Esther Samper (Pilar de la Horadada, Alicante, 1984) estudió para hacer ciencia, pero algunas piedras en el camino y un afán comunicador siempre presente provocaron que se dedique a contarla. Como comunicadora y divulgadora científica colabora con varios medios de comunicación para hacer llegar a la gente mensajes científicos y médicos de manera comprensible, sencilla, crítica y entretenida. Apasionada de la Biología, estudio Medicina sin llevar una clara vocación en la mochila y, tras dar algunos pasos en la carrera científica buscando su sitio en la investigación, decidió que lo suyo era seguir la biomedicina no como médica o científica, sino como puente capaz de transmitirlas a la sociedad.
Esther, también conocida como Shora en homenaje a una de sus grandes pasiones, la cultura japonesa, escribe para contarle a la gente las luces, y también las sombras, de la Ciencia y la Medicina. Su ocio lo dedica a la lectura de divulgación biomédica, los videojuegos de rol, películas y series diversas, el anime y los viajes. Igual que le gusta viajar para conocer nuevos sitios y personas, quiere que la gente tenga en el lugar donde vive más oportunidades de descubrir la ciencia y todo lo que nos aporta cada día.
Leyendo sus artículos y escuchando sus charlas es más sencillo comprender, entre otras cosas, Qué ven las personas ciegas, el posible uso de animales como donantes de órganos para humanos, las mentiras en el mercado de productos adelgazantes o cómo reaccionar (y cómo no hacerlo) ante una parada cardiaca. Como ella misma tituló su primer blog, tempus fugit (el tiempo vuela): merece la pena aprovecharlo conociendo mejor la ciencia.
Sueles decir que “¿Y por qué?” fue tu frase preferida de pequeña… ¿Curiosidad como semilla del interés científico?
Tengo curiosidad innata desde pequeña. No recuerdo un momento concreto en el que me acercara a la ciencia y me interesara por ella, pero sí que de pequeña tenía intereses científicos diferentes, entre ellos la Arqueología y la Historia. Hablar con la directora del museo de mi pueblo me fascinaba. Ese “¿Y por qué?” fue algo que tuvieron sufrir mis padres durante muchos años hasta que llegó el momento de buscar las respuestas por mí misma. En el Instituto me di cuenta de que me gustaba mucho la Biología, sobre todo porque veía que sus aplicaciones podían ser muy beneficiosas para la gente y nuestro entorno.
Cuando se acercaba el momento de pensar a qué dedicarme, en Bachillerato, lo que más pensaba era hacer la carrera de Biología. Me atraía muchísimo la investigación. Pero, quizá por pensar en aplicaciones directas o salidas laborales, finalmente elegí Medicina y empecé la carrera en Valencia. Era el año 2002.
¿Y la famosa vocación?
La verdad es que no la tenía. Decidí hacer Medicina por pragmatismo; la Biología me hubiera gustado como carrera, pero creo que no habría sido fácil dedicarme a la investigación, así que elegí una carrera relacionada con ella, con opciones de empleo y que también me agradara. De hecho, no pensaba ni acabar Medicina; en principio tenía idea de hacer un segundo ciclo de otra cosa, pero al final sí la terminé, y con ganas. Además, al acabar la carrera hice un Máster en Biotecnología Biomédica. Conozco poca gente que, como yo, haga Medicina pensando en hacer investigación y no en ejercer como médico, pero eso era lo que tenía en la cabeza: quería saber, conocer y descubrir cosas para que luego pudieran aplicarse.
En la carrera de Medicina las asignaturas que más me atraían eran Fisiología, Biología Humana, Anatomía Patológica… Sí recuerdo pensar en alguna ocasión que, de dedicarme a ejercer la Medicina, Hematología o Psiquiatría serían opciones que podrían engancharme, pero no fue una opción que llegara considerar realmente. Eran pensamientos pasajeros; tenía claro que a mí lo que me gustaba era investigar en el laboratorio, cacharrear con el microscopio, hacer experimentos…
¿Qué camino seguiste al acabar Medicina, sin idea de ejercer como médico?
