Entrevista con Fritz Breithaupt: En el interior del cerebro narrativo

Por Colaborador Invitado, el 21 septiembre, 2023. Categoría(s): Biología • Divulgación • Neurociencia
Fritz Breithaupt

Los estudios literarios actuales no solo entienden la literatura desde el marco de la crítica literaria o la sociología. La investigación literaria se ha acercado convenientemente a las ciencias cognitivas y la psicología, sin renunciar a disciplinas como la narratología. El cerebro narrativo: lo que nuestras neuronas cuentan (Sexto Piso, 2023) de Fritz Breithaupt es una inmersión en las profundidades de la narración desde una perspectiva multidisciplinar. El principio de la historia es este: las narrativas (nuestros patrones narrativos) no son mazmorras monolíticas, sino multiversionales. El resto de la historia viene a continuación…

 

ANDRÉS LOMEÑA: Su libro se centra en el aspecto narrativo, así que estaría bien empezar con una aclaración inicial, a saber, por qué el ser humano es un homo narrans más que un homo fictus. Lo pregunto porque esta última definición la ofrece un autor como Gottschall, que paradójicamente habla del ser humano como el animal que cuenta historias.

FRITZ BREITHAUPT: Deberíamos preguntarnos cuántos problemas hemos resuelto mediante el concepto de storytelling. Jonathan Gottschall sugiere que las historias nos indican cómo deberíamos ver el mundo, cómo deberíamos actuar y bajo qué ficciones vivimos (homo fictus). Las historias nos manipulan y ese es el motivo por el que este autor cree que son peligrosas.

Mi perspectiva es diferente. Yo sugiero que las historias resuelven el problema de cómo podemos compartir experiencias. Ningún otro animal ha resuelto esa tarea. Nosotros podemos comunicar a otras personas lo que nos ha ocurrido o lo que puede ocurrir en el futuro. Eso lo hacemos mediante historias. Con un relato podemos experimentar lo que otros han experimentado. Por eso hablo de “coexperimentar”. Las historias nos permiten coexperimentar las situaciones de los demás.

 

A.L.: Los formalistas rusos trataron de dar con una unidad narrativa, un núcleo mínimo de la narración. Usted investiga ese centro narrativo a través de “renarraciones”, de forma parecida al juego infantil del teléfono escacharrado, para saber qué emociones se mantienen con el tiempo. ¿Por qué el cerebro narrativo resulta tan escurridizo como concepto científico?

F.B.: Es difícil entender nuestro cerebro narrativo porque pensamos constantemente en historias y relatos. Las historias están en todas partes. Gottschall sugiere que empleamos diariamente de cuatro a seis horas en historias, eso sin contar las del sueño nocturno. Y como permea todo nuestro pensamiento, es difícil de captar y entender. Esto también vale para el lenguaje y la consciencia; ambos términos resultan difíciles de definir. Para mí, el mayor misterio es averiguar cómo las narraciones nos desconectan de la experiencia del aquí. Todos habitamos nuestros cuerpos en una situación muy concreta. Algunos lectores de esta entrevista pueden estar de pie y apretados en un tranvía mientras miran el móvil. Y sin embargo, sus mentes están en otra parte. Esa desconexión es muy fuerte gracias a las historias. Estamos en otro lugar. Todavía no entendemos bien cómo y cuándo funciona esa desconexión.

Lo que yo investigo es cómo las historias nos invitan a esos mundos. Esas historias nos ofrecen recompensas: las emociones. Y las historias también nos devuelven a nosotros mismos. Los puntos y finales son muy importantes por ese motivo: nos devuelven a nuestro ser. Investigo esas estructuras mediante experimentos. Las renarraciones con veinte mil personas (como en el juego del teléfono) ayudan bastante porque nos muestran lo que cada narrador consideró esencial. Y los renarradores llevan a cabo multitud de cambios e invenciones, pero mantienen muchos centros emocionales y ciertos desenlaces. Por eso sostengo que las narraciones son episodios emocionales con un principio y un final.

 

A.L.: Los cuentos de los hermanos Grimm, según su visión, son historias sobre la fragilidad, la vulnerabilidad y el trauma, algo que en cierto modo anticipa concepciones del feminismo. Compara esas historias de transformación interior con personajes más planos como el de Simplicíssimus. ¿Podemos hablar, entonces, del cerebro narrativo como una adaptación biológica? O como una tecnología, tal y como plantea Angus Fletcher.

