Hace un par de meses, una gran borrasca profunda europea arrasó la Península Ibérica dejándonos nieve en casi toda la geografía, y conspiranoicos que creían que era nieve de mentira. A estas alturas parece absurdo tener que explicar que la nieve no es de plástico (aunque sí tenga algo de plástico en su seno). Igual de absurdo resulta para algunos tener que explicar lo que, a estas alturas, ya debería ser más que evidente para cualquiera. Pero resulta que sí, aún hay gente que niega que el cambio climático existe. Como también hay quienes asumiendo su existencia, niegan que la actividad humana sea la principal causante.
Y es que, aprovechando que el Pisuerga pasa por Pucela, y puesto que mientras entra la primavera, una nueva borrasca amenaza con tener también nombre propio —solo tiene en el momento de escribir estas líneas, pero quizá mañana ya lo tenga—, hay quienes, en su pensamiento más ‘Trumpista’, nos dicen que estos sucesos, estas herederas de Filomena, parecen de algún modo negar el… ¿cómo dicen ellos? El «calentamiento global».
¿Tiene algo de sentido todo esto? Vamos por partes.
El término «calentamiento global«, aunque es estrictamente correcto —la temperatura global aumenta año a año— es un término que se establece a nivel climático y, como dice su epíteto, global. No es un término que se refiera a corto plazo, ni mucho menos, local. Aunque es comprensible que acontecimientos de frío extremo como Filomena den lugar a equívocos, e incluso que durante un año o unos pocos años la temperatura parezca descender, lo cierto es que la tendencia global sigue siendo ascendente, y no ha dejado de serlo desde hace décadas. Concretamente, el 2020 ha sido el segundo año más cálido del planeta desde que se tienen registros tras 2016, y 2021, probablemente, le adelante.
Y es que un evento de frío extremo localizado en el tiempo (dos semanas) y en el espacio (una región concreta del planeta) no es suficiente para compensar una tendencia de escala espacial global y de escala temporal de décadas.
No obstante, es mucho más acertado hablar de cambio climático que de calentamiento global. Pues este es en realidad consecuencia de un cambio climático que puede observarse con tan solo analizar los registros existentes. Entre muchas otras cosas, el estudio de este cambio climático no niega la existencia de eventos extremos —ni de frío, ni de calor, ni de precipitaciones, ni de sequía, ni de ningún otro tipo—. Muy al contrario, lo que sabemos sobre el cambio climático es que será causante de un incremento en la intensidad de los eventos extremos, y un incremento, también, en su frecuencia [1, 2].
Es decir, que esos eventos extremos serán cada vez más frecuentes, y más extremos. Incluyendo eventos extremos relacionados con el frío. Filomena es uno de esos eventos extremos. La borrasca que está entrando mientras escribo esto, también. Así que la existencia de Filomena, muy lejos de negar el cambio climático, no es sino un dato más que pasa a engrosar la larga y triste lista de datos que nos confirman que el clima está cambiando peligrosamente.
Que el clima cambie, en efecto, es algo normal; por definición, el clima es una entidad cambiante. El problema es que los cambios climáticos del pasado han sido, la mayor parte de las veces, paulatinos, graduales, generando sobre las especies una presión selectiva suficiente para provocar eventos evolutivos. Pero no tanto como para generar eventos catastróficos. Por el contrario, las contadas veces que en la historia de la tierra han sucedido cambios climáticos repentinos, las consecuencias que encontramos de ellos se traducen en extinciones masivas. Sucesos como los ocurridos a finales del Pérmico, del Triásico o del Cretácico son prueba de ello.
El cambio climático actual, el que estamos sufriendo ahora, es antropogénico. Que sí, que es el primer cambio climático producido por el ser humano; nosotros mismos hemos provocado ese cambio tanto si te gusta como si no, y no, no es cosa del sol. Los grandes problemas que subyacen tras él son dos.
El primero, es que este es el cambio climático que con mayor celeridad está sucediendo, en todos los cambios climáticos conocidos de la historia de la Tierra; estamos consiguiendo en poco más de dos siglos lo que, en otras situaciones del pasado, sucedía en milenios o decenas de milenios, como mínimo. Incluso en aquellos casos más catastróficos.
El segundo es incluso peor: actúa en sinergia con otros grandes factores de cambio. Las invasiones biológicas, los cambios de uso del suelo, la contaminación creciente… son factores de cambio que actúan junto con ese cambio climático antropogénico, y que conforman junto con éste, lo que en ecología denominamos el «cambio global«. Un suceso que, si no lo atajamos a tiempo (y puede que no estemos a tiempo para ello) provocará un colapso de la biodiversidad en múltiples regiones —hay estudios en la región Afro-Arábiga, en áreas de bosque tropical, e incluso, y ojo, que esto nos afecta de forma más directa e inmediata: incluso en paisajes agrícolas—. Nos guste o no, nos va a afectar muy significativamente como especie.
Luego que nadie diga que los científicos no advertimos de que esto sucedería, por favor.
Por cierto. Desde los primeros confinamientos hace ya más de un año, hay una pregunta que ha pululado de vez en cuando por ahí, sobre si la significativa reducción de emisiones que ha supuesto el pandémico 2020 tendrá efectos también significativos en términos de cambio climático. Para responder os lo plantearé una analogía. Imaginad una persona que lleva 30 años fumando 3 cajetillas al día. Un día resulta que, por el motivo que sea, baja de golpe su consumo a 5 cigarrillos diarios, y lo hace durante 10 días. ¿Creéis que esos 10 días de reducción de consumo serían relevantes para reducir el riesgo de sufrir un cáncer de pulmón?
A estas alturas de la película, negar, ‘Filomenas’ mediante, que existe un cambio climático, que ese cambio climático es antropogénico, o los efectos de dicho cambio, está al mismo nivel que afirmar que la tierra es plana a partir de una foto de estelas de estrellas.
Álvaro Bayón (Vary, Valladolid, 1985)Doctor en Biología por la Universidad de Sevilla, con una Tesis Doctoral titulada «Patrones de introducción deliberada, predicción de invasiones y análisis de impactos de especies de plantas ornamentales de España». Es también Licenciado en Biología y Máster en Valoración de Riesgos naturales por la Universidad de León. Allí colaboró durante varios años en Botánica, en la investigación de varios aspectos científicos de las plantas medicinales e impartiendo clases de prácticas.
Apasionado científico y dedicado divulgador desde incluso antes de licenciarse, es además el autor del blog de divulgación científica y escepticismo «Curiosa Biología» y del podcast «No te lo creas».