Cuando me tocó empezar mi carrera investigadora me interesé por el campo de la regeneración cardiaca y probé a hacer un doctorado en el Centro de Investigación Príncipe Felipe (CIPF), un centro vinculado con el Hospital la Fe de Valencia. Pero en 2011 llegó un ERE, todo se torció y supuso el principio de la interrupción de mi carrera científica. Fue muy abrupto y la gente estaba enfadada y desmotivada. La ciencia es algo a largo plazo y, con este ERE, la investigación se acababa para muchos grupos y personas. Fue muy triste, recuerdo que incluso hubo que sacrificar animales de laboratorio porque se frenaron muchas investigaciones. Me pareció un sacrificio intelectual. Yo estaba en el CIPF con una beca de dos años para el doctorado y no sabía qué iba a ser de mí, si se iba a renovar la beca o no… Y renuncié. No veía un buen panorama.
Unas puertas se cierran y otras se abren… De un centro de investigación pasaste al mundo de la empresa. ¿Cómo fue la experiencia?
En el Máster de Biotecnología Biomédica había conocido una empresa de telemonitorización cardiaca, una spin-off de la Universidad Politécnica de Valencia (UPV), y justo cuando salí del CIPF buscaban un médico que investigara y al que le gustara la tecnología. El trabajo era para desarrollar sistemas para monitorizar la actividad del corazón en deportistas de manera menos invasiva. Por ejemplo, investigamos sobre un modelo de camiseta con una tecnología que registraba la frecuencia cardiaca y otros indicadores. Estuve allí ocho meses, hasta que en 2013 llegó un despido colectivo. Yo era trabajadora temporal y allí se acabó mi aventura en el mundo de la empresa.
¿Venías de un ERE y diste con un despido colectivo?
Tal cual. Pensaba qué pasaba conmigo y con mi carrera. Pero, por segunda vez, de un portazo vino otra oportunidad: a los pocos meses salió una beca Marie Curie [actualmente se llaman Acciones Marie Sklodowska-Curie], una de las mejores ayudas para investigadores en la Unión Europea, y parecía hecha a mi medida: buscaban a una estudiante con experiencia en regeneración cardiaca. El puesto era en Hannover, así que me fui a Alemania.
“Aún hay quien cree que la divulgación resta credibilidad a la ciencia, pero sirve para todo lo contrario”
Una pequeña digresión antes de hablar de Alemania: durante estos años de estudio y carrera científica ya estabas en contacto con la divulgación. ¿Cómo te interesas por la comunicación científica?
Me interesaba la divulgación desde los años de la carrera. La comunicación me había atraído desde siempre, creo que contar la ciencia además de hacerla es importantísimo. Pero mi idea no era ser divulgadora profesional, ni trabajar en comunicación, porque yo lo que quería era investigar. En 2005, cuando aún estaba haciendo Medicina, abrí un blog que llamé Tempus Fugit, en el que hablaba de cosas personales y de vez en cuando de Medicina.
Poco a poco fui escribiendo más sobre temas médicos, porque nunca he sido mucho de contar mis cosas, y al poco tiempo, hacia 2006, cambié el nombre del blog a MedTempus y me centré en temas biomédicos. La verdad es que funcionó bien, tenía bastante público, y en 2007 me contactaron Borja Echevarría y Gumersindo Lafuente, que estaban montando un nuevo medio digital, Soitu.es. Les gustaba mi perfil y me contrataron para escribir una sección de Salud. El caso es que pasados dos años Soitu.es perdió financiación y tuvo que cerrar. Era el año 2009, estaba haciendo el Máster y ya había experimentado qué era abandonar un sitio, años antes de que llegaran mis dos salidas del CIPF y de la empresa.
De forma paralela yo seguía con MedTempus, y en 2010 El País me propuso escribir una sección que se llamó Doctora Shora, y que compaginé con mis estudios de Máster y Doctorado. Pasados de nuevo dos años, también dejé esta colaboración con El País, porque había empezado mi beca Marie Curie y exigía una dedicación exclusiva.
