Antonio Martínez Ron: «Para contar buenas historias es importante experimentar»

Por José Antonio Plaza, el 23 abril, 2022. Categoría(s): Entrevistas Naukas
Antonio Martínez Ron, durante una de sus charlas (imagen cortesía de Fundación Telefónica)

Antonio Martínez Ron (Madrid, 1976), alias Aberron, se considera en primer lugar periodista científico. De manera complementaria, divulgador de la ciencia. Últimamente, escritor. Desde niño, curioso y preguntón. Para siempre, consumidor y contador de historias.

Desde hace 8 años coordina la sección de Ciencia en el digital Vozpópuli. Durante varios años fue editor de contenidos en diversos medios, pasó por el mundo de la comunicación política, es cofundador de Naukas, colabora en Radio Nacional de España (RNE), publica el Boletín Catacrocker y ha escrito varios libros de divulgación científica. Estas y otras dedicaciones le han hecho merecedor de premios como el Prismas, el Bitácoras, el Concha García Campoy y el Ondas. Apasionado de la lectura, le gustan el baloncesto -lleva más de treinta años jugando en el mismo equipo-, los documentales y, últimamente, montar en globo.

La entrevista tiene lugar en el jardín de su casa en las afueras de Madrid, en el mismo lugar desde el que cada día, desde que comenzó el año, publica en redes sociales una foto del cielo. Antonio lleva años mirando mucho hacia arriba, tanto que acaba de escribir un libro sobre todas las cosas que pasan en el cielo y en las que no solemos fijarnos. Haga lo que haga, siempre tiene un ojo en las alturas, con especial atención a una de sus últimas grandes pasiones: las aves. Durante la entrevista interrumpe varias veces para decir que acaba de ver la primera golondrina de la temporada, que varias cigüeñas nos están sobrevolando y que aquello a lo lejos parece un milano.

Habla con deleite de cómo le sorprende al mundo alrededor y de cómo la ciencia ayuda a explicarlo, pero tuerce un poco el gesto cuando se le pregunta si la entendemos y la contamos bien. No le gusta mucho hablar de sí mismo, pero hay muchas preguntas e historias que contar y las dos horas se charla se hacen hasta cortas. Cuando acaba la entrevista, la conversación sigue fluyendo en off durante un paseo campestre. Mirando al cielo, claro…


¿Cuándo aparece tu gusto por la ciencia y por contar historias?

Desde niño estaba enamorado de la lectura y de todo lo que tuviera que ver con la naturaleza, que fue mi primera relación con el entorno científico. Ya desde pequeño escribía historias, cuentos…  Y era muy, muy curioso. Hacía muchísimas preguntas y volvía locos los a mis padres. En mi casa no había muchos libros y uno de los mejores momentos de mi niñez fue cuando, a los 6-7 años, mi padre me llevó la biblioteca y me hizo el carnet de socio. Como me encantaba conocer historias y contarlas siempre tuve vocación de escritor y también de periodista.


¿Periodista científico?

Creo que el interés por la ciencia siempre estuvo ahí, de fondo, desde que era pequeño. Sobre qué me influyó en aquellos años, creo que tampoco lo he analizado nunca muy a fondo. Supongo que, como a mucha gente de mi generación, me influyeron Carl Sagan y Félix Rodríguez de la Fuente. Tenía en casa la Enciclopedia de Fauna de Salvat y me encantaba hacer fichas de animales, explicar sus características… Lo que yo quería era entender las cosas, no sólo saberlas.


¿Qué te gustaba en el colegio?

Muchas asignaturas, pero mi curiosidad se perdía cuando no encontraba un relato que explicara lo que leía o aprendía: necesitaba ver para qué servían las cosas y, sobre todo, que encajaran en una narración, que no estuvieran en el vacío. Las matemáticas, por ejemplo, se me daban bien, pero no les encontraba el sentido. Eran para mí una especie de entretenimiento con números, como hacer sudokus. Y si no comprendía para qué servía algo, me interesaba menos. La química y la biología también me atrajeron desde el principio, igual que la literatura, y los profesores que tuve me ayudaron a que me gustaran más. Los profesores tienen un papel importante, por cómo te cuentan las cosas, que muchas veces es lo que hace que te interese uno u otro tema. Con uno de ellos llegué hasta a escribir un libro infantil a cuatro manos, ‘Las aventuras del pequeño Jimmy’ se llamó [risas].


