, el potencial en el mercado de los tulipanes ya era nulo. El clima ese mismo año no fue propicio para las cosechas de los tulipanes y el rumor se esparció por toda Holanda. A inicios de año se vendieron 99 tulipanes por 90,000 florines; al día siguiente la burbuja colapsó: un lote de tulipanes se puso a la venta por 1250 florines y nadie pujó por ellos: Todos querían vender pero nadie quería comprar. La euforia había terminado; la frustración tocaba la puerta del pueblo holandés. La mañana del 6 de Febrero de 1637 fue verdaderamente triste, cientos de personas buscaban desesperadamente recuperar un poco de su inversión pero todo fue inútil, la economía holandesa había colapsado.

La tulipomanía fue la primera burbuja económica registrada, sin embargo, no fue la última. Se ha especulado sobre el precio de la onza de níquel y de uranio, bienes raíces en Rumania, las acciones de compañías de internet o con jacintos. Hay características que las distinguen como burbujas económicas, pero hay una particularmente trágica que suele soslayarse: una vez explotada la burbuja, deviene una ola masiva de suicidios por las pérdidas económicas. Es irónico: las personas que se creían capacitadas para asignar el valor a un activo, al final otorgaron el valor más bajo a sus propias vidas.

Este artículo nos lo envía Kevin Navarrete, Biólogo especializado en el área de microbiología. Actualmente realiza una maestría en Ciencias Bioquímicas en el Instituto de Biotecnología de la UNAM en el que expresa en bacterias un antídoto en contra del veneno de alacrán. Siente especial atracción por la divulgación de la ciencia, la música y la literatura.

Bibliografía:

1.-Lesnaw J. y Said G, 2000, Tulip Breaking: Past, Present, and Future. Plant Disease, Vol. 84, No. 10, 1052-1059.

2.- Holton T. y Cornish E., 1995, Genetics and Biochemistry of Anthocyanin Biosynthesis. The Plant Cell, Vol. 7, 1071-1083.

3.-Huberlman L. Los Bienes terrenales del Hombre. Historia de la Riqueza de las Naciones. 2001. Editorial Nuestro. 39ª. México, D.F. p. 378.

4.- Van der Veen A. The Dutch Tulip Mania: The Social Foundation of a financial bubble. 2012. p. 46.

5.-Garber P. Famous Fisrt Bubbles. The Fundamental of Early Manias. 2001. MIT Press. USA. p. 176.

 

 

 



Por Colaborador Invitado, publicado el 16 noviembre, 2017
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