¿De dónde viene tu pseudónimo ‘Shora’?
Shora viene de la cultura japonesa, que me gusta mucho. Quise poner sólo Sora, que significa cielo en japonés, pero finalmente le añadí una hache por Esther. De hecho, estuve un tiempo escribiendo de manera anónima, hasta que empecé a hacerlo con mi nombre por razones de trabajo. Creo que es un reflejo de que, por lo general, me incomoda la atención sobre mi persona.
Retomamos: la beca Marie Curie te lleva a Alemania ¿Cómo fue cambiar de país, de ambiente, de gente…?
La llegada a Alemania, en 2013, fue dura. Los primeros seis meses fueron complicados, sobre todo por el choque cultural. La gente en Alemania es muy diferente a la española: cuesta coger confianza con ellos e integrarse al principio, ven la vida de manera distinta… Me encontraba como un pulpo en un garaje, la verdad. Además, siempre he tenido bastante síndrome de la impostora, cosa que no me ayudaba a acostumbrarme a la nueva vida, y a esto había que sumarle que no sabía apenas alemán y que llegué casi en octubre, para el otoño y el invierno, con mucho frío, días muy cortos, noches desde las 4 de la tarde… Iba como una esquimal en los meses más fríos. Pero el trabajo en la Escuela Superior de Medicina de Hannover me gustaba mucho. Me fui acostumbrando.
Trabajábamos en medicina regenerativa, desarrollábamos tejidos bioartificiales, investigábamos con células madre… Y la forma de trabajar me sorprendió para bien. Los grupos estaban muy interconectados, muchos estaban relacionados y compartían objetivos y resultados, había mucha supervisión y ayuda… Algo que hasta ese momento no había apenas vivido, mucha más colaboración, porque en mi experiencia en España muchas veces no sabías qué hacía la gente del laboratorio de al lado. En Hannover cualquier avance se compartía y revertía en beneficio de muchos grupos. Era todo muy interdisciplinar.
¿Seguías con la divulgación?
Continuaba con el blog, sí. Y en el centro de Hannover, además del trabajo meramente científico, hacíamos actividades muy divertidas e interesantes, relacionadas con la comunicación y la divulgación. Por ejemplo, llevábamos a cabo Journal Clubs en los que analizábamos artículos científicos y pensábamos cómo podían escribirse mejor, por qué no se entendían, de qué manera podían llegar mejor al público… Despellejábamos ‘papers’ [artículos científicos] casi a diario, sacándoles todos los ‘peros’ que podíamos. Se aprende mucho con esta actividad.
Ante cualquier novedad científica o médica hay que tener cuidado con las mentiras interesadas que se generan alrededor
¿No te planteaste quedarte en Alemania para siempre?
Estuve casi 5 años en Hannover, volví a España en febrero de 2018. Tuve varios dilemas: allí me había hecho un sitio, pude hacer el doctorado, quizá quedarme como investigadora en Alemania u otro país de la UE con buena inversión en ciencia… La opción de volver a España para seguir investigando aquí casi ni la contemplé, porque veía el panorama y estaba, como ahora, bastante complicado. No quería entrar en un terreno que podía significar sacrificar mi vida, la verdad. Manejaba un plan B, que era repensar lo de ejercer la Medicina y hacer el MIR, también valoré si buscar trabajo en ensayos clínicos… Pero la verdad es que ya tenía una idea en la cabeza que me había ido forjando en Alemania, y al acabar la beca aposté por desarrollarla: quería dedicarme a la comunicación científica y sanitaria, a la colaboración con medios de comunicación y al mundo de la divulgación. Y prefería hacerlo en España, la verdad.
¿Fue un salto al vacío?
Es verdad que no me tiré a la piscina. Llevaba tiempo escribiendo ocasionalmente en Eldiario.es, había estado un tiempo colaborando con El País, y colaboraba en otros medios de vez en cuando. No me planteé la posibilidad de trabajar como fija en algún medio; prefería ser independiente y escribir en publicaciones diferentes. Lo intenté y me salió bien: hoy día vivo de mis colaboraciones en medios de comunicación.