Periodista de vocación, pero cuando hubo que elegir optaste por hacer otra carrera. ¿Por qué?

Cuando había que tirar por Letras o Ciencias cogí Mixtas. Tenía un expediente brillante y, cuando llegó el momento de elegir carrera, yo no tenía claro si quería hacer Periodismo porque tampoco tenía claro lo que era. Pero el entorno me convenció de que con aquellas notas tan altas parecía un “desperdicio” estudiar una carrera como aquella. Así que sin saber muy bien cómo terminé marcando la casilla de Empresariales. No me gustaba, está claro que fue un error, y me tomé una especie de año sabático. Aproveché para leer mucho, eso sí, y después ya empecé Periodismo en la Complutense. Enseguida me puse a hacer prácticas, hice el curso de formación del IMEFE, la escuela municipal de radio, y en 1997 entré como becario en Radio España.


Cuando ya estabas enfilado con el periodismo, pasaste unos años en comunicación política. ¿Por qué ese cambio?

Estuve un tiempo en los informativos locales de Radio España y trabajé como productor y guionista en una tertulia nocturna de política, donde también tenía mi propia sección. Después me salió otra oportunidad para probar en televisión, en Canal Nou, así que me fui a Valencia, pero sólo estuve allí unos meses y volví a Madrid. Fue después de esto cuando pasé cinco años trabajando en el mundo de la comunicación política, entre 2001 y 2006. En esos años aprendí muchísimo de política nacional y de cómo funciona la política en general.

 

En la biblioteca de su casa, tras la entrevista (José A. Plaza).


Por trabajo o placer no parabas de contar historias. En 2003, mientras trabajabas en comunicación política, abriste tu blog Fogonazos, que se ha convertido en una referencia de la divulgación científica. ¿Cómo nació?

Ya tenía algo de experiencia en radio y televisión, pero al quedarme sin trabajo y salir de aquel mundillo, seguía teniendo el ‘mono’ de contar historias. También era un friki de internet y estaba muy pendiente de todo lo que iba apareciendo en el mundo digital, siempre me ha gustado estar al tanto de las novedades en la red. Justo entonces apareció un nuevo formato, los blogs, y me apeteció probar e intentar usar esta herramienta para canalizar mi necesidad de escribir. Empecé con Fogonazos para contar curiosidades varias que siempre me atraían, y cuando nació el blog la ciencia no era lo principal. El lema era ‘Asombros diarios’ y mi idea, contar cosas que me sorprendían. Ya por entonces leía mucha divulgación y la ciencia era para mí un foco de interés permanente.


¿Por qué crees que triunfó Fogonazos?

Los primeros años de la red eran una época en la que, sin ser nadie, podías asomar la cabeza en internet, hacerte un hueco y ganarte la atención de mucha gente. Imagino que llené un hueco que interesaba. Poco a poco fui conduciendo el blog hacia temas más científicos, hasta que hacia 2005 empezó el gran éxito y Fogonazos lo petó bastante, también en el ámbito internacional. Recuerdo que muchas de las entradas que escribía estaban en la portada de Reddit, que por entonces era un logro, como luego pasó con Menéame. Hacía dos versiones de las entradas, una en español y otra en inglés, porque mi referencia era el panorama bloguero internacional, con gente como Mark Frauenfelder, fundador de Boing Boing. Por entonces Fogonazos llegó a tener más de un millón de visitas al mes y estaba en los más alto de Technorati, algo que a ti ni te sonará, claro (risas).

“¿Cómo comunicar en un mundo en el que todo parece ir mal? Me preocupa la sensación de negatividad que tenemos sobre el futuro”


Volviendo al trabajo, después de esos cinco años de comunicación científica regresas al periodismo. ¿Fue una vuelta al que era tu lugar?

