Digamos que estás construyendo un puente o un rascacielos: lo usual es construirlo con una tolerancia ante posibles fallas mucho muy por arriba de los posibles esfuerzos a los que puede estar sometido. ¿Por qué? Porque las consecuencias de que un puente o un rascacielos se caigan son tan serias que debes estar seguro de que esto nunca pase, necesitas garantías de que no pase. Creo que este mismo enfoque debería de ser adoptado al abordar problemas ecológicos locales, regionales y globales, pero aquí encontramos mucha resistencia por las grandes cantidades de dinero que se requieren, tanto del gobierno como de la industria. Por esta razón, en el futuro tenderemos a ver cada vez más esfuerzos por desacreditar el concepto de calentamiento global.
Esto lo escribió Carl Sagan en su último libro, Miles de Millones, en 1997: hace 20 años. Y lo que estamos viendo en la sociedad estadounidense que era a la que aludía al escribir esas líneas, es más tristemente profético que lo que nadie imaginaba. Los esfuerzos por negar la contribución humana al cambio climático no son nuevas: desde los 90s en que Sagan escribió, las empresas interesadas han gastado sumas millonarias en estudios a modo para tratar de demostrar que su impacto en el clima es mínimo. Pero nunca como antes habíamos atestiguado a una administración que se subiera de tal forma al vagón y que llenara los puestos de las agencias de control ambiental, precisamente con gente que es abiertamente anti-ambientalista.
Antes de ser nombrado como jefe máximo de la Agencia de Protección Ambiental (EPA), el infumable Scott Pruitt era fiscal general de Oklahoma y siempre ha tenido íntimas relaciones con la industria petrolera de ese estado. En esa posición de influencia, demandó nada menos que 13 veces a la EPA en contra de sus regulaciones ambientales y en su página personal en línea (LinkedIn) se declaraba como “un líder en contra de la agenda activista de la EPA.” En enero de 2017, Ken Cook, del grupo de investigación Environmental Working Group, dijo que “es claro que Pruitt podría ser el administrador más hostil de la historia en contra de las regulaciones para mantener el aire y el agua limpios.”
Y no se equivocó en lo más mínimo.
Para el mes de julio de 2017, los observadores de las políticas públicas mencionaban con alarma la cantidad de regulaciones que Pruitt estaba tirando a la basura, incluyendo:
– reglas anti-corrupción
– reglas para que las mineras no contaminen ríos con sus desperdicios
– reglas para el monitoreo de las emisiones de metano
– reglas para estandarizar la eficiencia de combustibles para 2025
Faltan muchas cosas más pero me deprime seguir escribiéndolas. Además de todas esas barrabasadas de la EPA, está por supuesto la infame salida del Acuerdo de París que, con el reciente anuncio de Siria para agregarse, convierte al segundo principal emisor de contaminación del planeta en la única nación no signataria.
El mantra maldito es que el deshacerse de regulaciones onerosas hace que las empresas “puedan invertir más y mejor” y por qué no, hasta “subir los sueldos de sus trabajadores”, lo que se ha comprobado una y otra y otra y otra vez que es falso. Las empresas que dejan de gastar de esta forma, normalmente se reparten el dinero extra en utilidades a los accionistas a fin de año. Puede ser que inviertan más aquí y allá, pero definitivamente ningún ejecutivo dice, “wow, tengo 100 millones de dólares extra, déjame usarlos para subir los salarios.” Estaría loco si lo hiciera. Lo despedirían en el acto.
Lo (más) preocupante es que este “debate” se da única y exclusivamente en las mentes de un partido político, en un país. Los republicanos gringos están del lado de la industria de forma incondicional y para mantener esa estúpida posición, se dan a la tarea de propugnar la idea de que “no existe un consenso” en la comunidad científica acerca del impacto de la actividad humana en los patrones climáticos. Como digo, esto no es nuevo: es rutinario ver a científicos pagados hacer estudios a modo para Exxon y DuPont, y ver a los senadores hacer preguntas de una imbecilidad insultante a científicos de la NASA que tienen que explicarles con una paciencia de santo por qué no es buena idea quitar protecciones ambientales de las leyes.