Me considero una privilegiada. Escribo más o menos de lo que quiero y en los sitios que elijo: Eldiario.es, Investigación y Ciencia, Mètode, Consumidor Global, Hipertextual… Afortunadamente no he tenido que entrar en cosas que no me gustan nada, como los publirreportajes, que serían un hara-kiri para mí y mi manera de entender la comunicación y el periodismo. No me gusta, y siempre he intentado con éxito evitarlo, hablar de productos específicos, promocionar cosas, hacer artículos patrocinados en el blog o en los medios, hablar de lo que no controlo… He perdido la cuenta de las veces que he dicho que no.
Además de escribir en medios de comunicación, has publicado un libro de divulgación.
Sí, hay una faceta de escritora que quiero desarrollar. En 2019 publiqué Si escuece, cura, en la Editorial Cálamo, y en marzo del año que viene publicaré un nuevo libro, esta vez con la editorial Planeta. Si escuece, cura surgió de un artículo que escribí hace tiempo en MedTempus, en el que hablaba de 10 prácticas de salud cotidianas erróneas. ¿Por qué no escribir un libro sobre ello? Lo propuse a Cálamo y les gustó. Como escribir es mi forma preferida de comunicar, me sentí como pez en el agua haciéndolo.
¿En ningún momento pensaste en dedicarte a la docencia cuando decidiste no seguir investigando?
Es algo que en ocasiones me ha llamado la atención, pero nunca he dado el paso porque creo que me enfrentaría con condiciones precarias, un posible puesto de profesora asociada que quizá no esté bien pagado… No lo descarto porque es un mundo que me gusta, pero por el momento no lo tengo en mente. Estoy muy a gusto como comunicadora.
Como investigadora te dedicaste a temas como la medicina regenerativa, la terapia celular… ¿Cómo comunicar cuestiones como éstas, ligadas a la ciencia básica y con posibles aplicaciones aún lejanas?
La ciencia trae novedades constantes, y no siempre se trasladan bien ni se comprenden correctamente. En el ámbito que yo he estudiado (terapia génica, células madre, órganos artificiales, ingeniería tisular…) surge conocimiento cada poco tiempo, pero se trata de campos que avanzan poco a poco, que necesitan de un medio y largo plazo, de una inversión constante, de una mentalidad asociada que asuma mucha complejidad y muchos riesgos…
Estamos en fases prematuras en cuanto a las terapias avanzadas, que es el término que recoge todos estos ámbitos, pero tenemos que ser conscientes de que, junto con las posibles aplicaciones clínicas, hay que respetar y proteger la investigación básica, la que en principio no permite una aplicación directa pero que añade conocimiento fundamental para que la Medicina, por ejemplo, siga avanzando. A día de hoy la mayoría de las aplicaciones prácticas de la terapia celular o la ingeniería tisular a la Medicina del día a día van a tardar, pero el futuro de la medicina de precisión debe apoyarse en los avances básicos que se van generando.
Se trata de ámbitos científicos en los que hay que cuidar mucho las expectativas que se generan…
Es muy importante contarlo bien, sin lanzar las campanas al vuelo. Y no son sólo las expectativas que puedan exagerarse, sino las falsedades y engaños que surgen, contra los que hay que luchar más. Ante cualquier novedad científica o médica hay que tener cuidado con las mentiras interesadas que se generan alrededor. Pasa siempre, aunque se trate de cosas experimentales: surgen charlatanes que tratan de vender lo que no es, jugando con las esperanzas de la gente y ofreciendo falsas expectativas a base de marketing y publicidad engañosa.
hay que respetar y proteger la investigación básica, la que en principio no permite una aplicación directa pero que añade conocimiento fundamental para que la Medicina, por ejemplo, siga avanzando
Este tema, que enlaza con la defensa de las evidencias científicas frente a posibles pseudoterapias, es otro de tus preferidos para divulgar ciencia. ¿Por qué?