Lo echaba de menos, pero siempre me ha gustado probar cosas distintas y los años de comunicación política merecieron la pena. En 2007 entro en el diario digital ADN, como editor y portadista, coordinando contenidos y más tarde escribiendo en la sección de Sociedad. Allí pasé tres años, hasta que en 2010 me llaman de lainformacion.com, también para hacer trabajo de edición y coordinación de contenidos. Al final de esa etapa fue cuando se unieron profesionalmente el periodismo y la ciencia, ya que empecé a escribir sobre temas científicos de manera rutinaria. Pasados unos años, dejé lainformacion.com y me hice autónomo como periodista freelance.


¿Por qué?

En realidad yo no elegí ser freelance. En lainformacion.com me externalizaron y sentí mucho vértigo ante la nueva situación laboral, pero con el tiempo me di cuenta de que me abría la posibilidad de hacer más cosas. Al poco de dar ese paso me llamaron de Vozpópuli, donde sigo trabajando ahora. Al principio la idea era colaborar de manera puntual, pero enseguida surgió la idea de hacer una sección de Ciencia. Desde entonces coordino Next Ciencia.


¿Cómo es ser periodista freelance, sin pertenecer a ningún medio en concreto?

Depende de cómo te vaya. Estar como autónomo me da mucha libertad, trabajo desde casa y me permite ser independiente, que es algo que valoro muchísimo. He tenido la suerte de tener una comunidad muy fiel de lectores y seguidores, que en los tiempos que corren es muy importante.

 

En el jardín de su casa, entre el cielo y la tierra, donde cada día mira a las alturas.


Cuando aún trabajabas en ADN, en 2009, nació Amazings, que fundaste junto a Javier Peláez y Miguel Artime y que fue la semilla del actual Naukas. ¿Qué representa después de más de 10 años de vida?

Naukas se ha ido forjando desde la amistad y por amor a la ciencia. Nació de una reunión de colegas. Javier, Miguel y yo nos conocimos en 2008 en una reunión de la blogosfera en Sevilla y, hablando, los tres coincidimos en que podíamos hacer algo divertido juntos. Una noche de copas dimos forma a un proyecto sin pensarlo del todo bien y, mira, nació Amazings y luego Naukas. Crecimos desde la plataforma de blogs hasta los eventos en directo. No nos hemos forrado ni dominamos el mundo, que es con lo que fantaseábamos, pero Naukas se ha hecho una familia. En la pandemia dijimos que volveríamos cuando pudiéramos abrazarnos y lo hemos hecho.


Hace ahora 10 años acuñaste el hashtag #SinCienciaNoHayFuturo, que aún perdura y se sigue usando de manera recurrente. ¿Cómo fue esa historia?

Tiempo antes ya había tenido lugar la campaña ‘La Ciencia no necesita tijeras’, en la que Javier Peláez tuvo un papel fundamental. Fueron años muy duros para los científicos, los de mayores recortes para la investigación, así que pensé que había que relanzar la idea. Ideé el lema como parte de una serie de entrevistas y artículos de denuncia que publiqué en lainformacion.com, a propuesta de mi director, Carlos Salas, y que coordinamos a su vez con Amazings [luego Naukas]. El logo fue una petición que le hice a nuestro diseñador, Enrique Herrero, que lo plasmó de manera magistral. Me gusta mucho que se siga usando en las manifestaciones y en camisetas; de hecho, en el artículo que escribí en 2012 para anunciar la campaña ya decía ‘coged el logo, la idea, y haced con ello lo que se os ocurra’.