Esto pasa desde hace años, como pronosticó Sagan. Pero el ataque al punto de vista científico se ha recrudecido de una manera simplemente pasmosa en menos de un año de esta administración: no quieren verlo ni escucharlo. En agosto la Casa Blanca disolvió el Comité Asesor en Temas de Medio Ambiente, lo que entre otras cosas hizo que el Representante Científico ante el Departamento de Estado renunciara. A finales de octubre de 2017 prohibió a la EPA contratar a ciertos científicos para sus puestos y también prohibió que los que sí trabajen ahí, ¡discutan el cambio climático! Hasta los medios chinos criticaron semejante salvajada.
Puestos de poder que son llenados cada vez con menos gente de ciencia y con más políticos y ex-miembros de la industria petrolera o de la construcción: algo que desafía toda razón y lógica. Mientras que el resto del mundo se aglomera en torno al Acuerdo Climático de París, y China toma la batuta en la inversión en energías limpias, EEUU se emperra en romper las frágiles estructuras regulatorias que han tomado décadas de esfuerzo para edificarse.
Como éste no es un problema aparatoso como el terrorismo, seguimos siendo complacientes con él, pero su peligro es tan grave que es literalmente una amenaza existencial. El cambio en los patrones climáticos y la acidificación de los océanos han llegado a niveles que algunos científicos piensan que ya no son reversibles. Requerimos urgentemente de más concientización de lo que es, lo que puede ser, y sobre todo de lo que podemos hacer hoy. Ya.
Es bueno saber que ante este alud de estupidez sin calificativos, dentro de EEUU hay un movimiento en contra de mucha importancia, incluso en las mismas empresas de energéticos, que dicen «vale pero es que tampoco podemos destruir el mundo.» Cuando se anunció la incomprensible salida del Acuerdo de París, a los pocos días una cascada de gobiernos estatales y municipales de EEUU declararon que, acuerdo o no acuerdo por parte del gobierno federal, ellos seguirían respetando los lineamientos. Asimismo ha habido una ola de apoyo a varias instituciones de investigación climática y una constante promoción de documentales y materiales de divulgación relacionada con el tema. Es importante que la ciencia tenga una narrativa sólida en la sociedad, y para eso los divulgadores tenemos que poner el hombro y no quitarlo en estos tiempos extraños, en los que parece que oscurantistas que creíamos olvidados, están tocando a las puertas.
Referencias:
Sagan, Carl. Billions and billions. New York: Ballantine Books (1997), p. 143.
Mosbergen, Dominique. Scott Pruitt Has Sued The Environmental Protection Agency 13 Times. Now He Wants To Lead It. Huffington Post. Enero 17, 2017.
Milman, Oliver. Trump’s alarming environmental rollback: what’s been scrapped so far. The Guardian. Julio 4, 2017.
Corke, Kevin. Rolling back environmental regulations will shore up economy, experts say. Fox News. Julio 7, 2017.
Eilperin, Juliet. The Trump administration just disbanded a federal advisory committee on climate change. The Washington Post. Agosto 20, 2017.
Wang, Amy B., Trump’s science envoy quits in scathing letter with an embedded message: I-M-P-E-A-C-H. The Washington Post. Agosto 23, 2017.
Hu Xia. U.S. EPA draws criticism for blocking scientists from speaking about climate change. Xinhua Net. Octubre 24, 2017.
Andone, Dakin y Chavez, Nicole. US mayors, governors vow to stick with Paris accord. CNN, junio 1, 2017.
Nací en México y vivo en China desde el 2000, donde estudié idioma e historia, y luego fui investigador visitante en el Centro Internacional Wan Lin Jiang de Economía y Finanzas, así como profesor de economía e historia para extranjeros en la Universidad de Zhejiang. Actualmente dirijo el Mexico-China Center y doy conferencias acerca de ciencia y cooperación tecnológica internacional.