Todo viene de mi interés por el pensamiento racional, que me llegó por crecimiento y evolución personal. Además de muy curiosa, la verdad es que yo antes era bastante crédula. En su día fui creyente y religiosa. En otro plano, llegué a hacer un curso de psicoanálisis, una disciplina que no cuenta con evidencias. En la Universidad me planteé mis creencias y, de manera natural, entré en una dinámica de interés por el escepticismo y el pensamiento crítico. Muchas personas no nacimos escépticas, sino que, incluso, llegamos al escepticismo pasando antes por el ‘lado oscuro’. Son temas que me interesan mucho y, cuando vi que como comunicadora y divulgadora tenía cierto altavoz, decidí hablar sobre ello para los demás.
De ahí a las pseudoterapias hay un paso, porque tocan de lleno a la Medicina, que es mi ámbito. Creo que criticarlas y denunciarlas es una obligación ética: hay que hablar tanto de lo que funciona como de lo que no. He conocido casos dramáticos. Mezclar y unir el pensamiento crítico con la Medicina te lleva a preocuparte por los peligros que suponen las pseudoterapias. Creo que en los últimos años la cosa ha mejorado, hay una mayor sensibilización y han crecido las denuncias y la persecución de los engaños en Medicina, aunque aún queda camino por recorrer. Creo que la pandemia ha podido frenar un poco el impulso que se había cogido en los años previos, en los que se consiguió que los profesionales sanitarios fueran más críticos con las pseudoterapias.
Más allá de tu blog, una de las primeras plataformas de divulgación con las que colaboraste fue Naukas. Pasada una década desde su fundación, ¿cómo valoras su impacto?
Conozco Naukas desde sus inicios, cuando se denominaba Amazings. Se ha convertido en una referencia, una manera de conocer gente interesante, de generar discusiones, de compartir experiencias, de fomentar una divulgación diversa, de impulsar la visibilidad… Javier Peláez, uno de sus fundadores, me llamó en 2008 o 2009 para explicarme el proyecto, y me pareció muy interesante unir la aportación de personas diferentes bajo un mismo paraguas. Estuve entre los primeros colaboradores de la plataforma, sin tener blog propio, pero publicando diversos artículos desde 2011, y participando como ponente en los primeros encuentros presenciales, las semillas del actual Naukas Bilbao.
En esta década he seguido colaborando de manera intermitente pero continuada, hasta la última charla el pasado septiembre, en la vuelta del Naukas Bilbao. La verdad es que Naukas me puso frente a uno de mis mayores miedos, que es subirme a un escenario y hablar delante de una audiencia. Es algo que nos pasa a muchas personas, pero que creo que es más común entre las mujeres, por varias razones: la exposición, el posible estrés, el síndrome de impostora… Me he ido acostumbrando y ya me cuesta menos, pero los escenarios no son mi espacio natural. Mi elemento es la escritura, no las charlas en directo con público. Recuerdo que en los primeros años de Naukas había muy pocas mujeres colaboradoras, algo que ha ido cambiando para bien.
Las mujeres son cada vez más protagonistas de la divulgación científica. ¿Por qué su camino puede ser más complicado?
Por motivos que todavía se estudian mucho es más fácil encontrar voces expertas, o que crean que lo son, entre los hombres que entre las mujeres. A veces es cuestión de tener menos confianza, miedo a la exposición, falta de seguridad… El caso es que solemos participar menos y, a lo mejor por esta razón o por otras, también equivocarnos menos.
Si la divulgación científica logra acercar más la ciencia a la sociedad, y hacer que se comprendan sus métodos y objetivos, habrá mayores opciones de que la sociedad pida e impulse su importancia en el desarrollo de un país.
¿Qué opinión tienes de las redes sociales como canal de divulgación científica?
Son un canal potentísimo de comunicación, pero siempre les he visto una desventaja: la dificultad que muchas de ellas tienen para incorporar mensajes ya no complejos, sino alejados de la sencillez. Esto puede ser también una ventaja, pero creo que puede dificultar a veces la divulgación. En todo caso, hay que adaptarse y estar donde está la gente, donde hay perfiles interesantes, así que considero que la divulgación tiene que estar presentes en cuantas más redes sociales mejor. Se criticó en su día que la ciencia estuviera en Youtube, luego en Twitter, luego en Instagram, Tik-tok, Twitch… Son canales que pueden aportar mucho. Yo donde me siento más a gusto es en Twitter, aunque es un espacio al que le sobra agresividad. Los canales audiovisuales funcionan muy bien, pero a mí no me llaman tanto y estoy menos a gusto en cámara que escribiendo.