“El periodismo durante la pandemia ha tenido muy buenos solistas, pero como orquesta hemos desafinado”


Otro décimo cumpleaños, el de Fogonazos en 2013, marcó tus inicios como escritor

Cuando Fogonazos cumplió 10 años se me ocurrió publicar un libro con las mejores historias que había contado. Monté un crowdfunding cuando acababa de nacer aquel sistema de financiación y así salió ‘¿Qué ven los astronautas cuando cierras los ojos?’, un claro guiño al blog, ya que lo que ven son precisamente ‘fogonazos’. Tiempo después el libro se reeditó con nuevas historias en editorial Crítica, cuando ya había publicado mi segundo libro, El ojo desnudo, que es de 2016. Con El ojo desnudo empecé a pensar que quizá podía empezar a considerarme a mí mismo ‘escritor’. Luego publiqué ‘Papá, ¿dónde se enchufa el sol?, que escribí con mi hija Laura partiendo de todas las preguntas que ella me hacía, y entre medias escribí el guion de un cómic (Door). Y ahora acaba de salir Algo nuevo en los cielos’, con el que después de seis años de trabajo estoy muy contento. De hecho, al poco de empezar a leer el libro mi padre me llamó un día y me dijo: “Creo que ya sí que puedes decir que eres escritor”, y me hizo mucha gracia.


Divulgador, periodista, escritor… ¿Qué te consideras?

Periodista científico, lo primero. ¿Divulgador? De manera tangencial, quizá. Hacer periodismo de ciencia sin divulgar es complicado, si no imposible, yo creo. Ahora, cuando me preguntan, me siento más cómodo diciendo que soy periodista científico y escritor.


Periodismo, blog, charlas divulgativas, libros… En 2014 sumaste un formato nuevo al embarcarte con Javier Peláez en el podcast Catástrofe ultravioleta. ¿De dónde salió la idea?

Catástrofe Ultravioleta nació porque queríamos hacer la radio que nos gustaría escuchar. En España apenas se llevaba aún ese formato, pero yo me fijaba mucho en ejemplos internacionales como Radiolab y me apetecía intentar hacer algo así aquí. Nos juntamos Javi Peláez, al que conocía de Naukas y que ya tenía su podcast La aldea irreductible, y Javi Álvarez, con el que había trabajado en lainformacion.com. Queríamos algo elaborado y diferente, que atrapara. El nombre, Catástrofe ultravioleta, me lo inspiró un concepto de la física que había llamado la atención mientras escribía El ojo desnudo, una forma muy exagerada con la que los físicos de finales del siglo XIX llamaron a la contradicción entre las observaciones y los números a la hora de entender el espectro electromagnético. Me parecía tan ‘excesivo’ y divertido que encajaba a la perfección.

También encargué a mi amigo Carlos Lorenzo que diseñara el logo del programa a partir de un cerebro que parece estallar como un hongo nuclear, muy chula, y en la misma línea. Queríamos hacer que a la gente le “explotara” el cerebro. No fue fácil hacer el podcast, porque sólo teníamos la idea de partida y a veces veíamos cosas de manera distinta. Hice un poco de pegamento entre los dos Javis, que venían de mundos muy diferentes, y al final nos acoplamos muy bien los tres. No sabíamos bien dónde nos metíamos pero fuimos improvisando, construyendo una forma de contar historias.

Por si faltaba algún palo que tocar, llegó la televisión. ¿Qué significó tu entrada en Órbita Laika?

Fue otra locura, una de las más grandes en las que me he metido, que también surgió de repente. José Antonio Pérez de Ledo me llamó en 2014 y me contó que iba a hacer para TVE un programa sobre ciencia. Directamente me dijo que si quería llevar una sección sobre experimentos. Me dio bastante vértigo, pero creo que me lo pensé 20 minutos y le dije que sí. Era una oportunidad brutal. Modestamente creo que el programa marcó un antes y un después en la divulgación de la ciencia como forma de entretenimiento en España. Parte de la semilla de Órbita Laika viene del universo Naukas, las dos cosas explotaron un modelo que consistía en hacer de la ciencia algo “molón” y que ya existía en la blogosfera científica anglosajona. Lo pasé muy, muy bien, pero también sufrí: fueron años muy intensos.

 

Antonio Martínez Ron, a la derecha, junto a Javier Peláez (izquierda) y Javier Álvarez, con el Premio Ondas logrado por el podcast Catástrofe Ultravioleta.

 

Has probado multitud de formatos para contar historias. ¿Cuál te gusta más?