F.B.: Sí, los cuentos de los hermanos Grimm son muy interesantes porque marcaron un hito. Ese punto de inflexión consiste en que las personas vulnerables son los héroes que triunfan al final. Antes de 1800, esto era bastante infrecuente. Había historias bíblicas de santos, pero los personajes se presentaban como fuertes, no como gente vulnerable. La picaresca de antes de 1800 también mostraba personajes que no eran muy vulnerables. En los cuentos de hadas, son los personajes débiles y vulnerables los que triunfan. Ahora esperamos ese resultado. Esto ha llevado a una nueva y poderosa dinámica cultural: vencerás si muestras tu vulnerabilidad. Ahora se espera que los más frágiles ganen cuando muestran que son víctimas y que son vulnerables. Eso es lo que ha ocurrido con el beso no consentido de la Copa del Mundo.

Este aspecto se puede asemejar a una tecnología que usa la gente, como describe Angus Fletcher, pero en este caso no es tanto una adaptación biológica como una dinámica que trata sobre las relaciones de poder.

 

A.L.: Nos gustan los finales, pero siempre imaginamos alternativas y otras posibilidades o versiones de esa historia. A eso lo llama multiversionalidad. ¿Funciona nuestro cerebro predictivo con contrafactuales y mundos posibles?

F.B.: Imagina que quedas con tu mejor amiga. Ella te cuenta lo que ha ocurrido con su jefe ese día y habla de forma angustiada. Tú quieres saber lo que le ha pasado. Creo que hay una interacción entre dos fuerzas en marcha mientras escuchamos o leemos una historia: deseamos un buen final y a la vez podemos imaginar todo tipo de acontecimientos posibles mientras estamos en mitad de la historia. En ese interregno (y con frecuencia estamos in media res) se nos ocurren muchas posibilidades de cómo podría acabar la historia. A eso es a lo que me refiero con multiversionalidad.

La multiversionalidad hace que las historias sean interesantes. Desde mi perspectiva cognitiva, no diferenciaría claramente entre contrafactuales, mundos posibles y otras expresiones. Todas las versiones que se nos pasan por la cabeza mientras estamos en mitad de la historia tienen una cierta realidad mental e influirán en la experiencia narrativa.

 

A.L.: No tiene que responderme a esta última pregunta, pero habla de la posible tulpamancia [creación de tulpas o amigos imaginarios] de su madre tras la pérdida de tu padre. Lo que parecía ser un accidente cobró un cariz escabroso. Dado que el libro trata de emociones como la sorpresa y la curiosidad, me intrigó y me consternó esa historia contada a medias.

F.B.: Mientras escribía el libro, hice varios descubrimientos sobre mi familia. Ocurrió justo después de que mi madre muriera hace dos años. Lo primero que supe es que mi padre, un diplomático de Alemania Occidental, no murió en un accidente cuando yo era niño. En realidad, es bastante probable que fuera asesinado por el KGB, que quiso hacerse con los documentos secretos de la OTAN que tenía en 1977. Y tuvo éxito, al parecer. También supe que tuvimos espías a nuestro alrededor durante mi infancia. Mi madre mantuvo en secreto el asesinato durante toda su vida, así que me di cuenta de que mi infancia pudo haber sido muy diferente. Ahora hay más de una versión de mi infancia en mi mente. Sin los rusos, mi padre estaría vivo y mi madre no sería viuda; o si lo hubiera sabido, quizás odiara a los rusos.

Hay algo más que llegué a comprender. Tiene que ver con mi madre y con su decisión de conservar el secreto. Ella nunca volvió a casarse. Estuvo muy deprimida durante años, pero luego recuperó cierta felicidad, como si mi padre estuviera vivo. Y me di cuenta de que para ella, mi padre todavía estaba vivo. Ella tenía conversaciones mentales con él; le trataba como si fuera el personaje de una historia que se ha vuelto real. Conocí ese término, tulpamancia, mientras investigaba para este libro, así que El cerebro narrativo se ha convertido en un viaje de descubrimiento y cuento algunas de esas revelaciones en la obra. Las historias siempre continúan y cambian…

 

 

Esta entrevista nos la envía Andrés Lomeña Cantos (@andresitores). Estudió periodismo y se especializó en teoría de la literatura y literatura comparada. Trabaja como profesor de filosofía en un instituto de educación secundaria e investiga sobre los mundos imaginarios de las novelas.

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Por Colaborador Invitado, publicado el 21 septiembre, 2023
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