Son ya varios años con un boom de la divulgación científica. ¿Hacia dónde vamos en este terreno?
La divulgación se está implantando como cultura de manera progresiva, sobre todo entre las nuevas generaciones. Aún no estamos en una situación como la del cine o la música, pero nos vamos acercando, gracias en parte a la cantidad de formatos disponibles y a una oferta cada vez más variada y con mayor alcance. Como parte de su crecimiento aún hay debates recurrentes, como qué es la divulgación y quien puede o debe divulgar. Creo que, más allá de que esta actividad se profesionalice, no hay una respuesta establecida ni un perfil concreto: para mí una persona divulga cuando transmite información con rigor y llega a la gente. Luego ya podemos hablar de si esta actividad se profesionaliza o no, o si ocupa todo tu tiempo o si es algo complementario a tu actividad principal, sea la que sea.
En divulgación, como en casi todo, para gustos, colores…
Divulgar es una rama de comunicar. Exige hacer el esfuerzo de acercarse más a la gente, perder cierta formalidad y tecnicismo, ampliar el rango de herramientas… El ejemplo de Natalia Ruiz y Manolo González ilustra bien todos los caminos que puede seguir la divulgación, y el consejo que suele dar Xurxo Mariño añade un buen foco: hay que llevar la divulgación donde nadie se la espera, hacer lo que él ha llamado ‘emboscadas científicas’ y tratar de ganar al público en la primera exposición, logrando enganchar y sembrando la oportunidad de interesarse por la ciencia, con la posibilidad de hacer incluso activismo de la divulgación científica. Creo que la divulgación consiste en acercarse a la gente con pocas reglas fijas. Aún hay quien cree que la divulgación puede hacer credibilidad a la ciencia, pero está claro que sirve para todo lo contrario.
¿Más ciencia para más divulgación, o viceversa?
La ciencia y la divulgación se retroalimentan: a mayor interés de la gente por la ciencia, más posibilidades para que triunfe la divulgación, y a mayor peso de la ciencia en ámbitos como la economía y la política, mayores opción de que cale a la sociedad y ésta la reclame y se interese por ella. A la vez, si la divulgación científica logra acercar más la ciencia a la sociedad, y hacer que se comprendan sus métodos y objetivos, habrá mayores opciones de que la sociedad pida e impulse su importancia en el desarrollo de un país.
NOTA FINAL: Esta entrevista, realizada por el periodista José A. Plaza, forma parte de una serie de conversaciones-entrevistas con divulgadores y divulgadoras de la ciencia. Antes de ésta se han publicado las siguientes entrevistas:
- Natalia Ruiz-Zelmanovitch
- Francis Villatoro
- Clara Grima
- Daniel Marín
- José Manuel López Nicolás
- Marian García y Gemma del Caño
- Carlos Briones
- Conchi Lillo
- Lluis Montoliu
Esta serie surgió tras la publicación de este reportaje sobre el décimo aniversario de Naukas y continuará con nuevas entregas. En cada entrevista se habla sobre la labor de la persona entrevistada como científico/a y/o comunicador/a, sobre su campo científico de trabajo, sobre la relación con Naukas y sobre la divulgación científica en general.
José A. Plaza, periodista de ciencia y salud. Cuarentaypocos. Pasé casi 15 años escribiendo en un medio especializado en Medicina y actualmente soy responsable de Comunicación en un organismo público de investigación. Socio (y cofundador) de la Asociación de Comunicadores de Biotecnología (ComunicaBiotec), de la Asociación Española de Comunicación Científica (AEC2) y de la Asociación Nacional de Informadores de la Salud (ANIS). No sé estar sin leer, escribir, baloncesto y rock.