A finales del siglo XIX el naturalista suizo François-Alphonse Forel escribía que
El glaciar del Ródano es célebre por su soberbia catarata, que hace caer la corriente de hielo sobre la pared de rocas que se extiende desde el Saas al Belvédère de la carretera de la Furka. Esta catarata mide casi 450 metros de altura, diez veces la altura del Niágara, treinta veces la de la cascada del Rhin en Schaffhousen.
En aquella época el aspecto del glaciar del Ródano era ciertamente impresionante. La lengua de hielo se precipitaba por las rocas hasta alcanzar el fondo del valle, a pocos minutos andando desde el pueblecito de Gletsch. Y, sin embargo, ya se encontraba en retroceso. El nombre mismo del pueblo, Gletsch, de gletscher, «glaciar», es un indicio de que antiguamente el hielo había llegado hasta el mismísimo pueblo. Y en 1900 el propio Forel contaba en el periódico Le Confédéré que en julio una gran masa de hielo se había desgajado del lado derecho del glaciar, para desmoronarse finalmente en agosto, dejando la catarata de hielo partida en dos. Un espectáculo que, por cierto, no le pareció preocupante, sino todo lo contrario: «jamás la catarata del glaciar del Ródano ha estado tan bonita«, decía.
En 1915 se publicó un conjunto de mediciones del glaciar llevadas a cabo desde 1874, a las que los autores añadieron estimaciones basadas en grabados y representaciones pictóricas que databan desde 1602 en adelante. Las distancias se tomaron a partir de una referencia fija: un manantial de aguas termales situado junto al hotel Glacier du Rhône, en Gletsch.
En su imprescindible La Suisse Illustrée, Albert Dauzat da otras cifras, esta vez de la distancia desde el hotel: 50 metros en 1677, 260 en 1777, 180 en 1818, 600 en 1870, 1134 en 1880 y 1690 en 1904.
Como vemos, salvo en un par de períodos concretos (especialmente en las mediciones de 1818, sin duda a consecuencia del «año sin verano» ocasionado por la erupción del Tambora en 19151815), el glaciar no paró de retroceder. Es más, el retroceso se iba acelerando.
Y no dejó de hacerlo, por supuesto.
Las mediciones solían tomar como referencia la fuente termal o, directamente, el hotel Glacier du Rhône, pero las fuentes de la época suelen calificar ese establecimiento como «pretencioso» e incluso «vulgar», así que nos desplazaremos a otro: el Belvédère. Ambos hoteles habían sido edificados por el mismo empresario hotelero, Josef Seiler, pero su estilo era completamente distinto: mientras que el Glacier du Rhône se decoró a base de muebles y artesonados procedentes de viejos castillos y mansiones, el Belvédère, más moderno, recurría a un estilo más sobrio, confiando más en las maravillosas vistas del lugar que en un lujo «postizo». Y también su suerte fue distinta, por cierto: el hotel Glacier du Rhône sigue funcionando, mientras que el Belvédère permanece congelado en el tiempo mientras su actual propietario, Philipp Carlen (sí, el de la cueva) decide qué hacer con él.
Nosotros sí que sabemos qué hacer con él: usarlo, como hacía Forel en el texto que citábamos al principio, como punto de referencia. Para ello hemos marcado su posición con una circunferencia de color rojo en las siguientes fotografías:
En 1906, por ejemplo, podemos ver que el glaciar aún llegaba al fondo del valle, y su frente desde luego estaba bastante lejos del Belvédère, que justificaba su nombre con unas preciosas vistas sobre la catarata de hielo. Vistas que seguían siendo muy buenas en 1919, aunque en las fotos ya se aprecia algún retroceso, incluyendo lo que parece un derrumbe considerable…
…Y en 1921, como podemos ver en esta majestuosa imagen:
A esas altura la pérdida de hielo puede parecer poco significativa. De hecho, los intrépidos viajeros que recorrían el puerto de la Furka a bordo de los siempre puntuales vehículos de la PTT probablemente no notaran gran cosa.
Pero en 1953 el retroceso era ya más que evidente, y de hecho la catarata de hielo había desaparecido casi por completo, situándose el frente del glaciar prácticamente a la altura del Belvédère (que está justo donde señala la flecha).
Y así, en fin, llegamos a nuestros días. En los que, como vimos en la entrada anterior, el glaciar no solo no desborda sobre la meseta, formando aquella hermosa cascada de hielo, sino que ha retrocedido mucho más atrás, formando un pequeño (pero cada vez más grande) lago y alejándose cada vez más del Belvédère.
Lo cual nos lleva a… bueno, a otra entrada, que ya nos estamos extendiendo mucho. Hasta pronto.
Abogado, socio fundador de Círculo Escéptico y miembro de ARP-Sociedad para el Avance del Pensamiento Crítico. Además de El Fondo del Asunto mantiene los blogs La lista de la vergüenza, dedicada a dar cuenta de las titulaciones pseudocientíficas que imparten muchas Universidades españolas, y El remedio homeopático de la semana. Confiesa que cuando era un chaval probó la acupuntura para evitar la caída del cabello; hoy es rotundamente calvo.