El mejor formato es el digital porque que te permite utilizarlo casi todo. En un especial multimedia en la red puedes incluir texto, audio, imagen, infografía, vídeo… Lo que quieras. Hicimos algunas cosas muy chulas de este tipo en los años de lainformacion.com. El ámbito en el que me siento más cómodo es la escritura y, después, quizá me quedo con la radio. Como tengo poco sentido del ridículo y mucha curiosidad no paro de probar cosas distintas. He dirigido documentales como El mal del cerebro, tres podcasts, me he dedicado a hacer experimentos por los colegios, he hecho videográficos, especiales interactivos, una incursión en el mundo del libro infantil, el cómic… Me gusta la idea de hacer llegar la ciencia a nuevos lugares y de distintas formas.

Para contar buenas historias es importante cambiar y experimentar, tener ideas nuevas, usar diferentes formatos, pensar desde diferentes prismas…. ¿Qué te puedes equivocar o puede salirte mal? Claro. Por ejemplo, hace poco probé a hacer el ninja en Tiktok y no cuajó mucho, pero es que nunca sabes qué va a funcionar [risas]. Yo siempre tengo mil cosas en la cabeza que luego no cristalizan. Otras, como mi newsletter (el Boletín Catacrocker), sí que tienen muy buena acogida. Y ahora tengo otro libro en mente… y no es nada que te esperes.

“No comprendemos mejor la ciencia que antes de la pandemia; no estoy seguro de que haya habido un cambio de mentalidad”


¿Qué te aportan las redes sociales? ¿Cómo las utilizas?

Yo odiaba Twitter. Me hice una cuenta a los pocos meses de que naciera, en noviembre de 2007. No lo entendía, me parecía un servicio de mensajes entre personas y al principio apenas lo utilizaba. Pero fui observándolo y aprendiendo, hablaba con gente que sí lo controlaba, y empecé a usarlo algo más, pero como si fuera un foro. Lo utilizaba, y aún lo hago, para desfogarme y dar rienda suelta a algunas de esas ideas locas que me asaltan cada poco tiempo. Acabé entendiendo que puede ser un muy buen medio para contar cosas, así que lo sigo utilizando mucho. También utilizo Instagram y TikTok, pero de manera tangencial. Sigo leyendo asiduamente Reddit y echando un ojo a Menéame, cuando me acuerdo. De Facebook decidí pasar hace muchos años.


Llevas media vida escribiendo sobre ciencia sin centrarte en un ámbito científico en concreto. ¿Con cuál te quedas? ¿Hay alguno que te inspire más?

Los temas que más me interesan en general son la neurociencia, en especial lo relativo a la percepción, y últimamente las ciencias atmosféricas. Siempre dedico tiempo a cosas que me apasionan, como la biología, la astronomía o la geología, y ahora también estoy leyendo mucho de ornitología y a escritores de naturaleza. Creo que mi abanico de intereses es bastante amplio, la verdad, dentro de ese modelo que te decía de probar muchas cosas. En general me interesan las ciencias que nos dan una mayor perspectiva sobre lo que somos y lo interconectadas que están muchos de los fenómenos que nos rodean sin que seamos muy conscientes de ello.


¿Qué personas han sido tus referentes?

Si tengo que mencionar sólo a uno me quedo con Pepe Cervera. Fue alguien grandísimo, una inspiración constante, alguien en quien muchos seguimos pensando a diario. Era un ser inmenso, lleno de bondad y curiosidad, y un maestro de la comunicación.


El boom de la divulgación científica lleva y años notándose en España. Una de sus características es la cantidad de referentes femeninos. ¿Ya era hora?

Hay grandísimas divulgadoras. Siempre las ha habido. En Naukas nos pasó lo que casi siempre pasa, que empezamos siendo casi todo hombres y no supimos ver desde el principio que lo estábamos haciendo mal. Nos criticaron con razón, aprendimos y corregimos. La tendencia actual de divulgación femenina es muy buena. Hasta el punto de que me atrevo a decir que son mucho mejores ellas que ellos en general. Por eso en muchos de nuestros eventos tenemos más ponentes mujeres que hombres.

