
El propietario de la red social ahora conocida como «el botón de cerrar aplicaciones» sigue, por noveno año consecutivo, prometiendo que sus vehículos se van a conducir solos el año que viene. Mientras, el robotaxi sigue acercándose a nuestra realidad. Más lentamente y con menos fanfarria quizá, pero ya hay ciudades en el mundo donde encontrárselos es cada vez menos extraordinario. Y su advenimiento no augura nada bueno para el futuro del tráfico en las ciudades. ¿Un resultado contraintuitivo?
¿Cómo podemos saber esto si no hay, todavía, robotaxis en la mayor parte de los sitios? Porque podemos plantear un proxy: las plataformas de movilidad compartida. Un estudio de Schaller Consulting observó ya en 2018 que la implantación de estas plataformas provoca un efecto de sustitución. Cada kilómetro en coche privado que desaparece es sustituido por 2,6 kilómetros más en Uber, Lyft, Cabify o similares. Además, se estima un aumento de las emisiones del 69 % respecto a las de los viajes eliminados.
La paradoja de Jevons
En los estudios prospectivos anteriores a la implantación a gran escala de estas plataformas se estimó que, gracias a su mayor capacidad de inteligencia de red, era posible reducir hasta en un 40 % el número de taxis en una gran ciudad sirviendo la misma demanda. Pero nadie esperaba a la paradoja de Jevons. No es una ley natural, pero en un contexto social y tecnológico ocurre con una frecuencia aplastante: los aumentos de la eficiencia provocan, casi inevitablemente, crecimientos muy superiores de la demanda. En este caso, hemos lanzado una suerte de taxi más eficiente. El mercado responde con un desplazamiento modal. Viajes que se hacían en coche privado, pero también transporte público, en bicicleta o andando, migran hacia este tipo de soluciones más ¿cómodas?
Los robotaxis prometen exacerbar esta eficiencia. Vehículos siempre disponibles, que perseguirán dinámicamente la demanda sin las molestas limitaciones de derechos laborales de los conductores. Aquí está el potencial de crear una pesadilla de tráfico si no se establecen medidas específicas de gestión de los modos del transporte. Es decir, que las ciudades van a ser responsables de limitar, guiar y racionalizar la expansión de los taxis autónomos. Salvo, naturalmente, que pretendamos convertirlas en infiernos de libertad rodada.
La cara amable del robotaxi
No deberíamos olvidar que el robotaxi ofrece una promesa de futuro para determinados colectivos con dificultades de movilidad. Por ejemplo, personas mayores, cuidadores y personas con diversidad funcional. También pone al alcance de la mano casos de uso muy ventajosos para zonas de baja densidad de población. ¿Quién no querría disponer en esas estaciones de tren de alta velocidad en medio de la nada de vehículos capaces de acercarnos a alguna población cercana?
Pero estos no los casos de negocio previstos por los inversores en las futuras plataformas autónomas, como no lo es para los actuales en Uber y similares. Como muestra, un botón centrado en España: en la Comunidad de Madrid hay casi una licencia de VTC (Vehículo de Transporte con Conductor) por kilómetro cuadrado. Nada parecido se encuentra en el resto del país, y las densidades más bajas de VTC por millón de habitantes y por 100 km² se encuentran, nada sorprendentemente, en Castilla-La Mancha.

Una vez más, dejar al mercado manos libres para establecer su solución puede crearnos externalidades negativas a todos. Desde pérdida de puestos de trabajo en el sector del taxi, más accidentes y un tráfico más inhumano en las grandes ciudades, hasta oportunidades perdidas para el entorno rural. ¿Estaremos a la altura del desafío? Aún hay tiempo para prepararse. Cada vez menos.
Para leer más
Ratti, C., & Rossant, J. (16/09/2023). Uber was supposed to help traffic. It didn’t. Robotaxis will be even worse. San Francisco Chronicle. Visitado el 21/09/2023, en https://www.sfchronicle.com/opinion/openforum/article/robotaxi-car-technology-traffic-18362647.php.
Schaller Consulting. (25/07/2018). The new Automobility: Lyft, Uber and the future of American cities. Visitado el 21/09/2023, en http://www.schallerconsult.com/rideservices/automobility.htm.
Otra instancia más de Homo sapiens. De pequeño quiso ser científico, astronauta y ganar dos premios Nobel. Conforme fue creciendo estas aspiraciones sufrieron progresivos recortes: finalmente se quedó en ingeniero de telecomunicaciones. Con más años de experiencia de los que quiere reconocer en la intersección del tren con las tecnologías de la información, trabaja en la actualidad en el apasionante campo de la innovación ferroviaria como director de innovación en Telice, S.A.. Tímido en rehabilitación y con más aficiones de las que puede contar, cuando tiene tiempo escribe sobre cualquier cosa que le llame la atención: ciencia, espacio, ingeniería, política…