 

Abrazando a Pepe Cervera tras entregarle el Premio Tesla 2017, en el Naukas Bilbao. Cervera, uno de los principales referentes de Antonio Martínez Ron en divulgación científica, falleció un año después (imagen: Naukas, UPV/EHU).


Casi imposible no tocar la pandemia. ¿Qué crees que ha supuesto para el periodismo y la divulgación científica?

Es un tema que me incomoda, si te soy sincero. Siempre hay cosas buenas y malas, pero algunas han sido muy feas, con amarillismos, afanes de protagonismo, desinformación, ruido… Quizá es porque aún me duele, pero de entrada me vienen a la cabeza aspectos negativos. Al principio estuve muy metido informando sobre la pandemia, haciendo muchos reportajes en Next Ciencia, pero acabé bajando la intensidad porque creo que llegó un punto en que casi no se aportaba nada nuevo y todo el mundo daba vueltas a lo mismo. Si mezclas todo esto con la politización, la polarización social, el ambiente tóxico en redes sociales…


También ha habido buen periodismo científico, ¿no?

Claro que se han hecho buenos trabajos, hay medios y gente en concreto que lo han hecho muy bien. Ahí tienes el ejemplo de Ed Yong en EE.UU. o de Pablo Linde aquí en España. Algunas personas y medios han tratado de poner orden dentro del ruido, y ha habido buenos solistas y cuartetos de cuerda, pero creo que, como orquesta, en general el periodismo ha desafinado.

“Siempre ha habido grandísimas divulgadoras, pero no se las veía o no sabíamos verlas”


¿Entendemos mejor la ciencia ahora, después de convivir con ella de manera extrema?

Creo que no, ni como individuos ni como sociedad. No la comprendemos mejor que antes de la pandemia. No sé si aún podemos sacar muchas conclusiones, me parece pronto para decir lo que hemos podido aprender. ¿Ha sido buena la pandemia para la ciencia? No lo sé, no estoy seguro de que haya un cambio de mentalidad. No quiero ser derrotista, pero yo no lo veo claro.

¿Más ciencia para mejor divulgación, o viceversa?


La ciencia y su divulgación están íntimamente relacionadas. Deben ir a la vez, retroalimentarse. Pero su relación es compleja para resumirla en una frase o una idea.


¿Qué te ronda la cabeza, además de la ciencia?

Muchas cosas, pero es que no me gusta opinar con contundencia de casi nada, la verdad. Ni hablar mucho de mí, por eso esta entrevista me está costando un poco [risas]. Hay una idea general que me preocupa y es la sensación de negatividad que hay sobre el futuro: pandemia, guerra, crisis, cambio climático… ¿Cómo comunicar en un mundo en el que todo parece ir mal? Vivimos el presente como si surfeáramos en lo alto de una ola que creemos que va a romper, tenemos un continuo vértigo, pero no acaba de producirse ese final. Muchos medios tratan de abordar todo esto con un “minuto y resultado” constante, haciendo del “apocalipsis” un espectáculo, como han hecho con la pandemia, la erupción de La Palma o la guerra. Y tengo la sensación de que sólo contamos la superficie, sin profundizar. Al final, el resultado es que estamos igual de desinformados o más, también por sobreexposición. No sé si, en general y no sólo en ciencia, estamos tratando bien la información ni su contexto.

 

Antonio Martínez Ron en Naukas Valladolid, con su charla ‘Un plan B para salvar cerebros’.

 

NOTA FINAL: Esta entrevista, realizada por el periodista José A. Plaza, forma parte de una serie de conversaciones-entrevistas con divulgadores y divulgadoras de la ciencia. Antes de ésta se han publicado las siguientes entrevistas:

Esta serie surgió tras la publicación de este reportaje sobre el décimo aniversario de Naukas y continuará con nuevas entregas. En cada entrevista se habla sobre la labor de la persona entrevistada como científico/a y/o comunicador/a, sobre su campo científico de trabajo, sobre la relación con Naukas y sobre la divulgación científica en general.



Por José Antonio Plaza, publicado el 23 abril, 2022
Categoría(s): Entrevistas Naukas